La medicina cubana
Xavier Sáez-Llorensxsaezll@cwpanama.net Traer médicos foráneos a suelo patrio para resolver morbilidades que pueden solventarse, con relativa facilidad, por galenos criollos es un asunto delicado que merece ser analizado con objetividad y sin pasiones de ninguna índole. Me molesta que se juegue con los sentimientos de humildes ciudadanos para lograr propósitos políticos clandestinos. Esto no es un tema de ideologías, de quedar bien con la izquierda o la derecha, sino de respetar la dignidad del enfermo y la profesionalidad del personal sanitario de nuestro país.
A mi juicio, y sin ánimo de ofensa, los aportes que puede ofrecer la medicina cubana a Panamá son limitados. Dentro de la región latinoamericana, incluso, países como Argentina, Brasil, Chile o México manejan estándares de atención de superior calidad. Esta ventaja no tiene nada que ver con capacidad intelectual ni con disciplina académica sino con la falta de exposición actualizada a investigaciones, innovaciones, publicaciones y escrutinios científicos periódicos. El facultativo cubano tiene acceso restringido a Internet, a revistas médicas, a hallazgos de estudios internacionales, a presentaciones en el exterior y a intercambios de conocimiento técnico. Tengo amigos colegas cubanos y he estado tres veces en la isla dictando conferencias pediátricas. Pese al entusiasmo laboral y a una originalidad artesanal destacable -estimulada por la privación de recursos tecnológicos y económicos-, la provisión de atención es deficiente y las instalaciones hospitalarias dejan mucho que desear.
Similar a lo que sucede en naciones socialistas -con países escandinavos como ejemplo ideal- los mejores logros de la medicina cubana están en el campo de la salud preventiva, tanto a nivel comunitario como primario, debido a programas educativos constantes, fiscalizaciones rigurosas de cumplimiento y hábitos restringidos en dietas y vicios. Lógicamente, es más fácil tener buenos índices sanitarios en un territorio isleño, particularmente cuando no se tiene inmigración que atormente ni emigración que retorne; cuando la vacunación, higiene ambiental y compromiso del ciudadano con su propia salud son obligantes y sus descuidos castigados; y cuando todos los andares y descontentos personales son monitorizados escrupulosamente. No obstante, la ausencia de prensa independiente que genere encuestas de satisfacción del usuario y la exigua verificación de datos por entes externos que validen su fiabilidad, entorpecen notablemente la credibilidad en resultados y cifras. Aún más, si nos atenemos a la definición de salud planteada por la OMS, que la conceptúa no sólo como ausencia de enfermedad sino como completo bienestar físico, social y mental, resulta claro que la represión de libertades individuales afecta significativamente el plano psicológico del ser humano.
Existe, también, cierta falacia sobre los avances biotecnológicos de la ciencia cubana. Cito tres ejemplos. La vacuna contra la meningitis causada meningococo del grupo B, ampliamente publicitada como éxito castrista, resultó ser un fiasco inmunológico en niños pequeños, edades con mayor incidencia de la enfermedad (Lancet 1992; 340:1074). Es más, una empresa farmacéutica compró a Fidel dicha patente y, poco tiempo después, la fórmula tuvo que ser desechada por completo. Las noticias sobre las prácticas prometedoras con trasplante celular y regeneración neural para dolencias cerebrales degenerativas motivaron una alerta de la comunidad científica sobre la naturaleza experimental incipiente del método, cuyas curaciones anecdóticas representaban más mito que realidad (Neurosurgery 1999; 45:741). El anuncio sobre un tratamiento pionero a base de electricidad y ozono para la retinitis pigmentosa generó un editorial, de la Asociación Médica Americana, que avisaba sobre los desenlaces catastróficos potenciales de dicha técnica (Clin Exp Opt 2004; 87:2). Aparte de estos resultados engañosos, fabricados aparentemente por conveniencia del régimen, se ha cuestionado también la rigurosidad ética empleada para obtener la participación de sujetos en dichos ensayos clínicos.
Información suministrada por colegas que laboran en la isla, por supuesto en anonimato, indican resurgencia importante de dengue y leptospirosis, escasez de medicamentos e insumos en hospitales, negligencias de diverso repertorio y discriminación sanitaria por nacionalidad. Existen salas "especiales" (privadas según lenguaje democrático) con holgados recursos y profesionales mejor capacitados para manejar a extranjeros que a nacionales. Hay listas de espera prolongada para cirugías oftalmológicas de cubanos mientras pacientes venezolanos y de otras latitudes obtienen cupos inmediatos. Circulan rumores de varios fallecimientos y complicaciones posquirúrgicas durante correcciones de cataratas, tanto dentro como fuera de la isla, evento extremadamente raro en manos expertas.
Me place que médicos extranjeros vengan a Panamá para actividades de atención, docencia, investigación e intercambio académico. Lo creo necesario y provechoso. No obstante, antes de hacerse presentes debe haber un permiso del Consejo Técnico de Salud, ente encargado de investigar idoneidades profesionales y supuestos beneficios de los programas. Lo mismo sucedería si galenos panameños visitaran otros países. Debe haber, además, un análisis estricto de los objetivos y duraciones de las actividades a desarrollar, para evitar promocionar, consciente o inconscientemente, a regímenes políticos forasteros. Esto aplica tanto para Operación Sonrisa y diligencias practicadas por médicos militares estadounidenses, como para Operación Milagro conducida por cubanos o para cualquier otra actividad ejecutada por facultativos chinos, japoneses, británicos, franceses, alemanes o canadienses. Idealmente, estos programas deberían estar coordinados por las asociaciones médicas panameñas para que nuestros profesionales trabajen de forma conjunta y se encarguen del seguimiento posterior. Es conveniente advertir, sin embargo, que muchos de los procedimientos de menor complejidad pueden ser efectuados exclusivamente por técnicos panameños siempre y cuando se les brinde los insumos y facilidades logísticas correspondientes, carencias que parecen ser artificialmente provocadas en nuestro país.
Desconozco la potencial ganancia política escondida tras estas actividades, pero considero debe haber mayor transparencia en las razones. En el futuro cercano, tendremos a panameños con sonrisa gringa, ojos cubanos, hígados españoles y "pechonalidad" colombiana. Estamos cumpliendo con el lema "Panamá, pro-mundi beneficio". Lo malo es que lo hacemos en detrimento del prestigio de valiosos compatriotas. Así tampoco.
El autor es médicohttp://mensual.prensa.com/mensual/contenido/2007/03/25/hoy/opinion/928070.html