ampliar El interés de la Ros-Lehtinen y sus gemelos con Colombia y sus vecinos, además de una cooperación ciega con el plan guerrerista urdido por el clan Bush, tiene otras ramificaciones
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No es por casualidad si la congresista Ileana Ros-Lehtinen, la republicana de mayor rango en el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara Baja, se ha encontrado entre los más ruidosos defensores de la operación bélica de Colombia en territorio ecuatoriano, a penas unas horas después de la agresión.
La larga sucesión de intervenciones de la representante republicana, máxima representante de George W. Bush en la Cámara Baja en materia de política internacional, se sitúa entre los principales elementos de la estrategia guerrerista del Gobierno de Estados Unidos en contra del Gobierno de Venezuela y de los demás gobiernos progresistas de América Latina.
Al protagonizar en el Congreso las medidas más agresivas en contra del Gobierno Chavez, vinculándolo con el terrorismo, la droga y otros falsos argumentos, Ros-Lehtinen, apoyada de manera sistemática por sus acólitos Lincoln y Mario Diaz-Balart, se hace la portavoz no solo de la Casa Blanca sino de los estrategas de la Agencia Central de Inteligencia y del Pentágono en sus ansias de injerencia política y de dominio militar del continente.
Los archivos enseñan con qué escalada de calumnias Ros-Lehtinen y sus socios contribuyeron a justificar los actuales acontecimientos.
El 28 de abril del 2005, la congresista cubanoamericana enviaba una misiva al Departamento de Estado donde expresaba ya su "preocupación" acerca de un supuesto "apoyo de Chávez a las guerrillas colombianas".
El 5 de agosto siguiente, en el marco de un mismo show mediático, Matthew Reynolds, subsecretario para Asuntos Legislativos del Departamento de Estado, le dirigía una carta a la politiquera batistiana en la cual afirmaba que la Administración "ha encontrado cada vez más pruebas de que Venezuela está utilizando activamente la riqueza de su petróleo para desestabilizar sus vecinos democráticos en la región, mediante el financiamiento de grupos antidemocráticos en Bolivia, Ecuador y otros países".
Unos días después, retomando el tema con esta misma orientación, Ros-Lehtinen "advertía" que el Congreso de EE.UU. observaba con "gran interés" denuncias sobre la supuesta asistencia del Presidente venezolano Hugo Chávez a guerrilleros latinoamericanos.
Pero lo más absurdo de este dialogo entre socios ocurrió cuando Tom Casey, vocero del Departamento de Estado, interrogado acerca de las misteriosas pruebas de que hablaba Reynolds, se limitó a expresar que no se encontraba en "posición de discutir información de inteligencia o de tipo confidencial".
Hace unas semanas, la congresista cubanoamericana recalentaba la retorica antivenezolana en un sentido también orientado a justificar una eventual acción militar colombiana en territorio ajeno.
Ros-Lehtinen afirmó en entrevista con Radio Caracol que "creía" en la existencia de "condiciones para considerar" que el gobierno Chávez "respalda a grupos irregulares terroristas", y pidió la inclusión de Venezuela en la llamada lista de países que apoyan al terrorismo mantenida por el país que da asilo al terrorista internacional Luis Posada Carriles y a decenas de sus semejantes. Ros-Lehtinen señaló entonces que esperaba que "se investigue" si Caracas "le está dando santuario a grupos terroristas como las FARC, y si hay una base donde pueden reemplazar sus equipos en Venezuela".
La similitud con lo ocurrido en territorio ecuatoriano es demasiado evidente.
Lo pernicioso de las afirmaciones de las declaraciones "antiterroristas" de la congresista norteamericana aparecen aún más claramente al considerar su vinculación ya bien conocida con el propio Posada Carriles y el archi terrorista Orlando Bosch cuya liberación por George Bush padre fue el elemento central de la campaña electoral que le permitió acceder a la Cámara de Representantes.
Ros-Lehtinen es hija de un connotado colaborador de la dictadura de Fulgencio Batista y, como sus colegas cubanoamericanos del Congreso, mantiene fuertes lazos con la mafia terrorista cubanoamericana de Miami.
Ros-Lehtinen, pertenece a esta categoría de politiqueros norteamericanos que hablan mucho de derechos humanos pero apoyan la ocupación de Irak, el genocidio de los palestinos llevado a cabo por Israel, la tortura que se practica en los campos de concentración norteamericanos, incluyendo a Guantánamo. La congresista bushista apoyó con frenesí el fracasado golpe de Estado del 11 de abril del 2002, manifestándose al lado del entonces líder antichavista miamense Antonio Calatayud, arrestado unos días después como autor de un multimillonario fraude al Medicaid.
El 29 de marzo del 2003, Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz Balart encabezaban a una turba de unas 3.000 personas que marcharon en Miami portando pancartas en las que apoyaban al gobierno de Bush en su agresión contra Irak.
DETRÁS DE LA RETORICA, EL VINCULO CON EL NARCOTRAFICO
El interés de la Ros-Lehtinen y sus gemelos del Congreso con Colombia y sus vecinos, además de una cooperación ciega con el plan guerrerista urdido por el clan Bush, tiene otras ramificaciones.
El 24 de abril del 2004, el comentarista colombiano Saúl Cadavid expresaba como el día 13 de este mes se había producido "uno de los hechos más bochornosos que recoge la historia del Congreso de la República de Colombia". Explicaba como, a propuesta del senador derechista Germán Vargas Lleras, "se condecoró al legislador norteamericano Lincon Díaz-Balart, miembro activo de la gusanera cubano-americana".
Recordando como el politiquero miamense había expresado su deseo de que sea asesinado el Presidente cubano sucesivamente en el canal 41 de Miami en una entrevista con Oscar Haza y en la cadena colombiana RCN con la periodista Adriana Vargas, el periodista expresó: "Si los instintos criminales son repugnantes y condenables, el hecho adquiere una dimensión mucho más grave si quien lo expresa es un congresista norteamericano invitado a nuestro país y que utiliza el territorio colombiano para provocadoramente reiterar semejantes declaraciones". Luego señalaba un gravísimo hecho que explica también la inmensa simpatía tanto de los hermanos Díaz-Balart como de su cómplice Ros-Lehtinen hacía Colombia.
En 1985, reveló el periodista, Rafael Díaz-Balart y su hijo Lincoln, intercedieron a favor del narcotraficante Gilberto Orejuela, heredo del Cartel de Cali después de la muerte de Pablo Escobar. Orejuela se encontraba detenido en España por narcotráfico. Los Díaz Balart, aprovechando sus contactos con la extrema derecha española, lograron que el delincuente fuera repatriado a Colombia.
Rafael y Lincoln Díaz Balart hicieron luego un viaje a Cali para cobrar los100 mil dólares que se les había garantizado para su intervención, afirmó el comentarista.
Pura casualidad, Luis Posada Carriles, enjuiciado en Panamá, recurrió al abogado Rogelio Cruz, el principal socio panameño de Orejuela y su pandilla colombiana.
''NO HAY PAÍS MÁS IMPORTANTE PARA ESTADOS UNIDOS…"
Durante su visita a Colombia del 2004, Lincoln Díaz-Balart se reunió con el Presidente de la República de Colombia, Alvaro Uribe.
Subrayó entonces con insistencia ''la extraordinaria importancia'' que Estados Unidos concedía a su "alianza antiterrorista" con Colombia. ''No hay país más importante para Estados Unidos en este continente que Colombia', señaló con efusión. "No tiene Washington mejor aliado que Colombia en la lucha contra el terrorismo''.
La foto del mandatario colombiano es una de las que decoran su oficina de Miami en el medio de una heteróclita colección de retratos de próceres latinoamericanos, de connotados terroristas cubanoamericanos y de ex mandatarios norteamericanos entre los cuales Reagan y Nixon.
Ileana Ros-Lehtinen también viajo a Colombia en mayo del 2007 para reforzar sus lazos con la extrema derecha de Bogotá.
En el Congreso norteamericano, Ros-Lehtinen y los hermanos Lincoln y Mario Diaz-Balart son tres de los partidarios más fanáticos del Plan Colombia de injerencia militar que ya ha canalizado unos 5.000 millones de dólares hacia el país sudamericano.
Lic. Rosa C. Báez/Cortesía de José Mario Zavaleta laRepublica.es