Washington. Los expertos de Estados Unidos que alientan un ataque contra Irán dan ahora un giro de 180 grados a sus argumentos: dicen que ese país es muy débil como para defenderse, e incluso dudan sobre su capacidad para desarrollar armas nucleares.
Esa línea de razonamiento contradice los alegatos israelíes sobre la "amenaza existencial" que representa un régimen islamista radicalizado determinado a contar con un arsenal atómico.
De hecho, los nuevos argumentos neoconservadores sugieren que Israel --país que posee, sin reconocerlas oficialmente, unas 200 de esas armas-- observa a Irán desde una posición del poder dominante en Medio Oriente y no desde la del Estado más débil.
La existencia de un fuerte desequilibrio de poder que favorece a Estados Unidos e Israel constituye la premisa central de un análisis de Patrick Clawson y Michael Eisenstadt, del Instituto de Políticas para Medio Oriente, con sede en Washington.
El estudio de Clawson y Eisenstadt sugierie que un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes es viable.
El Instituto promueve desde hace muchos años políticas que favorecen a Israel. Su director fundador, Martin Indyk, había sido antes director de investigaciones del Comité Judío Estadounidense de Asuntos Públicos, un grupo de presión proisraelí.
El ex asesor de seguridad del gobierno israelí Chuck Freilich, hoy en el Centro Belfer sobre Ciencia y Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard, también recomendó un ataque a Irán apoyándose sobre la supuesta inferioridad de condiciones de ese país.
Estos analistas, que prefieren que Estados Unidos se haga cargo del operativo y no Israel, argumentan que la capacidad de Irán para tomar represalias es bastante limitada. De forma igualmente significativa y paradójica, enfatizan que Teherán es un actor racional que tendría en cuenta el alto costo de responder a una agresión.
Esta conclusión contrasta claramente con la posición oficial israelí acerca de que la disuasión no funciona con Irán a causa de su supuesta visión apocalíptica de una guerra contra el estado judío.
Entrevistado la semana pasada por el diario israelí Haaretz, Clawson señaló que "contrariamente a la opinión que se ha formado, las opciones de respuesta de Irán son limitadas y débiles".
Por su parte, Freilich, en un artículo publicado por el diario israelí Jerusalem Post, anotó: "No debemos olvidar quién blande el 'garrote' incalculablemente más grande. Por cierto, no es Irán."
El ensayo de Clawson y Eisenstadt basa su argumentación a favor de una guerra sobre el hecho de que Israel tiene un margen decisivo de ventaja sobre Irán en términos militares.
Pero si Teherán obtiene armas nucleares, "puede alterar peligrosamente el balance estratégico en la región, limitando el espacio de maniobra de Israel" respecto de Líbano y los palestinos.
De esta forma, ambos analistas resaltan el grado de libertad casi completa de Israel para usar la fuerza militar en la región siempre y cuando no ataque a Irán directamente.
La guerra contra las milicias libanesas del chiita y proiraní Partido de Dios (Hezbolá), en 2006, y la destrucción por la aviación de un blanco no identificado en Siria, aliado de Irán, en septiembre de 2007, demuestran que Israel puede usar su poder aéreo sin temor a represalias.
Israel ha estado habituado a esa superioridad por décadas.
Luego de la Guerra de Yom Kippur de 1973, los aviones de combate de ese país efectuaban frecuentemente vuelos rasantes sobre bases áreas sauditas, según Ray Close, jefe de la estación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense en Riyadh en aquella época.
Con frecuencia lanzaban tanques de combustible vacíos en las pistas, cerca de los aviones de combate sauditas, como recordatorio de que con idéntica facilidad podrían haber arrojado bombas de 500 kilogramos no cerca sino sobre ellos, agregó Close.
La conclusión de Clawson y Eisenstadt es que un ataque de Washington contra Teherán puede ser exitoso, pero admiten que "podría provocar que los líderes iraníes se convenzan de que el país necesita armas nucleares para defenderse de Estados Unidos o disuadirlo" de nuevas acciones militares.
También contradicen la posición oficial israelí respecto de que Irán está completamente decidido a contar con armas nucleares, destacando que su programa atómico no ha sido desarrollado con la determinación que le han atribuido públicamente Estados Unidos e Israel.
Teherán "ha estado envuelto más en un paseo que una carrera nuclear", aseguraron.
Ambos autores también desestimaron el argumento del gobierno israelí respecto de que el programa nuclear iraní apunta contra su país. Consideran que el motivo se encuentra "en el deseo de prestigio e influencia", aspiraciones que, como han observado diferentes analistas, pueden alcanzar por otros medios.
Según Clawson y Eisenstadt, las amenazas de Teherán de represalias en caso de un bloqueo naval no deben tomarse al pie de la letra. En ese sentido, agregan que Irán ha demostrado gran prudencia en sus respuestas a ataques contra su población por parte de otros estados.
Mencionaron como ejemplo el derribo de un avión de pasajeros iraní por parte de un buque estadounidense en 1988, ocasión en la que Irán amenazó con tomar acciones. En esa ocasión, en cambio, accedió a un cese del fuego en la guerra que mantenía con Iraq desde 1980, por temor a que Washington se involucrara abiertamente en ese conflicto.
Los analistas también han minimizado la amenaza de que Hezbolá lance los miles de cohetes de que dispone contra las ciudades del norte de Israel.
En septiembre de 2006, Freilich escribió que el arsenal de esa milicia islamista ya había "perdido gran parte de su poder disuasivo", porque la población israelí ya había sufrido lo peor de esos ataques tras la invasión de su país a Líbano y se mostró "dispuesta a pagar el precio".
Para Clawson y Eisenstadt, Estados Unidos puede limitar la posibilidad de una represalia de Hezbolá contra Israel, en caso de un ataque a las instalaciones nucleares iraníes, "indicando que, como en 2006, apoyará una dura respuesta israelí".
En la entrevista con Haaretz, Clawson incluso puso en duda que Hezbolá "reaccione automáticamente" frente a un ataque de Washington contra Irán. En cambio, señaló, el grupo islamista actuará siguiendo sus propios intereses, "tal como ellos los conciben".
"Hezbolá es muy conciente del poderío de Israel y de la dura reacción que seguirá si ellos atacan", afirmó.
En cuanto a la amenaza de Irán de represalias contra blancos navales estadounidenses o de bloqueo a la navegación en el estrecho de Ormuz, puerta marítima del golfo Pérsico o Arábigo, Clawson y Eisenstadt consideran que la respuesta de Washington destruirá a la marina iraní, por lo que deberán evaluar sus opciones teniendo en cuenta esas pérdidas.
El argumento de que Teherán es demasiado débil militarmente para embarcarse en represalias contra Israel refleja la opinión de expertos de ese país sobre Irán, entre ellos Ephraim Kam, el más reputado.
Justificar un ataque militar en la debilidad del adversario antes que en su poderío y agresividad no es un recurso nuevo.
En 1964, los funcionarios del gobierno de Estados Unidos que decidieron lanzar una campaña de bombardeos contra Vietnam del Norte señalaron que Hanoi y su aliado, China, eran demasiado débiles para plantear una respuesta armada creíble.
* Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005 y reeditado en 2006