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General: âââ EL AGENTE JULIÃN.âââ
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De: esteban_casa챰as (Mensaje original) |
Enviado: 28/10/2007 19:35 |
“”” EL AGENTE JULIÁN.”””
Un día abandonas tu tierra pensando escapar de toda esa fauna de chivatos que te rodeaba, creíste que lo lograrías, muy poco tiempo después comprendes que te equivocaste. La llegada de cualquier desertor era tal vez una de las noticias más difundidas de boca a oreja, volaban. Luego y sin explicación razonable, eras visitado por curiosos que esgrimían cualquier justificación a su presencia. Unas veces por exagerada solidaridad donde se ofrecía cualquier tipo de ayuda no solicitada, otras veces por matar el tiempo y la curiosidad crónica del cubano. No podía faltar la visita del que lo hacía cumpliendo alguna extraña orientación, ése, trataba de confundir, sembrar el pánico por una deportación inexistente, y en el peor de los casos, ofrecía consejos que podían conducirte a violaciones de ciertas leyes que desconocías. Mientras transcurre ese tiempo hospedado en un hotel de inmigración, te conviertes en un pequeño trofeo de esa comunidad o en el objeto de trabajo de cualquiera de sus visitantes. Una vez fuera de esas cuatro paredes, habías sido contagiado con el mismo virus y repites los pasos de aquellos que una vez te visitaron.
Julián fue uno de los primeros en visitarnos, hablo en plural porque yo deserté con una camarera del barco y compartimos la misma habitación con diferentes camas, creo que fue el primero en tocarnos la puerta. Sus visitas fueron casi diarias y a cada rato se presentaba con alguna golosina. Después nos invitó a salir para conocer a otros cubanos radicados en esta ciudad, esos paseos tuvieron una frecuencia casi semanal. Era bastante joven, estaría picando los treinta años, alto, bien parecido, muy blanco y de ojos azules. Podía ubicársele en Norteamérica o cualquier país europeo, sin realizar esfuerzo alguno pasaba inadvertido como canadiense. Si algo constituía un desastre en su persona, fue el aliento repulsivo que tenía, podías sufrir sus efectos a más de un metro de distancia. Luego me explicó que era una enfermedad de su estómago por el exceso de no sé cual ácido, tuvo que ser sulfúrico, era irresistible.
Fue uno de los pioneros en el jineterismo, me dijo haber llegado casado con una canadiense en aquellos tiempos donde todavía no se había abierto ese tráfico fluido de turistas a la isla. La historia es la misma de decenas escuchadas en estos últimos tiempos, el matrimonio duró muy poco, no funcionó. Trataba de ocultar las mismas razones de centenares de individuos como él, utilizaron a sus víctimas para escapar. Era de aquellos seres que nunca satisfacen su avidez por conocer de tu persona y planes, pero prontamente te disparan el sistema de alarma cuando compruebas que en cambio ofrecen muy poca información de su vida. No mirarte a los ojos cuando hablaba, era un detalle que siempre disparó esa alarma en mí aunque fuera de una manera injustificada, pero en muy pocos casos podía considerarla una apreciación errada. Esta vez me dejé llevar por esa natural intuición, y por supuesto, todo lo relativo a su vida oculta intencionalmente.
Una vez fuera del hotel y con un apartamento alquilado, ya conocía a una buena parte de la escasa comunidad cubana en Montreal, compuesta en casi su totalidad por desertores de diferentes esferas de la sociedad cubana. Llegaron a constituir mayoría aquellos jóvenes que se quedaron durante sus viajes de regreso de la desaparecida Unión Soviética, más tarde fueron superados por las deserciones de marinos de ambas flotas, pesca y mercante. En medio de ese ambiente y constante crecimiento de la comunidad cubana, Julián me propone tratar de formar una organización que agrupara a los cubanos. Hay que destacar que en esos tiempos ya existía el CID en Montreal, integrada por un pequeño grupo de cubanos adultos en su mayoría, pero con la incapacidad de crecer por una diferencia abismal entre generaciones. Unos eran demasiado mayores y la otra, integrada por jóvenes hastiados del discurso político y con otros proyectos personales donde palabras como Patria quedaba excluida. Años posteriores esa situación empeoró con la arribada en masa de jineteros de ambos sexos, pingueros y otras lacras de nuestra sociedad, resultando imposible reunir a jóvenes brillantes con esos elementos cuya sola presencia desacredita cualquier intento de unión.
Logramos convocar y reunir a unas quince personas en el saloncito que pertenecía a una organización religiosa, recuerdo que estaba en el sótano de una vivienda ubicada en la calle St. Denis y muy próxima a Jean Talon. Podemos calificar de exitosa aquella reunión que dejó constituida la mayor organización cubana conocida hasta entonces en Montreal, podemos suponer también que las alarmas del Consulado cubano se dispararan inmediatamente. La fundación de esa organización se hizo pública a través del mayor diario de habla hispana en Toronto, me refiero a El Popular. Sin embargo, mi alarma personal se encontraba en acción desde un tiempo atrás.
-Yo me propongo como Presidente de esta organización, tengo más experiencia que ustedes en este campo porque pertenecí a la disidencia cubana en la isla, y porque mantengo vínculos con varias organizaciones de Miami que pudieran resultar beneficiosas para nosotros. Esas fueron sus palabras en el momento que se iba a someter a votación las propuestas que surgieron dentro del grupo. Nadie se opuso a un planteamiento antidemocrático como aquel, existían varias razones a destacar. Nadie estaba acostumbrado a vivir en democracia, el carácter indiferente del cubano en este aspecto se extendía hasta nuestra nueva ciudad, y por último, se mantenía latente el miedo inyectado en La Habana para reclamar cualquier derecho por muy insignificante que fuera, Julián quedó como presidente en aquella reunión.
Todo fue un desastre desde sus inicios y la actitud de Julián, estaba encaminada a lograr el descrédito de las organizaciones con las cuales verdaderamente mantenía ciertos vínculos. No fueron pocas las oportunidades en las que se solicitó cartas a esas organizaciones, donde expresaran la militancia de ciertos individuos con causas pendientes por delitos comunes. Nunca escuchó mi oposición a tal procedimiento y su alegato era muy simple, estamos protegiendo a un cubano. La lista de acontecimientos y procedimientos negativos trajo como consecuencia la autodestrucción de aquel grupo desde su estado embrionario. Disuelto de una vez por todas, me dediqué como cualquier ser humano a prestarle más atención a mis problemas personales, los normales de un recién llegado.
Comencé a trabajar en una fábrica en un turno de once de la noche a siete de la mañana, una de esas noches y por las casualidades inaceptables del destino, Julián comienza a laborar también en el mismo lugar. Su acercamiento hacia mi persona fue realizada de una manera un poco más inteligente que la vez anterior, sabía perfectamente de la existencia de viejos resentimientos por el fracaso experimentado. Era indudable que estaba recibiendo asesoramiento y su sed por conocer de mis planes futuros era insaciable. Esta vez decidí mostrarme cauteloso y esquivo en cuanto a los temas que trataba de abrir durante la media hora de comida que teníamos diariamente. Poco a poco lo fui conduciendo hacia el terreno que yo deseaba explotar, me acordé mucho de aquel libro leído en la isla y del daño que puede originar una sola persona, me refiero a “Aquí Sorge desde Tokio.” Julián quiso tenderme varias trampas, entre ellas cabe destacar una de gran importancia, como el asesinato de Máximo Morales, justificando su ajusticiamiento con razones absurdas e inaceptables. Pero poco importaban aquellas razones, nunca he tenido en mis planes acontecimientos manchados por la violencia. Mi rechazo a esa loca idea fue expuesta de una manera inteligente para tratar de no despertar sus sospechas, Julián comenzaba a sentirse seguro del trabajo que realizaba. Comencé a insinuarle sutilmente sobre supuestos contactos con organizaciones extremistas de Miami y eso despertó aún más su apetito de información.
-Compadre, no podemos mantenernos en esta inactividad de mierda. Me dijo una de aquellas noches.
-No te preocupes, las cosas a su debido tiempo. Hay que dejar espacio para que se olviden un poco de que existimos, solo puedo asegurarte algo, el próximo palo va a sonar hasta en la conchinchina. Le respondí sin brindarle más datos y partió hacia su puesto de trabajo algo intrigado cuando sonó el timbre.
-¿Hay algo nuevo? Me preguntó al día siguiente.
-¿Algo nuevo sobre qué?
-Sobre la bola que me soltaste anoche.
-Sí, precisamente me llamaron hoy en la tarde desde Miami, creo que la cosa va a ser dura de verdad. Ya les contesté que no deseaba involucrarme en el negocio, pero me solicitaron que al menos les sirviera de guía en esta ciudad y en eso no pude negarme.
-Me imagino que con esa gente uno no pueda estar inventando tantas justificaciones, quedarías como un pendejo. ¿Qué piensan hacer?
-¡Muchachooooo! Ni te imaginas. ¿Sabes que hay planificado un concierto de Pablo Milanés el mes que viene?
-Sí, ya se han vendido todas las entradas, ¿tiene que ver con él la cosa?
-¿Qué si tiene que ver? Va a venir un grupo para secuestrarlo y luego canjearlo por María Elena Cruz Varela.
-¡Wooow! Estamos hablando de un juego de las grandes ligas, eso sí que va a sonar de verdad, ¿y te han adelantado algo?
-¡Asere! Esa gente no habla mucho, son profesionales. Imagínate que traen hasta francotiradores por si se complica la cosa.
-¡Consorte! No te vayas a meter en esa candela, en Canadá las leyes contra los terroristas son implacables.
-Ya te dije que no voy a participar en la acción, seré el guía de ellos mientras realizan los preparativos y después que se encuentren adiestrados en el conocimiento de la ciudad yo quedo fuera de juego.
-Es lo mejor que puedes hacer.
Pasaron varias semanas donde se trató sobre el tema hasta que nos aburrió hablar de lo mismo con lo mismo, mientras el tiempo transcurría y se acercaba la fecha del mencionado concierto. Julián se mostraba mucho más amistoso y comunicativo, pero los conocimientos sobre su vida particular continuaban siendo muy limitados. Un día, hablando con una prima que había sido vecina suya en La Habana, se me ocurrió preguntarle sobre el personaje y su respuesta confirmaba mis sospechas.
-¿Julián? Vivía al lado del sastre que le decíamos “Plumero”, ¿te acuerdas de él?
-Claro que me acuerdo de Plumero, pero no tengo ni la más remota idea de dónde vivía este chamaco.
-¡Chico! En la puerta que daba al lado de él, ya sabes que Martha vivía a la izquierda, pues ese chama vivía con su madre en la puerta que quedaba a la derecha.
-¿Y qué tal era ese fiñe?
-¿Qué tal? Lo que la gente del barrio comentaba sobre él no era nada bueno, dicen las malas lenguas que era chiva del aparato, ¿está viviendo en Montreal?
-Sí, vive por acá desde hace un tiempo.
-Bueno, pues cuídate las nalgas, ya sabes que de esa gente no se puede esperar nada bueno. Mi prima vivió a dos puertas de Plumero durante más de diez años y se conocía, como todo el mundo en la isla, la vida y milagro de todos sus vecinos.
-¡Asere! No han planificado nada nuevo. Me preguntó varias semanas después de haber sido cancelado el concierto de Pablo Milanés con alegatos de enfermedad del cantautor cubano, una o dos semanas después actuaría en España. Aquella cancelación supuso la devolución del dinero recaudado por las ventas de las entradas y apareció en una pequeña nota de la prensa hispana local.
-¡Si supieras! Tú sabes que el asunto es joder un poco.
-¿Hay algo en plan?
-Sí, es muy sencillo y no hay que movilizar a mucha gente, tú sabes que aquí entran barcos cubanos con una frecuencia de dos veces por mes.
-Sí, a cada rato mando cosas para Cuba con un socio que navega en el Maceo. Julián mencionó el nombre del buque olvidando el incidente ocurrido con el Bebo y que precisamente él fuera la persona que abortó el intento de agarrarlo y soltarlo encuero frente al Consulado cubano. -¿Van a realizar algún sabotaje?
-¿Cómo vas a pensar que yo pueda cometer un acto criminal en contra de una gente que compartió su vida conmigo? Eso lo manifesté fingiendo cierto grado de enojo.
-No quise decir eso, compadre. Solo te preguntaba.
-¡Nada, fíjate bien! Nada que pueda provocar la muerte de un cubano estará dentro de mis planes nunca.
-¿Y qué pueden realizar en contra de un barco sin afectar a su tripulación?
-Muchas cosas, no olvides que yo fui un oficial de ellos. Por ejemplo, ahora que hay frío yo sé que la gente hará sus guardias de portalón dentro de la superestructura. Tú sabes que la gente del patio no resiste ni está acostumbrada al frío de acá.
-¿Entonces?
-¿Entonces? Será muy fácil llegar en un auto y cortar los cabos de amarre.
-No te entiendo.
-¡Claro! Es lógico que no entiendas. ¡Oye, muchacho! Tú le cortas los cabos a un barco y con la corriente que tiene este río van a parar a casa del carajo. ¡Imagínate tú! En lo que el palo va y viene, se da cuenta el guardia de portalón (si no está dormido o comiendo mierda) En lo que da la alarma, se despierta la gente, ocupan puesto de maniobras, arrancan la máquina, que como es de suponer, se encuentra totalmente fría. En lo que ocurre todo eso ya doblaron por Québec, y cuando logren soplar máquinas ya se encontrarán en el Golfo de San Lorenzo, ¿te das cuenta? ¡Claro! Si antes no descojonaron todo lo que se encuentre a su paso.
-¿Incluyendo el puente Jacques Cartier?
-Vamos a tratar de que sea por los muelles cercanos a Pie IX para evitar daños al puente.
-¡Ño! Esa está más dura que la de Pablo Milanés, ¿viste como se enfermó el tipo?
-Ya lo vi, pero un barco no se puede enfermar. Varias semanas después me llamó un socio que había atracado en Trois- Rivières, él viajaba con frecuencia a este país.
-¡Coño, compadre! Déjate de hijaputadas, no jodas consorte, tú no eres terrorista ni la cabeza de un guanajo. Por favor, déjanos dormir tranquilos, no es fácil estas guardias con el frío que hace.
-¿Qué pasó, mi hermano?
-¡Ná! Que han reforzado las guardias por culpa tuya. Ahora hay que hacer guardias en los cabos de proa, en el portalón y en los cabos de popa. ¡Asere, para eso! Yo sé que tú eres un jodedor. ¡Hazlo por los socios!
En la acera del Louvre (así le decíamos los de la vieja guardia a la acera que estaba frente a nuestra empresa), se encargaron de difundir que yo era un agente encubierto de la Seguridad del Estado. Paradójicamente, antes de recalar los barcos al puerto de Montreal y durante las reuniones de arribada, se comentaba que yo era dirigente de una organización terrorista y debían evitar todo contacto conmigo. En términos generales lograron el aislamiento que se propusieron, mi encuentro accidental con cualquier miembro de la marina cubana tenía los mismos efectos de un encontronazo con Lucifer, la gente huía espantada. Presas del miedo que hoy es propiedad absoluta de los cubanos, se me dificultó el envío de medicamentos a mi madre enferma. Lo peor, la mayor parte de las cosas que envié para ayudar a mi familia a sobrevivir mi ausencia, fueron robadas por mis antiguos “compañeros de trabajo”. Nunca quise utilizar cualquiera de las vías probables que delataran sus vínculos conmigo, razón suficiente para que fueran expulsados de la flota por relacionarse con el “enemigo” por una sola razón, la vida de sus familiares no tenía por qué verse perjudicada por el robo de cuatro porquerías. Siempre he pensado que un día llegará, donde yo pueda decirle en sus caras lo bajos y ruin que fueron.
Julián no era “agente”, realmente esta ciudad se encuentra repleta de “agentes” desde hace decenas de años, es una plaza sumamente importante para el gobierno cubano y nunca estará en disposición de renunciar a ella. Cuando aprendes, es muy sencillo identificarlos. Solo los profesionales escapan, pero esos espías evitan todo contacto con miembros de la comunidad cubana. Ellos cumplen estrictamente el programa que justifica su presencia en este país, sean a mediano o largo plazo. Su fingida inocencia no puede ser detectada quizás por la inteligencia de los países donde radican, sin embargo, los cubanos hemos aprendido a detectarlo con la misma facilidad que la intuición femenina descubre a un ganso. Puede que unas veces más que otras el tiempo sea prolongado, pero siempre hay un detalle que los delata, lo mismo le ocurre a los que llevan el maricón oculto en sus entrañas. Julián vive hoy en Miami, después de él pasaron otros, y otros, y otros, y otras también. Quedan algunos trabajos pendientes.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2007-10-28
Y si tenéis por rey a un déspota, deberéis destronarlo, pero comprobad que el trono que erigiera en vuestro interior ha sido antes destruido. Jalil Gibrán. Otros trabajos pueden encontrarse en las sig. direcciones: http://www.conexioncubana.net/index.php?st=content&sk=blogcategory&id=176&sitd=416&showcatname=ok http://www.amigospais-guaracabuya.org/#casanas http://www.conexioncubana.net/blogs/esteban/
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