Por Alberto Pérez Giménez. El Espectador - Madrid, España.- Miércoles 28 de junio de 2000 El fenómeno del turismo sexual en Cuba arrancó a principios de los noventa. El régimen castrista, perdidos los fondos que anualmente enviaba la recién desaparecida Unión Soviética y con una zafra azucarera incapaz de satisfacer las mínimas necesidades de la inexistente infraestructura económica cubana, puso los ojos en el turismo como piedra angular de la nueva economía. Y fue el propio régimen quien estimuló, como un encanto más de la isla junto a sus playas y su clima, la «hospitalidad» de la mujer cubana. Apoyado en inversionistas ávidos de beneficios rápidos, en su mayor parte españoles, los hoteles proliferaron en la otrora «Perla del Caribe» y, a sus puertas o en sus discotecas, comenzaron a aparecer jóvenes muchachas que en muchos casos ni alcanzaban la mayoría de edad. «Otras prostitutas en el mundo se escandalizarían al saber que una jinetera cubana entrega su cuerpo por un blue jean (pantalones vaqueros) o por un plato de comida en un restaurante de segunda categoría. Son jovencitas que sueñan hallar en la promiscuidad callejera a un príncipe azul que las libre de los apagones y el potaje de chícharos sin carne», escribía Jesús Zúñiga, periodista independiente de La Habana. En España, la voz se corrió rápidamente, hasta el punto de que se fletaron vuelos chárter ocupados por «hombres de negocios» y que podían comprar en un pueblo de Guadalajara lo que se conocía como el «paquete cubano»: jabón de tocador, medias de cristal, productos higiénicos.... Todo preparado por 5.000 pesetas. Los «turistas» de mediana edad, solos y ávidos de sexo fácil y exótico se hicieron parte del cuadro habitual en el aeropuerto José Martí hasta el punto de que se inventó una palabra para denominarlos: los «turipepes». Pero el negocio del sexo se le fue de las manos a Fidel Castro. Lo que empezó como la aventura de unas jóvenes que buscaban «resolver» (aliviar las necesidades diarias) de ellas y de todas sus familias acostándose por unos dólares se convirtió n un negocio por cuenta propia que se ramificaba sin cesar: las «jineteras» comenzaron a necesitar chulos para protegerse, y casas de alquiler por horas, «paladares» (restaurantes privados de pocas mesas) donde cenar con el «turipepe»... Y aparecieron las navajas por controlar el negocio, las drogas, algún turista murió y el régimen que veía que le entraba el capitalismo por entre las piernas de las «jineteras», que cada vez eran más y hasta dejaban sus trabajos como enfermeras, profesoras o secretarias, donde apenas ganaban 200 pesos en un mes, por unas cuantas noches con los «turipepes», que les reportaban fácilmente 200 «fulas» (dólares) con los que mantener a varias familias en la Cuba de Castro... OPERATIVO LACRA Y como dice la canción, «en éstas llegó Fidel, y mandó parar». En 1998, tras un incendiario discurso denunciando lo que su régimen había promovido, lanza el «Operativo Lacra»: redadas masivas contra «jineteras» y «pingueros» (chaperos) que se habían sumado al paisaje del atardecer del Malecón o la Quinta Avenida. Las principales discotecas y locales son cerradas y se les conmina a «reorientar el enfoque» de la diversión. En octubre de 1998 son cerradas las discotecas del Comodoro, el Café Cantante y el Palacio de la Salsa, y se restringe el uso «sólo para clientes» en las salas de los hoteles Marina Hemingway, Copacabana o Habana Libre. La «Operación Lacra» consiguió dos cosas: por un lado, que la prostitución en Cuba se ejerza de manera discreta, sin perturbar la imagen de tranquilidad que pretende el régimen, y, por otro, que se desarrolle bajo su control. En la actualidad, las «jineteras» ya no tienen que mostrarse por el Malecón ni prostituirse por una pastilla de jabón. Ahora, según las informaciones de la prensa idenpendiente en La Habana, las tarifas oscilan entre los 35 y los 80 dólares, los chulos ofrecen a sus muchachas por Internet (totalmente controlado su acceso por el régimen) y son los empleados de los hoteles, contratados directamente por entidades del Estado, los que «ofertan» las «jineteras» y «pingueros» a los «turipepes» que allí se hospedan. El local especializado hoy en «sexo para turistas» es «El Túnel», en el habanero municipio 10 de Octubre. Según María Elena Rodríguez, de la Agencia Cuba-Verdad, «El Túnel es visitado a diario por un promedio de 60 muchachas cuyas edades oscilan entre los 16 y los 25 años, (...) y por hombres de entre 25 y 35 años que son sometidos a investigación policíaca dado que el salario promedio en Cuba, alrededor de 220 pesos. no les permite tener acceso a dicho lugar pues sólo la entrada cuesta 5 dólares (100 peso)». Los extranjeros entran sin problemas, «aunque a ellos les pueden cobrar hasta 20 dólares por la entrada». En esa discoteca todo se vende en dólares, a precios imposibles para la población cubana, y allí se establecen los contactos entre los «turipepes» con «pingueros» y «jineteras». Éstas, aún sueñan con que alguno se enamore de ella, vuelva en otro vuelo y se la lleve a España. Por 500 dólares, lo que cuesta el papeleo, la «jinetera» olvidará su pasado e intentará rehacer su vida lejos de Cuba. Aunque, eso sí, en el aeropuerto, antes de partir, seguramente verá llegar nuevas remesas de «turipepes» ávidos de sexo fácil, como el que la lleva agarrada del brazo. |