De Gaza a Dimona, pasando por Bagdad y Beirut, Oriente Próximo sigue sufriendo hoy las consecuencias de los sucesos que se desarrollaron hace sesenta años. Dar la vuelta al reglamento de la cuestión israelopalestina nacida con la Naqba (catástrofe en árabe), sigue siendo una condición esencial -aunque no la única- para un apaciguamiento regional. 29 de noviembre de 1947: la Asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) divide Palestina en un Estado judío, un Estado árabe y una zona internacional para Jerusalén y los Lugares Santos.
14 de mayo de 1948: Israel declara su independencia y desde el día siguiente se enfrenta a los ejércitos de los Estados árabes que rechazan la división.
20 de julio de 1949: la firma del último armisticio entre Tel Aviv y sus vecinos (en este caso Siria) pone fin a veinte meses de guerra, judeopalestina primero y después israeloárabe.
1948-1949: los diferentes movimientos militares de la primera guerra israeloárabe.
Entre esas tres fechas, ¿qué pasó realmente? Eso lo que los «nuevos historiadores» israelíes, en treinta años de investigaciones en los archivos abiertos a partir de 1978, han contribuido a explicar ampliamente confirmando, por otra parte, lo esencial de las tesis de sus colegas palestinos. Cada uno a su manera, con convicciones y metodologías diferentes, Benny Morris, Ilan Pappe y Avi Shlaim -entre otros- han sacudido los principales mitos de la historiografía israelí tradicional:
- Contrariamente a la leyenda que presenta a un frágil Estado judío recién nacido y ya enfrentado a los temibles ejércitos de un potente mundo árabe, los nuevos historiadores establecen la superioridad creciente de las fuerzas judías (en personal, armamento, entrenamiento, coordinación, motivación…). Israel también domina estratégicamente al beneficiarse del apoyo político, diplomático y militar tanto de Estados Unidos como de la Unión Soviética. A lo que se añade el último acuerdo del 17 de noviembre de 1947 entre Golda Meir y el rey Abdalá de Transjordania: la legión de este último, único ejército árabe digno de este nombre, se comprometía a no cruzar las fronteras del territorio asignado al Estado judío a cambio de la posibilidad de anexionarse la parte prevista para el Estado árabe;
- Contrariamente a la visión de un Estado judío que después de la guerra buscaba la paz con sus vecinos, los nuevos historiadores ponen de manifiesto que Israel aceptó, al principio, un protocolo por el que se sometía al derecho de la ONU -plan de división y derecho de retorno de los refugiados- con el fin de convertirse en miembro de las Naciones Unidas. Pero a continuación sus dirigentes sabotearon sistemáticamente la conferencia de Lausana, como reconoció Walter Eytan, codirector general del ministerio israelí de Asuntos Exteriores: «Mi objetivo principal era empezar a minar el protocolo del 12 de mayo que nos habíamos visto obligados a firmar en el marco de nuestra lucha para conseguir que nos admitieran en las Naciones Unidas» (1).
- Contrariamente a la tesis que explica la salida de los palestinos por una llamada de sus dirigentes, los nuevos historiadores demuestran que, en la inmensa mayoría de los casos, se trató de una expulsión. Ni los archivos ni los programas de las radios árabes -registrados por la BBC- ocultan la llamada nacional a la huida. En cambio los servicios de información del Hagana, el ejército clandestino judío, evalúan en unas 400.000 las salidas en la primera fase del éxodo (noviembre 1947-junio de 1948) y las atribuyen, en un 90%, a la actuación de los ejércitos y milicias judíos. Y en la segunda fase, a partir de julio de 1948, el proceso de expulsión no deja lugar a dudas. Un símbolo: la transferencia forzosa, a mediados de julio de 1948, de 70.000 palestinos de Lydda y Ramala –casi una décima parte del éxodo total- a instancias de David Ben Gourion, efectuada por Igal Alon e… Isaac Rabin.
Un éxodo masivo forzoso, Fuente : Palestine Land Society (PLS), sobre un mapa de Salman Abou-Sitta elaborado principalmente a partir de los trabajos de Benny Morris, Walid Khalidi, Basheer Nijim, B. Muammar y Mustafá Al Dabbagh.
Aunque algunos historiadores israelíes todavía defienden la versión oficial de esta tragedia, para la mayoría de los investigadores el debate ya no está en la cuestión «¿fuga o expulsión?», sino en el carácter planificado, o no, de esta última. Recientemente Benny Morris ha añadido la necesidad de la «limpieza étnica» (2), contradiciendo de golpe su propia tesis de siempre, según la cual «el problema palestino nació de la guerra y no de las intenciones judías o árabes» (3). No obstante, esto no le ha impedido insistir siempre en la importancia de lo que llama el «factor atrocidad», precisando incluso, en la segunda versión de su libro maestro (4) que: «Lo que demuestran los nuevos materiales es que los israelíes cometieron muchas más masacres en las que no había pensado antes».
Por su parte, Ilan Pappe consagra totalmente su último libro, el más convincente de todos, a defender «el paradigma de la limpieza étnica, que sustituye al de la guerra», recurriendo tanto a los archivos como a los testimonios orales (5). Después de un estudio sobre el momento de la «transferencia» (6) del pensamiento sionista, trabaja para demostrar detalladamente cómo, desde principios de los años cuarenta, la dirección del Yichouv -la comunidad judía de Palestina-, preparó y después puso en marcha, etapa a etapa, la expulsión de los palestinos.
Masacres y anexiones (1948-1949)
En cualquier caso, el nuevo mapa del Oriente Próximo resultante de la guerra, primero judeopalestina y después israeloárabe, apenas se asemeja al que había trazado la joven ONU. El Estado judío nació, pero aumentó su territorio en un tercio expulsando a cerca del 90% de los árabes palestinos que había allí. El Estado árabe fue un aborto: se repartieron el despojo entre Israel, que conquistó una parte; Transjordania, que se anexionó lo que quedaba de Cisjordania; y Egipto, que ocupó la Franja de Gaza. En cuanto a Jerusalén, estuvo cortada en dos durante casi veinte años: Israel estableció rápidamente su capital en el oeste y el este –la ciudad vieja y el barrio judío, incluido el Muro de las Lamentaciones,- quedó en manos de los jordanos.
Por lo tanto no se podría entender el primer gran conflicto de Oriente Próximo de la segunda mitad del siglo XX sin recurrir a los mapas: el del plan de división, el de los armisticios de 1949 y también, entre los dos, los de los combates y masacres de la guerra. Este repaso de la cartografía es imprescindible, sobre todo teniendo en cuenta que los autores de los hechos y sus descendientes borraron una parte de las fronteras establecidas en la época. ¿Es necesario precisar que son rarísimos los mapas israelíes contemporáneos que recuerdan, por ejemplo, que Galilea, el llano costero entre Ashdod y la Franja de Gaza, así como una parte del Negev formaban parte del Estado árabe? En el momento en que incluso la Línea Verde –frontera del Estado de Israel reconocida internacionalmente antes del 5 de junio de 1967- desaparece de los atlas, se convierte casi en una subversión resucitar los trazados marcados por el Derecho Internacional y las distintas fases de su afirmación -y de su violación…- Paradójicamente, la única frontera realmente visible, tanto sobre el terreno como en los mapas, es actualmente el muro, que el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya ha declarado ilegal y, de acuerdo con la Asamblea General de la ONU, ha exigido que se derribe.
La región vista por Israel. La flecha precisa: «Israel forma parte de Oriente Próximo». Fuente: libro escolar, Center for Educational Training (CET), 2000.
En los libros escolares israelíes, ni la sombra de una Línea verde… Fuente: libro escolar, Center for Educational Training (CET), 2000.
Cisjordania, un territorio dividido, situación en enero de 2008.
Una última observación más allá de la época del nacimiento de Israel y del problema de los refugiados palestinos. El conjunto de los mapas que publicaremos el próximo 14 de marzo en el número 89 de Manière de voir, titulado «Historias de Israel», y que reproducimos aquí parcialmente, ilustran un período que se extiende desde la implantación judía en 1920 a la Palestina dividida de 2008.
1920: la vieja Palestina del Mandato británico.
Estos mapas señalan la continuidad del proyecto concebido por Theodor Herzl y realizado a lo largo de decenios por sus herederos. No muestran sin embargo -ya que no es fácilmente cartografiable- la ruptura producida a causa de la Segunda Guerra Mundial.
El paso del Yichouv al Estado de Israel debe mucho, efectivamente, a la situación que prevaleció después de 1945: el genocidio dio una legitimación trágica a la reivindicación sionista de un Estado, incitada por los aliados que lo apoyaban, y trabajó sobre la mala conciencia de la opinión pública en los países cómplices de la empresa nazi. Sin olvidar a los cientos de miles de personas desplazadas que, no pudiendo regresar a su país ni emigrar a Gran Bretaña o Estados Unidos, no tuvieron otra elección que emigrar a Palestina. Hay muchos factores que participan en «el vínculo entre el holocausto e Israel» señalado por el gran intelectual palestino Edward Saïd…
Bibliografía :
Mohammed Al-Asaad, Mémoires d’un village palestinien disparu , Albin Michel, París, 2002.
Joseph Algazy, Dominique Vidal, Le péché originel d’Israël , Editions de l’Atelier, París, 2002 (1998).
Alain Gresh, Isra챘l, Palestine. Vérités sur un conflit , Fayard, París, 2001.
Ilan Halevi, Question juive , Les Editions de Minuit, París, 1981.
Shlomo Sand, Les mots et la terre , Fayard, Paris, 2006.
Michel Warchawski, Sur la frontière , Hachette, Paris, 2004.
Salvo error u omisión, las fuentes de los mapas son: Howard M. Sachar, History of Israel , Knopf, New York, 1979; Palestinian Academic Society for the Study of International Affairs (Passia); Before Their Diaspora , Institute for Palestine Studies, 1984; Nations unies, New York; Alain Gresh et Dominique Vidal, Les 100 clés du Proche-Orient , Hachette, Paris, 2006; La Maison de l’Orient, Jérusalem.
Notas
(1) Ilan Pappé, The Making of the Arab-Israeli Conflict , 1947-1951, I. B. Tauris, New York, 1992, p. 212.
(2) Entrevista en el diario Haaretz, Tel Aviv, 8 de enero de 2004.
(3) Benny Morris, The Birth of the Palestinian Refugee Problem , 1947-1949 , Cambridge University Press, Cambridge, 1987, p. 286.
(4) The Birth of the Palestinian Refugee Problem Revisited , Cambridge University Press, Cambridge, 2004.
(5) Ilan Pappe, The Ethnic cleansing of Palestine , One World, Oxford, 2006. Acaba de aparecer en francés, ed. Fayard con el título Le Nettoyage ethnique de la Palestine.
(6) Sobre la cuestión de la «transferencia» ver Amira Hass, «Ces Israelïens qui rêvent de ‘transfert’, le Monde Diplomatique, 2003.
Texto original en francés:
http://blog.mondediplo.net/2008-02-18-1948-la-Palestine-des-archives-aux-cartes
Dominique Vidal es escritor y redactor de Le Monde Diplomatique. Ha escrito numerosas obras relativas a Oriente Próximo, entre ellas: Comment Isra챘l expulsa les palestiniens (con Sébastien Boussois) , L’Atelier, 2007 ; Isra챘l une societe bousculeé, Du Cygne Eds, 2007 ; Mythes et realités du conflict israélo-palestinien (Con Norman Finkelstein, Serge Deruette y Patrick Guillard), Aden Belgique, 2006; Le mal-챗tre juif entre repli, assimilation et manipulation, Agone, 2003; Les 100 portes du Proche-Orient, L’Atelier, 1996; Palestine 1947, un partage avorté, Andre Versailles Eds. y Les 100 clés du Proche-Orient, Hachette Pluriel Reference, 2003 (Las tres últimas en colaboración con Alain Gresh).
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.