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General: Bush se despidió de la prensa con una firme defensa de la tortura
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 15/01/2009 13:35

El presidente deja su cargo con una popularidad bajísima 

Bush se despidió de la prensa con una firme defensa de la tortura

(IAR Noticias) 14-Enero-09

George W. Bush

George W. Bush, tras la conclusión de su última conferencia de prensa como presidente de Estados Unidos.(Foto AFP)

Sostuvo que el "submarino seco" ha sido de utilidad para salvar vidas.

Por Ana Baron

- Clarín

Con solo el 27 por ciento de popularidad, el presidente George Bush utilizó su última conferencia de prensa -y algunas entrevistas que otorgó durante el fin de semana antes de entregarle la presidencia de Estados Unidos a Barack Obama- para defender lo indefendible: su gobierno.

La ofensiva que lanzó fue tan lejos que hasta incluyó una justificación de los métodos de interrogación que la CIA practicó para obtener información de líderes de la vidriosa red Al Qaeda. Justamente los métodos que las organizaciones de derechos humanos y el propio Obama han calificado de "torturas".

Durante la entrevista que le otorgó a Britt Hume de Fox News, uno de los órganos del conservadurismo en EE.UU., Bush citó como ejemplo el caso del estratega de Al Qaeda, Khalid Sheikh Mohammed, que, detenido en Pakistán, fue trasladado a una cárcel clandestina en Polonia donde fue sometido a la asfixia simulada conocida popularmente como el "submarino seco".

Bush explicó que Mohammed "fue el cerebro de los atentados del 11 de setiembre del 2001, que mataron a casi 3.000 personas, en nuestro suelo" y que las técnicas utilizadas para interrogarlo "eran y son necesarias en inusitadas ocasiones para obtener información para proteger al pueblo estadounidense". "La asfixia inducida salva vidas", sostuvo.

"Creo que cuando la gente estudie la historia de este episodio en particular, verán que obtuvimos buena información de Khalid Sheikh Mohammed para proteger a nuestro país. Creemos que la información que obtuvimos ayudó a salvar vidas en suelo estadounidense", argumentó Bush, rechazando categóricamente la palabra "tortura" ya que según dijo, "todo lo que esta Administración hizo tuvo una base legal para hacerlo, de lo contrario no lo hubiéramos hecho".

Bush explicó que él, en persona, fue quien dio la autorización "tras realizar consultas con los profesionales en nuestro Gobierno, que entienden cómo usar estas técnicas de forma que se consiga información en el marco de la ley".

Durante su campaña electoral, Obama criticó duramente estas prácticas, pero ahora se muestra muy ambivalente sobre qué hacer con ellas.

Durante la entrevista que otorgó a la cadena de tv ABC, Obama dijo que era muy poco probable que autorice una amplia investigación judicial para determinar si fueron ilegales, aunque no descartó que el Ministerio de Justicia inicie una si llegaba a establecer que la ley había sido transgredida.

Obama agregó que creía, sin embargo, "que había que mirar hacia adelante y no hacia atrás".

En ese sentido explicó que "parte de nuestro trabajo es asegurar, por ejemplo, la CIA, donde hay gente extraordinariamente talentosa que está trabajando para mantener a los estadounidenses a salvo. No quiero que ellos sientan de repente que tienen que estar mirando todo el tiempo lo que está pasando a sus espaldas".

De hecho, Obama está caminando sobre una cuerda floja. Si no hace nada con respecto a las "torturas" será criticado duramente en el Congreso por los legisladores más progresistas que esperan cambios importantes a este nivel.

Por el contrario, si le da luz verde a las investigaciones judiciales y procede a prohibir ese tipo de programas, tendrá una verdadera revolución en el seno de la comunidad de inteligencia cuya cooperación tanto necesita para seguir adelante con la lucha antiterrorista.

Ese dilema será para Obama un verdadero test. ¿Cuán dispuesto está el nuevo presidente a producir verdaderos cambios?

Mark Lowenthal, un ex agente de la CIA que ahora dirige la Academia de Seguridad e Inteligencia, advirtió que si los agentes de inteligencia son investigados por hacer algo que el Gobierno de Bush les pidió que hicieran diciéndoles que era legal, en el futuro tomaran menos riesgos para proteger al país.

"El costo para las operaciones de inteligencia será enorme", dijo, y agregó: "No veo el beneficio de ese tipo de investigaciones teniendo en cuenta que los estadounidenses no las están pidiendo".

                              ******



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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: matilda Enviado: 15/01/2009 18:49
Y la "libertad de prensa"?? bien,gracias. Ninguna pregunta incómoda, ninguna manifestación de asco.
 
mati

Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: ReneGomes1 Enviado: 15/01/2009 18:50
PERO POR LO MENOS "BUSH" SE PUDO DESPEDIR DE LA PRENSA ,. QUE LO QUE ES LA MOMIA DE EL COMA-ANDANTE ,. DE ESO NADA ESTA VEZ , SI SE VA PARA EL CARAJO EL HIJO DE PUTA ASESINO #1
 
JE,JE,JE, ESTAN EMBALSAMANDO A LA MOMIA ,.

Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: matilda Enviado: 16/01/2009 07:59

Siete años de Guantánamo
Siete años de torturas y mentiras

Andy Worthington
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


    

Hace siete años, el 11 de enero de 2002, cuando las fotos de los primeros detenidos vestidos de naranja llegando a la prisión apresuradamente levantada en la Bahía de Guantánamo (Cuba) estuvieron a disposición del mundo de los medios, el secretario de defensa, Donald Rumsfeld, reaccionó ante el extendido sobresalto que se produjo a la vista de los hombres arrodillados, con grilletes, encapuchados, con gafas opacas y audífonos que completaban su aislamiento sensorial, afirmando que “probablemente era algo desafortunado” que esas fotos hubieran visto la luz.

Como tantos otros pronunciamientos de Rumsfeld, no fue sencillo entender bien lo que quiso decir. Parecía estar concediendo que periódicos de derechas británicos como el Daily Mail, que adornaron su portada con la palabra “tortura”, tenían una razón válida para hacerlo así, pero lo que realmente quiso decir en aquel momento fue que no era afortunado haber publicado las fotos porque eso había llevado a que se criticaran las políticas antiterroristas de la administración.

Rumsfeld procedió a dejar claro que no tenía dudas sobre el significado del traslado de los prisioneros a Guantánamo, ni de que el trato que se les daba no tuviera precedentes. Resumiendo, que formaban parte de un experimento novel en las tareas de detención e interrogatorio que implicaba que no eran detenidos como prisioneros de guerra ni como sospechosos criminales sino como “combatientes enemigos”, a los que se podía mantener prisioneros sin acusación ni juicio. Además, estaban también privados de las protecciones de las Convenciones de Ginebra con objeto de que pudieran ser coercitivamente interrogados y para que después, si no facilitaban la información de inteligencia que la administración pensaba que debían facilitar, fueran –como el muy crítico informe del Comité de Servicios Armados del Senado concluyó el pasado mes- sometidos a técnicas de tortura china, aprendidas en las escuelas militares estadounidenses para entrenar al personal estadounidense a que resistieran los interrogatorios en caso de ser capturados.

Pero nada de esto le importaba a Donald Rumsfeld. “Esa gente son terroristas confirmados”, declaró el 22 de enero de 2002, en la misma conferencia de prensa en la que habló sobre las fotos. “Les estamos manteniendo fuera de la calle y fuera de las líneas aéreas y fuera de nuestras plantas nucleares y fuera de nuestros puertos en todo el país y en otros países”. En una visita que realizó a Guantánamo cinco días después, describió a los prisioneros como “los más peligrosos, los mejor entrenados, los asesinos más viciosos sobre la faz de la tierra”.

Siete años después de que se abriera Guantánamo, debería ya estar muy claro que ni Rumsfeld ni el Vicepresidente Dick Cheney, ni el Presidente Bush ni ninguno de los otros apologistas de Guantánamo, que se permitieron parecidas e histéricas retóricas, tenían idea alguna de lo que estaban hablando.

La administración hizo cuanto estuvo en su poder para impedir que nadie de fuera del ejército estadounidense ni de los servicios de inteligencia pudiera examinar las historias de los hombres (ni siquiera que averiguara quiénes eran) para ver si había algo de verdad en sus afirmaciones, pero los detalles fueron poco a poco apareciendo en los largos años que siguieron, dejando claro que al menos el 86% de los prisioneros no habían sido capturados en los campos de batalla de Afganistán, como el gobierno defendía, sino que fueron capturados por los aliados de los estadounidenses en Afganistán –y también en Pakistán- en una época en que los pagos de recompensas, que alcanzaban los 5.000 dólares por cabeza, estaban muy extendidos.

Además, apareció asimismo que se había ordenado al ejército que no celebrara tribunales en campo de batalla (conocidos como “tribunales competentes”) bajo el artículo 5 de la III Convención de Ginebra, que habían venido realizándose de forma próxima al momento y lugar de la captura en todos los conflictos militares desde Vietnam para separar a los soldados de los civiles capturados en el caos de la guerra, y que altos cargos del ejército y los servicios de inteligencia que supervisaron las listas de prisioneros desde una base en Kuwait, a partir de la información del Pentágono, habían ordenado que todos los árabes que estuvieran bajo vigilancia estadounidense fueran enviados a Guantánamo.

No importa, pues, que muchos de esos hombres no tuvieran información de inteligencia útil o “procesable” que ofrecer a sus interrogadores en Guantánamo, y lo espantoso que fue, por tanto, descubrir las técnicas de tortura que se habían implementado en una atroz recuperación de la caza de brujas del siglo XVII para unos prisioneros que aseguraban no tener conocimientos sobre al Qaida o sobre el paradero de Osama bin Laden, y que no se les consideraba hombres inocentes capturados por error, o soldados de a pie reclutados para ayudar los talibanes a combatir una guerra civil entre musulmanes que empezó mucho antes de los ataques del 11-S, que no tenían nada que ver con la pequeña y secreta red terrorista de bin Laden y que no eran operativos de al-Qaida entrenados para resistir los interrogatorios.

Resulta fácil ver los frutos de esas torturas en el copioso número de acusaciones no comprobadas –y a menudo contradictorias e ilógicas- que desmienten las supuestas pruebas del gobierno contra los prisioneros pero, como han mostrado los recientes informes del Weekly Standard y de la Brookings Institution, todos aquellos que asumieron las afirmaciones del gobierno sin cuestionarlas acabaron endosando el tipo de retórica soltada por Donald Rumsfeld cuando se abrió la prisión, ignorando a otros comentaristas cuyas opiniones eran considerablemente menos estridentes.

Entre estos últimos están los funcionarios de la inteligencia que explicaron, en agosto de 2002, que las autoridades no habían pescado a “ningún pez gordo” en Guantánamo, que los prisioneros no eran “tipos de interés” que pudieran saber algo sobre al Qaida que ayudara a los oficiales del contra-terrorismo a desentrañar sus secretos, y que algunos de ellos “no sabían, literalmente, ni que el mundo era redondo”; así como las declaraciones del Teniente General Michael E. Dunlavey, comandante operativo de la prisión en 2002, que viajó a Afganistán para quejarse de que estaban enviando a Guantánamo demasiados prisioneros “Mickey Mouse”.

En el séptimo aniversario de Guantánamo, el desafío a que se enfrenta Barack Obama, mientras se prepara para cumplir su promesa de cerrar la prisión, es tener que desenmarañar esta red de confesiones falsas, separar a los hombres inocentes y a los soldados talibanes de a pie de los auténticos terroristas, deshacer el vilipendiado sistema de juicios de la Comisión Militar que establecieron Dick Cheney y su consejero legal (y ahora jefe de estado mayor) David Addington, y trasladar a los sospechosos de tener vínculos auténticos con al Qaida al territorio continental estadounidense para que sean juzgados por tribunales federales.

Si no se hace así, el prestigio moral estadounidense seguirá empañado. Además, es una misión que no debe sufrir retrasos innecesarios. Como se ha visto claro en los últimos días, al menos treinta prisioneros –en su mayoría yemeníes, que ahora suponen el 40% de la población de la prisión- han emprendido recientemente huelgas de hambre en Guantánamo. Están indignados, y es comprensible, de que Salim Hamdan, conductor de Osama bin Laden, fuera repatriado en noviembre para cumplir la magra sentencia recibida tras el juicio celebrado por la Comisión Militar del pasado verano, mientras que ellos, que no han sido nunca acusados de nada, siguen encarcelados y no hay forma de saber si alguna vez van a ser liberados.

Con Associated Press anunciando que Hamdan ha sido ya liberado y que se ha reunido con su familia, debe admitirse que los huelguistas de hambre tienen razón y que siete años sin recibir justicia es un tiempo impresentablemente largo.

Andy Worthington es un historiador británico y autor de “The Guantánamo Files: The Stories of the 774 Detainees in America’s Illegal Prison”, publicado por Pluto Press. Su página en Internet es: www.andyworthington.co.uk . Puede contactarse con él en: andy@andyworthington.co.uk .

Enlace con texto original:

http://www.counterpunch.org/worthington01122009.html


Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: Juanine4 Enviado: 16/01/2009 15:59
 
Publicado: 15 Enero 2009

Gaza Carnage Counter

… Y sabemos que es es lo que hace un estado terrorista cuando ve llegar el final de su orgía de sangre y destrucción: como perros rabiosos se dedican a machacar todo cuanto esté en su mano para provocar sensación de victoria ante sus huestes sedientas de sangre. No es novedad, tenemos una experiencia muy cercana en el tiempo de descuento de la guerra de Líbano, cuando vaciaron los arsenales de bombas de racimo que siguen matando civiles inocentes hoy día después de asesinar cuanto pudieron al ser arrojadas en número de millares.

En esta ocasión se han decidido por otra arma letal, el fósforo blanco. Ahora Naciones Unidas, Human Right Watch y otros organismos se han decidido a denunciarlo, cuando llevan usándolo sobre población civil desde el primer día de los ataques como pudo observarse por las fotografías que incluso aquí mismo reproducimos. Si alguien tiene una explicación, que la deje en los foros… quizá el enfado de la ONU se deba a que han vuelto a bombardear de manera muy precisa un edificio suyo —siempre por error, por supuesto— y se hayan cargado toda la ayuda humanitaria allí acumulada y la mayor parte de las instalaciones, ya que los incendios provocados por estas armas químicas son muy difíciles de apagar y, desde luego, no puede hacerse con agua. Los sionistas no han respetado ni a Ban Ki-moon,  que estaba en Gaza de visita, y que ha recibido un claro mensaje de las intenciones de Israel con respecto a su resolución de alto el fuego.

Y siguiendo con Naciones Unidas, por fin D’Escoto ha optado por convocar de urgencia la Asamblea General de Naciones Unidas, que ha reanudado su sesión extraordinaria este jueves y se espera una durísima condena a las políticas genocidas de Israel. El presidente de la Asamblea ha declarado solemnemente una gran verdad que, no por obvia es menos necesaria repetir en estos días:

El estado de Israel ha desconocido la autoridad de la ONU al asegurar que ningún ente externo va a entrometerse en asuntos internos de su nación y en su derecho de autodefensa. Lo que resulta irónico puesto que el Estado de Israel debe su existencia a este organismo que ahora irrespeta desacatando sus reglamentos.

A la que han seguido una batería de afirmaciones que no merece la pena dejar de leer, sobre todo viniendo de quien vienen. También en el plano de las relaciones internacionales, la UE ha congelado las negociaciones para ampliar el acuerdo de asociación con Israel y, aunque no reconoce públicamente que es una sanción diplomática, sus portavoces lo relacionan con la situación de Gaza, que consideran como asunto prioritario en la actualidad.

El día de hoy ha sido especialmente salvaje. Ya van más de 1100 muertos y más de 5000 heridos, más del 40% del total son mujeres y niños (>300), según denuncia la organización pacifista israelí B’Tselem.


Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: Comocomo Enviado: 16/01/2009 16:00
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