El gobierno venezolano "olvida" alertas acerca de su proyecto Soya
Rafael Uzcategui *
El pasado 22 de marzo se realizó la inauguración de La Planta de Bebidas Saborizadas de Soya "Eulalia Ramos Sánchez" en la población de El Tigre, estado Anzoátegui. La infraestructura es parte de lo que el primer mandatario califica como un nuevo capítulo en el sector agroalimentario, "una semilla de socialismo", la cual aspira sembrar un millón de hectáreas, al cabo de cuatro años, para revertir la importación anual del grano. El proyecto se realiza tras un acuerdo con Argentina, país que ocupa el tercer lugar dentro de los mayores exportadores del grano, contando con una inversión de 400 millones de dólares. Dada la importancia de esta actividad agrícola en el país austral, diferentes movimientos sociales y ambientales del sur han investigado y denunciado las consecuencias sociales y ambientales del modelo agroexportador centrado en el monocultivo de soya. Estos grupos remitieron diferentes comunicaciones a las autoridades venezolanas alertándolas de no seguir el ejemplo de su propio país. Pero, pese a las advertencias, el proyecto que los ecologistas catalogan como un atentado a la salud de los niños comenzó a realizarse bajo la asesoría de uno de los mayores terratenientes gauchos: Gustavo Grobocopatel, conocido en Buenos Aires como "el rey de la soya".
Grobocopatel es figura estelar del 1,3 por ciento de productores que, en tierras de Gardel, explota el 53 por ciento de las tierras productivas. Este empresario preside el grupo agropecuario Grobo, cuyas áreas cultivadas suman en tres países la cantidad de 155 mil hectáreas. Cuando se pronuncia en Buenos Aires la palabra latifundio, se asocia automáticamente con el actual socio del gobierno venezolano, cuyas prácticas han sido denunciadas por promover el desplazamiento de campesinos, quebrar a pequeños y medianos productores, agotar el valor de la tierra al dedicarla exclusivamente a los monocultivos, representar los intereses de multinacionales como Monsanto y sustituir las cadenas tradicionales del campo argentino con prácticas monopólicas.
Sin transgénicos, ¿por ahora?
Tres son las principales críticas realizadas a la soya: La primera es el uso de semillas modificadas genéticamente para su producción intensiva a bajo costo. Por otra parte, las consecuencias sociales y ambientales del monocultivo soyero. Y, en último término, la promoción y uso de la soya como sustituto de otros alimentos para niños.
Sobre el primer aspecto, parece que en el inicio del proyecto existe el compromiso de no utilizar semillas transgénicas, en parte por el reiterado rechazo del presidente Chávez a su uso en el país. De hecho, Lay Chang, Gerente de Cereales y Oleaginosas de la Corporación Venezolana Agraria (CVA), declaró que la planta de Anzoátegui contaría con un " sistema de gestión de calidad" para detectar si la materia prima adquirida era modificada genéticamente. (http://www.elistas.net/lista/lea/archivo/msg/6963/ ). Habría que asegurar, entonces, la permanencia de estos controles para este y los futuros sembradíos de soya a desarrollarse en el país. Además de la voluntad presidencial, no existe ninguna ley o decreto que prohíba o reglamente el manejo de transgénicos en el país. Por ello, debe prevenirse que la sustancial rebaja en los costos de producción cuando se sustituye la no transgénica por la que sí lo es repita lo ocurrido en Brasil: el gobierno legalizó la producción transgénica como un hecho consumado tras el uso de los agricultores de la llamada "Soya Maradona", semillas sin marca, baratas y genéticamente modificadas, contrabandeadas desde Argentina. Al respecto, el presidente del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria de Venezuela (INIA), Prudencio Chacón, apuntó que el 70 por ciento de las semillas venezolanas eran importadas, admitiendo que no había controles para su entrada.
Organizaciones argentinas como Reflexión Rural (www.grr.org.ar ) declaran que el modelo de la Soja es el ALCA en la agricultura debido a sus graves impactos. En Argentina la preparación de campos dedicados exclusivamente a su cultivo desaparece 10.000 hectáreas de bosque al año, algo así como 20 canchas de fútbol por hora. El monocultivo soyero agota las riquezas del suelo, desplaza poblaciones campesinas, aumenta el desempleo en el campo y deja a una gran variedad de especies animales sin sus hábitats tradicionales.
Un mal sustituto
Para los ambientalistas y un creciente número de científicos e investigadores, como alimento la soya no es completamente mala, pero tampoco es el grano mágico que acabará con el hambre en los países en desarrollo. Si bien es cierto que suministra una gran cantidad de proteínas, diferentes estudios demuestran que, a su vez, contiene los llamados "antinutrientes", especialmente fitatos, los cuales interfieren la absorción del hierro y el zinc, siendo su aporte en calcio de grado menor. Los nutricionistas recomiendan que debe incorporarse en la dieta humana como parte de una alimentación completa, del mismo modo que lo hacen las demás frutas y verduras. Estas mismas opiniones alertan sobre el no suministrar soya a niños en etapa de crecimiento y en mujeres embarazadas.
En Argentina los exportadores de soya, como Gustavo Grobocopatel, promueven una imagen social de su negocio con el proyecto "Solidaridad Soya", el cual contempla el suministro gratuito de granos de soya al circuito de comedores populares del país. En estos sitios, muchos voluntarios extraen jugo del grano, un líquido blancuzco, al cual le añaden sabores artificiales como parte del plato de comida servido a los pequeños usuarios. Esta práctica ha sido severamente cuestionada por diferentes movimientos sociales, los cuales difunden la decena de estudios realizados en diferentes centros de investigación que demuestran que tal programa de ayuda alimentaria aumenta la desnutrición y anemia en los niños, inhibe el crecimiento y debilitaría su sistema inmunológico. Los activistas son enfáticos en exigir que no se denomine "leche" a un producto que no lo es, y que el jugo del grano de soya no sustituye de ninguna manera, debido a la diferencia en sus componentes, a la leche verdadera. Llamar leche de soya al jugo extraído del grano, es a su juicio, una publicidad engañosa. Debido a la alta concentración de estrógenos vegetales presentes en el grano, se ha estimado que un niño alimentado a base de soya estaría ingiriendo una cantidad de estrógeno equivalente a cinco píldoras anticonceptivas al día.
En el caso de los adultos, los resultados vinculan la soya con un aumento de la esterilidad masculina, el inicio temprano de pubertad en adolescentes y el aumento de riesgo a algunas modalidades de cáncer. Algunos científicos, como el caso del profesor Frank Woods, director de la Comisión sobre Toxicidad de Químicos en los Alimentos, de Gran Bretaña y autor del informe "Fitoestrógenos y Salud", afirma que aún hay mucho que investigar sobre los efectos del aumento de soya en la dieta humana. Pero ante lo que se conoce, si él tuviera que elegir sobre lo que su nieta debe llevarse a la boca, no seleccionaría ningún alimento realizado a base de soya.
De los 200 millones de toneladas de soya producidas al año alrededor del mundo, más del 90% son utilizadas para alimentar animales. Por ello, los activistas verdes afirman que, en el caso del suministro masivo de soya como sustituto de otros alimentos, se estaría realizando un experimento masivo y no controlado sobre personas.
Amnesias e ignorancias
Desde que se conoció públicamente los proyectos de soya del gobierno venezolano, diferentes organizaciones comunicaron, por diferentes vías, sus preocupaciones al respecto. El 29 de julio del 2003 la Red en Alternativas al Uso de Agrotóxicos de Venezuela (Rapal-Ve) le dirigió una carta al presidente Chávez, con copia a varios ministerios, recomendándole que "suministre de manera segura las verdaderas necesidades nutricionales de la población" . La carta anexaba el artículo "Proyecto Soya ponen a los niños en riesgo". En diciembre del 2005 18 organizaciones internacionales difundieron la carta pública al primer mandatario venezolano "Con soya en nuestros países no puede haber ALBA". El Grupo Reflexión Rural se reunió con diferentes instancias gubernamentales de la V República tanto en Argentina como en Caracas, con motivo del Foro Social Mundial. Y ante el poco eco de sus esfuerzos, recientemente expresaron que "Estamos en presencia en América Latina, de una sucesión de regímenes nacional desarrollistas, amigables con las corporaciones, regímenes basados en modelos de exportación de commodities y de primarización de las economías".
El desarrollo del proyecto de expansión de soya en Venezuela, con su peligrosa arista enfocada en la nutrición infantil es posible, entre otras cosas, por la cooptación y fragmentación del movimiento ecologista local, tejido social natural de oposición en el resto de países latinoamericanos en dónde bien se conocen los estragos del monocultivo del grano. Esto explica los silencios ante las declaraciones del propio presidente y sus funcionarios sobre el proyecto. Ningún movimiento social, movilizado por su propia agenda política, hubiera dejado pasar la ocasión de refutar las declaraciones del gobernador de Anzoátegui que, declarando con motivo de la planta "Eulalia Ramos Sánchez", afirmaba que la "leche de soya" tenía nutrientes "superiores a la de vaca", fantaseando con el reparto de "yogures" de "leche" de soya a los niños anzoatiguenses.
(* Coordinador de medios de la ONG en Derechos Humanos Provea (www.derechos.org.ve) y miembro de la redacción del periódico El Libertario, www.nodo50.org/ellibertario)