Contrainsurgencia Informativa en la Guerra de Baja Intensidad; por Stella Calloni
“El objetivo de esta estrategia es producir la más grande fragmentación posible de fuerzas potencialmente hostiles al sistema”
Cuba Debate/ inSurGente.- En momentos en que América Latina está sometida a una invasión silenciosa en varios frentes: político, económico, militar, científico, informativo, cultural, dentro del entramado de una renovada Doctrina de Seguridad nacional y su actualizado esquema contrainsurgente, la información se ha convertido en un arma de guerra. (Recomendamos la lectura atenta de este texto antológico de la gran periodista E. Calloni).
La apropiación de los medios masivos de comunicación por el poder hegemónico mundial transformó la relación de estos con la sociedad y el arma de la desinformación forma parte de la guerra sicológica, como un elemento imprescindible para los nuevos diseños de contrainsurgencia trazados en las últimas décadas.
El objetivo es horadar proyectos políticos que resisten a los planteos hegemónicos y las operaciones de guerra sucia son utilizadas para avanzar en los nuevos planes geoestratégicos de recolonización de América Latina.
La ajustada red de medios que responden a un centro de diseños contrainsurgente, ha logrado socavar las instituciones más representativas de la vida soberana de nuestros pueblos.
Como resultado tenemos ante nosotros una evidencia incuestionable. En palabras de Samir Amin estamos viendo cómo âla efectividad, la credibilidad, y la legitimidad de la democracia han sido horadadas(â¦) y es especialmente difícil hacer predicciones en un período como este cuando todos los mecanismos políticos e ideológicos que gobiernan la conducta de los diversos actores han desaparecido. Cuando llegó a su fin el período de la post-Segunda Guerra Mundial, la estructura de la vida política colapsó. Tradicionalmente las luchas políticas y la vida política se dan en el contexto de los estados nacionales cuya legitimidad no era cuestionada. Yo señalo - decía Amin en una entrevista con la autora- que se cuestionaba la legitimidad de un gobierno, pero no la del Estado.â
Y en este sentido, hay que considerar que detrás y dentro de esos estados âlos partidos políticos, los sindicatos, organizaciones estudiantiles y diversas instituciones y todo aquello que los medios de comunicación llamaban âla clase políticaâ eran la estructura básica del sistema en que se expresaban los movimientos políticos, las luchas de clases y las corrientes ideológicas. Pero ahora nos encontramos que en todos los lugares del mundo estas instituciones han perdido en un grado u otro gran parte, sino toda, su legitimidad. La gente ya no cree en ellas y en su lugar, han surgido movimientos de diversa suerte, movimientos centrados en las demandas sectoriales, movimientos por la democracia o la justicia social, y movimientos que afirman su identidad como comunidades étnicas o religiosas. Esta nueva vida política es por eso altamente inestableâ.
Por supuesto se marca como una excepción y una ârecuperaciónâ asombrosa la existencia de gobiernos que han logrado recuperar la confianza popular y cambiar este escenario en los últimos tiempos, provocando la ira del imperio.
Contando con las desacreditaciones que aún persisten, la guerra contrainsurgente se mueve como el pez en el agua. Puede fácilmente, alimentando a las derechas más fundamentalistas, también digitar movimientos sociales, grupos que tienen algunos referentes de izquierda, sectores diversos y derribar murallas que parecían inexpugnables. Y resulta fácil penetrar mediáticamente a todos los sectores desarmados ideológicamente y especialmente a las clases medias tanto altas como bajas en diversos países.
La torre de babel no sólo confunde a los pueblos desinformados y manipulados hasta la saciedad por el sistema, sino lamentablemente a lo que caracterizábamos en algunos casos como sectores âprogresistasâ o de izquierda, con una cantidad de matices cada vez más desdibujados.
En la era de la desinformación, los más sofisticados análisis sobre la incidencia de las nuevas tecnologías no pueden ignorar en planteamientos abstractos a los millones de muertos que dejó y deja la guerra contrainsurgente, la doctrina de seguridad nacional y el anticomunismo, que están en pleno auge bajo el disfraz de lucha antiterrorista, que impulsa Estados Unidos. Esto nos abarca a todos los latinoamericanos porque fuimos y somos considerados eufemísticamente el âpatio traseroâ lo que se traduce como la âreserva estratégicaâ del imperio.
Es evidente esta consideración en el diseño de la Nueva Seguridad Hemisférica anunciada por George W.Bush en el año 2002, que en realidad se actualiza sobre todas las experiencias anteriores.
Hay muchos nuevos elementos de la realidad para estudiar más allá de los propios enunciados del poder hegemónico.
Debemos saber cuáles son nuestras debilidades sobre las que estos proyectos pueden actuar más eficazmente y cuáles los argumentos para hacerlo. Por supuesto el apoderamiento de los medios masivos de información ha sido un paso estratégico para estos objetivos.
Por nuestra parte las democracias de los años 80-90, que nacieron bajo las imposiciones del poder mundial en reemplazo de las dictaduras- que, a su vez, cumplieron con su cometido de âlimpiar el caminoâ mediante genocidio en la región para imponer más fácilmente y sin resistencias los nuevos planes de dominación -cambiaron las características de nuestras sociedades.
Era lógico que los gobiernos de âlas democracias de seguridadâ impuestos fracasarían ante las desesperadas expectativas de los pueblos que salían del terror absoluto. Esto también estaba previsto como el âdesencantoâ de las democracias.
Los medios cumplieron su labor terrorista como lo habían hecho durante las dictaduras para colaborar a destrozar la imagen que los pueblos tenían, en sus más soterradas memorias, de las democracias reales.
En esa situación, Samir Amin llamó la atención sobre las agendas del âculturalismoâ cuando comienzan a surgir movimientos y âcomunidades (religiosas, étnicas,sexuales, u otras) que tienen sus propios valores irreductibles, y que no precisamente tienen significación universalâ, en tiempos en que existe una estrategia política global para el gobierno mundial.
âEl objetivo de esta estrategia es producir la más grande fragmentación posible de fuerzas potencialmente hostiles al sistema, apadrinando la atomización de las formas estatales de organización de la sociedad (â¦.)En conexión con esto, se da la bienvenida a la posibilidad de manipular demandas basadas en las identidades separadas. La cuestión de la identidad de la comunidadad étnica, religiosa, o de cualquier otra clase es por eso uno de los problemas centrales de nuestro tiempo. El principio democrático básico, que implica el respeto real por la diversidad (nacional, étnica, religiosa, cultural e ideológica), no puede mostrar ninguna excepción. La única manera de sostener la diversidad es mediante la práctica de una genuina democracia. Fallando esto, llega a ser inevitablemente un instrumento que el adversario puede usar para sus propios finesâ, añadía.
Estos no son sino algunos señalamientos de cambios sociales que es necesario registrar en el abordaje del terreno en que actúa la contrainsurgencia informativa y lo que se ha logrado penetrar y confiscar.
Nos permite también analizar la significación que tienen los nuevos golpes “suaves” que tan bien promueven los medios de información masiva, los daños provocados por la intoxicación informática y como consecuencia la posibilidad de llevar a los pueblos a actuar contra sí mismos, como lo hemos visto en las recientes operaciones contrainsurgentes en diversos países de nuestra región.
Un ejemplo es lo actuado en Argentina entre marzo y junio de este año en el mal llamado âconflicto del campoâ, que puso en evidencia la capacidad del sistema mediático contrainsurgente de actuar sobre una sociedad fragmentada y pasible de ser intoxicada o paralizada por una contundente acción mediática. El país fue colocado al borde de un âgolpe suaveâ sin que fuera esto advertido por algunos sectores de la población, produciéndose el hecho de que algunas agrupaciones de izquierda actuaron junto a los sectores golpistas de la extrema derecha e incluso a figuras de la pasada dictadura militar.
La des-información es el arma más activa en los nuevos ensayos de “golpes suaves” como hemos visto en los últimos tiempos especialmente en Bolivia.
Es una acción típica de contrainsurgencia donde se registran todas las variables de las “guerras sucias” y psicológicas, que a través del terrorismo mediático intentan erosionar las bases de gobiernos e instituciones, así como partidos o personalidades políticas, “no confiables” o “enemigas” del poder hegemónico. Y también activar los mecanismos golpistas, de todo tipo.
Se miente masiva y globalmente con una impunidad mafiosa y sin la posibilidad de una respuesta del mismo nivel, lo que deja a América Latina en manos de un poderoso enemigo, que además ataca deliberadamente al alma de los pueblos: su cultura y su identidad.
Los medios masivos de comunicación sustraídos a su función prioritaria de informar con veracidad y educar mediante programas específicos, resultan así sembradores de colonialismos tardíos y avanzadas coloniales sobre nuestros países.
Son tiempos en que la palabra mata y oculta crímenes brutales bajo envolturas de mensajes muy bien calculados. Las palabras son claves en diseños de guerras reales y cibernéticas, con comandos especializados, con criminales atípicos, que no llevan armas sino discursos mediáticos, tan destructivos como un misil. Los generales mediáticos y sus soldados, bien pagados y alimentados por la corrupción, son la avanzada primera de las tropas de ocupación.
El periodismo actual debe entender la responsabilidad que le cabe cuando sirve a los diseños políticos guerreristas, a los terrorismos de Estado, abiertos o encubiertos, cuyo mejor y trágico ejemplo es hoy Irak donde ya se registran más de un millón 200 mil muertos.
En este caso la actividad mediática es tan criminal como el que deja caer las bombas asesinas. Guantánamo es hoy un símbolo del silencio de una prensa que se autocensura como espectadora de un delito de lesa humanidad, transmitido pasivamente por las redes del poder mundial, sin que nadie actúe.
HISTORIAS OLVIDADAS
En nuestra historia reciente podemos registrar algunos acontecimientos claves como fue la brutal invasión a Panamá el 20 de diciembre de 1989, un antecedente básico de todo lo que se actuaría en la región y en el mundo en los años 90 y 2000. La invasión estuvo precedida por una campaña desinformativa que en este caso logró penetrar en sectores progresistas y de izquierda, paralizando acciones en defensa de un pueblo agredido como lo fue el panameño entonces.
En 1989 esta invasión marcó un hito sobre lo que vendría. La manipulación informativa sobre “las razones” que adujo Estados Unidos para invadir un pequeño país de poco más de dos millones de habitantes, dividido en dos por un enclave colonial que la potencia hegemónica mantenía desde principios del siglo pasado, fue increíble y burda y aún es imposible entender cómo se paralizó América Latina .
Los medios estadounidenses y sus repetidores mantuvieron la atención mundial sobre los sucesos en Rumania y la visión televisiva de Panamá fueron trazadoras de luces, mientras se cometía la atroz invasión con aviones, barcos, tropas, que salían desde las bases del Comando Sur, es decir desde el propio territorio panameño.
Fue uno de los actos de mayor cobardía, considerando que Panamá tenía fuerzas armadas incipientes (en formación) y sin ningún tipo de armas para resistir una invasión incluso mucho menor que la que sucedió.
Hasta hoy en la mayor parte del mundo se ignora que allí murieron miles de personas, y que hay desaparecidos, que inspiraron a las madres a hacer homenajes permanente arrojando flores al mar y que existen tumbas colectivas, de las que se han abierto sólo algunas para mostrar los horrores de la invasión. Y en Estados Unidos se ocultó la cantidad de soldados muertos o heridos. Como Guantánamo, el silencio esconde la memoria de un pequeño país arrasado y sometido antes a una de las más descarnadas guerras sucias. Se ocultó, además, que en esa invasión se probaron nuevas armas y nuevas tecnologías de guerra. Panamá fue la âGuernicaâ de América.
Esta impunidad fue el experimento que necesitaba Estados Unidos para llevar adelante la llamada operación âTormenta del desiertoâ al comenzar los años 90 donde se movilizó una coalición internacional para supuestamente obligar a Irak a retirarse de Kuwait, empleando varias de las armas y equipos, como los aviones silenciosos probados en Panamá. Era el preludio de los horrores del siglo XXI.
En ambos casos los medios informativos, con el modelo de la noticia continuada y al momento implantado por CNN, impusieron como verdad única e indiscutible la información que proveía el Pentágono estadunidense.
Estados Unidos y sus asociados podían actuar con las manos desatadas y sin ningún control, porque los medios masivos de comunicación en el mundo, salvo raras excepciones -que además tienen un escaso radio de influencia- transmitían los partes del Pentágono como información.
Todo el dispositivo de propaganda que Estados Unidos armó durante la Guerra Fría en su combate contra la entonces Unión Soviética, fue globalizado y después de la caída de la URSS, simplemente, sin competencia, alguna avanzó sobre el mundo.
Las miles de víctimas de ese poder siniestro y sigiloso, entre muertos, heridos, torturados, despojados y maltratados, han sido ocultadas por una desinformación tolerada o admitida. En muchos casos ayudada por la confusión de algunos intelectuales, que sin poder separar el árbol del bosque, trabajaron a favor de las falsas argumentaciones imperiales.
Ninguno de ellos tiene la humildad suficiente para volver atrás y reconocer el error, lo que también deja huérfanos de la verdad a los pueblos y posibilita la escasa solidaridad con las víctimas de estas guerras preventivas, sin límites y sin fronteras.
Otro caso que mostró las debilidades en nuestro propio campo, fue la desintegración programada de la ex Yugoslavia entre 1991 y 1995 y todo lo actuado en las diferentes etapas de esta desintegración con el más acabado diseño contrainsurgente de Estados Unidos, sus socios europeos y la OTAN.
Esto también desintegraría a las Naciones Unidas convertida en una presencia de papel en todos estos conflictos.
La desinformación y el acatamiento de algunos intelectuales a las campañas de guerra sucia y psicológica que fueron derrumbando las bases de la ex Yugoslavia y su desmoronamiento posterior, dejó una suma de pequeñas repúblicas, bien manejables a los efectos del control y la dominación en una zona estratégica. No es casual que el ex embajador de Estados Unidos en Bolivia Philip Goldberg, experto en azuzar aparentes o reales conflictos étnicos y raciales, haya sido enviado en vía directa desde Kosovo a la Paz, de donde fue expulsado por el presidente Evo Morales. Todo un símbolo. Goldberg era un activo participante en el golpismo en ese país, y un activista del ejercicio de un terrorismo mediático en los medios que jaquean al presidente y al pueblo boliviano.
¿Estudiamos el terrorismo mediático aplicado en ambos casos o nos sometimos a la dinámica que nos impone el sistema de dejar atrás rápidamente esa historia de muerte y depredación, para admitir un hecho criminal como un hecho consumado e irreversible?.
EL TERRORISMO DE ESTADO MUNDIAL
Esto son sólo algunos ejemplos sugeridos para sumergirse a fondo en estas historias y otras que nos hubieran permitido establecer murallas en las batallas de ideas y un auténtico pensamiento crítico, sin abstracciones, porque de fortalecer la conciencia de los pueblos es de lo que se trata en todas estas elaboraciones.
Las simplificaciones asombrosas ayudan a los designios imperiales. Por ejemplo cuando hablamos de terrorismo imperial parece que todo hubiera comenzado como âuna respuestaâ al difuso accionar de un ambiguo âterrorismo internacionalâ fundamentalisa, esquivo, inatrapable.
Al Qaeda, nacido de las propias entrañas del imperio, es un típico ejemplo de un “enemigo” que el poder hegemónico ubica a su antojo donde lo necesita, para justificar luego sus acciones, como a lo largo de su historia fabricó “enemigos” y atentados destinados a favorecer sus planes de dominación.
El terrorismo de Estado escenificado hoy por la potencia hegemónica, es tan viejo como el nacimiento de ese país y va desde la esclavitud o las matanzas indígenas a manos de los âcivilizadosâ colonizadores, hasta las invasiones actuales y no sólo militares.
Casi nadie recuerda en estos tiempos que los colonos âganabanâ sus posesiones en Estados Unidos a sangre y fuego luchando aparentemente contra los âejes del malâ, entonces personificados por las comunidades indígenas dueñas de esas tierras durante miles de años.
Estas acciones terroristas tenían reconocimiento explícito en Washington que daba la posesión de los territorios âganadosâ al âenemigoâ.
¿Y lo actuado en los tiempos de la expansión que costó tantas vidas y territorios a nuestra América en el siglo XIX y que prosiguió a lo largo del siglo XX, después de que el imperio naciente había frustrado nuestras independencias, situación que sigue con matices hasta nuestros días?
Fueron terroristas las formaciones de los asesinos paramilitares en la Centroamérica de los años 30 y en las invasiones posteriores, que dejaron miles de muertos en nuestra América. Y lo fueron las dictaduras “bananeras” y las de la Seguridad Nacional del siglo XX.
Es el mismo terrorismo que se aplica hoy, sólo que con nuevos métodos, fruto de las nuevas tecnologías y de la implantación de la dictadura global en los años 90.
Las democracias de la seguridad nacional (estadunidense) fueron trazadas mucho antes de los atentados que desplomaron las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, hecho que fue absolutamente funcional para las necesidades geoestratégicas de ponerlos en marcha y asegurarse el control del mundo en el siglo XXI.
Colombia, cuyo pueblo es víctima de un largo y sinuoso terrorismo de Estado encubierto, es un modelo para entender de qué tratan las democracias de Seguridad y supuestamente antiterroristas, que propone Washington.
Ese país, estratégicamente enclavado, es una espina de tuna en el corazón de América Latina. Cada día el terrorismo de Estado sigue cobrando nuevas víctimas. Y Colombia no está tan lejos como Irak para argumentar que no se sabe lo que pasa.
Es el país que más muertes por la violenta intervención estadunidense tiene a lo largo del siglo XX y hasta la actualidad.
El papel de los medios colombianos en estos tiempos requiere de una investigación y análisis como lo que se hizo con Ruanda. Y es urgente la respuesta solidaria al pueblo de Colombia, que resiste desde hace años,como uno de los pasos imprescindibles de una América Latina, si quiere concretar su independencia definitiva.
Es que hoy, ahora, Colombia es la sede del más ambicioso Plan Geoestratégico de Recolonización de la región, que se diversifica en otras derivaciones similares. El Plan Colombia y sus aledaños, como el Puebla Panamá (Mesoamérica ahora) o el Mérida de México y tantos otros, es la mayor amenaza sobre los pueblos de América Latina y el Caribe.
No hay demasiado tiempo para detener su paso por el continente, que además de registrar la presencia de bases y tropas estadounidenses con âinmunidadâ para actuar, que recorren nuestras fronteras, tiene un ejército sin uniforme, ocupando casi todos nuestros países. Está desplegado a través de las instituciones de inteligencia como el FBI, la CIA, la Dea y las inefables Fundaciones de nombres seductores y cuentan con miles de grupos de bases, al apoderarse de la mayoría de las Organizaciones No Gubernamentales (ONGS), una verdadera, silenciosa y disimulada avanzada contrainsurgente.
Montándose sobre la tragedia del desempleo, ofrecieron fondos de financiamiento supuestamente donados por “generosas fundaciones” para los proyectos de algunos grupos sociales, que en muchos casos no sabían lo que había detrás.
Basta estudiar las conexiones de algunas de esas fundaciones como la Nacional Edowment Founation,(NED) cínicamente llamada en español Fundación para la Democracia o la USAID (la antigua Agencia Internacional para el Desarrollo, de trágica historia) o el Instituto Republicano y otros, actuando como las âcaras socialesâ de la CIA, para advertir el impresionante listado de los nuevos cruzados civiles de la contrainsurgencia en América Latina.
Remozados los esquemas contrainsurgente y los Conflictos y Guerra de Baja Intensidad en los años 90, la escalada actual no es sino el cumplimiento de los enunciados de Seguridad Hemisférica y del diseño de la guerra preventiva, sin fronteras, sin límites, aboliendo todas las conquistas del derecho internacional, la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.
Adolf Hitler hablaba de las fronteras seguras para extender el nazismo y así avanzó y sometió a varios países Ahora, con la misma concepción, Estados Unidos y sus asociados declaran que el mundo es todo en su conjunto la âfrontera seguraâ en sus nuevos esquemas guerreristas.
Y detrás- lo dicen también abiertamente- están las necesidades cada vez más acuciantes de recursos naturales, que el capitalismo en su perverso esplendor dilapidó sin control.