SOCIEDADBarrios marginales de La Habana Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org). Los barrios marginales de la capital cubana no sólo no han desaparecido en 47 años de castrismo, sino que se han proliferado y se entrelazan unos con otros hasta convertir a La Habana en una ciudad donde viven decenas de miles de marginados en una extrema pobreza.
No pueden llamarse viviendas esos miserables tugurios o casuchas hechas con cartones, tablas podridas y láminas desechables de zinc, fabricadas a escondidas de inspectores y policías. Por lo general, carecen de servicio sanitario y de baño y las hay por montones en cualquier lugar de la capital, en los municipios de Guanabacoa, Regla, Lawton, San Miguel del Padrón, Marianao, La Lisa, e incluso a pocos pasos del Comité Central del Partido Comunista, donde puede verse el barrio La Timba, frente al Teatro Nacional. Allí, en más de treinta casuchas a punto de desplomarse, viven familias con niños y ancianos que nada poseen, cocinan en latas y miran de reojo y con mala cara a cualquier extraño que recorra el lugar, sobre todo si se trata de la policía.
El barrio marginal La Jata, situado un poco antes del cementerio judío de Guanabacoa, recuerda las favelas de Catumbi, en Río de Janeiro, donde viven las clases más bajas de Brasil. Quien visita La Jata puede ver a cualquier hora del día y de la noche mujeres, niños y ancianos cargando cubos de agua desde lugares lejanos hasta sus hogares.
Conversar con estos vecinos de semblante hostil, como si no esperaran nada más de la vida, no es tarea fácil para un periodista. Una adolescente embarazada llegó a confesarme, casi con ira, que en más de una ocasión su marido levantó la misma casa después de ser demolida, cuando los despojaron de allí por ilegales. Miré aquella casita y me pregunté cómo es posible que puedan vivir en su interior seres humanos. Carece de comodidades y de higiene. Obtener unos cubos de agua potable al día es bien difícil, las paredes y el techo son hechos con viejas tablas saturadas de rendijas por donde puede verse el cielo y por donde seguramente penetra la lluvia.
Entre los barrios más desfavorecidos que se pueden visitar en La Habana está también La Güinera, en el municipio de Arroyo Naranjo, con 60 mil 893 casas, casi todas en mal estado, Atarés, en el mismo centro de la capital, Los Pocitos, en el municipio de Marianao y muchos otros. En todos sus pobladores afrontan graves problemas sociales y altos índices de violencia.
En Los Pocitos, por ejemplo, donde viven 18 mil personas, según datos de la prensa oficial, gran parte de los niños son hijos de ex reclusos o de padres y madres que cumplen sanciones por robo, estafa, etc. Se supo este año por Juventud Rebelde que en Los Pocitos "… es palpable la contaminación ambiental por la cantidad de desechos sólidos que acumula históricamente el paso del río Quibú."
En este barrio como en tantos otros no existen calles, sólo trillos, pasajes y callejones, mucho menos aceras. Si al final de este barrio puede verse algo parecido a un pequeño parque, es porque lo hicieron los mismos vecinos para tomar el fresco de la tarde.
No hay dudas de que estamos en presencia de las familias menos protegidas de la capital. En vez de proyectos culturales de organismos estatales donde se baile y se cante el son, estos cubanos de a pie lo que necesitan es comida y una vivienda, aunque sea de las más modestas.
En 47 años de castrismo, el paisaje habanero ha cambiado. Los barrios marginales se multiplican, los cines hoy son locales inservibles, numerosos paraderos de ómnibus dejaron de funcionar, las cafeterías donde se vendían sándwiches a precios populares no existen o sólo venden ron y cigarros.
Según datos oficiales, el legendario barrio Atarés, situado en el mismo centro de la capital, cuenta con una población de 12 mil 352 habitantes. De ellos más de cinco mil personas viven de forma hacinada en ciudadelas carentes de ventilación, húmedas y con muy poca iluminación. Tienen además grandes dificultades con el agua.
Sobre todo después de la caída del campo socialista nadie duda de que La Habana se ha convertido en la capital más pobre de América. Para contemplar esa pobreza los turistas europeos recorren sus calles en quitrines alquilados y ante las miradas tristes y vacías del cubano de a pie que nada posee, a no ser una casucha hecha a escondidas.
Hoy, el paisaje de La Habana ha cambiado.