Por Paul Krugman
Tomado de The New York Times
Durante el fin de semana The Times y otros periódicos reportaron detalles que se filtraron acerca del plan de rescate de los bancos por parte de la administración Obama, el cual debe ser dado a conocer oficialmente esta semana. Si los rumores son ciertos, Tim Geithner, el Secretario del Tesoro, ha convencido al Presidente de Obama de reciclar la política de la administración Bush --específicamente el plan “efectivo a cambio de basura”, propuesto y luego abandonado hace seis meses por el entonces Secretario del Tesoro Henry Paulson.
Esto es más que decepcionante. Es más, me llena de desesperación.
Después de todo, acabamos de pasar la tormenta de las bonificaciones de AIG, durante la cual funcionarios de la administración aseguraron que no sabían nada, no podían hacer nada, y después de todo era culpa de otros. Mientras tanto, la administración no ha podido disipar las dudas del público acerca de lo que los bancos están haciendo con el dinero de los contribuyentes.
Y ahora el Sr. Obama aparentemente ha acordado un plan financiero que, en esencia, asume que los bancos en sentido general son sólidos y que los banqueros saben lo que están haciendo.
Es como si el presidente estuviera decidido a confirmar la percepción en aumento de que
él y su equipo económico están ajenos a la realidad, que su visión económica está empañada por vínculos demasiados estrechos con Wall Street. Y para cuando el Sr. Obama se dé cuenta de que necesita cambiar el rumbo, puede que su capital político se haya evaporado.
Examinemos por un momento la economía de la situación.
Ahora mismo nuestra economía es arrastrada por un sistema financiero disfuncional, el cual ha sido invalidado por enormes pérdidas en valores garantizados, hipotecas y otros activos.
Como nos dicen los historiadores de la economía, esta es una vieja historia en nada diferente a la de decenas de otras crisis similares a través de los siglos. Y existe un procedimiento probado para manejar las consecuencias del fracaso financiero generalizado. Es lo siguiente: el gobierno asegura la confianza en el sistema por medio de garantizar muchas (aunque no necesariamente todas) las deudas bancarias. Al mismo tiempo, se hace del control temporal de los bancos insolventes, a fin de limpiar sus libros.
Eso fue lo que Suecia hizo a principios de la década de 1990. Es también lo que hicimos nosotros después de la debacle de las asociaciones de ahorro y préstamos en los años de Reagan. Y no hay razón para que no podamos hacer lo mismo ahora. Pero la administración Obama, al igual que la de Bush, aparentemente desea una forma más fácil de solución. El elemento común en los planes de Paulson y de Geithner es la insistencia de que los valores inservibles en los libros de los bancos realmente valen mucho, mucho más de lo que cualquiera está dispuesto a pagar por ellos. Es más, su verdadero valor es tan alto que si se les pusiera su precio justo los bancos no tendrían problemas.
Así que el plan es utilizar los fondos de los contribuyentes para hacer subir los precios de los valores malos a niveles “justos”. El Sr. Paulson proponía que el gobierno comprara directamente los valores. El Sr. Geithner, por su parte, propone un complicado plan en el que el gobierno presta dinero a los inversionistas privados, los que entonces usan el dinero para comprar los valores. La idea, dice el principal asesor económico del Sr. Obama, es usar la “pericia del mercado” para fijar el valor de los valores tóxicos.
Pero el plan de Geithner ofrecería una apuesta segura: si el precio de los valores sube, los inversionistas obtendrían ganancia, pero si desciende los inversionistas no pagarían la deuda. Así que esto no es en realidad dejar que el mercado funcione. Es una manera indirecta y enmascarada de subsidiar la compra de valores malos.
Independientemente del costo probable para los contribuyentes, aquí está pasando algo extraño. Según mi cuenta, esta es la tercera vez que funcionarios de la administración Obama han propuesto un plan que en esencia es una reformulación del plan de Paulson, y cada vez adicionan más brillo y lentejuelas y dicen que están haciendo algo totalmente diferente. Esto empieza a verse como algo obsesivo.
Pero el verdadero problema de este plan es que no va a funcionar. Sí, puede ser que los valores con problemas estén algo subvalorados. Pero lo cierto es que los ejecutivos financieros apostaron sus bancos a la creencia de que la burbuja de las viviendas no existía, y a la creencia relacionada de que los niveles sin precedente de deuda por hipotecas no eran un problema. Perdieron la apuesta. Y no importa cuánta prestidigitación financiera se haga --que es lo que significa el plan de Geithner-- va a cambiar ese hecho.
Pudiera decirse: ¿por qué no probamos el plan y vemos qué pasa? Una respuesta es que por cada mes que pasa sin que enfrentemos la crisis económica se pierden 600 000 empleos. Sin embargo, aún más importante es la manera en que el Sr. Obama está derrochando su credibilidad. Si este plan fracasa --como sucederá casi seguramente-- es poco probable que él pueda persuadir al Congreso para que conceda más fondos para hacer lo que debiera haber hecho desde el principio.
No todo está perdido: el público desea que el Sr. Obama tenga éxito, lo que significa que él aún puede rescatar su plan de rescate bancario. Pero el tiempo se acaba
http://www.nytimes.com/2009/03/23/opinion/23krugman.html?_r=1
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