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FIDEL CASTRO..: Fidel y el veredicto de la historia
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De: Franca (Mensaje original) |
Enviado: 18/03/2009 19:54 |
17 de Marzo de 2009
Por Atilio A. Boron
Fidel está canalizando todas sus
energías hacia la estratégica “batalla de ideas”, condición necesaria
para la construcción de una alternativa poscapitalista y no sólo
posneoliberal, como ansían algunos antiguos izquierdistas
desilusionados. En la medida en que subsista el capitalismo como modo
de producción, su naturaleza explotativa, opresiva y predatoria se
manifestará en todas sus expresiones históricas, desde el laissez faire
de comienzos del siglo XX hasta el neoliberalismo de finales del mismo
siglo, pasando por el keynesianismo y el desarrollismo. La preocupación
del Comandante por releer a Gramsci y los clásicos de la teoría
marxista se acompaña por un renovado interés en la obra de Darwin y el
estudio del impacto de la nanotecnología sobre los procesos productivos
y, por lo tanto, sobre los bienes y servicios a los que podría acceder
la población. Fidel sabe que las nuevas tecnologías de comunicación e
información son un poderoso instrumento de dominación ideológica pero,
dialécticamente, también pueden ser un arma formidable para
concientizar a la población y facilitar la diseminación del pensamiento
crítico, como se hace desde los diversos cursos que ofrecemos en el
PLED. Pero su inquietud no se queda allí: lee también sobre el cambio
climático, la crisis económica, los procesos políticos y los temas
candentes de la realidad internacional. La lista sería interminable.
Si bien su recuperación física y el
moderado aumento de peso han desdibujado en algo su figura quijotesca
del pasado, su intelecto y su corazón siguen siendo fieles a la noble
tradición del Quijote y su pasión por enderezar entuertos es tan
intensa como antes. Es ese espíritu el que lo llevó a tomar por asalto
el Moncada y tiempo después, con Raúl y el Che, a iniciar la epopeya de
Sierra Maestra. Tal como lo había pronosticado en su célebre alegato
ante los jueces del Moncada, la historia lo absolvió, ¡y cómo! También
le otorgó la razón cuando en 1985 demostró matemáticamente la
imposibilidad de pagar la deuda externa, contrariando las opiniones de
sedicentes “expertos” que elaboraban ingeniosos artificios para
demostrar lo contrario. Cuando se derrumbó la Unión Soviética y se vino
abajo el (falso) socialismo de Europa Oriental fueron muchos los que le
aconsejaron que reconciliara a Cuba con las nuevas realidades de la
globalización, arriando las supuestamente raídas banderas del
socialismo. El guerrero se negó y contrariando la opinión y los
pronósticos de propios y ajenos aguantó el temporal y proclamó a los
cuatro vientos que, aunque la Unión Soviética se hundiera, el frágil
navío de la Cuba revolucionaria resistiría la tormenta y llegaría a
buen puerto. Una vez más, la historia le concedió la razón.
También le había sonreído en 1992, en
la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, cuando denunció en
los siete minutos exactos que cada participante tenía asignado la
catástrofe ambiental y climática que se avecinaba. Su intervención fue
fulminada como apocalíptica y meramente ideológica por muchos de los
que el pensamiento convencional identificaba como “realistas” y
“expertos.” ¿Quién se acuerda ahora de aquellos enanos? ¿Y qué decir de
los gobernantes allí presentes -Menem, Fujimori y otros de su misma
ralea- que hicieron oídos sordos ante el discurso de Fidel y que con su
criminal indiferencia agravaron el problema? La historia volvió a
fallar a su favor cuando, en 1998, convocó a los economistas a discutir
la crisis en gestación, en momentos en que el saber oficial aseguraba
que no había -y que no habría- crisis sino, a lo sumo, una transitoria
desaceleración del crecimiento económico. Una década más tarde los
porfiados hechos demostraban una vez más que la razón estaba con Fidel.
Este fue el hombre que me honró con su
invitación a discutir algunos aspectos de mi ponencia. Le interesó
sobre todo el concepto de “burguesía imperial”, concebido para
caracterizar el entrelazamiento producido entre las clases dominantes
de las principales metrópolis capitalistas y la forma en que unificaron
su estrategia de dominación global. Sus integrantes se dan cita
anualmente en Davos para coordinar su estrategia a escala mundial,
pasar revista a sus efectivos, armonizar sus discursos y políticas y
potenciar su influencia política e ideológica a nivel internacional,
para lo cual invitan a gobernantes, “expertos” y comunicadores sociales
para transmitir la buena nueva. Me pidió detalles, ejemplos, razones
por las cuales utilizo ese concepto. Se quejó de su falta de tiempo: no
pudo recibir a varios presidentes, y a los que atendió no pudo
dedicarles el tiempo que hubiera deseado.
Hablamos un poco sobre la Argentina y
me dijo que le había sorprendido gratamente la fortaleza y la
convicción que demostró la presidenta Cristina Fernández y sus ganas de
luchar, pero estaba preocupado por las secuelas del conflicto que el
año pasado enfrentó al Gobierno con los sectores del campo. Al examinar
el panorama sociopolítico latinoamericano expresó su preocupación
porque el péndulo ideológico, que en la última década se había movido
hacia la izquierda -si bien con diferente amplitud según los países-
pudiera detener su marcha o, peor, iniciar una reversión amenazando la
estabilidad o la continuidad de los gobiernos progresistas de la
región. Sabe que el imperialismo está al acecho para “corregir el
rumbo” de su patio trasero. Lo conoce al detalle y puede decir, como
Martí, que “le conozco las entrañas y mi honda es la de David”. Con esa
honda tuvo a raya al Goliat americano durante 50 años y terminó por
aislarlo: en octubre del 2008 de los 192 países miembros de las
Naciones Unidas 185 votaron a favor de una resolución que exigía poner
fin al bloqueo contra Cuba. Sólo dos acompañaron al imperio: Israel, la
megabase militar estadounidense en Medio Oriente, y Palau, una islita
perdida en el Pacífico poblada por 21.000 personas y utilizada como
campo de pruebas de la cohetería de la armada norteamericana. Otros
dos, las islas Marshall (63.000 habitantes) y Micronesia (107.000)
consideraron demasiado tamaña ignominia y se abstuvieron. Pero este
mensaje de la comunidad universal es desoído por la Casa Blanca y sus
mandantes: el complejo militar-industrial. Estos quieren aprovechar la
crisis para volver a “disciplinar” a la región y acabar con la
primavera izquierdista. La sucesión del gobierno de la Concertación en
Chile parece inexorablemente destinada a reinstalar a un personaje de
la derecha en la Moneda, bien sea el oficialista Eduardo Frei o el
opositor Sebastián Piñera. Y las previsiones no son mucho más
alentadoras para Argentina, Brasil y Uruguay. La crisis económica
podría ser el disparador de esa recomposición derechista y esa amenaza
no puede ser tomada a la ligera. Si esto se produjera, el aislamiento
de Venezuela, Bolivia y Ecuador podría agravarse, poniendo en riesgo la
viabilidad política y económica de los proyectos transformadores
actualmente en curso con negativas consecuencias para Cuba. También me
hizo saber de su inquietud por el acoso a que está siendo sometido el
gobierno de Fernando Lugo en Paraguay, y la necesidad de que Argentina
y Brasil adopten una postura solidaria y generosa en relación con las
dos grandes represas de Yacyretá e Itaipú, cuya propiedad comparten con
el Paraguay.
Había transcurrido una hora y cuarenta
minutos de conversación y era preciso poner fin a este diálogo. Le
pregunté si no sería posible que alguien nos sacara una foto porque de
lo contrario no serían pocos los que me considerarían un impostor.
Fidel accedió de buen grado a mi pedido quejándose burlonamente de que
todos le dicen lo mismo y lo obligan a retratarse. Entonces se volvió
hacia uno de sus colaboradores y dijo: “A ver. Traigan un espejo”. Se
lo traen, se mira y dice: “Humm, ¡se ve bien!”, y es cierto. Estimulado
por su buen humor aprovecho para felicitarlo por su recuperación y
decirle que lo veo muy bien, con un aspecto tan bueno como el que lucía
Ingrid Betancourt cuando se produjo su misteriosa liberación por el
ejército colombiano. Una estruendosa carcajada selló la humorada. Nos
preparamos para la foto y allí, transportado por el clima relajado, me
atreví a decirle que con el logo de Adidas del uniforme de los atletas
cubanos sus detractores ahora lo criticarían por hacerle publicidad a
una transnacional. Nueva carcajada y, rápido como un rayo, y con su
dedo índice repetidamente hundiéndose en mi pecho me dijo, masticando
cada sílaba, “es-que-yo-soy-una-víctima-de-tu-burguesía-imperial”.
Nuevas risotadas, foto, y un fuerte abrazo de despedida que permite
comprobar el buen tono muscular de su físico y, con alivio, que tenemos
Comandante para rato.
Rebelión
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