Días antes de que Camilo Cienfuegos entrara a Las Villas con su columna No. 2 Antonio Maceo, cinco jóvenes fueron brutalmente asesinados por la tiranía de Batista cuando intentaban incorporarse a la tropa invasora. Al triunfar la Revolución salió a la luz…
Una llamada telefónica al municipio de Majagua, perteneciente a la actual provincia de Ciego de Ávila, abrió el camino al recuento. Del otro lado de la línea: Oscar Eliécer Arbesún Estévez. Sus 92 años apenas le permiten escuchar bien, y su voz a veces se disgrega en los laberintos de la distancia.
Sin embargo, en la medida en que cuenta la historia, sus palabras asumen la pasión del tiempo,
sus frases comienzan a retomar fuerza y la comunicación fluye de manera nítida, como si la contundencia de su relato colmara sus ansias, sus pasos, su vida.
Oscar trabajó 35 años como fotógrafo. Quizá tuvo ante sí a modelos de la época, niños ansiosos por ver su imagen u objetos apreciables que merecían la atención del lente y la dedicación plena de su estudio. Pero nunca pensó que sería escogido para retratar el crimen y la tragedia de una dictadura que acabó con la vida de 20 mil cubanos.
«En la noche del 2 de octubre de 1958, llegó a mi casa un jeep cargado de soldados batistianos que no conocía. Me llevaron al cuartel de la Guardia Rural de Majagua con la cámara de fotografiar, y me obligaron a tomar instantáneas de cinco jóvenes, prácticamente destrozados.
«De regreso, me condujeron a la vivienda, donde tenía un modesto estudio fotográfico y bajo la custodia de un guardia de mayor edad hice el trabajo de revelado. Él se llevó las imágenes y los negativos; mas, como no sabía nada de mi profesión tuve la posibilidad de quedarme con algunos papeles fotográficos impresos, pero no revelados. Entonces los metí en una caja y los tiré en un rincón del cuarto oscuro.
«Cargaron con las fotos casi mojadas, pero luego, los negativos que escondí los revelé con mucha precaución. Informé de ello al Jefe del Movimiento 26 de Julio aquí, con el cual trabajaba directamente desde mi ingreso en enero de 1957 a las células de esta organización. Él me ordenó que enterrara las fotos dentro de un pomo en el patio de mi casa, y así hice», narra claramente Oscar, quien aún se conmueve con el suceso, después de 50 años.
DESEMPOLVANDO IDENTIDADES
En su carta a Fidel Castro sobre la marcha de la invasión, Camilo Cienfuegos escribió desde los llanos de Santa Clara, al realizar un balance de su recorrido: «Cuando días después cruzamos el límite de las provincias, aún algunos hombres cargaban dos fusiles. En ese lugar se nos informó que cinco jóvenes que viajaban en un carro, por la carretera de Marroquí a Majagua, fueron asesinados por tropas de la tiranía.»
Se trataba de los mismos patriotas que Oscar fotografió en aquella noche tenebrosa de octubre, mientras el Comandante Cienfuegos emprendía el camino que lo acercaba a la región villareña.
Sus nombres: Pedro Méndez Morera, Humberto Castellanos Alonso, Efraín Hurtado García, Antonio Castellanos Herrera y Miguel Rivera Martínez. Los tres primeros eran naturales de Manicaragua, Las Villas; mientras que Antonio y Miguel provenían de Ciego de Ávila.
En el libro Camilo: Señor de la Vanguardia, de William Gálvez, aparecen partes oficiales emitidos por el enemigo sobre el hecho:
«Extracto. Cte Ángel Castillo, C de Ávila, 6 oct.1958, PS Chaviano MM, Cmdte Jefe Esc 23 GR, remite fotografías, huellas digitales y negativos correspondientes a cinco rebeldes que perdieron la vida en combate Fca Guana Cana Barrio Majagua, término de C de Ávila, el día 2 de los corrientes.»
El segundo parte, firmado por Leopoldo Pérez Coujil, cor. jefe 2do. Dto. Militar, reitera los datos anteriores y añade: “Permítanme significarle que, el que aparece solo es el titulado Cmte Manuel [Miguel] Rivera, que operaba en la Sierra del Escambray, y que se introdujo en esta zona con la misión específica de rescatar al «Che Guevara» y trasladarlo para dicha sierra. Capaces de llevar a cabo la misión y ser nativos de esta zona.»
Según continúa diciendo el fotógrafo Oscar, «desde días atrás las tropas del ejército batistiano, al mando del sanguinario teniente coronel Sánchez Mosquera, estaban operando en el territorio para cortar el paso hacia el occidente del país de las columnas rebeldes de Camilo y Che.
«Los jóvenes revolucionarios, que al parecer eran capitaneados por Rivera, al llegar al Crucero de la Aurora en el camino de Majagua a Marroquí supieron, por vecinos de allí, que poco antes habían pasado fuerzas enemigas rumbo a este último lugar.
«Sin embargo, continuaron con sus propósitos de unirse a la columna No. 2, y a unos cuatro kilómetros del crucero fueron interceptados por los camiones que regresaban con más de 200 soldados, casi todos casquitos. Al tratar de retroceder, el jeep en que viajaban cayó en la cuneta, se desplegaron entonces, armados como estaban, por un potrero. En ese sitio quedaron prácticamente destrozados por los fusiles y las ametralladoras.
«Sus cadáveres fueron tirados en la plancha de un camión sin barandas y trasladados al cementerio de Majagua, con un gran número de guardias para que nadie pudiera ver la dantesca escena y los cuerpos que más tarde me tocó retratar.»
Y EL POMO QUEDÓ SIN TAPA
La Revolución Cubana amaneció triunfante el 1o. de Enero de 1959. En esa victoria resultaron determinantes los combates librados en la región de Las Villas por los comandantes Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, durante la gesta invasora.
Aquellos jóvenes que intentaron incorporarse a las tropas guerrilleras, fatigados por la humillación y el maltrato del Gobierno batistiano, dejaron muchos sueños en el camino. Eran bisoños campesinos; algunos de ellos sin oportunidad de ir a la escuela, pero con enormes deseos de transformar la realidad cubana.
Logrado el triunfo, Oscar destapó el pomo en el que había enterrado su historia y de allí sacó las fotos de los valerosos compañeros caídos. De esa manera, pudieron identificarse los cadáveres, a pesar de que estaban prácticamente irreconocibles por los golpes y los disparos.
«Las fotos sirvieron como pruebas testificales —dice— para enjuiciar, en el Tribunal Revolucionario de Camagüey, al jefe del Puesto y al sargento de la Guardia Rural de Majagua, los que una vez investigados —y comprobado que no tomaron participación directa en el asesinato, pero que procedieron a enterrarlos sin previa identificación—, fueron condenados a varios años de cárcel.»
La conversación telefónica concluye, pero queda el testimonio escrito de este valeroso entrevistado, quien mantiene viva la idea de servir a la Patria. Y junto con su relato, permanecerá para siempre, en el recuerdo de todos, la prueba contundente que denuncia el atropello: la histórica foto que un día él enterró en el patio de su casa y ahora guarda con celo, para que sus hijos, nietos y biznietos conozcan los oprobios del pasado.
Pies de fotos:
La histórica foto del crimen. Oscar la escondió en un pomo bajo tierra hasta que triunfó la Revolución en 1959. (Foto: Cortesía del entrevistado)
Con sus 92 años, Oscar Eliécer Arbesún Estévez recuerda el día en que fue llevado a fotografiar los cinco jóvenes asesinados por Batista. (Foto: Cortesía del telecentro de Majagua)
Yoerky Sánchez Cuéllar