La temprana denuncia hecha por el presidente paraguayo, Fernando Lugo, sobre una comprobada reunión conspirativa, pone en crudo una novedad de los tiempos que corren. Los dueños del poder están apurados, ya no soportan más tanto gobierno independiente en el hemisferio.
Para conspirar contra el presidente Hugo Chávez tardaron tres años. Su mandato se había iniciado el 2 de marzo de 1999. Luego lo intentaron contra Evo Morales, cuyo gobierno comenzó el 26 de enero de 2006, pero aguantaron diez meses. El ecuatoriano Rafael Correa, que inició su mandato el 15 de marzo de 2007, tuvo que esperar nueve meses para enterarse del primer intento de conspiración contra su gobierno.
Tres años, diez meses, nueves meses. Al sacerdote tercermundista Fernando Lugo, presidente popular de Paraguay, apenas le dieron tres semanas en el soportómetro de sus enemigos.
No significa inevitables conspiraciones militares y nada más. Eso es muy simple. Se trata de un complejo dinámico y calculado donde ellas son parte de un menú que incluye sinuosos manoseos diplomáticos, presiones financieras, ofertas de inversiones, pactos semisecretos de TLC y todo aquello que pueda conducir a un reordenamiento de su poder hemisférico. En ese propósito caben la capitulación del tipo Lucio Gutiérrez, los debilitamientos gubernamentales como el provocado en Argentina e intentado en Nicaragua o las derrotas electorales al estilo nicaragüense de 1989. Henry Kissinger, que sabe de conspiraciones, lo define como “una estrategia de múltiples efectos adaptada a la globalización” (Tribuna Media Service, 11-12-07)
Lo de Paraguay devela el grado de fragilidad como Estado-Nación capitalista, el prototipo del protagonista mafioso sembrado en las estructuras políticas, militares y sociales del país y el tamaño de la impunidad, que les da valor para desafiar al nuevo gobierno desde el primer día. Están aprovechando la ausencia de un poderoso movimiento social y político organizado que defienda a Lugo. En 1995, cuando entrevisté a Lino Oviedo en Montevideo, entendí esa condición con esta respuesta: “Es que en nuestro país las cosas están hechas de tal manera que nada se mueve sin que lo sepamos”. Reveladora frase, que de todas maneras no pudo evitar el cambio que acaba de iniciar Fernando Lugo. Entonces la tarea es desestabilizarlo.
En Venezuela tuvieron que esperar hasta que Chávez habló de las “leyes de profundización de la revolución”, en septiembre de 2001, que avanzaban en el derecho social a la tierra, la recuperación del petróleo y Pdvsa y otras cosas muy feas para ellos. En esos tres años previos la tarea fue comprarlo, corromperlo y adocenarlo. Recuerdo la reveladora declaración de Pedro Carmona en una entrevista que le hice en junio de 1999, antes de ser Pedro el Breve. “Este hombre que haga lo que quiera con su Constitución bolivariana y sus discursos incendiarios, siempre que no quiera tocar el petróleo y embochinchar este país.” Ese sentido de poder de clase frente esos dos miedos condujo al golpe del 11 de abril de 2002.
Con Evo la situación que llevó a la primera conspiración de noviembre de 2006 comenzó seis meses antes, el mismísimo día 1º de mayo en que nacionalizó los hidrocarburos. No sólo fue la respuesta de las multinacionales afectadas, comenzando por Petrobras, sino el susto que se pegaron los jefes de Santa Cruz y las otras provincias gasíferas del sur: entendieron que estaban a punto de perder su control sobre esos recursos. Cinco meses después, ya andaban reuniéndose con agentes de la embajada de EE.UU., buscando aliados en las FF.AA, la Iglesia, y apoyo técnico en la Usaid, la NED y la CIA.
A Correa, el berrinche se lo comenzó el Parlamento opositor que casi le hace echar a cuatro ministros el primer año. Creció con la resolución presidencial de sacar la base de Manta en 2009 y por su voluntad de ser “socialista del siglo XXI” como Chávez. Tras la agresión territorial de Uribe se develó que su aparato de inteligencia estaba “infestado por la CIA, suministraron información secreta a oficiales colombianos y esto condujo a un ataque militar...” (Jacob Hornberger, Aporrea, 24/04/08)
La espantada memoria de los más de trescientos golpes del siglo XX latinoamericano nos hace revivir la frase reveladora según la cual la historia no soporta el vacío, o se avanza o se retrocede.
* Escritor y periodista venezolano, autor de varios libros, el último la biografía ¿Quién inventó a Chávez?
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo)