(AW) El siguiente artículo, publicado en la Revista “El colectivo” de Paraná y remitido por el autor, corresponsal popular de la Agencia Walsh, propone un ejercicio interesante para entender el bloqueo a Cuba. De paso, analiza las consecuencias de este exterminio.
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Paraná, Entre Ríos, 23 de marzo de 2007, (Por Juan Luis Henares, Corresponsal Popular de la Agencia Walsh) El genocida bloqueo impuesto por los Estados Unidos contra Cuba durante más de cuatro décadas, y recrudecido durante los últimos años, ha sido condenado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 15 ocasiones consecutivas de manera prácticamente unánime. Los Estados que exigen ponerle fin, rechazan su aplicación en defensa de los principios y las normas del Derecho Internacional. Pero el Gobierno de los Estados Unidos sigue desoyendo tales reclamos, reforzando las medidas y leyes dirigidas a la destrucción de la Revolución Cubana y a la negación a su pueblo de su derecho a la libre determinación.
Les propongo un ejercicio; repasemos lo que hacemos todos los días, por ejemplo, al levantarnos. Nos sobresaltamos al escuchar la alarma del reloj o del celular, lo apagamos, hacemos fiaca unos minutos, nos levantamos (si en esos minutos no volvimos a dormirnos), vamos al baño, orinamos, tomamos la pasta dental y nos lavamos los dientes, el jabón y nos aseamos, nos ponemos desodorante y algo de perfume, desayunamos mate, te o café con galletitas. Luego, buscando las noticias del día, algunos miran televisión, otros leen los diarios o navegan por Internet o, como es mi caso, las escuchamos en la radio mientras escribo esta nota en la computadora. Ahora repasemos los elementos que utilizamos en esta primera media hora de nuestros días: reloj, celular, pasta dental, jabón, desodorante, perfume, yerba, te, café, galletitas, televisor, diarios, Internet, radio y computadora. Todos estos productos han sido fabricados o de alguna manera poseen al menos una pequeña parte de sus componentes provenientes de los Estados Unidos.
Ahora imaginemos que el gobierno estadounidense no permite el ingreso a la Argentina de ningún producto que sea fabricado en ese país o que sus componentes tengan más del 10% de procedencia yanqui; ésto llevaría a que al menos reloj, celular, televisor, radio, computadora e Internet, y que posiblemente también jabón, desodorante, pasta dental y perfume no podrían ser utilizados por nosotros, sencillamente por su procedencia del “gran país del norte”. Y habría que ver si yerba, te, café y galletitas no provienen de empresas pertenecientes a las multinacionales de origen estadounidense, o si al menos sus envases no son fabricados con sus componentes. No imaginemos más, y quedémonos tranquilos que en Argentina todos esos productos están al alcance de nuestras manos y los podemos consumir diariamente, pues los gobiernos norteamericanos no tienen motivo alguno para enemistarse con sus amigos los gobernantes argentinos, que siguen al pie de la letra sus indicaciones sobre la organización y el funcionamiento de la sociedad. Ahora que pueden seguir leyendo esta revista, escuchando la radio, viendo la tele o usando la computadora, les cuento que si bien los argentinos podemos acceder a estos productos (si tenemos el dinero suficiente para adquirirlos, claro está), existe un país donde hace más de cuarenta años que su pueblo no tiene ésta posibilidad; ese país se llama Cuba.
Guerra no declarada
Desde el triunfo de la Revolución cubana, proceso que toma definitivamente el poder el 1º de enero de 1959, se inicia una profunda transformación social construida por Fidel y el Che junto al pueblo cubano. Los grupos de poder en Estados Unidos la interpretan rápidamente como un desafío a su pretendida dominación continental y global. A partir de ese momento, los gobiernos, ya sean demócratas o republicanos, han sostenido y recrudecido con el paso de los años una guerra (no declarada) destinada a retomar su control sobre los destinos de la Nación y el pueblo cubano. A cuarenta días del triunfo, el 12 de febrero de 1959, el gobierno norteamericano comienza ya con sus acciones en contra de la Revolución Cubana al no devolverle 424 millones de dólares robados por el gobierno del dictador Batista y depositados en bancos yanquis. Éstas y otras acciones, que llegan hasta nuestros días, son consideradas, según un memorando secreto del Departamento de Estado (desclasificado en 1991) como “medidas de guerra económica”, destinadas a causar hambre y desesperación entre la población cubana. Éste ha sido el sistemático hilo conductor de las políticas aplicadas por los Estados Unidos a tres generaciones de cubanos.
A principios de la década del ‘90, el Senado norteamericano sanciona la Ley Torricelli, en medio de la caída de la Unión Soviética y la desaparición del campo socialista, creyendo que era un momento propicio para reforzar todas las medidas de bloqueo. Consideraron que Cuba no iba a poder resistir el doble embate que representaba el bloqueo norteamericano y el derrumbe del campo socialista. En aquel momento, Cuba tenía casi un 85% de su intercambio comercial en el exterior con los países socialistas y especialmente con la Unión Soviética, con un intercambio mayor a los 8.000 millones de dólares; con el derrumbe esa cifra cae a menos de 2.000 millones. El PBI en apenas tres años cayó un 35%. Muchos en el gobierno yanqui le daban sólo tres meses de vida a la Revolución Cubana; pensaban que Cuba se derrumbaba, demostrando una vez más el desconocimiento que tienen sobre el pueblo cubano y sobre su historia de lucha.
¿En qué consiste el bloqueo?
Consiste en una serie de medidas destinadas a debilitar y derrocar al gobierno cubano. Como consecuencia de su aplicación, entre otras cosas, Cuba no puede exportar ningún producto a los Estados Unidos, ni importar de ese país mercancía alguna; tampoco puede comerciar con filiales de compañías norteamericanas en terceros países; no puede recibir turismo norteamericano; no puede usar el dólar en sus transacciones con el exterior; no tiene acceso a crédito de instituciones financieras multilaterales y estadounidenses ni puede realizar operaciones con éstas; sus barcos y aviones no pueden tocar territorio norteamericano. A la vez tampoco pueden entrar a puertos norteamericanos barcos que antes hayan transportado mercancías desde o hacia Cuba (Ley Torricelli, 1992). El bloqueo persigue a los empresarios de otros países, como también a los norteamericanos, que intenten realizar inversiones en Cuba. Se les amenaza con prohibirles la entrada a Estados Unidos a ellos y a sus familias e, incluso, con llevarlos a juicio en cortes norteamericanas (Ley Helms-Burton, 1996). En 48 años el bloqueo norteamericano ha provocado a Cuba daños económicos superiores a los 86.000 millones de dólares. Siete de cada diez cubanos han vivido desde su nacimiento sufriendo y resistiendo los efectos del bloqueo, que trata de doblegarlos por medio del hambre y las enfermedades.
No sólo sufre el bloqueo el pueblo cubano, sino que alcanza también a los ciudadanos norteamericanos; se persigue a los que viajan a Cuba, habiendo sido multadas en los últimos dos años más de 800 personas acusadas de viajar a la isla. Aumentaron también las sanciones a las agencias de viajes, las presiones a organizaciones religiosas, académicas y organizaciones no gubernamentales norteamericanas con el fin de impedir el desarrollo de sus vínculos e intercambios con organizaciones cubanas. También prohibe toda exportación a Cuba relacionada con equipos médicos que puedan ser usados en programas de atención a pacientes extranjeros, intentando que Cuba no pueda utilizarlos en programas de cooperación médica internacional.
Las leyes norteamericanas de bloqueo contra Cuba tienen aplicación extraterritorial contra ciudadanos y empresas de terceros países; prohiben que subsidiarias norteamericanas que se encuentren en otros países mantengan cualquier tipo de transacción con empresas en Cuba; que empresas de terceros países exporten a EE.UU. productos de origen cubano o que en su elaboración tengan algún componente de ese origen; o que esas mismas empresas vendan bienes o servicios a Cuba cuya tecnología contenga más de un 10% de componentes estadounidenses, aunque sus propietarios sean nacionales de esos países; que entren a puertos estadounidenses buques que transporten productos desde o hacia Cuba, con independencia del país de matrícula; que bancos de terceros países abran cuentas en dólares a personas jurídicas o naturales cubanas o que lleven a cabo transacciones financieras en dicha moneda con entidades o personas cubanas; que empresarios de otros países realicen inversiones o negocios con Cuba en propiedades vinculadas a las reclamaciones de ciudadanos estadounidenses o que, habiendo nacido en Cuba, adquirieron esa ciudadanía; etc; etc.
La Revolución sigue en pie
A esta altura del relato abro un paréntesis, y sin querer profundizar en el tema, me pregunto, ¿dónde habrá quedado la máxima del neoliberalismo yanqui y de las gigantescas multinacionales, que afirma la necesidad de no intromisión del Estado en el mercado, reclamando mayor libertad para sus negocios? ¿O será que esta máxima sólo es aplicable a los países que ellos pretenden explotar y oprimir?
Cerrando el paréntesis y volviendo a lo que nos ocupa, la aplicación de estas leyes de bloqueo impuestas por Estados Unidos al pueblo cubano, llega a materializarse en hechos como, por ejemplo, el pago por parte de la Universidad de La Habana de 40.000 dólares anuales por el ancho de banda utilizado para el acceso a Internet, ya que por el bloqueo no puede utilizar el acceso al cable submarino de fibra óptica (con un costo anual de sólo 600 dólares); o como el ridículo caso del niño cubano Raysel Sosa Rojas, ganador del Concurso Mundial de Dibujo Infantil sobre el Medio Ambiente convocado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Este niño no pudo recibir su premio debido a la negativa de la empresa japonesa Nikon de entregarle una cámara digital, la cual se otorgó a los ganadores de cada región, aduciendo que se lo prohibía el bloqueo norteamericano. Tampoco pudo recibir en ese momento los 1.000 dólares del premio, debido a que los organizadores del concurso argumentaron que estaban estudiando la forma en que se lo harían llegar, por las dificultades que se presentarían con los bancos. Crudo ejemplo que nos muestra a lo que pueden llegar Bush y Cía. (puede leerse compañía o Central de Inteligencia Americana, total para el caso es indistinto) en su guerra contra el pueblo cubano.
Es indudable que la existencia de la República de Cuba a pocos kilómetros de la costa yanqui es un hueso difícil de digerir para los gobiernos estadounidenses, los que han intentado todo por destruirla, desde atentados a Fidel hasta el eterno bloqueo, pasando por invasiones heroicamente rechazadas por el pueblo cubano y financiamientos de intentos de golpe de Estado. Pero nada ha logrado vencer la resistencia cubana, un ejemplo que da fuerza a otros pueblos latinoamericanos, como Venezuela y Bolivia, para encarar conjuntamente la construcción de una Latinoamérica libre y emancipada de la dominación capitalista. Porque a pesar del bloqueo, y a dos años de cumplir su cincuenta aniversario, la Revolución Cubana, demostración de que un mundo mejor, distinto y para todos es posible, sigue más vigente que nunca.
Fuente: Informe cubano sobre la Resolución 60/12 de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Editorial Juventud Rebelde, La Habana, 2006.
AGENCIA DE COMUNICACION RODOLFO WALSH