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General: La Unión Europea debe seguir el ejemplo de España hacia Cuba
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De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 11/04/2007 13:14
La Unión Europea debe seguir el ejemplo de España hacia Cuba

Salim Lamrani
Revisado por Caty R.

La política de confrontación que la Unión Europea adoptó hacia Cuba en junio de 2003 siguiendo las directrices de Washington, ha acabado en un fracaso estrepitoso. La imposición arbitraria de sanciones políticas y diplomáticas, lejos de tener los efectos esperados –a saber, la sumisión del gobierno cubano–, ha dado como resultado la congelación de las relaciones entre La Habana y Bruselas. Dando pruebas de lucidez y pragmatismo, el gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero decidió adoptar un enfoque más racional y reanudar los vínculos con las autoridades cubanas. El 1 de abril de 2007 envió a Cuba al ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en visita oficial [1]

España, que no había enviado a ningún político de alto rango a Cuba desde 1998, escogió el camino constructivo del diálogo. El gobierno cubano saludó la iniciativa ibérica e incluso declaró que ningún tema de debate se debía proscribir entre las dos naciones con tal de que se hiciera a partir de un principio de igualdad, respeto y no injerencia. Felipe Pérez Roque, jefe de la diplomacia cubana, subrayó que se está estableciendo un nuevo acercamiento con España: “El gobierno español ha tenido una posición de liderazgo en la búsqueda de un diálogo respetuoso y serio con Cuba y creemos que es nuestro deber emprender un camino de diálogo con España” [2].

Los dos países firmaron varios acuerdos de cooperación y establecieron un mecanismo de diálogo político que incluirá la promoción de los derechos humanos [3]. España se ha vuelto “una especie de interlocutor privilegiado” pues se trata de la primera nación europea que da pruebas de cierto escepticismo en cuanto a la legitimidad de alinearse religiosamente con la política belicosa de la Casa Blanca hacia La Habana. Madrid recuperó así cierto crédito que había sido reducido a la nada por la política irresponsable de su antiguo presidente José María Aznar, quien casi provocó la ruptura de las relaciones bilaterales. Para el ministro cubano de Relaciones Exteriores, la visita de Moratinos “señala un ejemplo [y] demuestra que hay que tratar a Cuba con respeto” [4].

En cuanto a Europa, “todavía no se dan las condiciones [para un diálogo]”, hizo saber Pérez Roque, que enfatizó que “la eliminación definitiva de las sanciones contra Cuba [y] la eliminación de la posición común” eran condiciones sine qua non para proceder a un eventual acercamiento. Pero las nuevas relaciones entre España y Cuba abren una vía que la Unión Europea debe apresurarse a seguir si desea conservar cierta influencia en los asuntos internacionales. Moratinos declaró su convencimiento de que la vía del diálogo era la única solución posible: “Estoy seguro de que con el mismo espíritu que he encontrado aquí en Cuba podremos, entre todos los ministros europeos, alcanzar ese entendimiento mejor en una relación de futuro estable y serena con las autoridades cubanas” [5].

“He venido a Cuba para aprender y escuchar y no para imponer”, señaló el jefe de la diplomacia española al llegar a La Habana. Por su parte, Pérez Roque apuntó que “Cuba no aceptó y no acepta hoy las condiciones de cooperación” de la Unión Europea [6]. La secretaria de Estado española para los Asuntos Iberoamericanos, Trinidad Jiménez, dio prueba de lucidez y una rara franqueza al subrayar que las presiones “contra un país soberano, cuyo sistema político no nos agrada, no funcionan Y ese ha sido el caso con Cuba” [7]. Como confiesa Jiménez, el verdadero problema para Europa en Cuba no es la situación de los derechos humanos como pretende sino su “sistema político”.

La Unión Europea debe entender rápidamente que la vía de la confrontación no tiene salida con La Habana. En efecto, los cubanos no comprenden el lenguaje de los ultimátum y no están acostumbrados a doblar el espinazo frente a la adversidad. Es hora de que Bruselas tome conciencia de esta realidad y se desmarque, sin esperar más, de la política irracional de la administración Bush.

Notas

[1] Associated Press, «Spain and Cuba Explore Ways to Improve Island’s Tense Relations With EU», 3 de abril de 2007.

[2] EFE «Cuba dice que hablará de derechos humanos con España», 3 de abril de 2007.

[3] Felipe Pérez Roque & Miguel Ángel Moratinos, «Un acuerdo, una declaración y un comunicado sellan el encuentro entre los ministros exteriores de Cuba y España», 4 de abril de 2007.

[4] Andrea Rodriguez, «Spain Hopes for Better Ties With Cuba», Associated Press, 3 de abril de 2007.

[5] EFE «Cuba y España reanudad y abren diálogo», 4 de abril de 2007.

[6] Granma, «Cuba and Spain Reestablish Communication and Political Dialogue», 4 de abril de 2007.

[7] Radio Havana Cuba, «Spanish Government Pleased With Moratino’s Visit to Cuba», 5 de abril de 2007.

Salim Lamrani es escritor, profesor e investigador francés y está especializado en las relaciones de Cuba y Estados Unidos. Colabora habitualmente en Rebelión. La traducción al español es suya y ha sido revisada por Caty R., de los colectivos de Rebelión , Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, la revisora y la fuente.



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De: SadCHARLOTE Enviado: 11/04/2007 16:19

PROMESAS Y RIESGOS
DEL VIAJE DE MORATINOS
A CUBA

Por Felipe Sahagun
Análisis
Infolatam
Madrid
España
Infosearch:
José F. Sánchez
Analista
Jefe de Buró
Cuba
Dept de Investigaciones

La Nueva Cuba
Abril 9, 2007


 


"... Si aplicamos como criterios para juzgar el éxito o fracaso del viaje su impacto en la democratización y estabilización de Cuba, en la protección de las inversiones españolas y en una mejor coordinación entre España, la UE y los EE.UU. hacia la isla, es difícil calificarlo de éxito, salvo que en las próximas semanas La Habana nos sorprenda con decisiones imprevistas".


Con su viaje a Cuba del 1 al 3 de abril, el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, culmina la política de acercamiento al régimen iniciada desde las últimas elecciones en España, en marzo de 2004, se aleja de Washington y de las posiciones más duras en la UE, y aumenta la brecha que separa en política exterior, especialmente hacia Cuba, al Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y al Partido Popular (PP), el principal partido de la oposición.

Los resultados del viaje –el establecimiento de un mecanismo permanente de diálogo entre los dos gobiernos y la negociación de un plan marco de cooperación- son promesas que pueden significar mucho o nada. Dependerá de su aplicación.

El diálogo, sobre el papel abierto a todos los temas, incluído el de los derechos humanos, debe concretarse en reuniones semestrales de altos funcionarios. El acuerdo de cooperación se empezará a negociar con otra visita de la secretaria de Estado para la Cooperación, Leire Pajín, a La Habana en junio y, si todo va bien, con la formación de una comisión mixta en septiembre de este año.

Para que el viaje pudiera considerarse un éxito, Moratinos necesitaba un acuerdo de protección de inversiones, la reapertura del Centro Cultural (cerrado desde 2003 tras ocho años de funcionamiento y una restauración que costó a España casi 4 millones de dólares), la renegociación de la deuda que Cuba mantiene con España (unos 1.200 millones de dólares) o la liberación de un número significativo de presos políticos.

Como el Gobierno cubano, dirigido colegiadamente bajo la supervisión de Fidel y la responsabilidad directa de su hermano Raúl desde el 31 de julio, no ha dado un solo paso en ninguno de esos frentes, el PP ha calificado el viaje de "una auténtica vergüenza" y la prensa internacional, con algunas excepciones, ha visto la visita como otro regalo diplomático al régimen cubano a cambio de unas migajas que nadie sabe adónde conducirán.

Si aplicamos como criterios para juzgar el éxito o fracaso del viaje su impacto en la democratización y estabilización de Cuba, en la protección de las inversiones españolas y en una mejor coordinación entre España, la UE y los EE.UU. hacia la isla, es difícil calificarlo de éxito, salvo que en las próximas semanas La Habana nos sorprenda con decisiones imprevistas.

La Cuba que han encontrado los corresponsales diplomáticos que han acompañado al ministro desde España es una sociedad paralizada bajo un régimen sin ninguna intención de ceder a corto o medio plazo a las exigencias internacionales de democratización.

No incluir en la agenda de la visita un encuentro de Moratinos con los principales representantes de la oposición interior y callar, cuando en la rueda de prensa final, a su lado, el ministro cubano, Felipe Pérez Roque, llamó "mercenarios y terroristas financiados por potencias extranjeras" a los presos políticos, son dos decisiones que, como señalaba en el diario El Mundo el poeta Raúl Rivero, aumentan la distancia del Gobierno español con la disidencia y, si el poscastrismo acaba en manos de los más radicales, no presagia nada bueno para los intereses españoles.

NOTA DE JOSE: Por eso mantengo que es necesario hacer una overtura con el tema de "La deuda Odiosa" para poner aun mas presion al ejecutivo iberico y para distanciar a este de los intereses de los inversionistas y empresas españolas con intereses en Cuba.

"La oposición pacífica, las fuerzas que deberán estar en el primer plano del escenario de los cambios democráticos que se avecinan, se siente olvidada y ajena", escribe Rivero, a pesar de que el director general para Iberoamérica, Javier Sandomingo, buen conocedor de Cuba, habló o intentó hablar con los principales disidentes.

Nunca ha sido posible un equilibrio perfecto, como el deseado por España y por las principales democracias, entre el régimen cubano y sus disidentes más importantes. Todos los Gobiernos españoles, desde Franco a Rodríguez Zapatero, lo han buscado y todos han chocado con un dictador dispuesto siempre a utilizar la mano tendida o la distensión para la consolidación de su régimen, cediendo lo mínimo posible.

Aunque cambiantes en su influencia con los años, las claves de la supervivencia del régimen castrista desde 1960 han sido el origen revolucionario del sistema, el carisma inicial de Fidel, el nacionalismo antiamericano alimentado y mantenido gracias al embargo estadounidense, el apoyo recibido de la URSS durante la Guerra Fría, la represión de toda disidencia interna, la división internacional y, en los últimos años, el respaldo masivo de regímenes populistas como el venezolano de Hugo Chávez.

Como la mayoría de los observadores iberoamericanos, el actual Gobierno español, inspirado sin duda por la experiencia de la transición democrática posfranquista en la segunda mitad de los años 70, está convencido de que el castrismo sin Castro es inviable y apuesta por una transición cubana pacífica y gradual, basada en la reconciliación y liderada desde dentro.

Comparte con la Administración Bush, sobre todo tras el nombramiento de un nuevo equipo al frente de la política latinoamericana, el deseo de evitar el caos y nuevas avalanchas masivas de emigrantes cubanos hacia los EE.UU.. Difiere, sin embargo, en los mecanismos más eficaces para conseguir ese objetivo: el Gobierno de Rodríguez Zapatero prefiere la cooperación, mientras que la Administración Bush considera más eficaz la presión.

España, que, por presión de José María Aznar, llevó la iniciativa de la primera posición común hacia Cuba de la Unión Europea a mediados de los 90 y su endurecimiento en junio de 2003 en respuesta a la detención de 75 disidentes, ha presionado, desde la victoria de Rodríguez Zapatero, a favor de un nuevo acercamiento.

Como en política interior, la forma brusca de ese giro diplomático ha provocado fuertes divisiones entre los ya 27 miembros de la UE: los nórdicos y Holanda defienden una política hacia Cuba basada, sobre todo, en la defensa firme de los derechos humanos; los llamados atlantistas (Reino Unido, RFA y Austria) se resisten a todo lo que no venga avalado desde Washington; un grupo dirigido por la República Checa, más concienciado contra el comunismo, quiere una política mucho más firme; Francia, Bélgica, Portugal, Italia y, sobre todo, España apoyan el diálogo y rechazan las sanciones impuestas en 2003.

Estas divisiones hacen muy difícil la gestión de Cuba por el alto representante, Javier Solana, forzado a mantener un perfil bajo y a destacar lo que todavía les une: el desacuerdo con el sistema político y económico cubano, la oposición al embargo estadounidense, el rechazo de la ley Helms-Burton y el condicionamiento de una mejora de las relaciones a reformas políticas y legales, y al respeto de los derechos humanos.



 
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