Las mordidas de lobos ya no infectan Por Graciela Guerrero Garay La propaganda enemiga está convirtiendo a Cuba, cada minuto y cada vez con más fuerza, en el país más importante del mundo. Un borracho del pueblo de mi abuelo decía: “que hablen de mí, eso es seña de que les preocupo”. La anécdota le viene de perilla a todo lo que está haciendo la propaganda mediática contra esta Isla, Faro de América Latina, y dice mucho de lo “mucho sesudo” que tienen los llamados tanques pensantes y los bautizados cubanólógos, la mayoría infectados de histeria. No hay que ir muy lejos en cualquiera de los buscadores de Internet. La Mayor de las Antillas es noticia constante. Todo se cuestiona, fundamentalmente aquello que presuponga una alternativa para quienes ya hoy saben que la globalización solo lleva a multiplicar la desvelada de los pobres o que es mejor vivir y andar con seguridad, que con miedos a la muerte y a las sombras. Seguir el tema Cuba es, con toda seriedad, reírse a carcajadas. Por encima de cualquier criterio aflora el resentimiento, sobre todo el que proviene de una comunidad muy mal llamada cubana que se deja llevar por el boom mediático de quienes, todavía, siguen vendiendo un sueño anexionista o un cambio de democracia. De todo se valen. Me acaba de llegar vía email un artículo publicado en el Miami Herald, titulado “Medidas de Raúl Castro abren un camino minado”, con el irrespetuoso certifico de credibilidad. Léase textual: “The Miami Herald no revela el nombre del corresponsal que escribió este reportaje ni los apellidos de las personas que entrevistó porque el periodista no tenía la visa que exige el gobierno cubano para informar desde la isla.” Y el texto, como es habitual, vende lo que quieren que la gente compre y manipula la ¿objetividad? a su manera, por supuesto. El asunto: los 100 días de la asunción de Raúl a la presidencia y las medidas puestas en vigor. No voy a caer en la ingenuidad de reproducir el texto. Es demasiado volátil para mi gusto. Prefiero ponerle un punto y seguido y agregarle que nuestro Presidente no “aparece como un tipo bueno” porque haya quitado algunas prohibiciones establecidas hasta ahora, y menos que busque con ello “ganar terreno político”. Hace casi 50 años que demostró que era buenísimo y se sumó a la lucha por su pueblo, para liberarlo de un dictador que tenía las calles llenas de sangre y sumido a los cubanos en el analfabetismo y la insalubridad. Ganó el respeto y la simpatía de los verdaderos en su puesto de Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y ha sido artífice de lo mucho y lo poco que ha ganado la obra de la Revolución en estas cinco décadas. Minimizar su imagen, para los de adentro y los de afuera, es un acto burdo y sucio, malagradecido. Y es una lástima que se cite a una auxiliar de limpieza con una opinión tan contrariada. Porque aquí en Cuba, como en todos los lugares de la tierra, hace falta gente que limpie. Ningún oficio ni salario, cuando provenga del esfuerzo personal y honrado, es inmoral y menos, denigrante. Más, sería inteligente ponerle una coletilla. Si esa coterránea es joven, está ahí porque algo pasó o hizo con su vida. Desde 1959 en esta Isla todo el que quiere ir a la Universidad puede hacerlo. Estudiar jamás le ha costado un centavo a nadie. Y si es mayor, seguro que es una víctima de Gerardo Machado, Fulgencio Batista, la Enmienda Platt, la Doctrina Monroe, etc., etc. Y hasta donde sé, todo eso vino del âreino americanoâ. Pero lo que más irrita es que se dediquen espacios estelares a publicar gacetillas de tercera mano y con verdades a medias, cuando crece la muerte por fenómenos naturales, otra pandemia de hambre tan mortal como la peste ataca y se anuncian miles de calamidades sobre esta humanidad. ¿Cuántos más tienen que morir para que se llame a la cordura y la solidaridad? ¿De qué están hechos los analistas de la información de este siglo XXI? Porque la verdad, entre otras verdades, es que aunque estos años de crisis económica marcaron la vida del cubano, en Cuba no hay pobres. Carecemos de muchísimos lujos, pero ya lo dice la palabra, lujos. Habría que ver si esos coterráneos que se van ahora por las candilejas del consumismo y hacen ciertas declaraciones, respondieran lo mismo si le dicen que no puede ser operado de apendicitis en un cuerpo de urgencia porque no tiene dinero o seguro médico. O habría que ver que opinan de âlos cambiosâ si le niegan al hijo el derecho a estudiar a los cinco años porque tiene dudosa reputación moral en el barrio o no es un profesional o integrante del gobierno. O si le dijeran que no puede tomar un ómnibus porque es negro o anda vestido como le viene en gana. Yo apuesto a que la historia contada sería diferente. De cualquier manera la mordida de estos lobos ya no infecta. Sabemos que no todos los que estamos, somos. Pero sabemos, con mayúscula, que la mayoría que está saca la cuenta y gracias a ello hoy hemos podido reducir casi a cero los apagones, electrificar la cocina doméstica, incrementar poco a poco los salarios, beneficiar a los más necesitados, mantener libremente abiertas las universidades hasta para los geriátricos. Y la lista es grande. Hay un desarrollo de las ciencias informáticas como nunca antes. En cada barrio existe un Joven Club de Computación, las ciudades se modernizan, se reparan miles de escuelas, policlínicos, hospitales, se le garantiza empleo a los recién graduados, se construyen viviendas, se mantiene un cuota elemental básica para que, al menos, esos âpobresâ que cita el Herald, tengan, con un peso y 20 centavos, cinco libras de arroz. La gran criticada libreta de abastecimiento cubana parece llamada a convertirse en el talismán de los humanos, si no se pone coto a la producción de combustibles saqueando las parcelas de alimentos. Basta de tanta panfletilla y odio kafkiano. Es hora de acunar el corazón por un mundo mejor y hacer lo más digno posible todo lo que nos toca. Nadie crea el cuento de que las tripas vacías no matarán a los ricos y a los que se les venden por cualquier baratija. O que se escaparán del hambre, de seguir como vamos. Seamos, que hasta ahora mismo una bomba, una epidemia, una guerra, un cataclismo y todo crimen de lesa humanidad no le ha pedido la afiliación política a nadie para dejarlo vivito o putrefacto. Llegan y matan, ¿alguien sabe lo contrario? Y otra acotación necesaria. La DRAE, Diccionario de la Real Academia Española, dice que lujo es demasía en el adorno, en la pompa y en el regalo. Abundancia de cosas no necesarias… Y ahora que tengo estas acepciones delante de mis ojos vuelvo a levantar las manos por quienes, a pesar de tantos HP sembrando estiércol, siguen soñando y dejando la vida por multiplicar los panes y los peces.
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