Remedio para incrédulos
José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - El fiscal general de Cuba calificó hace pocos días de "increíble" el hecho de que entre nosotros existan "personajes sin ningún sentido de dignidad ni de vergüenza pretendiendo enriquecerse" con la catástrofe que ha sacado a flote el paso de los huracanes. Realmente lo increíble es la incredulidad del fiscal.
El florecimiento de tales personajes como súmmum de las situaciones catastróficas, es algo más viejo que escupir, aquí y en todas partes. Pero aún más que eso, lo que en nuestro caso denota una inocencia muy poco apropiada para un fiscal, es considerar increíble que alguien pretenda enriquecerse en la Isla mediante lo ilícito y a costa de la indefensión de los más pobres.
Como remedio para su incredulidad, al fiscal general le convendría darse una vuelta por los repartos Siboney o Atabey, en el oeste habanero, o por ciertos parajes paradisíacos de Jaimanitas, o por las alturas de Kholy y Nuevo Vedado.
Una vez comprobado a su paso que en esos sitios hay cubanos viviendo a miles de kilómetros luz por encima de la pobreza general, tendrá que reparar en que todos son jerarcas o familiares o protegidos de jerarcas del poder político.
Luego el fiscal –como fiscal al fin y al cabo- estaría obligado a establecer a través de claros procedimientos judiciales, si con el salario que devenga por nómina oficial cada uno de esos jerarcas o sus parientes, alcanza para obtener y para mantener, legal y honradamente, sus manifestaciones de enriquecimiento.
Por último, y por más increíble que le resulte, nuestro fiscal general deberá reconocer que tales muestras de privilegio no obedecen a una situación nueva ni provocada por ningún fenómeno natural de última hora, sino por la indignidad y la desvergüenza conque históricamente los mandamases han azotado a este país.
Por supuesto, también está bien que entre col y col disponga sanciones severas para los desalmados que en medio de esta catástrofe adicional que nos trajeron los dos últimos ciclones, se aprovechan para acaparar y especular en perjuicio sobre todo de los pobres, que somos mayoría absoluta.
Pero aún en estos casos, no existen ni los menores motivos para considerar increíble la proliferación de pobres diablos ladrones, aprovechados y especuladores.
La miseria engendra miseria. Pero cuando la miseria es alevosa por parte del poder que la engendra, y cuando se vuelve institucional, por impune y por irremediable y por vieja, lo único increíble es que existan fiscales generales y leyes o medidas represivas, por muy severas que sean, capaces de actuar con verdadera eficacia contra los indignos y los sinvergüenzas, todos.