Matilda
Siempre te vas por la tangente, quieres tapar el sol con un dedo
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La sombra de la muerte.
Un siglo después, la proporción de muertes por suicidio en Cuba parece confirmar esa tendencia a la automutilación de una ciudadanía, capaz de soportar la más larga dictadura de la historia occidental, pero incapaz de hacerlo sin dejar un testimonio perturbador.
Psiquiatras, filósofos y escritores piensan que un acto tan misterioso como el suicidio es inexplicable. Inexplicable, piensan algunos, como la locura y el amor, los milagros y las alucinaciones. El estudio de un historiador tan autorizado como Louis Pérez demuestra que, en el caso cubano, esa inveterada disposición al suicidio tiene que ver con la historia o, más específicamente, con el devenir político de la Isla. Toda experiencia autoritaria, como la que se vivió en Cuba antes de 1959, y toda experiencia totalitaria, como la que ha tenido que soportar la población cubana desde 1959, es transmisora de esa "sombra" de muerte que, al decir de Eugenio Trías, deja a su paso cualquier gobierno tiránico.
Las fantasías occidentales establecen a Cuba como una isla caribeña, con fuertes tradiciones de alegría y comunitarismo, capaces de movilizarse contra la racionalidad moderna. La vocación suicida de los cubanos, sin embargo, describe a una ciudadanía atormentada, incapaz de liberar frustraciones históricas, reacia a superar traumas nacionales y demasiado proclive a la experiencia afectiva de los conflictos políticos. No hay estadística más reveladora del carácter sombrío del socialismo cubano que esos 100 mil suicidas en medio siglo.
*Investigador del CIDE
rafael.rojas@cide.edu
http://www.finlay-online.com/finlayinstitute/matarsecuba.htm