El presidente Jean-Bertrand Aristide.
«Domingo 29 de febrero 2004, Jean-Bertrand Aristide renunció a sus funciones de presidente de la República de Haití y fugó en un avión hacia una destinación desconocida. En pocos días, el caos se había expandido en todo el país y el pueblo cansado por la corrupción de su régimen, se sublevó contra él. Además los EE.UU. sospechaban Aristide de ser el nuevo padrino de la cocaína en el Caribe, apoyando por tal motivo también su caída. Los EE.UU. y Francia desplegaron una fuerza de interposición sin perder tiempo y antes que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas vote por el envío de una fuerza multinacional». Este relato que acabamos de leer, no es nada menos que el escenario preparado por los servicios de «comunicación». La realidad en Haití es muy diferente.
El padre Jean-Bertrand Aristide fue elegido con una aplastante mayoría de votos, -67.5%,- en el año 1990. Siendo de esta manera el primer presidente democráticamente elegido en la historia de su país. Él decidió también que René Préval sea su Primer Ministro.
Louis Chamblain
La llegada al poder de un ex-sacerdote identificado con la teología de la liberación a la isla de Haití, la más cercana a Cuba, marcaba el comienzo del fracaso de la estrategia estadounidense para erradicar el comunismo en el Caribe. Aristide fue derrocado ocho meses más tarde, por el general Raoul Cédras y por el FRAP, los escuadrones de la muerte de Louis-Jodel Chamblain [1], quien gozaba del apoyo de la administración Bush padre. Para justificar esta operación, los golpistas declararon haber liberado el país y el pueblo de una dictadura que violaba gravemente los derechos humanos. Estas acusaciones no solamente nunca pudieron ser comprobadas sino que incluso debieron ser desmentidas más tarde.
Exiliado en los Estados Unidos, Aristide movilizó la burguesía negra para que venga en su apoyo y en apoyo de la «república negra». La CIA, en ese momento, intentó entonces desacreditarlo, presentándolo como un enfermo mental y difundió su expediente médico, que más tarde se comprobó como siendo documentos falsos. A pesar de todo Aristide gozaba día tras día de un mayor apoyo en el electorado negro estadounidense, a la inversa, el régimen militar en Haití de una impopularidad generalizada. Este hecho, condujo a Bill Clinton, nuevo presidente de los EE.UU. a romper con la brutal política de su predecesor y a negociar un compromiso.
Washington organizó la salida de la junta militar y el regreso del presidente legítimo al poder a cambio de la promesa de Aristide de no exacerbar la lucha de clases y más bien de reconciliar ricos y pobres; de no volver a criticar y estigmatizar el capitalismo como un «pecado mortal» pero más bien de aplicar las recomendaciones económicas del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Aristide regresa así pues à Haití en 1994, en las «maletas de los GI’s» estadounidenses que lanzaban la operación «Restaurar la Democracia». Respetando así sus compromisos con Washington o traicionando aquellos que habían votado por él, ésta apreciación dependerá de los diferentes puntos de vista que uno se pueda hacer de este pacto. La Constitución de la República de Haití no autorizaba a dos mandatos consecutivos y fue por esta razón que su antiguo Primer Ministro, -René Préval,- se presenta como candidato del partido. Préval fue elegido con 88% de votos. El nuevo presidente no se sentía comprometido en lo absoluto con el pacto establecido entre Aristide y los EE.UU., por esa razón se retira del sistema económico liberal.
En octubre 2000, trece oficiales haitianos formados en Ecuador se aprovechan que René Preval efectúa un viaje en Asia, para darle un golpe de Estado, pero este intento fracasa. El jefe de estos sediciosos era el revoltoso mulato Guy Philippe quien se refugiará en la embajada de los Estados Unidos en Puerto-Príncipe. Cuando finaliza el mandato de René Préval, Aristide se presenta de nuevo y es elegido presidente con 91% de los sufragios pero con unas votaciones que contó con una gran abstención de los electores a consecuencia de la inestabilidad del país por los sucesos golpistas.
Aristide comienza nuevamente con su política anti-imperialista y exige sobre todo a Francia el pago o la devolución de 90 millones de francos-oro (franco: moneda francesa utilizada en aquella época) que fueron pillados por el gobierno francés a Haití entre 1825 y 1885 [2].
La administración Bush hijo toma la decisión a finales del 2002 de derrocar Aristide y para tal motivo consulta con Francia acerca de este tema. Estas dos potencias han querido siempre ejercer una tutela común en la isla. París toma la decisión de inmiscuirse en le «caso hatiano» sólo a mediados de julio del 2003. Un plan conjunto es elaborado para preparar el golpe de Estado en Haití.
Acto 1: la desestabilización «democrática»
Del lado estadounidense, la Fundación Nacional para la Democracia (NED) fabricó y apoyó la emergencia de la «oposición democrática» financiando a grupos de la «sociedad civil», mientras que el Subsecretario de Estado de los EE.UU., Roger Noriega [3] puso en funcionamiento un grupo de trabajo «para la restauración democrática» como la Brookings Institution (think-tank de la derecha estadounidense que anima una celula para la «democracia en Haití»).
El francés Regis Debray. Este intelectual fue quien siguió al revolucionario Ernesto "Ché" Guevara en su campaña en Bolivia donde fallecería. Regis Debray fue capturado en esa entonces por las fuerzas bolivianas dirigidas por la CIA estadounidense. Según las autoridades cubanas fue Regis Debray quien delató la posición del Ché Guevara traicionándole de esta manera. Liberado en Bolivia gracias a la ayuda de las autoridades gubernamentales francesas. Se concluyó en la época que fue el error de un joven estudiante extranjero en busca de aventuras. En todo caso su actuación en la actual crisis haitinana confirmaría su rol como agente de inteligencia. Foto Red Voltaire.
Acto 2: la presión diplomática
Del lado francés, la operación es supervisada por el intelectual francés Régis Debray y Veronique Albanel. Esta última aparece bajo la cobertura de presidenta de la asociación Fraternidad Universal que desarrolla obras sociales en Haití y en cooperación con la Iglesia Católica. Esta intrigante mujer es además la hermana de Dominique de Villepin, el actual ministro de Relaciones Exteriores francés y esposa del general Baudoin Albanel de la división aérea de Francia.
El 15 de julio 2003, André Apaid [4], antiguo testaferro y financiero de la salvaje dictadura de los Duvalier [5] se convierte en el líder del Grupo de los 184 [6], este personaje organiza una provocación, organizando un mitin político en Cité Soleil (Ciudad-Sol), una barriada donde la mayoría son partidarios del presidente. André Apaid pide la protección de la Francia la cual envía agentes armados para que lo escolten y en presencia de Stéphane Grumberg, primer secretario de la embajada francesa. Como era de prever el mitin se transforma en confrontación y revuelta. Hay 6 muertos y 40 heridos por bala. Testigos oculares acusan a los guardias franceses de ser los únicos responsables de la matanza hecho que es desmentida por la embajada de Francia [7].
El 17 de diciembre 2003, à las 3 de la tarde, Régis Debray se presenta en el Palacio Presidencial para exigir la dimisión del presidente Jean-Bernard Aristide el cual se niega a tal cosa. Debray y Villepin-Albanel redactarán algunos días más tarde, un informe al ministro de Relaciones Exteriores francés, Dominique de Villepin. Se puede leer: «No nos contentemos solamente de hablar.
La salida del presidente Aristide no hará el país más próspero en un abrir y cerrar de ojos» (página 35). «Muchos se imaginan ver una rivalidad allí donde en realidad hay una complementariedad (entre los EE.UU. y la Francia), y si nuestros medios de influencia no se chocan, estos pueden y deben sumarse, para el bienestar de la nación haitiana. Incumbirá tal vez al presidente de la república (francesa), en todo caso al ministro de Relaciones Exteriores, de fijar así el juego, al mejor nivel posible, las modalidades y el espíritu de esta combinación. Una implicación más firme en Haití sólo es posible sin chocar con los intereses de los EE.UU. pero sobre con un espíritu de equilibrio y de previsión» (página 52).
Resumiendo, la misión es de derrocar al presidente Aristide para defender los intereses conjuntos del gran imperio estadounidense y del pequeño imperio francés. Pero la crisis iraquí y el contexto de la alianza franco-alemana en Europa, Berlín tiene que estar asociado a este acercamiento entre París y Washington para encontrar también su interés en su minúsculo imperio.
«Uno no puede impedirse de pensar a las ventajas, no solamente simbólicas, que significaría la apertura en Puerto-Príncipe de una misión diplomática conjunta de Francia y la República Federal Alemana, a la cual correspondería naturalmente una, al otro lado del Atlántico, por ejemplo la apertura de una misión germana-francesa a Windhoek, (en Namibia antigua colonia alemana en África), o en otro lugar» (página 57).
Los EE.UU. y la Francia ejercen presiones sobre diferentes países de la región para que no participen a las ceremonias del 200 Aniversario de la «primera república negra de América» [8], que se celebró el primero de enero 2004 en Puerto-Príncipe. Sólo el presidente sudafricano, Thabo Mbeki, participó a esta manifestación desafiando así a las grandes potencias.
El 2 de enero, el Grupo de los 184 presenta una alternativa de transición para preparar e incitar la salida de Aristide. El 7 de enero, una manifestación degenera en revuelta. Washington acusa al gobierno de Haití de no ser democrático. El 13 de enero, el mandato de los diputados y de dos tercios de los senadores expiran, pero la oposición se niega a nombrar sus delegados a la Comisión Electoral. Aristide no puede organizar las elecciones. Se le acusa entonces de no querer organizarlas y de instaurar una dictadura.