Los daños provocados por el carácter extraterritorial del bloqueo se multiplican por la importante participación de los EE.UU. y sus empresas en el comercio y las inversiones transnacionales. Los EE.UU. controlan el 45% de las principales empresas transnacionales del orbe, incluidas 8 de las 10 principales. También son la principal fuente de inversiones del mundo. De 125 mil millones de dólares invertidos en el exterior en el 2002, pasaron a 152 mil millones de dólares en el 2003. La proporción de la participación norteamericana en la inversión extranjera directa en el mundo creció en ese período del 19% al 25 %[1]. EE.UU. es el primer importador de mercancías a nivel internacional (21,9 %) y es líder en el intercambio comercial de servicios en el mundo. En materia de tecnologías, los EE.UU. se encuentran entre los cinco primeros países en cuanto a desarrollo y aplicación de las tecnologías de la información y las comunicaciones y ostenta el liderazgo global en cuanto al potencial de negocios. Además, posee 11 de las 14 mayores empresas transnacionales en ese sector y absorbe alrededor del 80% del comercio electrónico que se realiza en el mundo[2].
De las 50 compañías líderes del mercado farmacéutico mundial, 20 son estadounidenses. Sólo 10 compañías transnacionales (5 de ellas norteamericanas), realizan casi la mitad de las ventas mundiales de fármacos, algunos de ellos únicos. Los EE.UU. concentran alrededor del 75 por ciento del mercado mundial de productos recombinantes (en su mayoría productos biofarmacéuticos) y generan el 31% del valor de la producción farmacéutica mundial, con una tendencia a seguir creciendo[3].
Tanto las inversiones de empresas de terceros países en los EE.UU., como las norteamericanas en el exterior, fundamentalmente en la forma de fusiones y adquisiciones totales o parciales de empresas, agravan el impacto extraterritorial del bloqueo, al reducir el espacio económico externo de Cuba y hacer más difícil, a veces imposible, la búsqueda de socios y suministradores para sortear el férreo bloqueo norteamericano.
A continuación algunos ejemplos:
• Una parte de la tecnología, equipos e insumos de los centros de investigación científica en biotecnología, que desarrollan y producen medios diagnósticos y terapéuticos, como vacunas contra el cáncer, provenía de la empresa sueca Pharmacia, comprada por la Amersham y posteriormente por la norteamericana General Electric. Esta última, una vez propietaria, dio un plazo de una semana para cerrar la Oficina de Amersham en Cuba y suspender todos sus contactos con la Isla.
• A través del Proyecto Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Malaria y la Tuberculosis, ejecutado por el PNUD, se adquirió carne en conserva para los enfermos del SIDA por un monto de 50 mil 400 dólares, a la empresa brasileña Oro Rojo. Con posterioridad, dicha empresa comunicó que la fábrica había sido adquirida por una firma norteamericana y que una de las primeras orientaciones recibidas fue cancelar los negocios con Cuba.
Teniendo en cuenta la importancia del mercado y el desarrollo tecnológico norteamericano, numerosas empresas de diversas partes del mundo, aún sin tener inversiones de capital accionario de, o en los EE.UU., ni presencia significativa en el mercado de ese país, se abstienen de realizar negocios con Cuba o interrumpen sus relaciones con la Isla, con el fin de no poner en peligro cualquier eventual vínculo futuro con capitales de la superpotencia:
• El First Caribbean International Bank de Bahamas, envió una carta a la empresa HAVANATUR, comunicándole que a partir del 7 de febrero de 2005 terminaban sus relaciones bancarias, porque “no querían tener problemas con los norteamericanos”.
• El banco británico “Barclays” manifestó recientemente a los ejecutivos de la Empresa CUBANIQUEL en Londres, que estaba valorando la posibilidad de no establecer negocios con dicha empresa, ya que su gerente era de origen norteamericano y las leyes del Gobierno de los Estados Unidos no sólo se aplicaban a compañías, sino también a individuos.