Hasta después de muertos somos útiles, escribió José Martí, el Héroe Nacional cubano, máxima que quedó confirmada el 11 de agosto de 1994, cuando del mar emergió el cuerpo sin vida del teniente de navío Roberto Aguilar Reyes, asesinado tres días antes en la ensenada de Lazareto, en la noroccidental bahía de Mariel.
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Hasta después de muertos somos útiles, escribió José Martí, el Héroe Nacional cubano, máxima que quedó confirmada el 11 de agosto de 1994, cuando del mar emergió el cuerpo sin vida del teniente de navío Roberto Aguilar Reyes, asesinado tres días antes en la ensenada de Lazareto, en la noroccidental bahía de Mariel.
Su victimario fue Leonel Macías González, quien cumplía el Servicio Militar General, secuestrador del ferrocemento 50-34, embarcación auxiliar empleada por una unidad de la Marina de Guerra Revolucionaria para el traslado de personal.
Otros tres tripulantes fueron amenazados, obligados a tenderse en cubierta y posteriormente a lanzarse al mar, tras lo cual el criminal recogió a unas 30 personas en las cercanías y puso proa a Estados Unidos. A pesar de que de inmediato las Tropas Guardafronteras cubanas comunicaron el incidente al Servicio de Guardacostas de ese país, Macías González fue recibido allí como un héroe.
LEY QUE ALIENTA LA MUERTE
El hecho tuvo como antecedentes en aquel año varios secuestros más e intentos de secuestros de embarcaciones por elementos interesados en emigrar a territorio estadounidense, alentados por las prerrogativas que concede la Ley de Ajuste Cubano. Esta legislación, que llama a la emigración ilegal, ha sido justamente calificada por Cuba como criminal, por la incalculable cantidad de muertes que ha ocasionado.
El primero ocurrió el 13 de julio, en la bahía de La Habana, con la sustracción del remolcador 13 de marzo, cuyo empleo, por su mal estado técnico, se limitaba a labores dentro del puerto. Esta situación, el exceso de carga -63 personas- y olas de entre metro y medio y dos metros de altura, determinaron que la embarcación zozobrara y solo 31 viajeros sobrevivieran, gracias al auxilio prestado por tres remolcadores y unidades de Tropas Guarfronteras que acudieron a auxiliarlos.
Otras acciones de secuestro ocurrieron el 26 de julio y los días 3 y 4 de agosto, en el último de los cuales fue asesinado el suboficial Gabriel Lamoth Caballero, de la Policía Nacional Revolucionaria, a bordo de la lancha Baraguá, dedicada al transporte de pasajeros entre los muelles de Casablanca y Regla.
Estimulados desde territorio estadounidense, un día después elementos desafectos provocaron disturbios en áreas del Malecón y la Avenida del Puerto, los cuales fueron rápidamente sofocados por un combativo mar de pueblo que acudió a enfrentarlos, encabezado por su Comandante en Jefe.
ROTUNDO MENTÍS
Ante la circunstancia de que el cuerpo de la víctima no aparecía, en Estados Unidos, en el colmo de la desfachatez, se llegó a afirmar que el asesino Macías González no era otro que el propio oficial reportado por Cuba como víctima. Pero una vez más los enemigos de la Revolución cubana fueron puestos en evidencia cuando, el 11 de agosto, de las profundas agua de la bahía de Mariel emergió el cadáver de Aguilar Reyes. El cuerpo del joven oficial asesinado propinaba así un rotundo mentís al adversario; fue, quizás, su más conmovedor y oportuno servicio en defensa de la patria y la Revolución.
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo)