No es poco lo que sucedió el viernes en la XX Cumbre del Grupo de Río que sesionó en Santo Domingo.
Allí, una vez más, como ocurrió en la ciudad de Mar del Plata en noviembre de 2005 cuando se frenó el ALCA en la cara de Bush y su “amigo” de entonces, el ex presidente mexicano Vicente Fox, los representantes de los pueblos de Nuestra América dejaron en claro que la teoría del ataque preventivo –que Estados Unidos aplicó en Medio Oriente con la complicidad de Gran Bretaña y la España de José María Aznar- no será jamás permitida.
Todavía suenan las fuertes palabras del presidente ecuatoriano Rafael Correa y el apoyo brindado sobre todo, por la argentina Cristina Kirchner; el venezolano Hugo Chávez y el nicaragüense Daniel Ortega.
La declaración final, con once puntos bien claros donde se condena la incursión ilegal de las tropas colombianas en territorio ecuatoriano para atacar a un grupo de guerrilleros de las FARC, borró el tibio pronunciamiento dado por la OEA donde la presión de Estados Unidos dio sus frutos.
Así, más que preguntarse puntualmente cómo se restablecerán las dañadas relaciones entre Colombia y sus vecinos, la cuestión que se inicia tiene que ver con qué nuevas estrategias usará el gobierno de Bush para seguir intentando sembrar el odio y la tragedia en la región.
Y la decisión anunciada este sábado por el propio presidente Bush de vetar la llamada ley antitortura, que prohibía a la CIA usar el “submarino” o ahogamiento simulado en sesiones de tortura a sus detenidos, demuestra que la violencia ilegal seguirá amenazando a los pueblos de América Latina y el Caribe.
Es de esperar que, además de apurar la aprobación del Congreso al Tratado de Libre Comercio con Colombia, el gobierno de Bush –y seguramente su continuador demócrata o republicano- incremente su apoyo a Alvaro Uribe con más asistencia militar, de inteligencia y más Plan Patriota y Plan Colombia.
Porque no sólo hay detrás de este intento de arrasar la integración latinoamericana que avanza firme una decisión política. Detrás están los fabricantes de armas, los que no quieren que el narcotráfico se termine y las empresas como Monsanto que sigue vendiendo su “glifosato” asesino para fumigar las tierras colombianas y ecuatorianas con la excusa de acabar con las plantaciones de coca.
La batalla de Santo Domingo le anunció a Bush que no podrá hacer en Nuestra América lo que le está haciendo al pueblo iraquí y los acuerdos estratégicos firmados por los gobiernos de la región confirman que de una vez por todas las riquezas naturales son de y para los pueblos de Nuestra América.
(*) Nota publicada en Nuestra América.info (http://www.nuestraamerica.info/leer.hlvs/5226)