VIERNES 5 de OCTUBRE de 2007
5/10/2007
Estados Unidos y España
¿Dónde está la derecha liberal conservadora?
Resulta insultante que muchos políticos de la derecha española y norteamericana prefieran pasar página en torno a temas claves, guardar su escaño y mirar para otro lado, en un acto de complacencia impropio de lo que la ciudadanía exige de sus políticos. Tal es la consecuencia de la conformidad, la llamada moderación y el centrismo, versión idiota de lo políticamente correcto entre los complacientes de la derecha a uno y otro lado del Atlántico.
Hace falta ejercer una clara defensa de los valores de la derecha liberal conservadora frente al insulto permanente de las izquierdas políticas.
Por Alberto Acereda
En el zoo de las izquierdas políticas, a nadie escapa su notable fortaleza para mantener un discurso ideológico tan incoherente como falso, tan probadamente fallido como generador de pobreza económica y miseria moral. Aun así, el aparato propagandístico de esas izquierdas políticas sigue funcionando perfectamente, incluso después de la caída del comunismo. A día de hoy, la pose de la progresía se reencarna hasta en falseados socialismos del siglo XXI, al estilo castro-chavista y siempre con el beneplácito de las mal llamadas socialdemocracias europeas y las tiranías de los ayatolás.
Frente a la propaganda y la falsificación de la realidad, resulta enojoso el notable olvido ideológico y la relativa inconsistencia en la aplicación de los principios fundamentales que cunde en la mayoría de los partidos de la derecha política: al menos en los que , sobre el papel, se ubican en la derecha conservadora, o liberal conservadora. Valga, en este sentido, y para probarlo remitirse al paradigma transatlántico y al caso de España y Estados Unidos.
Con las pertinentes analogías y diferencias de rigor, el Partido Popular en España y el Partido Republicano en Estados Unidos ejemplifican en los últimos tiempos esa situación ambivalente de pusilanimidad en la defensa de su auténtica ideología y en la aplicación de los valores que animan a la gran mayoría de su base social. En principio, se trata de dos partidos políticos unidos por un lazo ideológico definido como “conservador” en Estados Unidos y “liberal” en España. Al margen de las conocidas tentaciones “centristas” y “moderadas” de algunos figurones en cada uno de los partidos, se trata en ambos casos de coaliciones de grupos aunados bajo un mismo partido que han triunfado cada vez que han hecho de verdad gala de sus auténticos principios y los han aplicado sin complejos.
Nos referimos a las bases ideológicas de la derecha liberal conservadora que hace falta rescatar urgentemente y aplicar sin demora tanto en España como en Estados Unidos. No hay otra opción si uno y otro partido quieren realmente ganar las respectivas elecciones que en España y en Estados Unidos se celebrarán a lo largo de 2008. Es esa visión y fe en el ideario liberal conservador la que una amplia mayoría de la base electoral de ambos partidos de la derecha española y norteamericana viene reclamando. Es la misma visión que venimos desde aquí defendiendo frente a las izquierdas socialistas o socialdemócratas y los utópicos colectivismos propios del Partido Socialista en España y, a su modo y manera, del Partido Demócrata en Estados Unidos.
Aceptemos que las diferencias son muchas entre todos estos partidos, y más cuando indagamos en la cuestión diferencial transatlántica. Sin embargo, en lo que toca a las izquierdas, en los dos partidos -el Socialista español y el Demócrata norteamericano- se ha producido un giro sustancial más o menos disimulado hacia los viejos reclamos de las izquierdas: en el socialismo español, a través de un intento de abrir las viejas heridas de la memoria histórica española, con las consiguientes fracturas y desmanes constitucionales; en el Partido Demócrata, mediante una pérdida del sentido de estado que tradicionalmente había guiado a este gran partido, hoy casi ya irreconocible.
Con todo, y al margen de entrar a considerar la actual deriva ideológica de las izquierdas, hay un hilo conductor y unos síntomas que ayudan a comprender la urgente necesidad que tiene la derecha liberal-conservadora española y norteamericana de salir al paso y no perderle el pulso a esta batalla de las ideas. En estos peligrosos albores del siglo XXI, se palpa un cierto miedo tanto por parte del Partido Popular como del Partido Republicano a la hora de hablar claro, de liderar un auténtico movimiento liberal conservador en las ideas y en la práctica. Hace falta sustituir el mero interés en la imagen, la reputación, la fotogenia, el maquillaje… por un enfoque serio en los temas que afectan verdaderamente al ciudadano. Falta sustituir lo superficial por la sustancia, el efecto y la popularidad por los hechos, las preguntas por las soluciones. Y lo más importante, hace falta comunicar bien las ideas.
Es así cómo a ambos lados del Atlántico se percibe en la derecha política una excesiva prudencia, lindante con el miedo, miedo a entrar de lleno sobre temas controvertidos como la defensa de la vida, la educación, la inmigración ilegal o la lucha contra el terrorismo que incluye lo que pasa en Irak. Hay miedo en la derecha al insulto, a que se le identifique demasiado con figuras -ejemplares, por otra parte- como José María Aznar o George W. Bush, a que a uno –por ser de derechas- se le llame falsamente "fascista" o "racista". No hay, en fin, mayor error que ese miedo al insulto barato e infundado de las afectadas izquierdas esquizofrénicas. No debe haber miedo porque no ha habido mayores fascistas que aquellos regímenes impulsados precisamente por el nacional socialismo –nazi- o el estalinismo socialcomunista. Porque no ha habido mayor miseria humana que la propiciada por el marxismo y sus variantes socialistas, incluidas las socialdemocracias.
Resulta insultante que muchos políticos de la derecha española y norteamericana prefieran pasar página en torno a temas claves, guardar su escaño y mirar para otro lado, en un acto de complacencia impropio de lo que la ciudadanía y, sobre todo su ejemplar base social, exige de sus políticos. Tal es la consecuencia de la conformidad, la llamada moderación y el centrismo, versión idiota de lo políticamente correcto entre los complacientes de la derecha a uno y otro lado del Atlántico.
La cuestión entonces no es otra que saber definir con claridad de qué va eso de la derecha liberal conservadora, cuáles son esos valores que se han olvidado y que cabe recuperar con urgencia en España y también, en buena medida y guardando las distancias, en Estados Unidos. Se trata de los verdaderos valores y principios del liberalismo conservador, o si se quiere del conservadurismo liberal. Ellos serán el objeto de nuestra próxima columna.