Al siglo XXI se le ha bautizado como la era de internet, de la globalización o de la tercera revolución industrial. Pero bien podría llamársele de forma más prosaica: la era de la basura. Ese sí es un invento moderno, fruto de los mil productos que la industrialización y la sociedad de consumo han inventado sin que sepamos bien cómo eliminar.
Los españoles, por ejemplo, generamos en 2007 más de 23 millones de toneladas de Residuos Sólidos Urbanos, RSU en la jerga técnica o, simplemente, basura. Esa que echamos todos los días al cubo de casa. La cifra toma dimensión cuando se traduce a una medida cercana. Esos 23 millones de toneladas equivalen a 521 kilogramos por español y año.
Para los expertos, es un despilfarro de materia y de energía que la sociedad no puede permitirse, como tampoco es asumible el gasto público que supone gestionar esos residuos. Sin embargo, la basura doméstica no para de aumentar. En España, hemos pasado del kilo escaso por habitante y día de 1997 a 1,3 kilos en 2000 y 1,4 kilos en 2007.
Son medias obtenidas al dividir el total de residuos entre la población, con lo que el crecimiento demográfico no explica la tendencia. Lo que las cifras demuestran es que ha habido un incremento del consumo y una incapacidad para impedir que esos objetos se conviertan en residuos.
Ante estas cifras, los ecologistas dicen que hay que invertir no sólo en reciclaje, sino que hay que apostar por la reducción de la basura antes de que se genera. Para hablar de esa prevención de residuos, Amigos de la Tierra celebró en Madrid esta semana unas jornadas que congregaron a responsables municipales, consumidores y empresas del sector. Como marco de fondo está el que en los próximos meses se va a trasponer la Directiva Europea de residuos y se empezará a desarrollar el Plan Nacional Integrado de Residuos, aprobado en 2008.
"Lavado de conciencia"
Para Liliane Spendeler, directora de Amigos de la Tierra en España, hay que impulsar un cambio de actitud ciudadana donde la reducción de residuos prime ante su reciclaje. Alodia Pérez, responsable del área de Residuos en Amigos de la Tierra, presenta los resultados de un estudio sociológico en el que se demuestra que el reciclaje es la única idea que ha calado en la ciudadanía. Tanto, que llega a funcionar como un «lavado de conciencia».
Al arrojar un desecho al cubo de reciclaje el ciudadano se queda tranquilo, creyendo que cumple. Pero hay que pensar, recuerdan los ecologistas, que el mejor residuo es el que no se produce, el que no se consume. Porque detrás de cada objeto hay un impacto ambiental en forma de materias primas y energía consumida que no llegamos a percibir.
Reducir, es decir, evitar el gasto, es la primera opción. Y a ella se han apuntado ya en otros lugares. Yves Contassot es el concejal parisino que impulsó el primer plan específico de la ciudad sobre la Prevención de Residuos. Una de sus campañas intentó rebajar el uso de botellas de plástico para agua.
La Alcaldía regaló jarras de cristal con un logo a todos los domicilios pidiendo que bebieran agua del grifo. ¿Qué ocurrió? Los vendedores de agua hicieron una contracampaña atacando la calidad del agua parisina. La alcaldía de París tuvo que responder con otro anuncio defendiendo su agua del grifo.
«No es fácil. Hay resistencias y chocamos con grupos de interés. Pero hay que seguir porque no podemos permitirnos un gasto tan enorme en gestión de residuos». Porque al final son los ayuntamientos los que pagan.
Medidas radicales
Ricardo Luis Izquierdo, jefe del servicio de residuos de Fuenlabrada y representante de la Federación Española de Municipios, recuerda que son «las instituciones locales las que cargan con la gestión de los residuos». Si los ciudadanos no reparan en su nivel de consumo o la Administración central no toma cartas en el asunto, la factura del aumento de basuras la pagan los ayuntamientos.
En Irlanda se han tomado medidas radicales. La implantación de una tasa sobre las bolsas de plástico -14 céntimos por cada una- ha reducido su uso en un 90%. El impuesto se invierte en campañas de concienciación. Un 91% de la población apoya ahora la tasa, explica Cathy Maguire, del Consejo Irlandés de Desarrollo Sostenible.
En España, el Gobierno no se plantea algo así. María Jesús Rodríguez de Sancho, directora general de Calidad y Evaluación Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente, comenta a elmundo.es: «Este tipo de medidas no se pueden imponer si antes no trabajamos en la implicación social y la sensibilización». El Ministerio lanzará «una campaña institucional» para reducir su uso. En la anterior legislatura, con Narbona al frente, el Ministerio habló de prohibir las bolsas de plástico para 2010.
El fomento de planes empresariales de prevención de envases y el apoyo al compostaje doméstico de basura orgánica son otros objetivos inmediatos del Ministerio.
Articulo del diario el Mundo.