AMY GOODMAN: Frank Espada, ¿sirvió en las fuerzas armadas?
FRANK ESPADA: ¿Cómo dice?
AMY GOODMAN: ¿Sirvió en las fuerzas armadas?
FRANK ESPADA: Sí, estuve en la Fuerza Aérea.
AMY GOODMAN: ¿Cuando estuvo y por qué se alistó?
FRANK ESPADA: Por una serie de motivos. Mucha presión. Estaba en la escuela, y mis padres se estaban divorciando. Siempre nos peleábamos. Simplemente me aburrí de todo el asunto y entré a la Fuerza Aérea, una de las peores cosas que hice en mi vida. Así que –
AMY GOODMAN: ¿Por qué?
FRANK ESPADA: Sobre todo fue una decisión que tomé como muchacho simplemente para alejarme de lo que para mí era una mala situación.
JUAN GONZÁLEZ: Y Martín, usted es un poeta renombrado. Pero mucha gente que conoce su obra no sabe mucho sobre su familia o sobre el trabajo fascinante de su padre. ¿Puede hablar un poco sobre su influencia en su vida?
MARTÍN ESPADA: Ciertamente. Y de nuevo, creo que la mejor manera de hacerlo es si leo un poema. De cierto modo, la influencia es obvia si se conoce la obra de mi padre como fotógrafo. Su trabajo, desde luego, se basa en la imagen visual. Esas imágenes estaban colgadas en las paredes de nuestro apartamento en Brooklyn y luego en las paredes de mi imaginación dondequiera iba. Y así, eso me afectó como poeta, ciertamente, porque mi trabajo se basa en la imagen. Y, por cierto, en la poesía, cuando decimos “imagen,” nos referimos a todos los cinco sentidos. Pero mi trabajo es particularmente visual, y no creo que sea en absoluto por coincidencia.
También me influenció la juventud de la fotografía de mi padre. Es un defensor. En efecto, habla en nombre de los que no tienen la oportunidad de ser escuchados, o vistos, cuando hablamos de fotografía. Y, sobre todo, crecí en un hogar con la cultura de la resistencia. La vi reflejada por doquier a mi alrededor.
Y quiero leer un poema sobre un incidente que sucedió cuando tenía siete años, que fue una especie de epifanía para mí, cuando comprendí por primera vez lo que sucedía con el activismo de mi padre y tomé algunas decisiones yo mismo sobre lo que quería hacer. Es un poema llamado "The Sign in my Father's Hands." Para Frank Espada.
La cervecería no contrataba negros o puertorriqueños,
y mi padre se unió al piquete ante el Pabellón de Cerveza Schaefer,
en la Feria Mundial de Nueva York, frente a la hostilidad canina de los curiosos.
Los polis blandieron sus garrotes y sus esposas para proteger a la cerveza.
Y mi padre desapareció.
En 1964, no había probado cerveza,
y nadie me habló de los carteles de los piquetes
desgarrados por los polis de la cervecería.
Sabía lo que era la muerte.
La muerte era un gato infestado de parásitos
tirado en el incinerador del zaguán.
Sabía que mi padre estaba muerto.
Enmudecí y se me nublaron los ojos,
niño lento que no oía la pregunta en la escuela,
me senté y estudie la foto en su marco como un espejo, mi cara oscura.
Días después, apareció en el umbral,
sonriente con su diente de oro.
No muerto.
Aprendí que a veces los puertorriqueños mueren en la cárcel
con moretones que nadie explica, con ojos hinchados, cerrados.
También aprendí que un boicot no es un corte de pelo,
que podría dibujar un piquete en el reverso de un panfleto.
Pero ese día mi padre volvió del infierno
como si tomara el ascensor al apartamento 14-F,
y los polis de la cervecera sólo pudieron contemplar en ebria desilusión.
Busqué en las manos de mi padre una señal del milagro.
JUAN GONZÁLEZ: Frank, permítame que introduzca un lado más ligero en esta discusión. Otro poema escrito por Martín, sobre el que quisiera obtener su reacción, que, ahora que es profesor y un poeta consumado – en uno de sus anteriores libros escribió: “Por qué fui a la universidad”: “Si no lo haces, dijo mi padre, más vale que aprendas a comer sopa con una pajita, porque te voy a quebrar la mandíbula.” ¿Alguna reacción, Frank? Y también, sus pensamientos sobre la carrera de su hijo.
FRANK ESPADA: Bueno, nunca hubo duda alguna – y francamente, para mí, sobre el hecho de que este chico iba a hacer algo. Iba a hacer algo muy especial. Y recuerdo a uno de sus maestros, cuando era muy joven, que vino a la casa en una motocicleta a advertirnos que este muchacho iba a ser algo diferente. Estaba tan excitado por su persona. Siempre nos sentimos muy orgullosos por él. No cabe duda de eso. Sabe, su talento era tan obvio y tan temprano que nunca hubo ninguna duda sobre – la única duda era, desde luego, que no había dinero para enviarlo a la universidad. Pero, sabe, él se ocupó de eso, porque él – no creo que haya pagado algo por toda la educación que obtuvo. Siempre fueron becas, etc., durante todos los estudios en la escuela de derecho, en realidad. De modo que, sí.
Pero eso fue algo sobre lo que solíamos bromear, que había que obtener una educación. Sabe, eso era algo, esencialmente, que me martilló en la cabeza mi padre. Por cierto, también me rebelé contra eso, aunque tuve la suerte de ser aceptado en el City College de Nueva York. Y ahí lo dejé.
Pero en todo caso, para volver al tema, así es como marchaban las cosas, esencialmente, logró superar la falta de comprensión de sus profesores y el sistema educacional – superó todo eso – y sobrevivió y prosperó e hizo lo que le gustaba. Es lo importante en el asunto.
AMY GOODMAN: Martín Espada, ¿puede hablar de todo el debate actual sobre la inmigración? Quiero decir, mucha gente en EE.UU. probablemente no comprende que los puertorriqueños son estadounidenses, son ciudadanos de EE.UU. Pero, a pesar de eso, ¿puede hablar desde su perspectiva, como puertorriqueño, como estadounidense, sobre cómo ve todo el debate y lo que piensa que haya que hacer?
MARTÍN ESPADA: Bueno, ante todo, yo diría que incluso los puertorriqueños son afectados por el debate sobre la inmigración. Somos ciudadanos de EE.UU., si vivimos aquí en EE.UU. o en la isla de Puerto Rico. Y por lo tanto, en lo que respecta a eso, no nos afecta de la misma manera como, digamos, a alguien que cruza la frontera desde México.
Y sin embargo, de lo que trata el debate de la inmigración, en lo que a mí me concierne, es esencialmente la busca de chivos expiatorios. No creo que la oportunidad de este debate de la inmigración sea una coincidencia. A medida que la guerra se hace cada vez más impopular en general, el Partido Republicano, en particular, se ha agarrado del tema de la inmigración. Esto no significa solamente que tomen a los inmigrantes como chivos expiatorios, sino que convierten en chivo expiatorio a la comunidad latina, lo que incluye a los puertorriqueños. Y por lo tanto, me siendo profundamente como parte de ese debate y de las consecuencias de ese debate.
También trabajé durante una cantidad de años en Boston con una comunidad inmigrante como abogado de inquilinos, y por lo tanto he podido ver exactamente lo que los medios dominantes tienden a excluir: la humanidad del inmigrante.
Y, una vez más, he estado respondiendo a preguntas mediante la lectura de poemas. Pienso que me es muy importante responder a esta pregunta con un poema. En los hechos, hemos estado discutiendo, en varios lugares, mi padre y yo, este concepto de invisibilidad, la invisibilidad de la comunidad latina, de cuarenta millones, y a pesar de ello invisible al mismo tiempo.
Es muy importante que se comprenda lo que quiero decir con la palabra “invisibilidad.” Hay quienes se sienten confundidos por eso, que dicen: “¿Qué quiere decir? Hay un Taco Bell en la esquina,” o “Yo crecí con un tipo llamado Julio,” o “Hay un tipo llamado José que trabaja en mi oficina. Ustedes no son invisibles.” Y a pesar de eso, lo somos, en cuanto a no tener una representación suficiente y seria en el gobierno, en los medios, en los negocios, en las artes. Y nadie es más invisible que el inmigrante.
Es un poema que escribí con la voz de un conserje. Tiene un problema. Lo llamo “el dilema del conserje que piensa.” ¿Qué pasa si tienes manos, y sólo se te ve por tus manos? ¿Qué pasa si tienes una mente, pero nadie nunca se da por enterado o reconoce esa mente? Y todo lo que les interesa es lo que pueden hacer tus manos. Jorge el conserje de la iglesia termina por abandonar.
[Por fin renuncia Jorge, el conserje de la iglesia]
Nadie me pregunta
de dónde soy,
tendré que ser
de la patria de los conserjes,
siempre he trapeado este piso.
Honduras, eres un campamento de desamparados
afuera de la ciudad
de su comprensión.
Nadie puede decir
mi nombre,
yo soy el amenizador
de la fiesta en el baño,
meneando el agua en el inodoro
como si fuera una ponchera.
La música española de mi nombre
se pierde
cuando los invitados se quejan
del papel higiénico.
Será verdad
lo que dicen:
soy listo,
pero tengo una mala actitud.
Nadie sabe
que esta noche renuncié al puesto,
quizá el trapero
seguirá adelante sin mí,
husmeando el piso
como un calamar enloquecido
con fibrosos tentáculos grises.
Lo llamarán Jorge.
JUAN GONZÁLEZ: Frank. Quisiera preguntarle, de nuevo, por la diáspora. Usted ha estado prácticamente en cada comunidad puertorriqueña importante en EE.UU., y ha historiado los eventos en esas comunidades en sus fotografías. ¿Qué ha encontrado o concluido en cuanto a cómo los puertorriqueños se las arreglan para conservar su identidad, su sentido de la comunidad, repartidos, sea en Massachussets, en Florida, en Hawai, en Alaska, en San Francisco? Donde está usted, en Haywood, California, siempre hubo una gran comunidad puertorriqueña, en el norte de California. ¿Qué ha mantenido la unidad de esas comunidades?
FRANK ESPADA: Bueno, es un problema de supervivencia. Hay un chiste recurrente que dice que si juntas a dos puertorriqueños en una cabina telefónica, saldrán con tres organizaciones. Organizar, pienso, forma parte de nuestro equipo de supervivencia. Y es lo que contribuye – lo que mantiene unida a la gente, en cierta medida, junta, porque pueden por lo menos hacer un cierto esfuerzo en cuanto a su representación que, como mencionó Martín, es muy pobre en todas partes. He visto una mejora en esta dirección, pero es lenta y breve.
Comencé este proyecto en 1979. Así que he podido – pude estudiar de cerca una serie de treinta y cuatro comunidades en esa época. Y la mayoría de ellas estaba en las etapas iniciales del desarrollo político. No creo que haya habido demasiadas que realmente tuvieran alguna representación. Bueno, eso ha cambiado en cierta medida.
Pero en general, el problema es que tenemos un continuo problema de inmigración, si lo puedo describir de esa manera. Es un flujo permanente, constante, de gente que viene a EE.UU., al continente, simplemente porque no puede llegar a ninguna parte en Puerto Rico. Puerto Rico tiene una economía deshecha, como sabe.
Así que solo hace poco tuve el caso en mi propia familia: una de mis sobrinas con su familia [inaudible], que simplemente se fue y desembarcó en Florida. Dentro de dos semanas, todos tenían trabajo. Así que esa es la razón principal, es la fuerza de la necesidad de sobrevivir.
Ahora, volviendo al tema de las comunidades locales, lo que he descubierto, lo que descubrí y sigo descubriendo cada vez que tengo contacto con ellas es que en realidad muy poco ha cambiado, aparte de que, esencialmente seguimos siendo, como lo dijo un famoso historiador, una minoría despreciada. Tenemos otro amigo que sostiene que la corriente principal tiene un filtro que excluye a cierto tipo de gente, gente que usualmente tiene un color más oscuro de piel, etc.
Pero en su mayor parte, ha habido mucha gente que ha penetrado, si puedo decirlo de ese modo, y que francamente olvida su origen o quienes son en realidad. Hubo un peligro en un momento de que casi me sucediera a mí. Y tuve la suerte de reconocerlo y me alejé lo más rápido posible de todo eso, y pude reanudar lo que estaba haciendo.
Y, a propósito, también quería mencionar a los Young Lords y el increíble efecto que ese grupo de jóvenes tuvo en nuestra comunidad en la Ciudad de Nueva York. Pero, pienso que parte del efecto de eso o que la causa de eso fue el hecho de que la joven generación se dio cuenta que no pasaba gran cosa y que la dirigencia estaba fracasando. Y pienso que lo sigue haciendo, en general. Y tomaron las cosas en sus propias manos, y elogié esa acción y a gente como Juan González y muchos otros que han logrado llegar a posiciones en las que se pueden convertir en defensores, también. Así que realmente tengo que felicitarle, Juan, por todos sus esfuerzos y toda la gente que ha puesto sus vidas en la línea en cuanto a la igualdad.
Y, la realidad es que esto ha sido una lucha continua, y no estoy seguro de que vaya a terminar pronto. Y mi conclusión, como sabe por mi libro, fue esencialmente que lo peor que nos ha sucedido fue la Guerra Española-Estadounidense; lo peor que nos ha pasado, esencialmente. Y sigo sosteniendo eso. Sólo no veo cómo vamos a llegar a un punto en el que toda la marginación y el racismo institucionalizado que siempre tenemos que combatir vayan a terminar. Así que soy bastante pesimista al respecto.
AMY GOODMAN: Frank Espada, quiero agradecerle sinceramente por haber estado con nosotros y terminaré con Juan en este 109 aniversario de la invasión de Puerto Rico por EE.UU. Supongo que entre los que escuchan, que nos ven ahora mismo, hay muchos que ni siquiera saben a qué se refería Frank cuando dijo Young Lords. Juan, usted, fue uno de los fundadores de los Young Lords. ¿Podría decirnos brevemente lo que eran, y sus reflexiones en este día?
JUAN GONZÁLEZ: Bueno, tal vez sea algo para otro show. Pero los Young Lords fueron, a fines de los años sesenta y comienzos de los setenta, una organización nacionalista revolucionaria, que en realidad provino de una pandilla callejera en Chicago y se convirtió en una fuerza política importante a comienzos de los años setenta en todas las comunidades puertorriqueñas en EE.UU. Y fue un honor haber formado parte del grupo que la reunió y que ayudó a organizarla. Y pienso que fue entonces cuando encontré por primera vez a Frank, hace cuarenta años, prácticamente, Frank. Y muchos de ellos han llegado, obviamente, a posiciones de liderazgo en todo el país.
Frank, creo que uno de ellos, de hecho, en Westchester, Pensilvania, donde usted estaba describiendo a los trabajadores de las callampas, un joven abogado llamado Juan Sánchez en aquel entonces, es ahora un juez federal, creo en el Distrito Este de Pensilvania. Así que los tiempos han cambiado.
FRANK ESPADA: Me acuerdo de él. Seguro, por cierto.
AMY GOODMAN: Bueno, vamos a dejarlo aquí. Quiero agradecer a todos por estar con nosotros. Martín y su padre Frank Espada que nos hablaron de Massachussets y de San Francisco. El libro de fotografías de Frank Espada: “The Puerto Rican Diaspora: Themes in the Survival of a People,” y el libro de Juan sobre ese tema “Harvest of Empire: The History of Latinos in America.”