Narraciones cortas:
Por la mañana después de un trote rutinario todo estaba muy calmado en el campamento. Recibimos indicaciones de bajar a la ciudad. Se trataba de un trabajo de coordinación con la gente de los comandos urbanos. Y como, no, naturalmente los más conocedores de las ciudades occidentales era yo y Rutilio; aquél era originario de Aguachapan y yo de Santa Ana. Y precisamente el lugar o casa de seguridad donde íbamos a ir estaba en Santa Ana.
En particular la noticia me llego tres días antes de la partida. (Puta “por dios” que no podía dormir) Y es que en el frente se perdía la noción de todo, menos la noción del tiempo y el espacio, claro está, pero de ahí todo. Sobre todo lo que se perdía, por lo menos en mi caso particular, la noción de la feminidad a la cual yo estaba acostumbrado a admirar. En el frente todo el mundo le tenia que hacerle “huevos” (sacar valor y coraje) hombres y mujeres. Las nenas pues tenían un tono varonil, que en lo personal no me atraía, las miraba como al cualquier otro compañero de suplicio.
Después de un largo tiempo pues, de andar medio comiendo y medio durmiendo, no caía mal unas cortas “vacaciones”. Rutilio parecía muy sereno, él tenía una nena en una repoblación cercana al frente. Yo no tenía más que un lindo juguetito ajustado a mis caprichos “bélicos” jeje.
Un día antes de partir me dice Rutilio.... – Puta vos cómo estos, loco, - Nervioso, cabrón, ¿y cómo quieres que este? Con aquél teñíamos una gran confianza.
¿Nos vamos a bañar man? Me dijo. – Orale pues, le conteste.
Puta, el fusil era todo para mí, mi mujer, mi nana, todo. Recogí mis cosas, fusil al hombro, qué la mara decía que ya estaba obsesionado con esa “mierda” qué lo era todo para mi. Nos fuimos pues para un pequeño “riachuelo”
Nos dimos un “chapuzón”. Eran como a eso de las 8 de la mañana, las compas y las responsables de la “cocina” llagaban al rió como a esa hora. – Por la gran puta, “mano”, se me olvido la toalla y un calzoncillo extra. Hijueputa, qué soy, cómo sí solo el pendejo fusil existiera, era todo lo que estaba en mi cabeza. – Calmaté, cabrón, me dijo Rutilio, ponte esa mierda mojada, pues de todo modos tenemos que subir el cerro cerote.
Menos mal que el pantalón era verde olivo, y no se notaba mucho que estuviese mojado. Fue realmente suerte, que me haya vestido, con lo terco que soy, por 5 minutos después llegaron las compas. Y 5 minutas antes yo había estado en “pelota” jaja Bueno en realidad era Rutilio que le deba más importancia a todo aquello, yo no mucho, pues sabia aquellas nenas eran tan “hombres” como nosotros jeje.
Era la última noche. No podía dormir; hoy preocupado por mi querido juguetito, mi hermoso galil. ¿Quién lo tomaría, y sí me demoraba en la ciudad, lo cuidarían como yo? No creo, pues siempre le di un trato especial a mi fusilito querido.
El día siguiente me vestí de civil. Me quite la molesta barba, hasta dejarme la cara, como de ratón tierno, jejeje. Salimos al fondo del lugar donde estamos hacia la repoblación más cercana; teníamos que disimular nuestra vida “civil”.
Tomamos el Bus de Chalate hacia la capital. Nos sentamos con Rutilo en asientos diferentes, pera no despertar sospechas.
Busque un asiento de dos, o para dos personas. Después de tanto tiempo de sentarme y comer en el suelo sentí “altamente confortable” aquel asiento, como si estuviese sentado en el aire jaja. Y para acabar de “joder” una chalateca se sentó a la par mía. Las chalatecas tiene fama de ser bonitas, en su mayoría son blancas y ojos claros.
Aquella nena que se sentó a mi lado me dejo “frió”. Era súper guapa “lindisíma”; con una falda corta negra y una blusa blanca, se vía súper guapa: nunca la voy al olvidar.
En aquel momento se me olvido el fusil y todo lo que en el frete había. Jajaj Me sentí en el mismo “reino de Dios” jajajaja. Aquella joven era muy amable. En realidad no encontraba como iniciar una conversación. Pero fue ella quien rompió el hielo. – Y es que la gente de Chalatenango es altamente amable y muy amigable. A mi me decían El Chalateco, “por dios que me daba cólera”. - ¿Es usted de acá me pregunto? ¡Sí, si claro le dije! Durante el camino hablamos de todo un poco. Entre otras cosas, me contó que estudiaba en la “U”, es decir, en la Universidad Nacional.
El Bus llego a su destino, y yo tuve no solo que bajarme de aquel Bus sino también de las nubes jeje. Nos bajamos en la Terminal de oriente, para después abordar el Bus urbano que nos llevaría a la terminal de occidente.
Fue un vieja alterante aburrido. Yo ya empezaba a extrañar el calor humano de chalate. La gente de Santa Ana, me parecía muy “jalada” (aburguesada) En fin todo el trayecto de San Salvador hacia Santa Ana me lo “eche” durmiendo, jeje. ¡Pobre Rutilio el pobre no conocía bien Santa Ana!
Nostalgia y sentimientos encontrados.
Cuando desperté íbamos por el Colegio Bautista. Ver aquel colegio me produjo una sensación bien extraña. Todo estaba igual, la cancha de básquet bool, la de fútbol, todo igual como sí el tiempo no hubiese pasado por aquel bello lugar del colegio.
Llegamos a la terminal. Pensé, ¿qué le digo a la gente, a mis amistades, quienes me creían en EE.UU. o en Europa? Cerca como unas dos cuadras teníamos que esperar el Bus urbano. Ahí podíamos andar juntos con Rutilio pues ahí ninguno de los dos tenía color “rojo” jajaj.
NO solté palabra, que no era habitual en mi, que siempre andaba haciendo bromas, o hablando de cualquier “volado”. Nos subimos al Bus, nos sentamos lo más atrás posible cerca de la salida.
Las colegialas subían y bajaban, Rutilio era el único que parecía divertirse con tanta flor que subía y bajaba, como era habitual en aquellos buses. –Puta, cabrón ¿qué te pasa, me dijo, ¿estas todavía “enculado” (enamorado) de tu pendejo fusil? – Nohombre vos, el problema es que no sé que le voy a decir a la mara. Aquél sabía que tenía un gran vergo de amigos en aquel lugar, inclusive de derecha. – Fíjate como estoy de delgado, y como me van a creer que vengo del Norte (EE.UU.) Puta vos me dijo, aquél, en tono irónico; ¿no del norte venís, pendejo, pero del Norte de Chalete, y se cagaba de la riza. Jajaja. Para mi la onda no era fácil, me preocupaba, sobre todo, mis conocidos y viejos amigos quienes ya sabía que eran reaccionarios, incluyendo una linda nena cuya madre era de la cúpula de un partido derechistas.
Se llamaba Paula Gil. Habíamos tenido un romance de unos tres años. Recuerdo que hasta lloro cuando le dije que iba para los EE.UU. Rutilo ya sabía, pero trataba de consolarme haciendo bromas. `-¿Puta vos Rutilio, que le digo a Paula, si al caso no esta bien casada? ¡Qué cabrón, me dijo aquél, siempre “jodiendo” dile que vas a ser su amante secreto, si es que se ha casado, jajaja. Por la gran puta, qué vida más mierda la mía. – No jodas, loco, me dijo aquél, la vida del Revolucionario no es color de rosas.