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General: Lula, el negrero
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: YoelA  (Mensaje original) Enviado: 13/08/2007 16:11
Publicado el domingo 12 de augusto del 2007

Lula, el negrero

CARLOS ALBERTO MONTANER

En 1850 el Congreso de Estados Unidos aprobó la Fugitive Slave Law por una mayoría abrumadora. Los esclavos que escapaban debían ser devueltos a sus amos inmediatamente. Nadie podía socorrerlos. El que ayudara a un negro fugitivo sería severamente multado. El que lo entregaba a su amo sería recompensado. Los esclavos ni siquiera podían acudir a los tribunales. No eran sujetos de derecho. El debate que precedió a la aprobación de la ley, leído en nuestros días, es muy esclarecedor. Se centró en los derechos de propiedad. La lógica esgrimida por aquellos doctos varones (entonces las mujeres ni votaban ni eran electas) se fundamentaba en la tradición legal: la grandeza del país dependía de la seguridad jurídica que amparaba a las cosas poseídas. Los esclavos no eran personas. Eran cosas (los griegos los llamaron ''herramientas parlantes'') y las cosas no tenían derechos. De manera que todo caballero verdaderamente patriota debía proceder de acuerdo con la ley y devolver al propietario aquella cosa oscura y asustada que había escapado de sus manos.

La historia viene a cuento de la devolución a Fidel Castro de los dos jóvenes negros, campeones de boxeo, que trataron de refugiarse en Brasil tras los recientes Juegos Panamericanos. Se llamaban Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara. Tenían el proyecto de trasladarse a Alemania de la mano de unos promotores profesionales con los que secretamente estaban en contacto, donde se transformarían en profesionales y en poco tiempo, dada la habilidad que poseen para dar y recibir golpes, seguramente se convertirían en millonarios. Aparentemente, el propio Fidel Castro, que es el propietario de estos muchachos, se comunicó con Lula da Silva y le exigió que colaborara con la inmediata devolución de la mercancía. Lula, que entiende la lógica de los negreros, se compadeció del viejo y enfermo dictador. El pobre Fidel había criado a estos boxeadores y los había formado con buenos entrenadores. Los negros eran suyos. Mandó, pues, a la policía a realizar su trabajo.

Esta triste anécdota revela exactamente la naturaleza del régimen cubano, la forma en que Fidel Castro ejerce su autoridad sobre sus súbditos, y el tipo de relación que mantiene con las demás naciones. Poco después del incidente declaró que los deportistas cubanos no acudirían a la próxima competencia internacional. Tendrá lugar en Estados Unidos y teme una deserción en masa de los atletas. Para su desgracia, la Fugitive Slave Law fue derogada tras la Guerra Civil y Estados Unidos ya no respeta los derechos de propiedad. El presidente Bush no es Lula y no devolvería a los ingratos desertores. Hace apenas tres años, medio centenar de bailarines cubanos que habían acudido a Las Vegas para presentar un espectáculo musical manifestaron su deseo de ser libres y hacer con sus vidas lo que deseaban, y el pérfido imperio les permitió quedarse en el país. Fidel Castro sintió que le habían quitado algo suyo. Así son estos gringos de malvados.

Para Fidel Castro, Cuba es una hacienda grande donde es suyo todo lo que existe o crece. Como las vacas son suyas, matar una clandestinamente para darle de comer a la familia hambrienta se paga con siete años de cárcel. Más de lo que el código penal le asigna a quien comete un homicidio. Son suyas, incluso, las langostas que se mueven lentamente en el fondo del litoral cubano. Pescarlas para aliviar el hambre es un delito tan grave como lo era cazar animales furtivamente en los cotos reales cuando los reyes mandaban en el mundo.

Lo que se entiende menos es la vil colaboración del presidente Lula da Silva con esta infamia moral. ¿No se supone que estamos ante el primer presidente latinoamericano que procede de la clase obrera, el primero que podía entender mejor que nadie la tragedia de los oprimidos? ¿Pensaría que la libertad de estos dos pobres boxeadores negros no tiene la menor importancia? Puede ser. Así pensaban los negreros. A fin de cuentas, Brasil fue el último país del mundo en derogar la esclavitud. Sucedió en 1888. Cuba, en 1886, fue el penúltimo en darles la libertad a los cautivos. Todavía subsiste en los dos países la mentalidad de los traficantes de personas, quiero decir, de cosas. Yo sabía que Fidel Castro era uno de esos negreros. Ignoraba que Lula era otro.

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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: YoelA Enviado: 13/08/2007 20:07
Publicado el domingo 12 de augusto del 2007

CRONICA DE DOMINGO

Yo, el Supremo, y los cimarrones

RAUL RIVERO

Madrid -- El controvertido y publicitado regreso a Cuba de dos boxeadores olímpicos que habían decidido abandonar la delegación de su país a unos juegos celebrados en Brasil y la presencia de Fidel Castro como policía, juez, cronista y chismoso de barrio en la tragicomedia, tiene que producir un sobresalto en los especialistas que desde hace meses aseguran que el personaje no dirige ni en su casa.

El episodio se recibe entre los tirones finales de la máscara que trata de fijarle la propaganda a la dictadura. Y ha puesto en escena --desnudos y con las manos en alto-- a dos hombres atemorizados que calcularon mal la bajada del ómnibus en marcha porque en la parada seleccionada había cómplices del chofer o porque quienes les ayudarían eran ineptos o indiferentes. O porque los protagonistas no tendrían más espacio en la cabeza que el que está dedicado a discernir los alcances del jab y los del opercut.

Los manejos del asunto con el compañerito Lula da Silva, la obligada presencia de gorilas cubanos en el trasiego y el repentino arrepentimiento de los atletas vuelve a enseñar al mundo (como si hiciera falta) la esencia represiva del régimen, la infinita variedad del miedo que produce y las distancias que pueden cubrir el odio y el desprecio por los cubanos.

La operación se completó con los textos que escribió desde su cama Fidel Castro en los que acusó a los dos jóvenes de mercenarios, primero; los perdonó, después y finalmente, con ellos afianzados en una casa de seguridad en La Habana, volvió a arrollarlos con su prosa de abogado de baratillo y los denunció ante sus esposas como gozadores perversos que disfrutaron, durante sus pocas horas de libertad, de unas seguramente espectaculares y cálidas prostitutas brasileñas que cobraban 100 dólares por día.

Para que no quedaran dudas de su autoridad anunció que no volverían a boxear, que se les daría un trabajo vinculado con el deporte y que Cuba no enviaría delegaciones deportivas a Estados Unidos ni a los Juegos Olímpicos de Pekín para no darle carne fresca a los promotores del boxeo profesional que tratan de reclutar talentos jóvenes.

Como está establecido desde hace medio siglo, comparó la escuadra de boxeadores con una unidad militar. Después, dio órdenes para que la jauría de los panfletos nacionales dieran cuenta de los restos de los dos atletas y, efectivamente, pusieron a uno de ellos en cámara a decir --con los ojos en el piso-- ``yo soy muy revolucionario''.

Punto final. Una carga de pastillas y a dormir. Ni el gobernante en funciones, nadie del consejo de ministros, ninguno de los fervientes y fraternales funcionarios que supuestamente ahora conducen el país por el camino correcto, salió desde la esquina roja del ring a tirarle una toalla a Fidel Castro para que saliera de las cuerdas porque él ya había anunciado su jubilación.

No hubo uno que se atreviera a quitarle los guantes, el short y el protector dental. Durante todos esos rounds reiteró que es el dueño del stadium y de los guantes, que alimentó a los peleadores y que es el campeón de todos los pesos. Hizo saber que es el árbitro y el narrador deportivo, al tiempo que representa al conjunto de jueces, hace de masajista, de médico y de entrenador.

Con esa muestra de dominio y de capacidad de manipulación desde la que decidió, en un párrafo, hasta el destino del boxeo olímpico del país, es muy difícil entender qué cantidad de poder transfirió hace un año Fidel Castro, mientras sostenía las primeras reuniones para arreglar su desembarco en el infierno.

En este circo se ha visto un solo gobierno supremo. Hay otro que vivaquea en los palacios y en los puestos de mando. De modo que son dos. Los dos espurios y con el mismo objetivo: permanecer. Aunque para ello haya que salir a fajarse de campana a campana, con la pistola en la mano, exponer la cara única de los totalitarios y sacrificar a dos boxeadores asustadizos que aspiraban a ser libres.


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: matilda Enviado: 13/08/2007 20:07
Epppppaaa!!!!! como impresiona leer a estos chicos inestables........resulta que en Abril nomas Lula era "o mais grande do mundo"cuando firmo el pacto suicida con Bushito ,para fabricar combustible con la comida de los campesinos, se mandaba de cara al progreso, a pura tecnologìa, despegandose de los zurditos procaces ........y ahoraaaaaaaaaaaaaaaaa, eh??? ....volviò al esclavismo?????
Por las barbas de Trotsky !!!! que nìvel de consecuencia !!!!!
 
matilda


 
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