El presente ensayo intenta explorar los procesos económicos, políticos y sociales ocurridos en la década del noventa en Cuba. El análisis de estos procesos intenta explicar la victoria de la Revolución cubana sobre los procesos de globalización neoliberal impuestos en América Latina. Se abordan, también las temáticas en torno al papel de Cuba en los nuevos procesos políticos latinoamericanos, la salida del gobierno de Fidel Castro y el papel de la gente joven en la consolidación del proyecto revolucionario cubano.
I.
La historia cubana es muy clara, en términos de la dominación política, económica y cultural ejercida por las potencias metropolitanas, desde el genocidio de los pueblos aborígenes y las consiguientes importaciones de esclav@s african@s y el asentamiento hispano, pasando a la dominación directa de EE.UU. entre 1898 y 1959. La revolución cubana marcó el hito más significativo en la historia contemporánea de la isla y de la misma región latinoamericana -similar al de la independencia de España y Portugal y a la revolución mexicana de 1910. Cuba se separó del control del entonces hegemón mundial, los EE.UU., y se alió con su principal retador del período 1917-1989, la URSS y en una medida muy importante –aunque difícil de evaluar-, sobrevivió a los embates contrarrevolucionarios y de los sucesivos gobiernos de Washington, por ese apoyo euroasiático. Con el colapso soviético luego del derrumbe de las “democracias populares” en la Europa oriental, así como con el aggiornamento neocapitalista de la R.P.China, la opinión generalizada era que la revolución cubana y latinoamericana, tenían sus días contados. Caería derrotada como habrían caído las luchas revolucionarias en Guatemala, en El Salvador, en Nicaragua, en Granada y antes en Chile, en Bolivia, en Perú o en Panamá. En el caso cubano, con el hundimiento soviético y la hegemonía “imperial” de EE.UU., no haría falta ninguna intervención militar para destruir la revolución, sino que la mismas dinámicas sociales, económicas, y culturales internas, condicionadas por el determinismo tecnológico en su versión informática, así como por la supuesta perfección democrático capitalista de la “globalización”, junto con el posmoderno fin de la historia y el eterno “imperio global” de EE.UU., producirían los efectos deseados. Después de todo, algo así estaba sucediendo en la República Democrática Alemana, en las repúblicas populares de Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, Rumanía, etc., así como en la URSS misma, que se desintegraba porque poc@s creían ya en el socialismo y en la revolución social. Las juventudes, sobre todo, daban la espalda a los regímenes socialistas pro soviéticos y pedían “democracia y mercado”, por supuesto con mucha ayuda de los aparatos ideológicos y de seguridad de EE.UU., sus aliados de la propaganda, la OTAN, Israel, Japón y el Vaticano. Recordemos que durante la última fase de la llamada Guerra Fría, al frente de EE.UU. y de la URSS se encontraban los directores de las principales agencias de seguridad e inteligencia, Bush I y Andrópov.
A Cuba se le ofrecería una “transición” al capitalismo que podría ser pacífica si el gobierno cubano no resistía, renunciaba y se entregaba a juicio “internacional” por sus “crímenes”, tal como se haría eventualmente en la R.F. Yugoslava con Milósevich y asociados. Se hablaría entonces de “la primavera de La Habana”, etc. Esto sucedía entre 1989 y 1991.
Para ese momento el presidente de Cuba, Fidel Castro, en el discurso pronunciado en el acto central por el XXXVI aniversario del asalto al Cuartel Moncada, celebrado el 26 de julio de 1989, en Camagüey, argüía:
Hay dificultades en el movimiento revolucionario mundial; hay dificultades en el movimiento socialista. Ni siquiera podemos decir con seguridad que los suministros del campo socialista, que con la puntualidad de un reloj han estado llegando a nuestro país durante casi 30 años, sigan llegando con esa seguridad y con esa puntualidad de reloj. (Castro, 2007a)
Y más adelante apuntaba:
...con relación a la idea de que nuestra Revolución no pudiera resistir si hay una debacle en la comunidad socialista; porque si mañana o cualquier día nos despertáramos con la noticia de que se ha creado una gran contienda civil en la URSS, o, incluso, que nos despertáramos con la noticia de que la URSS se desintegró...¡aún en esas circunstancias Cuba y la Revolución Cubana, seguirían resistiendo! (Castro, 2007a)
Efectivamente, el período entre 1989 y 1995 fue durísimo en todos los aspectos para la revolución cubana. Mas no se derrumbó la revolución, ni enfrentó el régimen un descontento generalizado, organizado y activo, ni las juventudes se sentieron alienadas y reprimidas por el “sistema”. El incentivo capitalista de consumo sin medida para engrandecer sin medida el ego parecía fallar. La mayoría en Cuba interiorizó y siguió las consignas de resistencia e hizo de tripas corazón. El daño económico social fue severo; muchas personas sufrieron penuria. El deterioro no llegaba, ni siquiera al punto de partida de la situación social en los otros países latinoamericanos sometidos a las “reformas” neoliberal globalistas. En Cuba, mientras tanto la economía decrecía y la población tenía menos acceso a bienes básicos. El embargo de EE.UU. parecía acabar con la revolución.
Hoy, casi veinte años después de la caída de la URSS y de la subsecuente crisis de la revolución cubana, esa nación caribeña continúa con su rumbo propio y más bien adquiere aliados en la región latinoamericana . ¿Qué sucedió? ¿Por qué no se derrumbó la revolución cubana entre 1990 y 1995 (o incluso, digamos, antes del 2000)?
II
La caída de la URSS y de la mayoría de los países del bloque socialista provocó una gran crisis económica y político ideológica en la mayor isla caribeña. En los años más difíciles ( el llamado “período especial”), entre 1989 y 1996, el PIB cubano cayó a un promedio del doce por ciento anual (hasta 1994), acumulándose una reducción del sesenta por ciento (es decir, si en 1989 Cuba producía un equivalente a 100, en 1994 apenas producía 40). La economía se contraía y con ella las relaciones comerciales internacionales. Las exportaciones pasaron, de 5.4 millardos de dólares en 1989, a solamente 1.3 millardos de dólares en 1993, y las importaciones se redujeron dramáticamente, de 13.5 millardos de dólares en 1989, a 3.6 millardos de dólares en 1993.
Cuba, aparentemente, no sobreviviría sola en el “nuevo” entorno internacional, dominado por EE.UU. cultural, militar y económicamente. Cuba se quedaba sin aliados y aislada de una América Latina que le daba la espalda y se plegaba al diktat de EE.UU. con los gobiernos de Menem, Collor de Mello, Salinas de Gortari y similares. Para estos gobiernos neoliberales globalistas, no tenía sentido, desde ningún punto de vista, “resistir” a EE.UU. y a las “fuerzas del mercado”. Cuba debía introducir “reformas” para posibilitar la implantación y ampliación del mercado capitalista (especialmente mediante la “fundamental” inversión extranjera).
El impacto sobre la población cubana era muy duro y los analistas en Washington estimaban que pronto se sucederían levantamientos masivos. Efectivamente, el consumo básico de la población cubana caía estrepitosamente. Entre 1989 y 1994, la ingesta de carne per capita descendió, de 39 kilogramos anuales, a solamente 21 kilogramos; el consumo de pescado se redujo, de 18 a 8 kilogramos, el de productos lácteos de 144 kilogramos a 53, el de hortalizas de 59 kilogramos a apenas 27 kilogramos. La situación se agravaba porque, en el llamado mercado negro los precios aumentaron entre 1989 y 1993 un cuatro mil por ciento (4.000%).
Ante esta situación, el presidente Cubano Fidel Castro, el 7 de marzo de 1990, durante la clausura del V Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas señalaba:
Hay dos períodos especiales: el período especial que se ha venido estudiando, analizando y preparando durante años en situación de bloqueo total del país, qué medidas tomar en esas condiciones... medidas y acciones militares. En este caso se le denominaría: Período Especial en Tiempo de Guerra... Pero surgió la nueva situación, que puede traer problemas tan serios que nos obliguen a un Período Especial en Epoca de Paz... si realmente se continúan deteriorando las relaciones económicas con esos países que fueron socialistas. (Castro, 2007b)
Aunado al aislamiento comercial-financiero que sufría la isla en ese momento, el embargo de los EE.U.. se recrudecería aún más con la Ley Toriccelli. Para finales del año de 1991, los analistas señalaban que dicho embargo le había ocasionado en perdidas a Cuba alrededor de 43.000 millones de dólares.
Ante esta situación y de la mano del entonces secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, Carlos Lage Dávila, Cuba empezaría a implementar una serie de transformaciones económico políticas que tendrían como máxima la reformulación de la Constitución cubana del año 1976, esto en el año de 1992.
Las transformaciones de tipo económico tenían que ver sobre todo con la redefinición de la propiedad socialista o estatal, insertando otros tipos de organización hasta el momento prohibidas; la creación de los nuevos agentes económicos (“cuentapropistas” y las Unidad Básica de Producción cooperativa –UBPC -); la sustitución de un Plan único de Desarrollo Económico, por uno en el que se permitía el ejercicio de la inversión extranjera y el empoderamiento de los gobiernos locales en materia financiera.
De igual manera, en este período se implementaron una serie de medidas políticas que vendrían a redefinir el aparato estatal cubano. Así por ejemplo, se reorganizaron los Ministerios del Estado eliminándose 15 de ellos y se promulgó una nueva ley electoral que ampliaba las bases para la participación de la localidad en la elección de los representantes de niveles más altos del gobierno, extendiendo el proceso de democratización.
También, a partir de 1993, se introdujo uno de los cambios que más han dado de que hablar en los últimos años: la legalización del dólar .
En Cuba y a pesar de las desastrosas consecuencias que sufren la sociedad y la economía cubana, estas medidas resistirán al embate neoliberal que por los mismos años harán de América Latina su patio de juegos.
Tres son las medidas consideradas fundamentales que impidieron la caída del proyecto socialista cubano, estas tres medidas son, como señala Aymara Hernández Morales, una alternativa viable al neoliberalismo.
La primera de ellas tuvo que ver con la ampliación al sector “cuentapropista”, como alternativa al desempleo. Luego del triunfo de la Revolución y sobre todo luego del año de 1968 la gran y pequeña burguesía cubana fue expropiada, estatizando la totalidad de las actividades económicas en el país. Esto trajo como consecuencia la aparición de un amplio mercado negro y la imposibilidad del Estado Cubano de brindar acceso a servicios y pequeñas producciones.
No sería, por tanto, sino hasta el año de 1993, con la aprobación del Decreto Ley 141, que se establecerían cuáles actividades podrían desarrollarse, así como sus compromisos fiscales, la fuente de insumos y el control estatal. A partir del año de 1995, se amplió el trabajo por cuenta propia a los profesionales, siempre y cuando este trabajo no estuviera relacionado con su carrera profesional. Para el año de 1996 se abririó el sector a los transportistas y para el año de 1997 el del arrendamiento.
Si bien solo un 3% de la PEA está empleada en el sector “cuentapropista” en Cuba (CEPAL, 2006), este sector ha venido a contribuir a que una parte importante de cubanos pueda acceder a una mayor satisfacción de sus necesidades económicas y a la vez que le permite a otra parte de nacionales y extranjeros acceder a los servicios que estos ofrecen. De igual manera esto le ha permitido al gobierno cubano acceder a recursos frescos provenientes del cobro de los respectivos impuestos.
Otra de las alternativas importantes del período especial ha sido la autorización a la inversión extranjera directa (IED). Si bien el acceso a la IED, ha sido uno de los mandamientos neoliberales, a diferencia de lo ocurrido en América Latina, la IED en Cuba de acuerdo a la legislación de 1995 busca “promover e incentivar la inversión extranjera en el territorio de la república de Cuba, para llevar acabo actividades lucrativas que contribuyan al fortalecimiento de la capacidad económica y al desarrollo sostenible del país”.
Si bien, como se anoto arriba, luego del triunfo de la Revolución la totalidad de las empresas fueron nacionalizadas, el colapso del bloque soviético dejaba a Cuba sin recursos económicos para satisfacer las múltiples necesidades internas y externas.
Un primer paso, y a diferencia de la liberalización neoliberal, en Cuba se estableció una ley macro de convenio entre empresas extranjeras y el estado cubano. Así, se establecieron los primeros acuerdos en el sector turismo, en el cual las acciones creadas en un 51% pertenecían al gobierno cubano. De acuerdo a este nueva legislación, la IED puede operar en todos los sectores excepto en la educación, la salud y las instituciones armadas, pilares de la Revolución.
De acuerdo a esta ley, existirían tres tipos de empresas: las empresas mixtas; las de contratación de asociación económica internacional y las empresas de capital totalmente extranjero. En esta ley además, se les brinda a las empresas la seguridad jurídica correspondiente y las expropiaciones sólo podrán darse por motivos de utilidad pública y social previa indemnización en Moneda Convertible.
También se les da la posibilidad de que el inversionista extranjero pueda vender o transferir en cualquier momento su parte; la libre transferencia al exterior, sin pago de impuesto de las utilidades netas y de los haberes del inversionista, y la libertad para importar y exportar lo necesario para el desarrollo de la inversión.
De igual manera es importante señalar que las empresas sólo pueden venderle las acciones al Gobierno Cubano y que si bien se dan garantías, no se da la propiedad sobre el suelo, sino más bien exclusivamente su usufructo. Deben también pagar un impuesto sobre la utilidad neta disponible de un 30%, por la utilización de la fuerza de trabajo del 11% y por la contribución a la seguridad social de un 14 %.
Esta modalidad de IED de acuerdo y bajo los parámetros de los intereses nacionales, muy por al contrario de los cánones neoliberales en América Latina ha permitido una evolución positiva en la economía cubana y es así que en los últimos 7 años esta mantenga un crecimiento anual del 10%.
Y por último, una de las medidas tomadas de la mano de Carlos Lage fue la descentralización fiscal, como solución al déficit financiero. En los inicios de los años noventa, mientras la crisis se iba profundizando, el déficit fiscal parecía algo incontrolable en la realidad cubana, llegando en 1993 a más de 4 mil millones de pesos. Ante esta situación, la nueva política fiscal del gobierno cubano se trazó como objetivos estratégicos lograr la estabilización macroeconómica rompiendo la espiral inflacionaria; reformar estructuralmente racionalizando las actividades productivas y las funciones del sector público; y elevar la eficiencia en la asignación gubernamental de los recursos (Hernández; 26: 2002).
La creación de este primer sistema tributario tomó como referentes a los gobiernos locales en un nuevo sistema de ingresos y de gastos. De acuerdo a lo planteado por el gobierno local, el objetivo es aumentar los ingresos de los gobiernos locales a través de un incremento en su participación económica.
La pretensión esencial de toda esta transformación ha sido tratar que la localidad recurra a la subvención del gobierno central sólo en caso extremo para aliviar la presión financiera sobre el presupuesto central como vía para combatir el déficit.
La determinación de las necesidades presupuestarias de cada localidad (municipalidad) es un proceso que comienza en la base. Una vez al año el gobierno local prepara el anteproyecto del presupuesto (plan de ingresos y gastos) con la participación de los representantes de cada uno de los sectores productivos y de servicios. La proyección presupuestaria que hace cada sector se discute en la Asamblea Municipal del Poder Popular (instancia municipal del gobierno cubano) y se confecciona el anteproyecto municipal del presupuesto. Este se somete a la Asamblea Provincial y posteriormente a la Asamblea Nacional, donde la entidad nacional del Ministerio de Finanzas y Precios hace los cambios que considere necesarios y se aprueba un proyecto de presupuesto que se vuelve a someter a la aceptación y consulta de las instancias inferiores (Hernández; 26: 2002).
Este sistema, si bien aún mantiene importantes problemas, sobre todo en la distribución de los recursos recaudados y su centralización provincial ha logrado en primer lugar un aumento sostenido de los ingresos en las localidades y la una mejor recaudación nacional.
Igualmente, Cuba emprende un gran programa de turismo, dirigido sobre todo a Europa, con un notable éxito, aunque reintroduciendo en la isla, algunos de los problemas psicosociales que tiene esa “industria” (exclusión social, prostitución y corrupción sobre todo). También se reorganiza la producción agrícola para el consumo, y se promueven la prospección petrolera y la producción de níquel (con apoyo chino).
La situación empezó a cambiar a partir de 1994, se fortalecieron los lazos económicos con la UE, la R.P.China y cada vez más con los mismos países latinoamericanos. En ese año, el PIB creció un modesto 0.7 por ciento, que aunque significaba dejar de decrecer, sin embargo no compensaba, ni de lejos, las precipitaciones de los años anteriores (que, como señalamos, promediaban un doce por ciento anual). En 1995 el PIB aumentó 2.5 por ciento y en 1997 alcanzaba ya un importante 8 por ciento, que se prolongaría en 1999 a un 6.2 por ciento. La economía se recuperaba tan rápidamente como había caído y tendía a mantener tasas alcistas.
Una de las áreas de mayor sensibilidad para cualquier economía “tercermundista” es la financiera, pues en este sector es en el que mayor vigor mostraba el capitalismo neoliberal globalista –incluyendo su “fortalecimiento” mediante tecnologías informáticas que lograba emplear internacionalmente antes que otras ramas. El derrumbe de la URSS con la que se podía comerciar casi que “en especie” obligaba a disponer de divisas “fuertes”, básicamente el dólar de EE.UU., la libra esterlina, el marco o el yen. De forma paralela a la depreciación del rublo ruso se depreciaba el peso cubano frente al dólar de EE.UU., alcanzando 150 pesos por dólar en 1993. Sin embargo, en 2006 esa relación se había reducido a solamente 21 por dólar y continuaría apreciándose con la posterior devaluación mundial de la moneda de EE.UU. La revalorización del peso ha venido a aliviar los bolsillo de cada cuban@, al incrementarles su “capacidad de compra”.
Por otro lado, una de las áreas de mayor importancia estratégica para Cuba tanto como para EE.UU. es la energética. Cuba utilizaba e importaba petróleo para cubrir no solamente el transporte sino también la generación eléctrica y gran parte de su producción industrial. Uno de los esfuerzos realizados ha consistido en ampliar la producción petrolífera, incluyendo la prospección y extracción de petróleo en las aguas cubanas del Golfo de México –en el que también extraen el mismo México y sobre todo EE.UU. La producción cubana de petróleo en 1989 era de 500.000 toneladas anuales, y en 1999 alcanzaba las 2.200.000 toneladas. Para el 2000 la producción alcanzaba los tres millones de toneladas, y para 2006 se había duplicado a seis millones de toneladas. Adicionalmente, el país pasó a cubrir su déficit con los aportes de Venezuela, país con el que se organizó un trueque de petróleo por personal profesional (sobre todo médic@s y profesor@s).
Otro de los aspectos importantes que ha logrado mantener la Revolución luego de la estrepitosa caída del bloque socialista, ha sido los nuevos impulsos generados por las bases jóvenes de la Revolución. Necesariamente cuando se habla de Revolución Cubana, se asume a un grupo de la población oscilantes entre los 70 y 80 años; más si embargo el 70% de la población cubana actual no había nacido cuando se dio el Asalto al Cuartel de Moncada. Además, es necesario señalar también que el grupo de jóvenes que se lanza contra dicho cuartel ninguno superaba los treinta años, es decir que el proyecto revolucionario cubano siempre se ha consolidado desde sus bases juveniles.
Así se señala que después del triunfo revolucionario, y como regla general las profundas transformaciones económicas y sociales que tuvieron lugar en la sociedad, favorecieron la integración social de la juventud como grupo generacional y como sector dinámico dentro del conjunto poblacional. El aumento de posibilidades para el acceso a la educación, el empleo y la participación social y política, tuvo como sus máximos beneficiarios a los jóvenes, a la vez que fueron ellos mismos los protagonistas de las tareas fundamentales en esas esferas (Ferriol, 1997 citado en Cristóbal Allende, 200: 16). Además, este aumento de jóvenes de alto nivel técnico, científico y cultural ha favorecido a su vez la participación sociopolítica de l@s jóvenes con el proyecto revolucionario.
Por ejemplo, en Cuba existen 800.000 estudiantes universitarios; 30 mil trabajadores de salud en 60 países y 27 mil estudiantes becados de países pobres.
Aunado a este verdadero ejercicio democrático, a través de una real y directa participación de l@s jóvenes en la educación, la cultura y los deportes, la afirmación de un espíritu guevarista, del ser humano nuevo y la modestia de la dirigencia cubana en comparación con dirigencias soviéticas y de Europa del este ha logrado mantener fuera de las imposiciones ideo-mercadológicas la racionalidad del capitalismo foráneo y excluyente. Aunque si bien existen quejas a nivel interno sobre la satisfacción de ciertas necesidades para estos sectores, la gran mayoría concuerda en los principios de solidaridad y equidad obtenidos a través de los logros de la Revolución Cubana. A diferencia de las juventudes de Europa del Ese, en Cuba l@s jóvenes no han dejado de creer y muy por al contrario y como lo señaló Fidel Castro en entrevista con Ignacio Ramonet, estos serán en el Siglo XXI la batuta y vanguardia de la Revolución Cubana.
Conforme América Latina se esfuerza por romper los lazos que el imperialismo de EE.UU. reforzara y reformulara desde la crisis de la deuda externa latinoamericana hasta el fallido golpe de estado en Venezuela en 2002 y al hacerlo Cuba se fortalece y Cuba aporta mucho a esa tendencia regional. El referido caso venezolano es el más inmediato y obvio, ya que sigue en gran medida la experiencia cubana, incluso con sus problemas y deficiencias. Por otra parte, la crisis cubana es comparable con las crisis sufridas por países como Bolivia, Argentina y el mismo Ecuador, que hoy también se inspiran en importantes aspectos, en la experiencia cubana. La diferencia esencial consiste en que en el caso isleño se trataba de transitar entre dos formas de economía socialista, y en el de Bolivia, Argentina y Ecuador, de transitar entre dos formas que capitalismo –buscando en los casos andinos claramente un tipo de socialismo.
III
Luego de la salida de los escenarios de toma de decisión del líder histórico de la Revolución Cubana –Fidel Castro-, primero en julio de 2006 y recientemente luego de la designación de Raúl Castro como presidente del pueblo cubano, mucho se ha especulado sobre el futuro de la Revolución Cubana.
De igual manera mucho se ha especulado sobre los posibles “cambios” en la presidencia cubana, especialmente después del discurso pronunciado por Raúl Castro el 26 de julio del año 2007. Sin embargo, es necesario aclarar que los “cambios”, buscan al contrario de debilitar la Revolución fortalecerla a partir de la eliminación de todas aquellas medidas tomadas durante el período especial y que hoy brillan por su obsolescencia.
A pesar de un sostenido crecimiento económico en Cuba desde el año 2002 y que hizo que el año 2007 fuera el país de América Latina creciera más (12,5 %), gracias, como lo señala el secretario Ejecutivo de la CEPAL José Luis Machinea, a la inversión cubana en materia social, persisten aún un importante grupo de contradicciones y problemas. Al respecto señala el analista norteamericano James Petras que:
El éxito de Cuba en garantizar un mínimo de recuperación económica mientras mantiene importantes programas sociales, la destaca del resto del mundo, en el que la reestructuración económica se ha visto acompañada por fuertes restricciones en los servicios sociales. Sin embargo, los cambios estructurados por el gobierno revolucionario han creado importantes contradicciones, que hasta ahora no han amenazado al sistema, pero podrían hacerlo si no se tuvieran en cuenta. Hay procesos, prácticas, políticas y estructuras que erosionan gradualmente la base de apoyo popular y deberían encararse con cierta urgencia mientras aún sean resolubles (Petras; 2007).
Hoy como antes, para comprender la situación cubana, tanto socioeconómica como político ideológica, es necesario tomar en cuenta que la isla sigue sometida a un brutal bloqueo (de todo tipo) por parte de su poderoso vecino norteño y los costos (también de todo tipo) ocasionados por esta permanente agresión . Lo cual, no obstante, de una parte no justifica que la democracia participativa socialista sea pospuesta y, de la otra parte señala el inmenso coraje cubano, no solamente para resistir sino para incluso, como lo prueba su historia, sobrevivir, mejorar después de golpes que resultaron contundentes para países socialistas más fuertes (como la misma URSS), y seguir erigiéndose como un faro orientador de las luchas latinoamericanas y mundiales.
Si los ideólogos del capitalismo y muchos contrarios a este sistema sociopolítico, hasta hace poco consideraban que Cuba representaba la última revolución latinoamericana, pronta a desaparecer en la homogeneización mercantil-pseudodemocrática del (supuesto) “imperio” de EE.UU, la historia ha demostrado lo contrario, que Cuba es, más bien, la avanzadilla de la revolución latinoamericana, que el proceso revolucionario cubano continúa y se constituye en un ejemplo para la región y el mundo.
Este éxito también implica que las agresiones continuarán y más bien crecerán, en relación proporcional con los triunfos y éxitos revolucionarios. De ahí que resulte imprescindible para la isla renovar su versión del socialismo, superando elementos jerarquizantes y escleróticos heredados del estilo soviético que resultan incongruentes e improcedentes.
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