A los 50 años de la llegada de Fidel Castro al poder, todavía siguen apareciendo historias más o menos hagiográficas de ese acontecimiento. Salpicados de anécdotas y citas de lo que entonces decían los barbudos de Sierra Maestra (aunque no se recuerdan mucho sus negaciones de afiliación comunista y sus muestras de fe católica y devoción mariana), esos relatos esconden lo que ha sido la realidad vivida por quienes se quedaron en la isla este medio siglo.
Seguir hablando del “hombre nuevo”, de la “patria socialista”, de la “historia me absolverá” y de otros discursos interminables de Fidel Castro y de tantas baratijas ideológicas acuñadas por el aparato propagandístico no constituye sino una burla a quienes sufren ese régimen.
El inmenso fracaso económico que hoy presenta Cuba no tiene sino un responsable: sus gobernantes. La excusa del mal llamado bloqueo está bien para la gente desinformada, pero no para quien se acerque a los hechos con un poco de claridad.
EE.UU. es el primer proveedor de Cuba de productos agrícolas. El comercio con Rusia, China o Venezuela no logra igualar la venta de alimentos que los granjeros estadounidenses hacen a la isla. Es decir, la patria socialista no muere de hambre gracias al gran vecino capitalista.
Si el bloqueo fuera tal, si las costas de Cuba estuviesen cerradas para el ingreso de cualquier nave, el comercio no fuera posible por vía aérea o marítima. El desabastecimiento de La Habana sería mucho peor. No se conseguiría nada en sus esmirriadas bodegas, porque la economía cubana hoy no se autoabastece ni de azúcar. Los plantíos de caña, gracias al atraso tecnológico y a la política “socialista” han ido retrocediendo.
Los servicios que hoy exporta Cuba, como los paramédicos que trabajan en Venezuela, sólo pueden ser aceptados por países que no exijan mucha calidad y que paguen con largueza la obsolescencia de los conocimientos y quieran obtener alguna transferencia “doctrinaria”. Los 90 mil barriles de petróleo que entrega Venezuela diariamente son insuficientes para pagar el trabajo de los cubanos (también hay deportistas pero sobre todo policías). Según las cuentas que se conocen (que algún día serán públicas del todo), Venezuela debe pagar una gran suma en dólares además del valor del crudo que da a Cuba para que esta lo revenda.
Pero la promesa mayor que hicieron los guerrilleros triunfantes fue la de la Independencia. La triste historia del nacimiento de Cuba como república estuvo signada por la intervención gringa. Hasta que el dictador Batista no eliminó la enmienda Platt, la Constitución cubana permitía la tutela de los estadounidenses en la política cubana. EE.UU. también se adueñó de una bahía: Guantánamo en el extremo oriente de la isla.
Pues bien, una vez en el poder Castro no liberó a Cuba de la influencia de potencias extranjeras. Su régimen se vio convertido (en parte debido a errores del gobierno estadounidense) en un peón de la Unión Soviética. A cambio de una ayuda estratosférica de la nunca boyante potencia comunista, Cuba se erigió en un satélite soviético.
El colmo del cinismo fue la presidencia cubana de la Organización de países no alineados. Castro, el mandadero de la Unión Soviética, era la voz de quienes supuestamente no estaban cuadrados con ninguno de los contrincantes de la Guerra Fría.
Promover la lucha armada en nuestros países fue otra manera de seguir el guión ruso. Cuba era la meca de las guerrillas que querían imitar a los vencedores de Batista. A su aeropuerto llegaban los aviones secuestrados y de sus puertos salían armas para invadir costas de países amigos. Así ocurrió con Venezuela, nación que contribuyó con el triunfo de la revolución cubana y ésta después quiso destruir su democracia.
La Habana muestra los jirones de un viejo esplendor cuyo patrimonio es recuperado muy lentamente gracias a la riqueza de la comunidad internacional, que no puede producir la revolución. Al antes criticado cabaret Tropicana llevan a los turistas para que entre mojito y mojito puedan saborear la decadencia de hoy disfrazada de nostalgia. La prostitución es celebrada por el mismo comandante al decir que sus jineteras son las únicas que en la región hablan inglés.
La revolución no produjo al hombre nuevo, ni prosperidad, ni tampoco independencia. Pero si llenó de miseria y esclavitud a un pueblo que sueña con huir de su tierra, arriesgando morir entre tiburones para empezar de nuevo en las costas del imperio.
En Cuba la revolución ha sido el pretexto perfecto para el totalitarismo. Casi nada ha podido hacerse sin la anuencia del jefe máximo, por ello –también- la responsabilidad del desastre es casi exclusivamente suya.
Ver video relacionado con el artículo http://www.youtube.com/v/jC2nE8Js7LY&hl=es&fs=1
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