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General: Identificados y exhibicionistas
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De: Azali5 (Mensaje original) |
Enviado: 04/11/2008 00:57 |
Contracorriente de la escondedera y la simulación, algunos bloggers alternativos hemos puesto nuestro documento de identidad junto a los textos que escribimos. En medio de tanta máscara auto impuesta, enseñar el carnet me recuerda al exhibicionista que se abre el abrigo, aunque todos sepan lo que lleva adentro. Mi huella dactilar, mis dos apellidos y hasta el nombre de mis padres aparecen en la cartulina azulada que da fe de mi existencia. Para evitar que los policías se desgasten diciéndome “identifíquese ciudadana”, doy por adelantado las señas de mi vida. Lo ha hecho también Claudia en su ecléctico blog Octavo Cerco, Lía en sus arranques de Habanemia y algunos otros que revelan sus datos para espantar el miedo. Quién sabe si logremos contagiar a los trolls que, amparados en el anonimato, intentan colapsar nuestros sitios con insultos. Es poco probable, sin embargo, que la fiebre de identificarse llegue hasta quienes tienen como oficio no dar la cara. A esos “anónimos muchachos” quiero mostrarles que al abrirme el abrigo soy algo más que el 75090424130, un documento envuelto en plástico y un pulgar manchado de tinta que se pega al papel. 1109 opiniones » |
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De: Azali5 |
Enviado: 04/11/2008 06:46 |
Mi perfil Yoani Sánchez La Habana, 1975 Estudié durante dos cursos en el Instituto Pedagógico la especialidad de Español-Literatura. En el año 1995, me trasladé a la Facultad de Artes y Letras – con un hijo nacido en agosto de ese mismo año- y terminé, después de cinco cursos, la especialidad de Filología Hispánica. Me especialicé en la literatura latinoamericana contemporánea y discutí una incendiaria tesis titulada “Palabras bajo presión. Un estudio sobre la literatura de la dictadura en Latinoamérica”. Al terminar la universidad había comprendido dos cosas: la primera, que el mundo de la intelectualidad y la alta cultura me repugnaba y la más dolorosa, que ya no quería ser filóloga. En septiembre del 2000 me fui trabajar a una oscura oficina de la Editorial Gente Nueva, mientras arribaba al convencimiento –compartido por la mayoría de los cubanos- de que con el salario ganado legalmente no podría mantener a mi familia. De manera que, sin concluir mi servicio social, pedí la baja y me dediqué a la mejor remunerada labor de profesora de español –freelance- para algunos turistas alemanes que visitaban La Habana. Era la etapa (prolongada hasta el día de hoy) en que los ingenieros preferían manejar un taxi, los maestros hacían hasta lo imposible por trabajar en la carpeta de un hotel y en los mostradores de las tiendas te podía atender una neurocirujana o un físico nuclear. En el 2002 el desencanto y la asfixia económica me llevaron a la emigración en Suiza, de donde regresé –por motivos familiares y contra la opinión de amigos y conocidos- en el verano del 2004. En esos años descubrí la profesión que me acompaña hasta hoy: la informática. Me di cuenta que el código binario era más transparente que la rebuscada intelectualidad y que si nunca se me había dado bien el latín al menos podría probar con las largas cadenas del lenguaje html. En el 2004 fundé junto a un grupo de cubanos –todos radicados en la Isla- la revista de reflexión y debate Consenso. Tres años después sigo trabajando como web master, articulista y editora del portal Desde Cuba. En abril de 2007 me enredé en la aventura de tener un Blog llamado “Generación Y” que he definido como “un ejercicio de cobardía” pues me permite decir en este espacio lo que me está vedado en mi accionar cívico. Vivo en La Habana, junto al periodista Reinaldo Escobar –con quien comparto mi vida desde hace quince años-. He apostado por quedarme y cada día soy más informática y menos filóloga |
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De: Azali5 |
Enviado: 04/11/2008 12:30 |
Se puede tener 23 años y mirar con la claridad de quien ha vivido mucho. Es posible poseer un cacharro-laptop fosilizado por el calor y escribir un blog sin romper ninguna tecla en el empeño. Se llega a decir las cosas más duras âque una buena parte de la gente sólo masculla en casa- de manera pública, desfachatada y hasta sensual. Para lograr esa secuencia peculiar, hay que llamarse Lía Villares, vivir en Luyanó, tocar guitarra y querer cambiar las cosas. Un día unió el nombre de su ciudad a la crónica pérdida de glóbulos rojos y comenzó su bitácora Habanemia. En su caso, la ausencia de hemoglobina fue producida por la escasez de sueños de una generación que ha podido fantasear muy poco. Lía fue de aquellos que entraron a la escuela a la par que el Período Especial llegaba a nuestra vidas. Niños que no recuerdan la libreta de abastecimiento industrial que, con la desfavorable letra “E”, mi madre guardaba como el documento más valioso de la casa. De esos para los que se hizo común no tomar leche en el desayuno, no recibir regalos en los cumpleaños y escuchar –alelados- las historias de antiguos manjares, que contaban los más viejos. Los grandes ojos de Lía emiten calma y preguntas –miles de interrogantes a la vez-. En el Blog se suelta la melena y se trasmuta en otra. Grita, canta, muestra el pan con aceite, único alimento conseguido en uno de estos días de desabastecimiento. Su angustiada fe de vida* está salpicada con amigos descargando en la calle G, por la noche, libros que la distraen del techo con las vigas afuera: “Yo en mi casita en Luyanó, cayéndose a pedazos como la Habana toda, pasando como podía las horas sin Internet y tratando de dormir y de terminarme El idiota” “Es mejor veinte veces ser un extranjero en la Isla fatal que ser un cubano con todas las de la ley” nos dice en una de sus entradas. Sin embargo, ya Lía no es “un cubano con todas las de la ley”. Habanemia le ha permitido sacudirse esa máxima general que ella describió como “inacción y silencio. Inercia colectiva de un pueblo ensimismado”. * Del poema “El ausente” de Eugenio Florit. Les dejo aquí una versión musicalizada por Ray Fernández |
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De: Azali5 |
Enviado: 04/11/2008 18:15 |
Discutí con una señora en la cola de la malanga. Ella quería colar a dos amigas y yo calculé que así yo no alcanzaría las diez libras de vianda –racionada desde el paso de los huracanes-. Al final, dejé que las dos viejitas se pusieran y ni las insulté cuando el vendedor me anunció “¡Se acabó!”. Es que me deprime fajarme por comida; quizás por eso estoy tan flaca. En la beca donde estudié el preuniversitario, nunca tuve garras para coger una mejor ración, como sí las obtenían los más fuertes. Cuando me veo reducida a pelear para alcanzar un alimento me siento mal y prefiero llegar a casa con la jaba vacía. Claro que a mi familia no le hacen ninguna gracias mis excesos pacifistas. Para consolarlos, compré unos cuadritos concentrados de sopa. Que viene a ser la comida más usual para la gran mayoría de los habitantes de esta ciudad. Cuando algún despistado turista me pregunta cuál es el plato típico de la comida cubana, le respondo que de ese ni me acuerdo, pero sí conozco las recetas más comunes y cotidianas. Le enumero el âarroz con cuadrito de costillaâ, âarroz con perrito calienteâ, âarroz con concentrado de baconâ o el manjar de âarroz con un cubito de pollo y tomateâ. Este último tiene un color entre rosado y naranja que resulta muy divertido. Si constantemente estamos digiriendo noticias pre-cocinadas en la tele, discursos enlatados y pasados de fecha de caducidad, cuadritos de paciencia y espera para soportar el día a día, qué más da que nuestro plato refleje también esos acres sabores. Así que me resigno y compro el dichoso placebo que me hará creer que el arroz contiene una sabrosa costilla o un pedazo de pollo. Después de una “complejísima” elaboración pongo sobre la mesa el humeante plato. Mi hijo, al sentir el olor, me pregunta con reproche: “¿Por qué no peleaste más en la cola de la malanga?” 2619 opiniones » |
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De: Azali5 |
Enviado: 04/11/2008 18:15 |
Aunque la persecución se ha anunciado contra los que desvíen recursos, especulen con los precios o hurten alimentos, el mercado oficial también ha colapsado por estos días. En un breve recorrido por las cafeterías estatales de mi barrio, pude comprobar la reducción de las ofertas. Un restaurante en pesos convertibles y especializado en pescado no vende ya pizzas de camarones ni arroz a la marinera. ¿Por qué? Porque en esta Isla nada puede escapar a la presencia del trapicheo informal, a los brazos que en la sombra de la ilegalidad sostienen hasta lo que parecía ciento por ciento estatal. Para mantener las ventas en las cafeterías y restaurantes, evidentemente se necesitaban los suministros del mercado negro. Una buena parte de lo que se vendía bajo la máscara de ser asignado de forma oficial, en realidad había sido comprada por los propios empleados a vendedores informales. Con los recursos que las empresas distribuidoras de alimentos colocan en los centros públicos no se podría mantener una oferta constante. Los camareros y administradores de esos sitios trabajaban allí fundamentalmente por la ganancia extra-salarial que dejaba la venta de estos productos ilegales. Al no poder obtener estos dividendos, han perdido el interés de tener la tablilla de anuncios llena y los clientes lo notan. Por la obsesión de cazar al ratón, el gato ha visto atrapada su propia cola en la trampa. Esa peluda prolongación de ilegalidad y corrupción que al cortársela lo desangra en poco tiempo. 2235 opiniones » |
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