Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
¡ Feliz Cumpleaños albi !                                                                                           ¡ Feliz Cumpleaños SadCharlotte !
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 Conociendo Cuba 
 CANCION L..A 
 FIDEL CASTRO.. 
 Fotos de FIDEL 
 Los participantes más activos 
 PROCLAMA AL PUEBLO DE CUBA 
 
 
  Herramientas
 
General: El Vaticano contra la" Izquierda de la Iglesia":Teología de la Liberación
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 15 en el tema 
De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 13/03/2007 18:33
Vaticano condena al teólogo de la liberación Jon Sobrino
La extrema derecha católica que gobierna el Vaticano por boca de Fernando Sáenz Lacalle de la Congregación de la Doctrina de la Fe, ha notificado a Jon Sobrino la prohibición de que impartir clases en cualquier centro católico.
Adital  [13.03.2007 08:55] -

ampliar
Jon Sobrino un teólogo de la liberación

Adital - El arzobispo de San Salvador, Fernando Sáenz Lacalle, confirmó que la Congregación de la Doctrina de la Fe ha notificado a Sobrino la prohibición de que imparta clases en cualquier centro católico "mientras no revise sus conclusiones".

Sáenz Lacalle dijo que en el Vaticano "desde hace tiempo se estudian sus escritos y ya se le hicieron hace años advertencias".

Explicó que "lo que dice la Santa Sede es que las conclusiones de los estudios teológicos sobre Cristo que el padre Sobrino ha publicado no son concordes con la doctrina de la Iglesia y no podrá enseñar teología en ningún centro católico mientras no revisa sus conclusiones".

Por su parte, Sobrino ha declinado por el momento hacer comentarios a la prensa sobre la medida del Vaticano, que según otras fuentes eclesiásticas se hará pública el próximo jueves.

Quién és Jon Sobrino

Nacido en Bilbao (España) el 27 de diciembre de 1938, Jon Sobrino reside en El Salvador desde hace cincuenta años, dedicado en su mayor parte a la labor docente en la UCA y a escribir numerosas obras, principalmente sobre Teología de la Liberación

Ha sido uno de los creadores de la Universidad Centroamericana de San Salvador y uno de los mayores impulsores de la Teología de la Liberación, sobre la que ha escrito cerca de una decena de libros

Herejía

El órgano eclesiástico que elaboro la condena - dirigido por el cardenal Ratzinger y a partir del nombramiento de éste como Papa Benedicto XVI, en avril de 2005,  por el cardenal Joseph Levada - acusa a Sobrino de «falsear la figura de Jesús», y más concretamente de «no afirmar abiertamente su conciencia divina»; es decir, la Congregación para la Doctrina de la Fe  - sucesora de la Inquisición - asegura que el jesuita vasco-salvadoreño ha caído en la «vieja herejía» de subrayar demasiado el lado humano de la figura de Jesús de Nazaret y, así, «ocultar su divinidad». Por ello, el Vaticano ha aprobado un texto mediante el cual le quedará prohibido, a modo de «penitencia», dar clases en centros eclesiales o publicar libros con el «nihil obstat» de la autoridad eclesiástica, pretendiendo condenarle al «silencio más absoluto».

Al parecer, tanto la Compañía de Jesús - a la que pertenece Sobrino - como el propio teólogo conocían la noticia de antemano, ya que, siguiendo el procedimiento habitual en estos casos, el Vaticano pidió previamente a Sobrino que rectificase su comportamiento por escrito. Sin embargo, después de pensárselo y hasta consultarlo con el prepósito general de la Compañía de Jesús, Sobrino se negó a realizar dicha rectificación.

Teología de la Liberación

Todo este embrollo ha creado una gran conmoción tanto en la Compañía de Jesús como en el resto de la clase eclesiástica, y es que Jon Sobrino es hoy por hoy uno de los máximos exponentes de la doctrina conocida como Teología de la Liberación, un movimiento de carácter religioso, político y social surgido en la época del Concilio de Vaticano de 1962-1965 y que, al fin y al cabo, no es sino un movimiento en favor de las personas pobres y marginadas y que persigue la justicia social.

La Teología de la Liberación se desarrolló rápidamente por toda Latinoamérica, a pesar de que la jerarquía de la Iglesia Católica se opuso a ella desde el primer momento.




Primer  Anterior  2 a 15 de 15  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 3 de 15 en el tema 
De: matilda Enviado: 13/03/2007 19:13

Carta a Monseñor Romero / Jon Sobrino

17.marzo/2004 - El Salvador - El imperio, la campaña electoral, el 11-M y el 11-D

Querido Monseñor: Veinticuatro años después de tu martirio y doce después de los acuerdos de paz las cosas siguen mal, a veces muy mal. Mucha gente está harta de la injusticia, la corrupción y la mentira. En tiempo de elecciones estamos hartos de la desvergüenza. Y los pobres están hartos de la pobreza y de tener que emigrar.

¿No hay solución, Monseñor? Quiero hablarte de estas cosas con la esperanza de escuchar alguna palabra tuya que traiga luz y ánimo para trabajar.

El imperio

Es lo más grave. La palabra parecía muerta, pero la realidad la ha resucitado. Hoy no basta con hablar de opresión y de capitalismo. Hay que hablar de imperialismo, y de "imperialismo norteamericano", que, con Bush, se ha hecho inocultable: imponer su poderío sobre todo el planeta, a través de todo, comercio injusto, información mentirosa, guerra cruel e irrespeto impúdico de los derechos humanos.

El imperialismo nos llega con el servilismo político de los gobernantes, pero en el día a día penetra de forma más profunda con la seducción e imposición de la "cultura estadounidense", the american way of life: el individualismo, como forma suprema de ser y el éxito como verificación última del sentido de la vida, como lo mejor que ha producido la historia. Y a la inversa, comunidad, compasión y servicio son productos culturales secundarios. Insistir en ello no es "políticamente correcto". La igualdad de la revolución francesa, y nada digamos la fraternidad del evangelio, están obsoletos. De Irak no cuentan los iraquíes, y de África no cuenta nada.

Este imperialismo es antievangélico, y por ello para el cristianismo la primera exigencia es combatirlo, proclamar - y vivir- la "cultura de Jesús". Y como, además, se pretende que comamos, bebamos, cantemos y nos divirtamos, como ocurre en el imperio, hay que defender el "nacionalismo" bien entendido: la defensa de la bondad de la creación de Dios, en diferentes pueblos, tradiciones, culturas y religiones.

El imperialismo, además, nos confronta con otro problema que es de siempre, pero que hoy se ha acentuado. En Asia y África "cristianismo" ha sido sinónimo de "occidente", con beneméritas excepciones. Pues bien, en el mundo actual, más de mil millones de seres humanos, los pueblos musulmanes, ven en Bush, a la vez, la expresión de occidente y la expresión del cristianismo. Con ello, la misión, no como proselitismo, sino como diálogo, se hace muy difícil. ¿Quién les convence de que no hay que identificar las dos cosas si el imperio, Bush y su grupo, aparecen orando al Dios de Jesús y desoyen a los cristianos que se les oponen, incluido Juan Pablo II?

Monseñor, tú nos enseñaste a desenmascarar a los ídolos y les pusiste nombre: la absolutización del capital, de la doctrina de la seguridad nacional y también, aunque en sí fuesen buenas, de las organizaciones populares, cuando todo lo subordinaban a ellas. A estos ídolos hay que añadir hoy el del imperio, esa forma de generar víctimas, lenta o violentamente, por imposición irredenta.

Conclusión. "Sólo Dios es Dios", no lo es ni el césar ni el imperio, como Jesús vino a decir a Pilatos. Equivocarse en eso, en forma creyente o secularizada, tiene gravísimas consecuencias, como lo vemos a diario en el mundo. Bien lo dijiste:

Ningún hombre se conoce mientras no se haya encontrado con Dios. Por eso tenemos tantos ególatras, tantos orgullosos, tantos hombres pagados de sí mismos, adoradores de los falsos dioses. No se han encontrado con el verdadero Dios y por eso no han encontrado su verdadera grandeza (10 de febrero, 1980).

La campaña electoral

Ha mostrado que la política está por los suelos. Muchos gritos y agresiones al adversario, a veces hasta físicos, y pocos argumentos. Muchas promesas y pocos programas y medios de llevarlos a cabo. Entonces nos vienen a la mente unas palabras tuyas: "Oyendo ciertos discursos de estos días de carácter político, yo no encontraba ninguna idea constructiva... Ideas serenas para construir el bien del país" (13 enero, 1980). Y nada digamos de pedir perdón por los errores en el pasado y de propósito de enmienda. Apelar a la austeridad, generosidad e incluso al sacrificio no se hace por no perder votos, pero sin ello no hay solución.

Quizás en muchas de estas cosas no haya muchas diferencias entre los partidos, pero la derecha ha hecho un alarde de desvergüenza que pensábamos superada. No apela a la esperanza - la inmensa reserva de los pobres -, sino al miedo. Dicen: si gana la izquierda volverán los secuestros; los salvadoreños en Estados Unidos no podrán enviar remesas; la educación -así la presentan contradiciendo la realidad- será tan pobre como en Cuba. Del miedo y el terror que produjo su fundador y varios de sus predecesores nada dicen.

Y para un creyente da dolor cómo la derecha mete a Dios en su propaganda. Es hipócrita invocar a Dios como aval del éxito futuro. Es cínico que ese Dios no exija hacer examen de conciencia de quince años de gobierno tan favorable para las minorías en abundancia y tan perjudicial para las mayorías en penuria. Y es indignante -si ganan-, ofrecer a Dios como el gran tesoro para el país sin decir una palabra de cómo era Dios para Jesús.

Y por supuesto, nada dicen de tantos salvadoreños y salvadoreñas, con Monseñor Romero a la cabeza, que se parecieron a Jesús en vida y murieron en cruz como Jesús a manos de ejércitos y escuadrones de la muerte. Nada dicen de ti, Monseñor. En público te silencian, y en privado te siguen teniendo un miedo patológico. Tu palabra les sigue sacudiendo. También les iluminaría, pero no se dejan sacudir ni iluminar. No les queda otra solución que autoengañarse y tergiversarte.

Hablan de Dios, y no les importa nada lo que dicen de él. Qué poco entienden sobre lo que dijiste un 9 de septiembre de 1979: "Si es verdadera palabra de Dios lleva algo explosivo y no muchos la quieren llevar. Si fuera dinamita muerta, ya nadie tendría miedo". Ni te escucharon ni te escuchan, y por eso hablan de Dios mal y sin pudor. Y ojalá todos tengamos esto en cuenta: los sacerdotes en nuestras homilías, los profesores de teología en nuestras clases, y ciertamente los candidatos en campaña. No se puede manosear a Dios ni quitarle fuerza y vigor. Cuando buscamos votos, dejemos a Dios en paz, y si en serio queremos hablar de él, sobre todo los políticos, anunciémosle como "un Dios de los pobres".

La contrapartida es que política es "servicio", y en nuestro mundo tiene que ser servicio a los pobres". La derecha no sabe nada de eso, en la izquierda puede haber algo más, pero en todos es difícil encontrar una vocación de servicio que supere el egoísmo personal y de partido.

Es sabido que la palabra "política", puede ser usada en el sentido aristotélico de procurar el bien común en la vida pública, y puede ser usada en el sentido post-maquiavélico de pugnar por el poder del Estado. En general, lo segundo prima sobre lo primero. Qué extemporáneas suenan hoy las palabras del Papa Pío XI: la política es la forma más elevada de la caridad. Y qué chocantes son las palabras de los exegetas cuando dicen que la religión de Jesús estaba centrada en el reino de Dios y pretendía configurar la vida del pueblo; por eso era una religión política. "No post-maquiavélicamente se entiende". Y por cierto, buena falta le hace también a la Iglesia meterse en política en este sentido.

"Si es cristiano no cambie por nada el proyecto del reino de Dios y trate de reflejarlo y ser sal de la tierra y luz del mundo... En las diversas coyunturas políticas lo que interesa es el pueblo pobre" (10 y 17 de febrero, 1980).

El 11-M y el 11-D

Al terminar esta carta ha ocurrido la barbarie de Madrid. Nos queda lejos, pero nos toca muy de cerca. 200 muertos, gente sencilla trabajadora, entre ellos 13 latinoamericanos que se ganaban la vida lejos de sus paテュses. Como cuando lo de las torres de Nueva York, la solidaridad de la gente ha sido ejemplar con los muertos y heridos. En protesta, oュnce millones de espaテアoles se lanzaron a la calle en un espectテ。culo impresionante de repudio y de solidaridad. Despuテゥs estallテウ el escテ。ndalo polテュtico: del atentado se responsabilizテウ un grupo islテ。mico en venganza por el apoyo vergonzante del gobierno espaテアol a Bush en la guerra de Irak, aun cuando el 90 por ciento de los espaテアoles estaban en contra de la guerra. El gobierno hizo lo posible por ocultarlo, y en otro acto memorable muchos espaテアoles salieron a la calle para protestar por la mentira. El gobierno perdiテウ las elecciones, y los espaテアoles han escrito una bella pテ。gina de solidaridad con los que sufren y de dignidad ante el poder.

Pero, aunque la urgencia de las cosas lo haga comprensible, todavía falta algo importante que ojalá se haga realidad, sobre todo en Europa. Aunque sea desde la tragedia, dicen que ya están a la altura de Estados Unidos. Allí, hubo un 11-S, atentado en las torres de Nueva York, y ahora un 11-M, atentado en los trenes de Madrid. Ambas fechas han entrado en la historia universal, pero no así otras. ¿Qué pasa con el 11-S de Chile, con el asesinato de Allende y la masacre en el palacio de la Moneda, tras la cual estaba Estados Unidos? Y sobre todo ¿qué pasa con el 11-D? Ese día, el 11 de diciembre de 1981, alrededor de mil personas fueron asesinadas en El Mozote, divididas en tres grupos: los hombres fueron encerrados en la Iglesia, las mujeres en una casa, y los niños, unos 170, con una edad media de seis años, en otra casa cercana a la de las mujeres, de modo que éstas podían "escuchar" -algunos dicen "reconocer"- el llanto de su hijos cuando les daban muerte. Todas y todos fueron asesinados. Los asesinos eran miembros del batallón Atlacatl, entrenado por los estadounidenses, y el mismo que asesinó a los jesuitas, a Julia Elba y Celina, el 16 de noviembre de 1989.

Pues bien, el mundo, tampoco el mundo occidental democrático, reaccionó. La embajada de Estados Unidos dijo no saber nada de muertos en El Mozote, y cuando los muertos fueron inocultables, dijo que se debió tratar de un enfrentamiento. No hubo reconocimiento de las víctimas y entierro digno, y por supuesto no hubo manifestaciones en contra del terrorismo del batallón Atlacatl, terrorismo de estado, ni pudo haberlo. La televisión -perdónesenos la ironía- no mostró nada. Y salir a la calle a protestar hubiese significado poner en juego la propia vida. Las cosas cambiaron, y años después, sí se ha reconocido la masacre y enterrado a los muertos. Los familiares los recuerdan -y celebran- todos los años. Y han hecho un sencillo monumento con estas palabras: "Ellos no han muerto. Están con nosotros, con ustedes y con la humanidad entera". Fechado en El Mozote, 11 de diciembre, de 1991.

Si alguno de los familiares y amigos de las víctimas del 11-M de Madrid lee estas páginas, comprenderá que con ellas nos hacemos muy solidarios de su dolor, porque en El Salvador lo hemos vivido en carne viva. Y les ofrecemos con mucha humildad consuelo, apoyo y también la esperanza del "ellos no han muerto". Y les pedimos con todo respeto que unan su dolor al de todas las víctimas - más allá de las de Europa y las de Estados Unidos -, las víctimas de Colombia, de El Congo, de Bangladesh...

Los políticos europeos hablan ahora de repensar la "seguridad europea". Y es comprensible. (Ya dicen que la seguridad de los juegos olímpicos de Atenas estará en manos de la Otan). Pero Europa tiene otra tarea más importante y más decisiva, para ellos y para todos: repensarse no sólo desde su seguridad amenazada, sino desde la solidaridad con las víctimas de todo el mundo. Más que una Europa unida, proclive al eurocentrismo, es decir, al egoísmo, lo que se necesita es una internacional de todas las víctimas, con su dolor, y de todos los solidarios y solidarias, con su entrega. La internacional de todos los días 11- en cualquier parte del mundo, sobre todo en los lugares en que las víctimas - por hambre y por balas - se cuentan por millones.

De nuevo, mucho dolor, mucho respeto y mucho cariño a las víctimas de Madrid. No se trata de ir mas allá del 11-M, pues cada dolor es inintercambiable, pero sí se puede ubicarlo en el dolor más grande de la familia humana. Y también en su esperanza.

Monseñor, todas estas cosas, políticas y humanas, ocurren en Cuaresma. Es tiempo de desierto, lugar de tentación y de reflexión. Y también lugar del encuentro silencioso con Dios. Ahí resuenan sus palabras: "partirás tu pan con el que tiene hambre". Y hoy resuenan también tus palabras políticas: "Un cristiano que se solidariza con la parte opresora, no es verdadero cristiano" (16 de septiembre, 1979). "Lo que marca para nuestra Iglesia los límites de la dimensión política de la fe es precisamente el mundo de los pobres. Según les vaya a ellos, al pueblo pobre, la Iglesia irá apoyando desde su especificidad de Iglesia, uno u otro proyecto político, apoyar aquello que beneficie al pobre, así como también denunciar todo aquello que sea un mal para el pueblo" (17 de febrero, 1980).

Jon Sobrino.- Sacerdote jesuita, teólogo. En El Salvador desde 1957, donde ha vivido los años de opresión, represión y guerra, y también los años de esperanza popular. Fue buen amigo de Monseñor Romero y compañero de los jesuitas asesinados el 16 de noviembre de 1989. Sus últimos libros son: "Jesucristo liberador" (1991), "El principio misericordia" (1992), "La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas" (1999), "Terremoto, terrorismo, barbarie y utopía" (2002).


Respuesta  Mensaje 4 de 15 en el tema 
De: miranrami Enviado: 13/03/2007 19:49
This message has been deleted by the author.

Respuesta  Mensaje 5 de 15 en el tema 
De: miranrami Enviado: 13/03/2007 20:25

MATI, UN MILLON DE GRACIAS POR ESTOS bonitos mensajes.

Te quiero, te quiero, te quiero, te adoro, te adoro Mati linda de mi corazón.

Un revolucionario saludo para vos Mati

ELSANTANECO


Respuesta  Mensaje 6 de 15 en el tema 
De: matilda Enviado: 13/03/2007 21:01
Muchas gracias Miranrami,sabés que me he especializado un tanto en ése tema,aunque no soy religiosa ,soy creyente de las luchas populares y de todo aquél que esté con los pobres de esta tierra.Te voy a enviar una ponencia que publiqué sobre el tema ya que veo que te interesa.
Ahora moderá tus manifestaciones de afecto, sabés que la gente es mala y comenta juazzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz!!
De veras gracias.
 
mati

Respuesta  Mensaje 7 de 15 en el tema 
De: RudolfRocker1 Enviado: 13/03/2007 21:36

Re: Marx y la religión 

1998/06/25 

Un estudioso del Budismo escribió: 

> De todas formas, Marx parece que escribía de la religión siempre desde
> la óptica occidental.Yo no he leido nunca nada de Marx en profundidad
> sobre las bases profundas de la religión, no sé si lo tiene y creo que no.
> No soy comunista, pero en lo que toca al suministro de religión a las
> masas no creo que dijera nada descabellado...

Te entiendo, te endiendo: en Occidente, que es donde se apiñan todos los malos, las masas informes malviven alienadas consumiendo cada cual en silencio la ración de soma religioso, que le suministran los abyectos poderosos. En Oriente, en cambio, en especial en el Tíbet, la flor del loto crece libre en medio de sociedades conscientes, donde todo se somete al criterio de la naturaleza y es acorde y está cortado a la medida del ser humano. Por eso interesa tanto exportar ese patrón de perfección terrena, empezando, a ser posible, por el vanidoso e influyente Hollywood. Muy novedoso y profundo, sí señor.

Respecto al marxismo, ni siquiera puede ser considerado un humanismo. A pesar de que, en efecto, el primer Marx deja entrever una inquietud humanista real, al final el hombre, en el desarrollo de su pensamiento, acaba absorbido por la materia dialéctica; es decir, se reduce a un epifenómeno, un accidente de la naturaleza. La consideración del marxismo acerca del hombre no va más allá del homo faber, de la unidad económica en el sistema de producción, una pieza más del conglomerado colectivo. Buscar sentido a la vida humana en estas condiciones no pasa de ser una aventura errática y fracasada de antemano. De ahí que no exista problema teórico alguno, si para alumbrar al 'hombre' futuro y desalienado hay que sacrificar millones de vidas humanas: para el marxismo y su praxis revolucionaria no hay tope alguno en la consecución de sus fines. Las personas pueden ser utilizadas, traicionadas, eliminadas, etc. en nombre -precisamente- de lo humano. 

ENGELS: «El marxismo no es una ética; es necesario no ceder a la indignación moral». 

Esto es lógico, si recordamos que esta doctrina se presenta como una ciencia y una técnica social, cuya praxis se concentra en la activación total de la lucha de clases, motor de la revolución. Respecto a la frasecita "la religión es el espíritu de una época sin espíritu, el opio del pueblo", no representa más que la reducción del ser religioso a una suprema alienación: el hombre, privado de su existencia humana por la explotación económica, refleja y compensa ideológicamente su despojo mediante la religión, que está llamada a desaparecer inexorablemente con el comunismo.

LENIN: «Cualquier fe religiosa, cualquier idea de Dios, e incluso cualquier inclinación a la idea de Dios constituyen una inexplicable bajeza».
«La religión es el vodka espiritual donde los esclavos del capitalismo ahogan toda forma humana». «El marxismo es implacablemente hostil a la religión».

En efecto, la posibilidad real de la existencia de Dios anularía de un plumazo toda la teoría y la praxis marxistas, que quisiera recuperar para el hombre los poderes de los que él mismo se ha alienado al proyectarse en la idea de Dios. El tolerar incluso a la conciencia individual la 'ilusión' subjetiva de la fe, por más que la conducta objetiva y social de la persona fuera marxista, es calificada por los marxistas serios como una inconsecuencia, una ridícula concesión a la superstición alienante.

En lo tocante a las colaboraciones tan estrechas que en ocasiones se han constatado entre el marxismo y tantos ingenuos cristianos que desconocen -o afectan desconocer- lo que se esconde tras esta doctrina tan inhumana y antihumana, el secreto se halla en una famosa distinción establecida por Antonio GRAMSCI, y llevada hasta sus últimas consecuencias por el filósofo del marxismo que perdió la razón, Louis ALTHUSSER: Se trata de la diferencia entre el marxismo en sí y las ideologías que el marxista utiliza en su acción política. Cuando el marxista habla, por ejemplo, de libertad y democracia, no lo hace porque crea en valores burgueses, sino instrumentalmente para demostrar que la sociedad burguesa niega en la práctica esos supuestos valores propios. Algo similar ocurre cuando el marxista llama a los cristianos a hacer la revolución, en nombre de su propia fe y de su ideal fraterno. El destinatario de estos mensajes cae en la trampa cuando no capta el carácter ideológico de tales argumentos, que en el fondo son un proyectil contra la religión burguesa y preparan el camino a la revolución materialista, única idea que ha prevalecer a toda costa y única 'religión' del marxista consecuente.


Respuesta  Mensaje 8 de 15 en el tema 
De: RudolfRocker1 Enviado: 13/03/2007 22:12
!


M. Bakunin

Dios y el Estado



¿Quiénes tienen razón, los idealistas o los materialistas? Una vez planteada así la cuestión, vacilar se hace imposible. Sin duda alguna los idealistas se engañan y/o los materialistas tienen razón. Sí, los hechos están antes que las ideas; el ideal, como dijo Proudhon, no más que una flor de la cual son raíces las condiciones materiales de existencia. Toda la historia intelectual y moral, política y social de la humanidad es un reflejo de su historia económica.


Respuesta  Mensaje 9 de 15 en el tema 
De: RudolfRocker1 Enviado: 13/03/2007 22:48
Bakunin 2
 

Hasta el siglo de Copérnico y de Galileo, todo el mundo había creído que el Sol daba vueltas alrededor de la Tierra. ¿No se engañó todo el mundo? ¿Hay cosa más antigua y más universal que la esclavitud? La antropofagia quizá. Desde el origen de la sociedad histórica hasta nuestros días hubo siempre y en todas partes explotación del trabajo forzado de las masas, esclavas, siervas o asalariadas, por alguna minoría dominante; la opresión de los pueblos por la iglesia y por el estado. ¿Es preciso concluir que esa explotación y esa opresión sean necesidades absolutamente inherentes a la existencia misma de la sociedad humana?. He ahí ejemplos que muestran que la argumentación de los abogados del buen Dios no prueba nada.

Nada es en efecto tan universal y tan antiguo como lo inicuo y lo absurdo, y, al contrario, son la verdad la justicia las que, en el desenvolvimiento de las sociedades humanas, son menos universales y más jóvenes; lo que explica también el fenómeno histórico constante de las persecuciones inauditas de que han sido y continúan siendo objeto aquellos que las proclaman, primero por parte de los representantes oficiales, patentados e interesados de las creencias “universales” y “antiguas”, y a menudo por parte también de aquellas mismas masas populares que, después de haberlos atormentado, acaban siempre por adoptar y hacer triunfar sus ideas.

Para nosotros, materialistas y socialistas revolucionarios, no hay nada que nos asombre ni nos espante en ese fenómeno histórico. Fuertes en nuestra conciencia, nuestro amor a la verdad, en esa pasión lógica que constituye por sí una gran potencia, y al margen de la cual no hay pensamiento; fuertes en nuestra pasión por la justicia y en nuestra fe inquebrantable en el triunfo de la humanidad sobre todas las bestialidades teóricas prácticas; fuertes, en fin, en la confianza y en el apoyo mutuos que se prestan el pequeño número de los que comparten nuestras convicciones, nos resignamos por nosotros mismos a todas las consecuencias de ese fenómeno histórico, en el que vemos la manifestación de una ley social tan natural, tan necesaria y tan invariable como todas las demás leyes que gobiernan el mundo.

Esta ley es una consecuencia lógica, inevitable, del origen animal de la sociedad humana; ahora bien, frente a todas las pruebas científicas, psicológicas, históricas que se han acumulado en nuestros días, tanto como frente a los hechos de los alemanes, conquistas de Francia, que dan hoy una demostración tan brillante de ello, no es posible, verdaderamente, dudar de la realidad de ese origen. Pero desde el momento que se acepta ese origen animal del hombre, se explica todo. La historia se nos aparece, entonces, como la negación revolucionaria, ya sea lenta, apática, adormecida, ya sea apasionada y poderosa del pasado. Consiste precisamente en la negación progresiva de la animalidad primera del hombre por el desenvolvimiento de su humanidad. El hombre, animal feroz, primo del gorila, ha partido de la noche profunda del instinto animal para llegar a la luz del espíritu, lo que explica de una manera completamente natural todas sus divagaciones pasadas, y nos consuela en parte de sus errores presentes. Ha partido de la esclavitud animal y después de atravesar su esclavitud divina, término transitorio entre su animalidad y su humanidad, marcha hoy a la conquista y a la realización de su libertad humana. De donde resulta que la antigüedad de una creencia, de una idea, lejos de probar algo en su favor, debe, al contrario, hacérnosla sospechosa. Porque detrás de nosotros está nuestra animalidad y ante nosotros la humanidad, y la luz humana, la única que puede calentarnos e iluminamos, la única que puede emanciparnos, nos hace dignos, libres, dichosos, y la realización de la fraternidad entre nosotros no está al principio, sino, relativamente a la época en que vive, al fin de la historia. No miremos, pues, nunca atrás, miremos siempre hacia adelante, porque adelante está nuestro sol y nuestra salvación; y si es permitido, si es útil y necesario volver nuestra vista al estudio de nuestro pasado, no es más que para comprobar lo que hemos sido y lo que no debemos ser más, lo que hemos creído y pensado, y lo que no debemos creer ni pensar más, lo que hemos hecho y lo que no debemos volver a hacer.

Esto por lo que se refiere a la antigüedad. En cuanto a la universalidad de un error, no prueba más que una cosa: la similitud, si no la perfecta identidad de la naturaleza humana en todos los tiempos y bajo todos los climas. Y puesto que se ha comprobado que los pueblos de todas las épocas de su vida han creído, y creen todavía, en Dios, debemos concluir simplemente que la idea divina, salida de nosotros mismos, es un error históricamente necesario en el desenvolvimiento de la humanidad, y preguntarnos por qué y cómo se ha producido en la historia, por qué la inmensa mayoría de la especie humana la acepta aún como una verdad.

En tanto que no podamos darnos cuenta de la manera cómo se produjo la idea de un mundo sobrenatural y divino y cómo ha debido fatalmente producirse en el desenvolvimiento histórico de la conciencia humana, podremos estar científicamente convencidos del absurdo de esa idea, pero no llegaremos a destruirla nunca en la opinión de la mayoría. En efecto: no estaremos en condiciones de atacarla en las profundidades mismas del ser humano, donde ha nacido, y, condenados una lucha estéril, sin salida y sin fin, deberemos contentamos siempre con combatirla sólo en la superficie, en sus innumerables manifestaciones, cuyo absurdo, apenas derribado por los golpes del sentido común, renacerá inmediatamente bajo una forma nueva no menos insensata. En tanto que persista la raíz de todos los absurdos que atormentan al mundo, la creencia en Dios permanecerá intacta, no cesará de echar nuevos retoños. Es así como en nuestros días, en ciertas regiones de la más alta sociedad, el espiritismo tiende a instalarse sobre las ruinas del cristianismo.

No es sólo en interés de las masas, sino también en de la salvación de nuestro propio espíritu debemos forzarnos en comprender la génesis histórica de la idea de Dios, la sucesión de las causas que desarrollaron produjeron esta idea en la conciencia de los hombres. Podremos decirnos y creernos ateos: en tanto que no hayamos comprendido esas causas, nos dejaremos dominar más o menos por los clamores de esa conciencia universal de la que no habremos sorprendido el secreto; y, vista la debilidad natural del individuo, aun del más fuerte ante la influencia omnipotente del medio social que lo rodea, corremos siempre el riesgo de volver a caer tarde o temprano, y de una manera o de otra, en el abismo del absurdo religioso. Los ejemplos e esas conversiones vergonzosas son frecuentes en la sociedad actual.

He señalado ya la razón práctica principal del poder ejercido aún hoy por las creencias religiosas sobre las masas. Estas disposiciones místicas no denotan tanto en sí una aberración del espíritu como un profundo descontento del corazón. Es la protesta instintiva y apasionada del ser humano contra las estrecheces, las chaturas, los dolores y las vergüenzas de una existencia miserable. Contra esa enfermedad, he dicho, no hay más que un remedio: la revolución social.

Entre tanto, otras veces he tratado de exponer las causas que presidieron el nacimiento y el desenvolvimiento histórico de las alucinaciones religiosas en la conciencia del hombre. Aquí no quiero tratar esa cuestión de la existencia de un Dios, o del origen divino del mundo y del hombre, más que desde el punto de vista de su utilidad moral y social, y sobre la razón teórica de esta creencia no diré más que pocas palabras, a fin de explicar mejor mi pensamiento.

Todas las religiones, con sus dioses, sus semidioses y sus profetas, sus Mesías y sus santos, han sido creadas por la fantasía crédula de los hombres, no llegados aún al pleno desenvolvimiento y a la plena posesión de sus facultades intelectuales; en consecuencia de lo cual, el cielo religioso no es otra cosa que un milagro donde el hombre, exaltado por la ignorancia y la fe, vuelve a encontrar su propia imagen, pero agrandada y trastrocada, es decir, divinizada. La historia de las religiones, la del nacimiento, de la grandeza y de la decadencia de los dioses que se sucedieron en la creencia humana, no es nada más que el desenvolvimiento de la inteligencia y de la conciencia colectiva de los hombres. A medida que, en su marcha históricamente regresiva, descubrían, sea en sí mismos, sea en la naturaleza exterior, una fuerza, una cualidad o un defecto cualquiera, lo atribuían a sus dioses, después de haberlos exagerado, ampliado desmesuradamente, como lo hacen de ordinario los niños, por un acto de su fantasía religiosa. Gracias a esa modestia y a esa piadosa generosidad de los hombres creyentes y crédulos, el cielo se ha enriquecido con los despojos de la tierra y, por una consecuencia necesaria, cuanto más rico se volvía el cielo, más miserable se volvía la tierra. Una vez instalada la divinidad, fue proclamada naturalmente la causa, la razón, el árbitro y el dispensador absoluto de todas las cosas: el mundo no fue ya nada, la divinidad lo fue todo; y el hombre, su verdadero creador, después de haberla sacado de la nada sin darse cuenta, se arrodilló ante ella, la adoró y se proclamó su criatura y su esclavo.

El cristianismo es, precisamente, la religión por excelencia, porque expone y manifiesta, en su plenitud, la naturaleza, la propia esencia de todo sistema religioso, que es el empobrecimiento, el sometimiento, el aniquilamiento de la humanidad en beneficio de la divinidad.

Siendo Dios todo, el mundo real y el hombre no son nada. Siendo Dios la verdad, la justicia, el bien, lo bello, la potencia y la vida, el hombre es la mentira, la iniquidad, el mal, la fealdad, la impotencia y la muerte. Siendo Dios el amo, el hombre es el esclavo. Incapaz de hallar por sí mismo la justicia, la verdad y la vida eterna, no puede llegar a ellas más que mediante una revelación divina. Pero quien dice revelación, dice reveladores, Mesías, profetas, sacerdotes y legisladores inspirados por Dios, mismo; y una vez reconocidos aquellos como representantes de la divinidad en la Tierra, como los santos institutores de la humanidad, elegidos por Dios mismo para dirigirla por la vía de la salvación, deben ejercer necesariamente un poder absoluto. Todos los hombres les deben una obediencia ilimitada y pasiva, porque contra la razón divina no hay razón humana y contra la justicia de Dios no hay justicia terrestre que se mantengan. Esclavos de Dios, los hombres deben serlo también de la iglesia y del Estado, en tanto que este último es consagrado por la iglesia. He ahí lo que el cristianismo comprendió mejor que todas las religiones que existen o que han existido, sin exceptuar las antiguas religiones orientales, que, por lo demás, no han abarcado más que pueblos concretos y privilegiados, mientras que el cristianismo tiene la pretensión de abarcar la humanidad entera; y he ahí lo que, de todas las sectas cristianas, sólo el catolicismo romano ha proclamado y realizado con una consecuencia rigurosa. Por eso el cristianismo es la religión absoluta, la religión última, y la iglesia apostólica y romana la única consecuente, legítima y divina.

Que no parezca mal a los metafísicos y a los idealistas religiosos, filósofos, políticos o poetas: la idea de Dios implica la abdicación de la razón humana y de la justicia humana, es la negación más decisiva de la libertad humana y lleva necesariamente a la esclavitud los hombres, tanto en la teoría como en la práctica.

A menos de querer la esclavitud y el envilecimiento de los hombres, como lo quieren los jesuitas, como lo quieren los monjes, los pietistas o los metodistas protestantes, no podemos, no debemos hacer la menor concesión ni al dios de la teología ni al de la metafísica porque en ese alfabeto místico, el que comienza por decir A deberá fatalmente acabar diciendo Z, y el que quiere adorar a Dios debe, sin hacerse ilusiones pueriles, renunciar bravamente a su libertad y a su humanidad.

Si Dios existe, el hombre es esclavo; ahora bien, el hombre puede y debe ser libre: por consiguiente, Dios no existe.

Desafío a quienquiera que sea a salir de ese círculo, y ahora, escojamos.

¿Es necesario recordar cuánto y cómo embrutecen y corrompen las religiones a los pueblos? Matan en ellos la razón, ese instrumento principal de la emancipación humana, y los reducen a la imbecilidad, condición esencial de su esclavitud. Deshonran el trabajo humano y hacen de él un signo y una fuente de servidumbre. Matan la noción y el sentimiento de la justicia humana, haciendo inclinar siempre la balanza del lado de los pícaros triunfantes, objetos privilegiados de la gracia divina. Matan la altivez y la dignidad, no protegiendo más que a los que se arrastran y a los que se humillan. Ahogan en el corazón de los pueblos todo sentimiento de fraternidad humana, llenándolo de crueldad divina.

Todas las religiones son crueles, todas están fundadas en la sangre, porque todas reposan principalmente sobre la idea del sacrificio, es decir, sobre la inmolación perpetua de la humanidad a la insaciable venganza de la divinidad. En ese sangriento misterio, el hombre es siempre la víctima, y el sacerdote, hombre también, pero hombre privilegiado por la gracia, es el divino verdugo. Eso nos explica por qué los sacerdotes de todas las religiones, los mejores, los más humanos, los más suaves, tienen casi siempre en el fondo de su corazón -y si no en el corazón en su imaginación, en espíritu (y ya se sabe la influencia formidable que una otro ejercen sobre el corazón de los hombres)- por qué hay, digo, en los sentimientos de todo sacerdote algo de cruel y de sanguinario.

Todo esto, nuestros ilustres idealistas contemporáneos lo saben mejor que nadie. Son hombres sabios e conocen la historia de memoria; y como son al mismo tiempo hombres vivientes, grandes almas penetradas por un amor sincero y profundo hacia el bien de la humanidad, han maldito y zaherido todos estos efectos, todos estos crímenes de la religión con una elocuencia sin igual. Rechazan con indignación toda solidaridad con el Dios de las religiones positivas y con sus representantes pasados y presentes sobre la Tierra.


Respuesta  Mensaje 10 de 15 en el tema 
De: RudolfRocker1 Enviado: 13/03/2007 23:24
Bakunin3
 

El Dios que adoran o que creen adorar se distingue precisamente de los dioses reales de la historia, en que no es un Dios positivo, ni determinado de ningún modo, ya sea teológico, ya sea metafísicamente. No es ni el ser supremo de Robespierre y de Rousseau, ni el Dios panteísta de Spinoza, ni siquiera el Dios a la vez trascendente e inmanente y muy equívoco de Hegel. Se cuidan bien de darle una determinación positiva cualquiera, sintiendo que toda determinación lo sometería a la acción disolvente de la crítica. No dirán de él si es un Dios personal o impersonal, si ha creado o si no ha creado el mundo; no hablarán siquiera de su divina providencia. Todo eso podría comprometerlos. Se contentarán con decir: “Dios” y nada más. Pero, ¿qué es su Dios? No es siquiera una idea, es una aspiración.

Es el nombre genérico de todo lo que les parece de, bueno, bello, noble, humano. Pero, ¿por qué dicen entonces: “hombre”? ¡Ah! es que el rey Guillermo de Prusia y Napoleón III y todos sus semejantes son igualmente hombres; y he ahí lo que más les embaraza. La humildad real nos presenta el conjunto de todo lo que hay de más sublime, de más bello y de todo lo que hay de más vil y de más monstruoso en el mundo. ¿Cómo salir de ese atolladero? Llaman a lo uno divino y a lo otro bestial, representándose la divinidad y la animalidad como los dos polos entre los cuales se coloca la humanidad. No quieren o no pueden emprender que esos tres términos no forman más que uno y que si se los separa se los destruye.

No están fuertes en lógica, y se diría que la desprecian. Es eso lo que los distingue de los metafísicos y deístas, y lo que imprime a sus ideas el carácter de un idealismo práctico, sacando mucho menos sus inspiraciones del desenvolvimiento severo de un pensamiento, que de las experiencias, casi diré de las emociones, tanto históricas y colectivas como individuales de la vida. Eso da a su propaganda una apariencia de riqueza y de potencia vital, pero una apariencia solamente porque la vida misma se hace estéril cuando es paralizada por una contradicción lógica.

La contradicción es ésta: quieren a Dios y quieren a la humanidad. Se obstinan en poner juntos esos dos términos, que, una vez separados, no pueden encontrarse de nuevo más que para destruirse recíprocamente. Dicen de un tirón: “Dios y la libertad del hombre”; “Dios y la dignidad, la justicia, la igualdad, la fraternidad y la prosperidad de los hombres”, sin preocuparse de la lógica fatal conforme a la cual, si Dios existe todo queda condenado a la no-existencia. Porque si Dios existe es necesariamente el amo eterno, supremo, absoluto, y si amo existe el hombre es esclavo; pero si es esclavo, no hay para él ni justicia ni igualdad ni fraternidad ni prosperidad posibles. Podrán, contrariamente al buen sentido y a todas las experiencias de la historia, reventarse a su Dios animado del más tierno amor por la libertad humana: un amo, haga lo que quiera y por liberal que quiera mostrarse, no deja de ser un amo y su existencia implica necesariamente la esclavitud de todo lo que se encuentra por debajo de él.


Respuesta  Mensaje 11 de 15 en el tema 
De: RudolfRocker1 Enviado: 13/03/2007 23:24
Baqkunin 4
 

Para mostrar cómo el idealismo teórico se transforma incesante y fatalmente en materialismo práctico, no hay más que citar el ejemplo de todas las iglesias cristianas, y naturalmente, y ante todo, el de la iglesia apostólica y romana. ¿Qué hay de más sublime, en el sentido ideal, de más desinteresado, de más apartado de todos los intereses de esta tierra que la doctrina de Cristo predicada por esa iglesia, y qué hay de más brutalmente materialista que la práctica constante de esa misma iglesia desde el siglo octavo, cuando comenzó a constituirse como potencia? ¿Cuál ha sido y cuál es aún el objeto principal de todos sus litigios contra los soberanos de Europa? Los bienes temporales, las rentas de la iglesia, primero, y luego la potencia temporal, los privilegios políticos de la iglesia. Es preciso hacer justicia a esa iglesia, que ha sido la primera en descubrir en la historia moderna la verdad incontestable, pero muy poco cristiana, de que la riqueza y el poder económico y la opresión política de las masas son los dos términos inseparables del reino de la idealidad divina sobre la tierra: la riqueza que consolida y aumenta el poder que descubre y crea siempre nuevas fuentes de riquezas, y ambos que aseguran mejor que el martirio y la fe de los apóstoles, y mejor que la gracia divina, el éxito de la propaganda cristiana. Es una verdad histórica que las iglesias protestantes no desconocen tampoco. Hablo naturalmente de las iglesias independientes de Inglaterra, de Estados Unidos y de Suiza, no de las iglesias sometidas de Alemania. Estas no tienen iniciativa propia; hacen lo que sus amos, sus soberanos temporales, que son al mismo tiempo sus jefes espirituales, les ordenan hacer. Se sabe que la propaganda protestante, la de Inglaterra y la de Estados Unidos sobre todo, se relaciona de una manera estrecha con la propaganda de los intereses materiales, comerciales, de esas dos grandes naciones; y se sabe también que esta última propaganda no tiene por objeto de ningún modo el enriquecimiento y la prosperidad material de los países en los que penetra, en compañía de la palabra de Dios, sino más bien la explotación de esos países, en vista del enriquecimiento y de la prosperidad material creciente de ciertas clases, muy explotadoras y muy piadosas a la vez, en su propio país.

En una palabra, no es difícil probar, con la historia en la mano, que la iglesia, que todas las iglesias, cristianas y no cristianas, junto a su propaganda espiritualista, y probablemente para acelerar y consolidar su éxito, no han descuidado jamás la organización de grandes compañías para la explotación económica de las masas, del trabajo de las masas bajo la protección con la bendición directas y especiales de una divinidad cualquiera; que todos los Estados que, en su origen, como se sabe, no han sido, con todas sus instituciones políticas y jurídicas y sus clases dominantes y privilegiadas, nada más que sucursales temporales de esas iglesias, no han tenido igualmente por objeto principal mas que esa misma explotación en beneficio de las minorías laicas, indirectamente legitimadas por la iglesia; y que en general la acción del buen Dios y de todos los idealistas divinos sobre la tierra ha culminado por siempre y en todas partes, en la fundación del materialismo próspero del pequeño número sobre el idealismo fanático y constantemente excitado de las masas.

Lo que vemos hoy es una prueba nueva. Con excepción de esos grandes corazones y de esos grandes espíritus extraviados que he nombrado, ¿quiénes son hoy los defensores más encarnizados del idealismo? Primeramente todas las cortes soberanas. En Francia fueron Napoleón III y su esposa Eugenia; son todos sus ministros de otro tiempo, cortesanos y ex-mariscales, desde Rouher y Bazaine hasta Fleury y Pietri; son los hombres y las mujeres de ese mundo imperial, que han idealizado también y salvado a Francia. Son esos periodistas y esos sabios: los Cassagnac, los Girardin, los Duvemois, los Veuillot, los Leverrier, los Dumas. Es en fin la negra falange de los y de las jesuitas de toda túnica; es toda la nobleza y toda la alta y media burguesía de Francia. Son los doctrinarios liberales y los liberales sin doctrina: los Guizot, los Thiers, los Jules Favre, los Jules Simon, todos defensores encarnizados de la explotación burguesa. En Prusia, en Alemania, es Guillermo I, el verdadero demostrador actual del buen Dios sobre la tierra; son todos los generales, todos sus oficiales pomeranos y de los otros, todo su ejército que, fuerte en su fe religiosa, acaba de conquistar Francia de la manera ideal que se sabe. En Rusia es el zar y toda su corte; son los Muravief y los Berg, todos los degolladores y los piadosos convertidores de Polonia. En todas partes, en una palabra, el idealismo, religioso o filosófico -el uno no es sino la traducción más o menos libre del otro-, sirve de bandera a la fuerza sanguinaria y brutal, a la explotación material desvergonzada; mientras que, al contrario, la bandera del materialismo teórico, la bandera roja de la igualdad económica y de la justicia social, ha sido levantada por el idealismo práctico de las masas oprimidas y hambrientas, que tienden a realizar la más grande libertad y el derecho humano de cada uno en la fraternidad de todos los hombres sobre la tierra.

¿Quiénes son los verdaderos idealistas -no los idealistas de la abstracción, sino de la vida; no del cielo, sino de la tierra- y quiénes son los materialistas?

Es evidente que el idealismo teórico o divino tiene condición esencial el sacrificio de la lógica, de la razón humana, la renunciación a la ciencia. Se ve, por otra parte, que al defender las doctrinas idealistas se halla uno forzosamente arrastrado al partido de los opresores y de los explotadores de las masas populares. He ahí dos grandes razones que parecían deber bastar para alejar del idealismo todo gran espíritu, todo gran corazón. ¿Cómo es que nuestros ilustres idealistas contemporáneos, a quienes, ciertamente, no es el espíritu, ni el corazón, ni la buena voluntad lo les falta, y que han consagrado su existencia entera al servicio de la humanidad, cómo es que se obstinan en permanecer en las filas de los representantes de una doctrina en lo sucesivo condenada y deshonrada?

Es preciso que sean impulsados a ello por una razón muy poderosa. No pueden ser ni la lógica ni la ciencia, porque la ciencia y la lógica han pronunciado su veredicto contra la doctrina idealista. No pueden ser tampoco los intereses personales, porque esos hombres infinitamente por encima de todo lo que tiene nombre de interés personal. Es preciso que sea una poderosa razón moral. ¿Cuál? No puede haber más una: esos hombres ilustres piensan, sin duda, que las teorías o las creencias idealistas son esencialmente necesarias para la dignidad y la grandeza moral del hombre, y que las teorías materialistas, al contrario, lo rebajan al nivel de los animales.

¿Y si la verdad fuera todo lo contrario?

Todo desenvolvimiento, he dicho, implica la negación del punto de partida. El punto de partida, según la escuela materialista, es material, y la negación debe ser necesariamente ideal. Partiendo de la totalidad del mundo real, o de lo que se llama abstractamente la materia, se llega lógicamente a la idealización real, es decir, a la humanización, a la emancipación plena y entera de la sociedad. Al contrario, y por la misma razón, siendo ideal el punto de partida de la escuela idealista, esa escuela llega forzosamente a la materialización de sociedad, a la organización de un despotismo brutal y de una explotación inicua e innoble, bajo la forma de la iglesia y del Estado. El desenvolvimiento histórico del hombre, según la escuela materialista, es una ascensión progresiva; en el sistema idealista, no puede haber más que una caída continua.

En cualquier cuestión humana que se quiera considerar, se encuentra siempre esa misma contradicción esencial entre las dos escuelas. Por tanto, como hice observar ya, el materialismo parte de la animalidad para constituir la humanidad; el idealismo parte de la divinidad para constituir la esclavitud y condenar a las masas a una animalidad sin salida. El materialismo niega el libre albedrío y llega a la constitución de la libertad; el idealismo, en nombre de la dignidad humana, proclama el libre albedrío y sobre las ruinas de toda libertad funda la autoridad. El materialismo rechaza el principio de autoridad porque lo considera, con mucha razón, como el corolario de la animalidad y, al contrario, el triunfo de la humanidad, que según él es el fin y el sentido principal de la historia, no es realizable más que por la libertad. En una palabra, en toda cuestión hallaréis a los idealistas en flagrante delito siempre de materialismo práctico, mientras que, al contrario, veréis a los materialistas perseguir y realizar las aspiraciones, los pensamientos más ampliamente ideales.

La historia, en el sistema de los idealistas, he dicho ya, no puede ser más que una caída continua. Comienzan con una caída terrible, de la cual no se vuelven a levantar jamás: por el salto mortale divino de las regiones sublimes de la idea pura, absoluta, a la materia. Observad aun en qué materia: no en una materia eternamente activa y móvil, llena de propiedades y fuerzas, de vida y de inteligencia, tal como se presenta a nosotros en el mundo real; sino en la materia abstracta, empobrecida, reducida a la miseria absoluta por el saqueo en regla de esos prusianos del pensamiento, es decir, de esos teólogos y metafísicos que la desproveyeron de todo para dárselo a su emperador, a su Dios; en esa materia que, privada de toda propiedad, de toda acción y de todo movimiento propios, no representa ya, en oposición a la idea divina, más que la estupidez, la impenetrabilidad, la inercia y la inmovilidad absolutas.


Respuesta  Mensaje 12 de 15 en el tema 
De: RudolfRocker1 Enviado: 14/03/2007 04:47
> function envia_x() { x=window.open('envia_noticia.php?pagina='+document.location.href+'&titulo='+document.title,'ventana_enviar','width=700,height=400,toolbar=no,scrollbars=no,resize=no,left=20,top=20'); }   > var TxInicial = 12; var textoHtml; function zoom(Factor) { tx = document.getElementById("TextoNoticia"); TxInicial = TxInicial + Factor; tx.style.fontSize = TxInicial; tx = document.getElementById("Contingut"); TxInicial = TxInicial + Factor; tx.style.fontSize = TxInicial; }

Respuesta  Mensaje 13 de 15 en el tema 
De: miranrami Enviado: 14/03/2007 09:35
Te comprendo Mati soy demaciado emotivo , no. Bueno espero, que me envies tu ponencia.
Un saludo Revolucionario para VOS MATI
Mil gracias.

Respuesta  Mensaje 14 de 15 en el tema 
De: miranrami Enviado: 14/03/2007 14:23

Parece que estos documentos deberías de ser debatidos, de una forma más amplia  y actualizada.

En el primero documento “Marx y la Religión “encontramos una visión burguesas del marxismo y profundamente metafísica. En dicho documento el autor cae en dos grades errores. Por un lado, confunde el marxismo histórico en sus fases puramente teóricas y el marxismo como herramienta de la teoría Revolucionaria.

El Marxismo comprendido estrictamente como la teoría de Marx, es puramente dialéctico materialistas tanto en su materialismo histórico como en su materialismo científico.  Pero el marxismo como herramienta Revolucionaria es adaptable a todos los modos y forma de pensamiento; y de hecho tenemos corrientes marxistas a veces discrepantes entre sí. Por ejemplo, el marxismo expuesto, explicado e interpretado según los manuales soviéticos no es igual que el marxismo visto según las nuevas formas de interpretar el marxismo de los nuevos marxistas.  

En esto entramos el tema de la Religión: En este documento se expone muy erróneamente que el marxismo se acerca a la religión, dicho de otra forma que nosotros los marxistas nos hemos metido a “captar” religiosos. Este es un grave error. Es todo lo contrario. Es la religión que en diferentes formas ha encontrado afinidad con los postulados de la izquierda marxista, es la religión la que se ha introducido dentro de los marxistas, y los marxistas especialmente latino americano le hemos dicho a los religiosos BIEN VENIDOS. 

En este sentido el marxismo Revolucionario al ser solo la Herramienta de la revolución debe éste de adaptarse tanto a los nuevos tiempos como a las realidades sociales de cada país y de cada continente. Es en este sentido una interpretación reaccionaria antimarxista la que vemos en este documento el cuál se apegue al mensaje burgués que el marxismo es una “doctrina” dogmática hita. El marxismo es considerado por todo nosotros tanto los nuevos marxistas como los propios pros rusos como una ciencia en vía de desarrollo. Por lo cual no es ni dogma ni nada hito.

Es cierto que el marxismo pone toda su fuerza y vigor sobre los asuntos de la Economía Nacional o mejor dicho sobre lo económico y lo político, pero también es cierto que le religión en su matrimonio de milenios  con el capitalismo han fracasado en su intento de humanizar al ser humanos; el hambre, la injusticia, la mala distribución de la riquezas son cuestiones que la religión no puede ni nunca ha podido solucionar. Y es aquí donde el marxismo tiene su función social y revolucionaria.

Elsantaneco


Respuesta  Mensaje 15 de 15 en el tema 
De: RudolfRocker1 Enviado: 14/03/2007 19:11
'Darwin stood for me like a mighty doorkeeper at the entrance to the temple of the universe. I was intoxicated with his minute, precise, conscientious and at the same time powerful, thought. I was the more astonished when I read … that he had preserved his belief in God.8 I absolutely declined to understand how a theory of the origin of species by way of natural selection and sexual selection and a belief in God could find room in one and the same head.'
 
Leon Trostky

Respuesta  Mensaje 16 de 15 en el tema 
De: miranrami Enviado: 14/03/2007 19:11
[ratzinger-kereszt.jpg] 


Primer  Anterior  2 a 15 de 15  Siguiente   Último  
Tema anterior  Tema siguiente
 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados