Estados Unidos se está cayendo.
El Metro de Nueva York quedó paralizado esta mañana a causa de inundaciones provocadas por una tormenta; la semana pasada se cayó un puente en Minneapolis matando a por lo menos cinco personas e hiriendo a decenas; hace casi un mes estalló un gigantesco ducto subterráneo en pleno centro de Manhattan, hirió a unas 40 personas y provocó pánico ante la suposición inicial de que se trataba de un atentado terrorista, y hace dos años fue destruida una buena parte de la ciudad de Nueva Orleáns cuando sus diques no soportaron el paso de un huracán.
Al parecer, los "terroristas" no son la mayor amenaza para Estados Unidos, sino las deficiencias y el deterioro de sus puentes, sistemas de agua y de transporte, diques, carreteras y túneles. Estos recientes desastres no se debieron a atentados realizados por "enemigos", sino porque en el país más rico del mundo se ha dejado de invertir en infraestructura pública.
Un informe de la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles emitido en 2005, donde se califica el estado de la infraestructura del país, asignó una calificación de D (el esquema de calificaciones académicas empleadas en este país es de A, la mejor; las notas aprobatorias son hasta D, menos de eso es reprobar). Pero, peor aún, se otorgaron calificaciones inferiores a D a sistemas de agua potable, tratamiento de aguas negras y vías acuáticas navegables del país.
Presas inseguras, líneas de transmisión eléctrica sobrecargadas, parques y playas públicas en malas condiciones y un grave deterioro de escuelas públicas también recibieron una calificación menor a D, todo ello debido a la decreciente inversión pública y a la disminución del presupuesto para infraestructura.
Nueva Orleáns continúa como el ejemplo más severo de la fragilidad de la infraestructura pública y sus potenciales consecuencias humanas. Durante meses y hasta años antes del desastre que prácticamente anuló la vida de esta ciudad, cuando el huracán Katrina azotó las costas y provocó el desalojo de la población justo hace dos años, se había advertido de la posibilidad de que ocurriera esta tragedia.
La revista National Geographic y el periódico local New Orleans Times Picayune habían publicado extensos reportajes que pronosticaban, en algunos aspectos con aterradora precisión, lo que en realidad sucedió. No fue responsable de la tragedia sólo el huracán, sino la falta de inversión en la defensa hidráulica de esa ciudad, con su extenso y obsoleto sistema de diques y bombas.
El resultado del paso del meteoro fue el éxodo de cientos de miles; decenas de muertos y desaparecidos; tétricas imágenes de cadáveres flotando en las calles, y gente, en su mayoría pobre y africana-estadunidense, gritando para pedir auxilio desde los techos de sus casas.
El puente de una carretera interestatal que colapsó en Minneapolis la semana pasada -justo en la hora pico, haciendo que los vehículos cayeran al río Mississippi desde una altura de 20 metros- carecía de apoyos estructurales para prevenir que una falla pudiera amenazar la integridad de la edificación. Otros 756 puentes en todo el país tienen el mismo diseño, informó el New York Times. Por ahora, esa "deficiencia" costó la vida a por lo menos cinco personas, la desaparición de ocho y decenas de heridos.
Un 27 por ciento de los 590 mil puentes del país fueron considerados por los ingenieros civiles como "estructuralmente deficientes o funcionalmente obsoletos". El Puente Número 9340, el más usado en todo el estado de Minneapolis, había sido clasificado como "estructuralmente deficiente" durante por lo menos 17 años, según autoridades estatales y federales. Esa clasificación es compartida por 77 mil puentes más a nivel nacional, indicó el diario Washington Post.
El hecho es que, como se mostró en el caso de Nueva Orleáns, los políticos optan casi siempre por sacrificar los fondos de mantenimiento de la infraestructura civil ante casi cualquier otra prioridad.
Todos los políticos, por supuesto, expresaron de inmediato su preocupación por la infraestructura nacional al responder a la noticia del puente en Minneapolis, como igual lo hicieron con Nueva Orleáns hace dos años. "Tenemos una infraestructura -carreteras, puentes, presas- en pésimas condiciones en todo el país y debemos observar esto duramente", declaró el líder del senado Harry Reid la semana pasada.
Aunque el Congreso aprobó en 2005 casi 290 mil millones de dólares para asuntos de transporte para los próximos seis años, el gobierno necesitará gastar 188 mil millones en los próximos 20 sólo para componer los puentes del país, según un cálculo de la sociedad de ingenieros civiles.
Para la cúpula empresarial, esta falta de suficiente inversión pública en la infraestructura -sobre todo en sistemas de transporte incluyendo las carreteras- podría tener consecuencias económicas catastróficas. "Muy ronto se nos va agotar la capacidad, y eso pondrá frenos severos a la productividad, la tasa de ganancias y nuestro modo de vida", advirtió Janet Kavinoky, directora de asuntos de infraestructura de transporte de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, en entrevista con el Washington Post hace unos días.
Por otro lado, algunos gobiernos estatales, ante la limitada inversión pública federal y con cada vez más altos costos para mantener la infraestructura, han tenido que acudir al sector privado para mantener o ampliar sus carreteras, opción promovida por el gobierno de George W. Bush, según reporta el Post. O sea, se empieza a privatizar la infraestructura pública.
No pocos aquí, al enterarse del puente en Minneapolis, respondieron con "el gobierno gasta 2 mil millones a la semana en Irak, pero no invierte en sus propios puentes aquí". Fue la misma reacción cuando fracasaron los primeros esfuerzos de rescate en Nueva Orleáns, ya que el equipo y el personal necesario -sobre todo de la Guardia Nacional- estaba a miles de kilómetros de la región... en Irak.
La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) -agencia del Poder Legislativo no partidista de investigación- calculó que desde septiembre de 2001 a hoy día, el Congreso ha autorizado un total de 602 mil millones en fondos destinados a la "guerra contra el terrorismo", en particular las operaciones militares en Irak y Afganistán. El CBO calcula que hoy el gobierno está gastando 11 mil millones de dólares al mes en Irak y Afganistán (9 mil millones de éstos en Irak).
Al calcular el gasto potencial durante los próximos 10 años, el CBO dice que, dependiendo del tamaño de la presencia militar estadunidense en esos países y otros factores, Estados Unidos podría tener que invertir entre 481 mil millones y un billón 10 mil millones entre 2008 y 2017.
Al parecer, hay más que suficientes fondos públicos para la guerra del otro lado del mundo, pero no suficiente para asegurar que los puentes no se caigan, los diques no se derrumben y los tubos subterráneos no estallen en casa.
Este país se está cayendo, literalmente, por dentro.