Mientras en la sociedad norteamericana se exprime el consumo hasta niveles insospechados -reduciendo cada vez más el ahorro- y por muchas vías se financia el consumo como antídotos a la crisis expresada en su versión transnacional, en larga e interminable recesión, y la deuda de las familias, el estado y las empresas, no denuncian la naturaleza puramente artificial del festín del consumo que los envuelve, y cuando el falso capital aporta leña a tal irracionalidad del consumo, en Cuba, nuestro consumo, descansa básicamente en la riqueza que, con el duro trabajo, le sacamos a la tierra, a nuestras industrias y a los servicios. No tenemos facilidades crediticias de los organismos financieros internacionales ni aumentamos artificialmente nuestro capital en títulos de valor en bolsas ni tenemos condición de nación más favorecida en el comercio ni hemos extraído de pueblo alguno un adarme de riqueza ni vendemos en el mercado norteamericano ni podemos utilizar el dólar como medio de pago internacional ni podemos comerciar libremente con el resto del mundo; solo lo hacemos rompiendo constantemente sus enrevesadas redes transnacionales.
Por Rafael Emilio Cervantes Martínez - RIA Novosti
En los últimos años, cada cierto tiempo, ya sea para fin de año, por una conmemoración importante de algún acontecimiento o en momentos de inminencia ante la toma de decisiones, se corren rumores sobre incrementos significativos en la esfera del consumo de la población. En ocasiones, estas mentiras cobran vida propia y crecen impulsadas por manos ocultas, hasta proporciones que a los ojos de un destinatario como el pueblo cubano, con una cultura política que le permite entender los problemas principales del mundo y de nuestro país, llegan a resultar risibles.