Viendo como se
precipitan los acontecimientos con el tema cubano y escuchando las
observaciones de tantos y de tantos cubanólogos regados por el mundo,
no me quedan dudas de que las cosas pudieran cambiar, gracias al empuje
compulsivo de todos aquellos que buscan una salida a sus problemas
económicos (en muchos de los casos), y a sus problemas de nostalgias
(en muchos de los otros).
Y es que, cuando de Cuba se trata, las pasiones son tan fuertes que
no caben las discusiones sosegadas. Ya sea por los que optamos por el
fortalecimiento de restricciones a la dictadura militar castrista, como
por aquellos que quieren levantarlas de a cuajo basando su argumento en
que el pueblo mejoraría considerablemente.
Éstos últimos, muchos de los cuales viajan a la isla constantemente,
ya sea para rendir información o para visitarla turísticamente, son los
que se consideran expertos en el tema y andan corriendo de acá para
allá dando opiniones, haciendo encuestas y visitando emisoras de radio
y TV para cabildear a favor de los viajes a Cuba y el levantamiento del
embargo. A fin de cuentas, si eso llegara a suceder, seríamos los
contribuyentes que vivimos en Estados Unidos los que terminaríamos
pagando la deuda de todos esos mercaderes que chillan y patalean para
comerciar con la dictadura castrista.
Las permanentes explicaciones de estos expertos se basan
prácticamente en impulsos emocionales o de bolsillos, teniendo en
cuenta que saben muy bien que a Cuba puede viajar quien es autorizado
únicamente por ese mismo sistema represivo que lleva ya 50 años en el
poder. Son muchísimos los cubanos que no son permitidos entrar a su
propia patria, pero eso no importa, a fin de cuentas el cacareado
encuentro entre cubanos de la isla y el exilio, el amor de todos por
todos, no es más que eso mismo: el cacareo de quienes, a fin de
cuentas, se benefician de esos masivos encuentros entre cubanos que, no
es más que lo mismo que estuvo pasando por muchos años y jamás
encontraron con ellos la capacidad de llevar a Cuba la democracia.
La democracia y la libertad a un país no se llevan con viajecitos
turísticos, con abrazos familiares en el aeropuerto, con caminatas por
el malecón habanero en short, o con un baño en la preciosa playa de
Varadero. Eso no es más que turismo, no es más que “resolver” el
problema personal o familiar de cada uno. Que nadie se engañe.
Los cubanos en la isla no tienen derecho a nada: ni a expresar una
opinión, ni a establecer una negociación con compañías foráneas, ni a
viajar libremente. Si acaso, a montar un “Paladar”, que no es más que
una caricatura de restaurante con limitaciones de todo tipo, con el
siempre temor de perderlo si el Jefe de la Policía del barrio o el Jefe
de Sector se lo proponen.
¿Cuba se convertiría en la China de América? No lo dudo. Eso es a lo
que aspiran estos mercaderes de pacotilla que buscan hacer de la isla
un negocio para satisfacer sus demandas esclavistas. Ya lo estamos
viendo con las corporaciones españolas, italianas y de otros países
europeos que explotan a los nativos, quienes cobran en pesos cubanos y
quizás, una bolsita con shampoo, jabón, pasta de diente, etc., algo
risible si no fuera tan triste, mientras el régimen de los Castro lo
recibe en euros.
Pero eso no es todo lo peor. Lo peor está en que la represión
continuará y, sobre todo, los prisioneros políticos y de conciencia
continuarán en sus celdas sin que nada cambie en ese sentido. Si el
régimen diera un paso de “buena voluntad” liberando a los presos
políticos, otros volverían a llenar las cárceles, teniendo en cuenta
que las condiciones políticas se mantendrían.
¿Dónde están los cambios por venir? Quizás en la mente de los
patriotas ingenuos que no acaban de entender que las dictaduras no
cambian si no cambia el sistema político que las sostiene. Si la
economía cambia, lo que cambiaría son los nombres de los nuevos ricos.
Si los crímenes de ese régimen quedan impunes gracias al cambio
económico a que aspiran los mercaderes del momento, Cuba seguirá el
mismo camino de una China que dejó atrás la masacre de la Plaza de
Thianamen y llevaremos sobre nuestras espaldas los crímenes de medio
siglo, empezando por fusilamientos masivos, entierros en fosas comunes,
arrestos arbitrarios, cárceles sin juicio, altas condenas, torturas,
injerencias en asuntos internos de otros países (llámense creación de
guerrillas y guerras en otras partes del mundo), adoctrinamiento feroz
a los niños, asesinatos en alta mar, hundimiento del remolcador,
pulverización de naves civiles en espacio aéreo internacional, negación
de visas, asilos masivos de médicos y otros profesionales, balseros
comidos por los tiburones en el estrecho de la Florida, exilio político
y todo lo que se vive en un sistema totalitario y represivo. La
economía será otra cosa.
Nada más hay que mirar a China y a Viet Nam. Si eso es lo que
quieren los mercaderes y los viajeros nostálgicos, entonces allá ellos
con su conciencia.