El 12 de junio de 2007, Christine Chanet, la representante del Alto Comisariado de los Derechos Humanos para Cuba, sufrió una severa derrota en Ginebra durante la reunión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Después de presentar su informe sobre la situación de los derechos humanos en Cuba, Chanet fue objeto de una batería de críticas acusándole de parcialidad. En un hecho sin precedentes, 26 países miembros sobre 47 se sucedieron en la tribuna para desaprobar a la representante francesa y elogiar la ayuda humanitaria que el gobierno cubano brinda al Tercer Mundo.1 En efecto, Cuba dispone actualmente de más de 40.000 médicos, enfermeras y profesores que trabajan gratuita y voluntariamente en más de 100 países. Los miembros del Consejo también recordaron que más de 700.000 personas recobraron la vista tras ser operadas gratuitamente por los médicos cubanos y que cerca de 30.000 estudiantes internacionales cursan carreras gratuitamente en Cuba.2
El embajador cubano, Juan Antonio Fernández, fustigó el informe de Chanet. “La Cuba que presenta es la imagen mediática que proyectan las grandes transnacionales de la desinformación, que se fabrica artificialmente en los laboratorios de la CIA y la Casa Blanca”, subrayó. “Pero la terca realidad es otra. Es la que no aparece en sus informes. Es la de una Cuba que trabaja y construye, que envía legiones de médicos para salvar vidas y curar el dolor desde los altos picos del Himalaya y las planicies africanas hasta los cerros pobres de Caracas”, agregó. “Es la que lleva la luz de la enseñanza a quienes no saben leer ni escribir desde la vecina Haití hasta la lejana Oceanía”. Luego, como conclusión, denunció el doble rasero de la representante que “tendría mucho más que decir sobre Cuba, pero prefiere no hacerlo para no incomodar a los poderosos”.3
Muchos miembros calificaron la prestación de Chanet de “farsa”. Fue tan poco apreciada que, el 19 de junio de 2007, el Consejo decidió revocar definitivamente su mandato a pesar de las enormes presiones de Washington, entre ellas llamadas personales del presidente Bush. Esta decisión pone término a cerca de 20 años de hipocresía del mundo occidental. En efecto, muy influenciada por Estados Unidos, la antigua Comisión de Derechos Humanos –cuyo descrédito y politización le costaron su desaparición– había impuesto este mandato contra la isla del Caribe. La estigmatización del gobierno de La Habana por supuestas violaciones de los derechos humanos permitía a Washington justificar la imposición de sanciones económicas inhumanas contra la población cubana. La mayoría de los 47 de países miembros del Consejo decidió así acabar con cerca de un cuarto de siglo de duplicidad.4
Esta decisión no fue del gusto de Estados Unidos que, por otra parte, ni siquiera había logrado se elegido como miembro del Consejo en abril de 2006 (cuando Cuba consiguió 135 votos), por el desprestigio que sufre en el ámbito internacional. El vocero del Departamento de Estado, Sean McCormack, expresó su “decepción” y denunció la elección del Consejo. El último pretexto que permitía a Washington justificar su política irracional hacia Cuba acababa de desaparecer.5
Por parte de Cuba, el canciller Felipe Pérez Roque se felicitó por la iniciativa. “Es una rotunda, indiscutible e histórica victoria [...] que puso fin a las manipulaciones del gobierno de Estados Unidos contra Cuba en Ginebra”. La toma de posición de la comunidad internacional hacia la nación caribeña demuestra, otra vez, que la administración Bush está aislada en este asunto. Incluso la Unión Europea, no obstante tan fiel a Washington, no se atrevió a oponerse a la decisión; oposición que hubiera sido de todas formas vana ya que la resolución disponía de una mayoría de 25 miembros.6
La Unión Europea
El 18 de junio de 2007, el Consejo de Relaciones Exteriores de la Unión Europea adoptó varias “conclusiones sobre Cuba” y propuso un “diálogo político integral y abierto con las autoridades cubanas [...] sobre bases recíprocas, de interés mutuo y no discriminatorias”. Conviene recordar que bajo la presión de Estados Unidos, la Unión Europea adoptó una “posición común” contra Cuba en 1996, todavía vigente, y sanciones políticas y diplomáticas en 2003, oficialmente a causa de la “situación de los derechos humanos”. Este viraje de la política exterior de Europa se explica de manera muy simple: la estrategia europea, calcada de la de Washington, ha fracasado lamentablemente. El gobierno de La Habana no entiende el lenguaje de la intimidación y la amenaza.7
Bruselas evoca un diálogo “sobre bases recíprocas […] y no discriminatorias” relativo a los derechos humanos, dando prueba otra vez de duplicidad. En efecto, la base “no discriminatoria” es imposible de elaborar ya que al único país latinoamericano –continente donde no obstante las violaciones de los derechos humanos son terroríficas– que Europa castiga es a Cuba. Esta discriminación es tanto más sorprendente en cuanto que según el informe 2006 de la más prestigiosa organización internacional de los derechos humanos, Amnistía Internacional, Cuba es el país que mejor respeta los derechos humanos en el continente americano, desde Canadá hasta Argentina.8
Por eso el gobierno cubano declaró que subsistían numerosos obstáculos para que sea posible una normalización de las relaciones entre Cuba y Europa. “Con Cuba solo será posible un diálogo entre soberanos e iguales, sin condiciones ni amenazas”, declaró el ministerio de Relaciones Exteriores cubano. “Si la Unión Europea desea algún diálogo con Cuba, debe eliminar definitivamente dichas sanciones que desde el principio fueron injustas e inadmisibles”. La Cancillería cubana también lamentó “la persistente y humillante subordinación” de Bruselas a Washington, que la llevó a recibir oficialmente a Caleb McCarry, el procónsul oficialmente designado por Bush y encargado de orquestar el derrocamiento del gobierno de La Habana. Cuba subrayó al mismo tiempo la hipocresía de Europa que no pronuncia palabra alguna “sobre las torturas estadounidenses en la base naval ilegal de Guantánamo, que usurpa un territorio cubano”, para concluir diplomáticamente: “Es a la Unión Europea a quien corresponde rectificar los errores cometidos con Cuba”.9
En cuanto a la base “recíproca”, el segundo informe de la Comisión de las Cuestiones Jurídicas y de los Derechos Humanos de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa permite evaluar la autoridad moral de Bruselas para erigirse en juez. El informe en cuestión, publicado el 7 de junio de 2007, trata de las “detenciones secretas y los traslados ilegales de detenidos que implican a los Estados miembros del Consejo de Europa”.10
El informe, presentado por el relator suizo Dick Marty, es abrumador y señala secuestros, desapariciones y torturas a individuos, en flagrante violación de las normas internacionales:
“Lo que antes era sólo sospechas es ahora una certeza: numerosas personas fueron secuestradas en diversos lugares de todas partes del mundo para ser entregadas a países donde eran perseguidas y donde es notorio que se practica corrientemente la tortura. Otras fueron detenidas arbitrariamente, sin acusaciones concretas, sustraídas a todo control judicial –con la imposibilidad de defenderse-. Otras simplemente han desaparecido del mapa durante períodos indefinidos y han sido encarceladas en prisiones secretas, incluso en Estados miembros del Consejo de Europa, cuya existencia y actividades se ocultan desde entonces”.11
Numerosas víctimas de estas operaciones eran totalmente inocentes y no tenían estrictamente nada que ver con las redes terroristas, señala el informe:
“En otras partes, otras personas fueron trasladadas a miles de kilómetros a cárceles de las que jamás conocerán la situación geográfica, sometidas a interrogatorios incesantes y vejaciones físicas y psicológicas antes de ser liberadas porque simplemente no eran los individuos buscados. Éstas, después del calvario sufrido, fueron liberadas sin una palabra de disculpa ni ninguna indemnización.12
La Unión Europea, subraya el informe, es responsable de estos actos de barbarie a gran escala pues sin “su colaboración”, la estrategia elaborada por la administración Bush jamás hubiera podido realizarse. “Entre estos socios, como hemos ilustrado en el informe del 12 de junio de 2006, [se encuentran] varios Estados miembros del Consejo de Europa”. Además de su participación probada en los actos de secuestro, desaparición y tortura, “muchos gobiernos han hecho todo lo posible para ocultar la verdadera naturaleza e importancia de sus actividades y persisten en su actitud no cooperativa”.13
Marty informa también de que estos actos son “inadmisibles a los ojos de las leyes de los países europeos los que, sin embargo, los han tolerado e incluso han colaborado activamente en su elaboración”. El informe denuncia el “apartheid jurídico” que han creado Washington y Bruselas pues las medidas extremas se reservan “sólo para personas no estadounidenses”, lo que “demuestra una mentalidad de superioridad exasperada”. Ahí también, “la responsabilidad no se halla sólo del lado estadounidense, sino también y sobre todo en los dirigentes políticos europeos que han aceptado a sabiendas ese estado de cosas”.14
Para ocultar su implicación en estos crímenes, naciones como Alemania e Italia “han obstaculizado la búsqueda de la verdad invocando el ‘secreto de Estado’”, lo que es “inaceptable en una sociedad democrática fundada en el principio de la preeminencia del Derecho”. Los centros de detenciones “administrados por la CIA” han existido “en Polonia y Rumania”, con el acuerdo de “las más altas autoridades del Estado”.15
Marty concluye que las “violaciones de los derechos humanos que se cometen en el territorio de los Estados miembros del Consejo de Europa […] constituyen una violación de la Convención Europea de los Derechos Humanos” y de la mayoría de las leyes internacionales. Acusa directamente al “Consejo de Europa, a la Unión Europea y a la OTAN”. Además no existe ninguna duda en cuanto a la existencia e importancia de estas operaciones ilegales: “Los elementos que demuestran la existencia de violaciones de los derechos fundamentales del hombre son concretos, serios y concuerdan”.16
El informe, al mismo tiempo que enfatiza que “el hecho de recurrir al abuso y la ilegalidad constituye en realidad un fracaso estrepitoso de nuestro sistema”, recusa también el argumento de la necesidad de la lucha contra el terrorismo para justificar tales actos:
“La utilización sistemática de actos ilegales, la violación masiva de los derechos fundamentales de la persona y el desprecio de las reglas de Estado fundadas sobre la preeminencia del Derecho no se pueden justificar por la lucha contra el terrorismo. No sólo porque tales medios son contrarios al orden constitucional de todo país civilizado y son éticamente inadmisibles, sino también porque no son eficaces en la óptica de una verdadera respuesta durable al fenómeno del terrorismo”.17
Marty finalmente condena un “preocupante proceso de erosión de las libertades y los derechos fundamentales” que afecta a los propios ciudadanos europeos y critica la hipocresía que demuestra Bruselas:
“Los gobiernos aprovechan el miedo que suscita la amenaza terrorista para restringir arbitrariamente las libertades fundamentales. Al mismo tiempo ignoran fenómenos todavía más mortales en otras regiones o dan prueba de una pasividad desconcertante. Pensemos sólo en la trata de seres humanos o el tráfico de armas (¿cómo es posible, por ejemplo, que aviones cargados de armas sigan aterrizando regularmente en Darfur donde se consuma una tragedia humana con decenas de millares de víctimas?).18
Como ilustra el segundo informe presentado por Dick Marty, Bruselas carece totalmente de legitimidad moral y ética para disertar sobre la cuestión de los derechos humanos. La Unión Europea sufre un descrédito tan importante en este sentido que no puede ser tomada en serio cuando, refiriéndose a Cuba, evoca falazmente los principios inscritos en la Declaración Universal de 1948. En realidad, cual lacayo fiel y celoso de Estados Unidos, utiliza este pretexto porque le cuesta aceptar la independencia de la patria de José Martí.
Europa sufre un enorme complejo de inferioridad frente a Cuba. En efecto, jamás ha sido capaz de tratar a Estados Unidos como lo ha hace Fidel Castro desde 1959. Bruselas siempre ha dado pruebas de una subordinación poco gloriosa hacia Washington y no acepta el hecho de que el gobierno de La Habana se atreva a enfrentarse a la primera potencia con tanta constancia e irreverencia. Es esta mezcla de frustración, cobardía y vergüenza lo que explica por qué el Viejo Continente es incapaz de adoptar una posición racional e independiente en sus relaciones con Cuba.
Notas
1 Fausto Triana, «Abrumador respaldo a Cuba en Consejo de Derechos Humanos», Granma, 13 de junio de 2007; Felipe Pérez Roque, «Veamos si la UE mantiene su postura contra Cuba tras rechazarla en el Consejo de Derechos Humanos», Rebelión, 22 de junio de 2007.
2 Ibid.
3 Juan Antonio Fernández, «Texto íntegro de la intervención del jefe de la misión permanente de Cuba ante organismos internacionales, en el V período de sesiones del CDH», Granma, 13 de junio de 2007.
4 Felipe Pérez Roque, «Veamos si la UE mantiene su postura contra Cuba tras rechazarla en el Consejo de Derechos Humanos», op. cit.
5 Will Weissert, «Cuba Cheers End to U.S. Abuse Monitoring», The Associated Press, 20 de junio de 2007.
6 Ibid.
7 Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, «Déclaration du sur les conclusions du Conseil des Relations extérieures de l’Union européenne sur Cuba. C’est l’Union européenne qui doit rectifier les erreurs commises envers Cuba», Granma, 22 de junio de 2007.
8 Salim Lamrani, Cuba, l’Union européenne et les droits de l’homme (Pantin: Le Temps des Cerises, 2007), de próxima aprición.
9 Ministerio de Relaciones Exteriores de la República, «Déclaration du sur les conclusions du Conseil des Relations extérieures de l’Union européenne sur Cuba. C’est l’Union européenne qui doit rectifier les erreurs commises envers Cuba», op. cit..
10 Commission des questions juridiques et des droits de l’homme de l’Assemblée parlementaire, Détentions secrètes et transferts illégaux de détenus impliquant des Etats membres du Conseil de l’Europe: 2e rapport, Conseil de l’Europe, 7 de junio de 2007.
11 Ibid., p. 3.
12 Ibid., p. 3.
13 Ibid., p. 3.
14 Ibid., p. 3.
15 Ibid., p. 4.
16 Ibid., p. 4.
17 Ibid., p. 5.
18 Ibid., p. 5.
Salim Lamrani es profesor, escritor y periodista francés especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Ha publicado los libros: Washington contre Cuba (Pantin: Le Temps des Cerises, 2005), Cuba face à l’Empire (Genève: Timeli, 2006) y Fidel Castro, Cuba et les Etats-Unis (Pantin: Le Temps des Cerises, 2006).
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, la revisora y la fuente.