Cuando el mundo era joven estaba poblado por los antiguos dioses, entre ellos estaba Yaya, que era el origen de la vida, el creador.
Yaya vivía con su esposa y su pequeño hijo Yayael, que era obediente y hacía todo lo que se le pedía. Pero Yayael fue creciendo y al llegar a la adolescencia a menudo no estaba de acuerdo con lo que su padre, el gran espíritu, le decía. Se convirtió en un insolente y egoísta que sólo quería hacer su voluntad y que enceguecido por hacer su voluntad, llegaba a faltarle el respeto a su padre.
Yaya acabó por enfurecerse: -Márchate de casa inmediatamente y no regreses hasta que pasen cuatro lunas -le ordenó, afligido.
Pasaron cuatro meses de su partida cuando, Yayael regresó a su hogar. La furia de Yaya no se había aplacado en este tiempo y, en un estallido de cólera, mató al revoltoso joven.
Arrepentido y lleno de remordimientos, recogió los huesos de su hijo y los metió dentro de una calabaza hueca que colgó del techo de su cabaña.
El tiempo pasaba y Yaya no encontraba consuelo. Tuvo tantos deseos de ver de nuevo a su hijo que descolgó la calabaza en presencia de su esposa. Los huesos habían desaparecido y, en su lugar, había muchos peces multicolores de todos los tamaños. Les parecieron tan apetitosos y abundantes que decidieron comérselos. Pero no se acababan nunca: cuantos más comían, más aparecían.
Una noche, cerca de la cabaña de Yaya, se oyó un alarido seguido de otros tres. Itiba Cahubaba, la Madre Tierra, acababa de parir cuatro criaturas, cuatro gemelos sagrados.
El primero era de piel muy áspera, al que ella llamó Deminán Caracaracol. Era un niño curioso y temerario, al que sus hermanos imitaban y seguían a todas partes. Como Deminán había oído hablar desde muy pequeño del misterioso Yaya, quiso conocer mejor su poderoso espíritu y en cierta ocasión decidió seguirlo.
Deminán Caracaracol seguido de sus hermanos llegó a la cabaña, en la que se encontraba la calabaza mágica.
Al bajarla vieron que nadaban en ella peces de todas formas, tamaños y colores. Por supuesto que no pudieron resistir la tentación y se los comieron. En eso estaban, cuando Deminán escuchó un ruido y presintiendo que Yaya se acercaba quiso acomodar la calabaza en su lugar rápidamente; pero… como eran niños y estaban asustados, la calabaza se les cayó y se hizo añicos.
Un inmenso manantial de agua brotó de la calabaza rota y cubrió la Tierra de ríos y lagos, de océanos y mares. En el agua dulce y en el agua salada nadaban peces de muy diferentes tamaños y colores; peces multicolores, como el arco iris. Y así fue como de los huesos de Yayael nació el mar. |