Patriarcas "pro-vida". Por ser "internacionalista", Bush cree que es su prerrogativa es controlar las vidas, no sólo de 50 millones de mujeres en edad reproductora en los EEUU, sino de las mujeres de todo el mundo. Su primer acto oficial como presidente fue restablecer la regla del silencio que niega fondos de EEUU a las agencias de planificación familiar extranjeras si participan en el debate público acerca del aborto o si proveen información o referencias con respecto al mismo. Como procurador general y como secretario del Ministerio de Salud y Servicios Humanos, Bush escogió a los opositores al aborto John Ashcroft y Tommy Thompson. También ha nominado a más de 100 jueces que se oponen al aborto a puestos vitalicios en tribunales de distrito federales y de apelación.
Una de las estrategias principales de Bush es promover la noción de que los fetos son personas, cuyos derechos son por lo menos iguales a los de las mujeres. Él apoya leyes que establecen que "la calidad de ser humano" comienza con la concepción. Por eso, su gobierno hizo que los fetos, no las mujeres embarazadas, tuvieran el derecho al cuidado médico bajo el Programa de Seguro Médico para Niños.
Ninguna batalla es demasiado grande ni demasiado pequeña para este Cruzado opositor de los derechos de la reproducción. Él apoya la legislación que prohibe los abortos tardíos y también ha intentado eliminar un programa que proporciona cobertura para medicinas anticonceptivas para empleados federales, ha propuesto restricciones a otras formas de financiamiento y acceso a anticonceptivos, ha buscado más financiamiento para programas de sexualidad que se enfoquen exclusivamente en la abstinencia, y ha declarado que apoyaría una enmienda constitucional que prohibiera el aborto — con la posible excepción de los casos de violación, incesto y peligro para la vida de la mujer embarazada.
En el aniversario de Roe en 2002, Bush equiparó el aborto con el terrorismo. En una proclamación declarando al 20 de enero como el "Día Nacional de la Santidad de la Vida", afirmó: "Los niños no nacidos deben ser bienvenidos a la vida y protegidos por la ley. El 11 de septiembre, vimos claramente que el mal existe en este mundo y que no valora la vida… Ahora estamos luchando contra el mal y la tiranía para preservar y proteger la vida".
Con o sin Bush, la situación de los derechos de reproducción de hoy exige el tipo de organización de masas sin restricciones que logró legalizar el aborto en el pasado. Sin embargo, en lugar de dicha organización, las feministas "respetables" — la Organización Nacional para Mujeres, la recién renombrada NARAL Pro-Choice America, etc. — fincan sus esperanzas en poder elegir a más "demócratas buenos", como siempre.
Al mismo tiempo diluyen el mensaje de los derechos al aborto para proyectar una imagen de aceptación y para atraer a los conservadores.
No les importa el total fracaso de dichas estrategias para lograr algo tan simple como una Iniciativa de Derechos Igualitarios (Equal Rights Amendment) o sueldos igualitarios para las mujeres, y mucho menos el total rechazo de toda la legislación en contra del aborto y de abortos gratuitos, seguros y accesibles cuando se soliciten — ¡ése es el objetivo original del movimiento militante en pro de los derechos al aborto!
Ya es hora de que las mujeres y los hombres feministas hagan del aborto una vez más una cuestión de primera plana.
Pero no sólo el aborto, sino todo lo relacionado con la autodeterminación biológica y sexual de la mujer: educación sexual, acceso a anticonceptivos seguros, el alto a la esterilización y el control de la natalidad forzados, la libertad de expresión sexual para todas las mujeres y niñas, la ausencia laboral por cuestiones familiares con goce de sueldo, el cuidado médico e infantil universal.
Sin embargo, es obvio que un sistema que sólo se ocupa de dar primera prioridad a la guerra, la represión y el lucro corporativo no cumple con exigencias como las anteriores. Eso les proporciona a las feministas una profunda conexión con los movimientos laboral y contra la guerra. Integrando su quehacer y creando una causa común, los movimientos se harán más fuertes mutuamente.
Las mujeres a quienes más se les niega la libertad reproductora son pobres, de color, jóvenes, las que viven en reservaciones o en áreas rurales, las discapacitadas, o las que están en la cárcel o el ejército. Estas mujeres no se pueden dar el lujo de seguir esperando hasta que los derechos reproductores de todas las mujeres sean completamente erradicados. ¿Por qué no realizar una cumbre nacional de estudiantes, mujeres trabajadoras, activistas feministas de masas de todos los colores para discutir cómo recuperar lo que se ganó en el pasado y avanzar a partir de ese punto?
No es la iglesia, ni el Estado, sino el control mismo de las mujeres sobre su destino reproductor: organicémonos y luchemos ahora para hacerlo realidad.