Imitando la voz de Bush, Vidal declara: “Soy un presidente de tiempos de guerra, soy un presidente de tiempos de guerra… Bueno, es un idiota de tiempos de guerra, eso es lo que es”.
Los Ángeles, 6 de noviembre. “Hemos perdido la república y nuestras instituciones”, afirma Gore Vidal, al reiterar que “hemos sufrido un golpe de Estado y (George W.) Bush ha demolido a la Constitución”.
El escritor y legendario activista político estadunidense considera, en entrevista con La Jornada, que el estado de esta nación es tan malo que tal vez ya no tiene remedio. “Pocos aquí entienden este punto, pero es lo que ha ocurrido con Bush. Hasta hemos perdido el único regalo que nos dejó Inglaterra cuando nos abandonó a nuestro individualismo: la Carta Magna y el habeas corpus, todo lo que dio el tono del Siglo de las Luces a Estados Unidos”.
Vidal es uno de los escritores y críticos políticos más influyentes de Estados Unidos y su participación en los circuitos culturales y políticos de primer nivel durante las últimas décadas lo confirma como una de las voces más lúcidas en el debate político-intelectual de este país y en el mundo. Esa voz se ha vuelto cada vez más feroz después de que llegó al poder lo que él ha llamado la “junta Cheney-Bush”.
“Bush es algo nuevo”, dice cuando se le pregunta si el actual gobierno sólo es lo peor de lo que ha habido o significa un cambio cualitativo. “Odia a la república. No la entiende. Consigue a esta pequeña comadreja, (Alberto) Gonzales, su abogado personal, y lo único a lo que éste se dedica, antes de que finalmente el Congreso lo obligue a renunciar (como procurador general), es legalizar todo acto ilegal o inconstitucional de este presidente inconstitucional y malicioso que cree en la tortura, cree en matar gente, cree en la guerra unilateral contra otros países que no nos han ofendido de ninguna manera y no nos pueden dañar de ninguna manera”.
Imitando la voz de Bush, Vidal declara: “Soy un presidente de tiempos de guerra, soy un presidente de tiempos de guerra… Bueno, es un idiota de tiempos de guerra, eso es lo que es”.
–¿Y por qué no hay una respuesta masiva de este pueblo ante estos actos tan explícitos y conocidos, trasmitidos por televisión a todos?
–Y todos han descubierto que nada de esto le importa al pueblo estadunidense. Nos han convencido de que somos perfectos. Somos la envidia del mundo, nos dicen la economía número uno del planeta. Nada es verdad, pero nos han educado para creerlo. Cuenta que viaja por todo el país dando conferencias, “y frecuentemente tengo que anticipar las preguntas del público. Una de las cosas a las que tengo que responder es esa afirmación de que ‘todos en el mundo quisieran vivir aquí’. Les respondo que nadie quiere nuestro sistema de salud, ¡por Dios! Y les pregunto: ¿cuándo fue la última vez que vieron a un noruego con una green card? ¿Quién dejaría Noruega para vivir aquí?”, aunque no deja de apuntar: “ése es el país más aburrido de la Tierra”.
Se le insiste: si todos los mitos de lo que hace de éste un “gran país”, el “ejemplo para el mundo” en derechos constitucionales y democráticos, han sido destruidos en estos años, ¿cómo es posible que no haya una reacción popular mucho más amplia hasta el momento?
“De eso se trata un golpe de Estado. Éstas (quienes están en el gobierno) son las peores personas del mundo. Los hombres del petróleo, del gas, los ladrones, gente de Texas, un estado al que me gustaría restaurar su antigua independencia y echarlo a los lobos de México –dice, regodeándose en su humor malicioso ante las protestas del entrevistador, y agrega en español–: a la chingada con Texas”.
Vidal dice que en respuesta a todo eso se ha dedicado a rescatar la memoria nacional: ha escrito novelas históricas, ensayos sobre diferentes épocas de este país, y hasta obras de teatro (acaba de representar el papel de Lincoln en una obra de Aaron Copland, en la famosa arena de espectáculos Hollywood Bowl). Su libro más reciente es el segundo volumen de sus memorias. La memoria, la historia, es su respuesta, su rebelión, contra la cultura anulada de su pueblo.
Actualmente su trabajo de historiador se enfoca en una investigación sobre la guerra de Estados Unidos contra México de 1848. Comenta que el general Ulises S. Grant, comandante de las fuerzas triunfantes del norte en la Guerra de Secesión, quien también ya había participado de joven en la invasión contra México, declaró más tarde que consideraba que la Guerra de Secesión fue el castigo de Dios contra este país por la injusticia y barbarie cometidas contra México en 1848.
–Pero, ¿por qué cunde la amnesia histórica en EU? –se le pregunta.
–Es una cultura de televisión, y la televisión tiene el propósito de vender el producto lo más rápido posible y trasmitirlo sin otorgarle valor –responde.
“Todo es trampa en este país, corrupción y robo. Mire nuestras elecciones: uno recauda suficiente dinero, compra suficiente tiempo en televisión y puede resultar electo aunque nadie lo conozca, aunque a nadie le importe. O sea, ¿cuál es la noticia política todos los días? Cuánto dinero recaudó Hillary... ‘Uy, no. No puede ser, es una antipática’.
“Es una mujer inteligente, y eso la hace odiosa a los varones estadunidenses”, indica. Se le pregunta si le cae bien. “Sí: es una mujer inteligente, no es algo frecuente en mi país”. ¿Pero confía en ella? se le pregunta. “No confío en nadie, soy italiano”, responde.
Trata de explicar el contexto político-cultural del poder en este país. “Nuestra clase gobernante es Inglaterra. Fuimos extensión del Imperio Británico cuando no era su momento más brillante, y así, todas las fallas que se pueden asociar con los británicos también rezan con nuestros gobernantes, aunque nuestra clase gobernante no sería considerada como tal según normas británicas. Cumple el papel de nuestros viejos amos coloniales, como los españoles, estoy seguro, aún lo hacen en México: (la clase gobernante) representa a la Regina Isabela”.
Y regresa al tema de la amnesia: “hay ausencia de curiosidad, creo que es una característica anglosajona. Ahí es donde somos deficientes, no tenemos ninguna curiosidad, y eso que éramos los exploradores, los que abrimos gran parte del mundo; hicimos todo eso, y carecemos de curiosidad sobre casi todo. Creo que en parte tiene que ver con el sistema educativo, que es vil”.
Pero hay una multitud que lee libros, lo que indica hambre por otras versiones de la historia y criticas al poder, se le argumenta; eso demuestra algo, ¿o no? Considera que existe esa hambre “en el viejo Estados Unidos, la república, y algunos tratamos de representarla”. Agrega poco después que, si bien tiene un amplio público, varios bestsellers, millones que leen sus comentarios, no es suficiente. “Sí, tal vez es un signo de esperanza para mi, pero no necesariamente para todo lo demás”, dice.
–¿Qué señalaría usted como algo con vida, algo que ofrece un poco de luz en este país?
–Hay un coro de rechazo a la guerra, pero me sorprende que aún sea tan magro. Son guerras reales, pero pocos se dan cuenta. CNN dice cuántos murieron ese día, pero ahí queda, entre anuncios de nueve tipos de detergentes diferentes. Entonces uno decide qué detergente quiere y cuál muchacho muerto le hubiese gustado que viviera un poco más.
“Es la irrealidad de todo, o más bien, lo surrealista. Los estadunidenses no viven en un país, viven en algún acontecimiento. Ven comerciales de productos que en verdad no quieren, y entre uno y otro está la guerra.
“La gente no puede esperar que los medios le comuniquen algo de valor, algo que pudiera nutrir sus energías. Muchos sí desean un cambio, y da la impresión de que algo puede ocurrir, pero no ocurre. No tenemos país, nadie tiene la sensación de vivir en un país: vivimos en un lugar donde si tienes dinero estás bien, y si no estás en la mierda”.
–¿Cuáles serían las dos o tres cosas que necesita saber un extranjero –un latinoamericano, un mexicano– que está por visitar este país?
–El racismo es lo primero que tiene que saber, y la medida en que domina toda esta cultura. Y número dos: gordura. Éstas son las personas que se ven más gordas y espantosas en el planeta. Hablo de mis paisanos. Viajo a Misisippi una vez al año a algo que se llama ‘Día de los Gore’: el clan de los Gore llega de todos los puntos del país, y uno ve a estos puercos enormes, de cara mezquina, labios delgados y ojos pequeños... gente espantosa, y son mi gente. Los Vidal son un poco mejores.
Por cierto, entre este clan está Al Gore, el ex vicepresidente y ahora ganador del Nobel de la Paz, primo de Vidal.
De pronto, el escritor recita un poco de poesía, su cara cambia y se desvanece su pesimismo. Lo mismo cuando recita pasajes de prosa, citas históricas o anécdotas de sus aventuras artísticas.
Se queja de que ya no existe arte en Estados Unidos. Recuerda los años cuarenta, a su cuate Tennessee Williams y otros. “Para mí esos tiempos ejemplifican lo mejor: la guerra había concluido, la Gran Depresión también, y el mundo era nuestro. Éramos 13 millones de estadunidenses que habían servido en las fuerzas armadas durante la guerra, y estábamos, por fin, libres.
“Estar en lo militar era estar en la cárcel… éramos cautivos del Estado, pero por fin éramos libres, y cundía la sensación de regocijo, y uno miraba a su alrededor, y este Estados Unidos, que no había sido nada culturalmente, o muy poco, antes de 1945, de repente era número uno en el mundo, en todo. Ballet, ningún estadunidense había visto el ballet antes de la guerra, y de repente había Balanchine y más en Nueva York. En pintura, París había sido la capital de los pintores, y de pronto era Nueva York; en todo, poetas, músicos. Aun tenemos rastros de lo que éramos… creía que esto continuaría; las artes brotaban, deslumbraban”. Pero ya no.
Ante argumentos del entrevistador sobre nuevas vertientes culturales, de hip hop y poesía hablada, de tradiciones orales nuevas, de Springsteen redescubriendo a Woody Guthrie, Vidal reprueba a todos. “Pretender que (Bob) Dylan es un gran poeta no va a ayudar la causa de la poesía”, enjuicia. Riéndose con o del entrevistador, añade: “creo que trata de decir que existe un hambre de todo esto”, y al preguntársela si opina lo mismo, afirma: “hay hambre de chatarra”.
“Entre algunos jóvenes hay nociones de que sus pensamientos son valiosos sólo porque son sus pensamientos. Pero el arte no se trata de eso, uno tiene que atinar mucho más alto, tomarlo mucho más en serio. No es nada más sobreimponer un Woody Guthrie sobre el hip hop. Siempre regreso a lo que dijo Walt Whitman: para tener gran poesía se requiere de un gran público: empieza con éste”. Agrega que el clima político, el cual “frena la expresión, la conversación”, no nutre la posibilidad del arte.
La casa de Vidal, en Hollywood Hills, está repleta de arte clásico, sobre todo de arte italiano de los siglos XVI y XVII. El techo de la sala tiene dos paneles como si fuera iglesia; Vidal bromea repetidas veces con que “yo no soy gringo, soy italiano” (vivió durante años en Ravello, donde tenia su otra casa hasta hace poco).
Muestra una imagen en vidrio colgada en la pared, y cuenta que las figuras grabadas ahí son sus antepasados, de la familia Vidal, en 1595. “La mayoría de los estadunidenses ni saben que tenían antepasados, abuelos”. En la imagen están en una región de Austria, pero dice que los Vidal son suizos. Llegaron a Estados Unidos en 1848, época de revoluciones en Europa, obviamente había problemas políticos, comenta. “Tengo miles de primos aún ahí, y ellos escriben el apellido como Vital”. O sea, de vida.
Responde: “sí, creo que es altamente simbólico, y es mejor ése que tener el apellido ‘de Morte’”, dice riéndose.
Dice que su padre y su tío fueron militares, educados en West Point, grandes jugadores de futbol americano. Habla de la tradición católica en su familia, y de los jesuitas, “que aseguran estar de ambos lados” del debate político. De la nada sale un comentario de que “Fidel Castro, ése es tan poco comunista como yo, ése es un jesuita”.
Además de su trabajo de historia, Vidal continua haciendo comentarios en televisión, radio y por escrito sobre los graves problemas que enfrenta su país; dice que le han robado el país. La segunda parte de sus memorias, Point to Point Navigation, fue publicada el año pasado y cubre el periodo entre 1964-2006. La primera parte, Palimpsest, cubre la primera parte de la extraordinaria vida de este novelista, ensayista, critico y activista político (ambos están en las listas de los más vendidos). Su última colección de ensayos sobre política es The Last Empire.
Vidal es autor de 24 novelas, cinco obras de teatro, varios guiones de cine y cientos de ensayos, algunos de una extensión de tamaño de un libro. Es considerado como uno de los escritores estadunidenses más importantes de los últimos 100 años.
Su otra tarea pendiente, cuenta, es la posibilidad de realizar una entrevista con el presidente Hugo Chávez para una de las principales revistas nacionales de Estados Unidos.
A sus 82 años de edad, y a pesar de sus rasgos a veces arrogantes (pero a los que, como pocos otros, tiene derecho) y el casi gozo que siente de su visión pesimista, Vidal confirma también lo mejor de este país: la rebelión de un intelectual honesto y comprometido ante la imposición de políticas obscenas y absurdas que intentan anular la memoria y, por lo tanto, otro futuro para Estados Unidos. Aunque seguramente se burlaría de cualquier pronóstico de un cambio radical en su país por ahora, no cabe duda de que su deseo es por lo menos contribuir a los esfuerzos por restaurar lo que llama “la República”.