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General: El silencio cómplice sibre Colombia
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De: Matilda  (Mensaje original) Enviado: 28/08/2009 14:03
Honduras, reacciones tardías y
 
El silencio cómplice sobre Colombia; por Stella Calloni


Cuba Debate/ inSurGente.- “En Palmerola se encuentran unos 500 militares de Estados Unidos, pero esta base tiene movilidad en todo el territorio hondureño, utilizando recursos marítimos, terrestres y aéreos para su desplazamiento. Cuando hacen operaciones como la de Nuevos Horizontes llegan a movilizar hasta 4000 militares. En Olancho, además, hay un centro de entrenamiento de mercenarios latinoamericanos para la guerra de Irak a cargo de la Fuerza Delta. El impacto ha sido devastador para el pueblo hondureño. Ha significado la violación de su soberanía nacional y de los derechos humanos, se ha incrementado la prostitución y han traído enfermedades que no había como el Sida y otras”.





En una nota publicada por la Minga Informativa de Movimientos Sociales el 8 octubre de 2008,  al festejar la inminencia de la salida de las tropas de Estados Unidos de la Base de Manta de Ecuador, dispuesta por el gobierno de  Correas, había una pegunta angustiante ¿Cuando se irán de Honduras?
 
Dirigentes sociales y de derechos humanos, reunidos  en el  encuentro ¨Por la paz y la desmilitarización, por la dignidad de los pueblos y las mujeres”, en el marco del III Foro de las Américas, (FSA) en Guatemala recibieron informes como  el de Bertha Cáceres, dirigente del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras,  informó sobre los resultados del II Encuentro Hemisférico contra  la militarización que se había realizado en su país con la presencia de 800 delegados de 27 países del 3 al 7 de octubre de 2008.
 
Entres las propuestas figuró activar la lucha contra las bases militares en América, mediante  campañas, educación, movilizaciones, pero sobre todo información, creando una  estructura de seguimiento a ese proceso y unir al continente para luchar contra la presencia de la IV Flota de Estados Unidos y  lograr la paz con dignidad en Colombia,
 
En el caso de Honduras se  resolvió  impulsar una  campaña urgente para el retiro de las tropas de Estados Unidos,   especialmente de Palmerola, “y rechazar el proyecto de establecer otras bases militares en regiones indígenas como la de Caratasca y en territorio del pueblo miskito, y el intento de reactivar las bases que tuvo en los años ochenta, como en los llanos de San Antonio y el pueblo Lenka”
 
Cáceres informó sobre la situación de su país, con una presencia militar estadounidense de vieja data iniciada en 1904 y puesta en evidencia en la utilización de ese territorio para la invasión de Estados Unidos contra Guatemala  1954. En ese mismo marco recordó el alto precio que pagó el pueblo hondureño en 1983 cuando se instaló la estratégica base de Palmerola y otras para la guerra de Estados Unidos  contra la revolución sandinista en Nicaragua.
 
La instalación de esas bases provocó la expulsión de poblaciones indígenas de esas tierras, la destrucción de bosques, la persecución a campesinos y lo más  grave en los años 80 las violaciones a los derechos humanos, con desapariciones  forzadas, cárceles secretas, hechos en los  que intervinieron diplomáticos y tropas estadounidenses.
 
En los años 90 se amplió un protocolo entre  Washington y Tegucigalpa, en principio de forma temporal pero Cáceres denunció que fue para quedarse indefinidamente.
 
“En Palmerola se encuentran unos 500 militares de Estados Unidos, pero esta base tiene movilidad en todo el territorio hondureño, utilizando recursos marítimos, terrestres y aéreos para su desplazamiento. Cuando hacen operaciones como la de Nuevos Horizontes llegan a movilizar hasta 4000 militares. En Olancho, además, hay un centro de entrenamiento de mercenarios latinoamericanos para la guerra de Irak a cargo de la Fuerza Delta. El impacto ha sido devastador para el pueblo hondureño. Ha significado la violación de su soberanía nacional y de los derechos humanos, se ha incrementado la prostitución y han traído enfermedades que no había como el Sida y otras”.
 
Para Honduras “la presencia estadounidense ha sido humillante. Han utilizado al país como un portaviones que les permite agredir a pueblos hermanos, como el de El Salvador y Nicaragua en los años ochenta del siglo pasado. Pero ahora están utilizando la posición geoestratégica de Honduras (tiene costas en los dos océanos y frontera marítima con Cuba y Venezuela) con la mira puesta sobre Venezuela y Honduras. Para el desplazamiento de la IV Flota, Honduras es fundamental. Recientemente han estacionado un enorme barco que pertenece a la IV Flota, frente a Trujillo y hacen entrenamientos bombardeando y afectando una rica biodiversidad marina única”, denunció la dirigente hondureña.
 
Se refirió al control que tenía  Estados Unidos de las empresas de seguridad privada a los que responsabilizó de “haber asesinado a compañeros recientemente e incluso al abogado Dionisio García”.
 
Esto lo dijo Bertha Cáceres en octubre de 2008, advirtiendo los peligros que corría Honduras  y la tragedia de la ocupación militar. Pero su voz estaba condenada al silencio. Como las otras denuncias de esos días referidas también a Perú, Colombia o Paraguay.
 
Si la voz de Bertha hubiera sido multiplicada ¿habría habido un golpe en Honduras?
 
Vale la pena preguntárselo y comenzar a abrir otras alamedas para esas voces  que surgen de los protagonistas y víctimas de esas situaciones.

 
(Fin de la Segunda Parte)





El silencio cómplice sobre Colombia


Stella Calloni


Lo que sucede también en el caso de Colombia forma parte de esa misma red de silencios. Ahora se revelan acuerdos con Estados Unidos para la instalación de bases que ya estaban establecidas desde hace tiempo.


El mensaje que se da al mundo no es la instalación de siete bases, sino que Washington las reconoce abiertamente, dejando de lado los eufemismos de  “instalaciones de avanzada”. Se le informa a  América Latina sobre la ocupación abierta del país sede del Plan Colombia y que este es el comienzo de una nueva historia para “colombianizar” a toda la región.


En ese país andino mueren en un mes tantas personas como los que murieron durante toda la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, y así viene sucediendo desde hace años, la mayoría víctimas del terrorismo de Estado y el paramilitarismo.


También se pone en blanco y se legaliza  la presencia de mercenarios, a los que llaman “contratistas” que en realidad son  “contratados” en el nuevo negocio de las “agencias privadas” y de la privatización de la guerra. No existen contratistas en Colombia, son mercenarios y paramilitares.


El pasado 18 de agosto, el embajador estadounidense William Brownfield anunció en Bogotá que las tropas militares de su país combatirán junto a las colombianas contra las guerrillas de las FARC.


Esto significa el comienzo  de la futura expansión del Plan Colombia con las derivaciones que puedan tener esos combates, y la posibilidad de implicar a otros países en la presunta persecución de los “terroristas”, después que el ex presidente  Bush dejó en claro que su país desconoce las fronteras en su nuevo esquema de guerra..


Ninguna de las estrategias trazadas por los “halcones” de Estados Unidos, y que llevaron al primer genocidio del siglo XXI en Afganistán e Irak, se han desmantelado.


Es importante recordar que hubo equipos, helicópteros y tropas de Estados Unidos  e israelíes en el asalto y bombardeo de marzo de 2008 al campamento ubicado en Sucumbíos, territorio ecuatoriano, donde se preparaban pasos importantes para comenzar acuerdos de paz en Colombia, lo que estaba autorizado por el propio presidente Álvaro Uribe. Y también el modelo de guerra sucia que fue el asesinato del comandante de la FARC Raúl Reyes y otras personas, entre ellos mexicanos y ecuatorianos


Fue en esos momentos cuando el gobierno colombiano intentó imponer la tesis de que  la guerra antiterrorista (de Estados Unidos) hacía necesaria una modificación del concepto de  soberanía en la región, lo que fue rechazado por el conjunto de países de América Latina, que condenó la intervención militar de Colombia en Ecuador.


Asumido ahora que los soldados estadounidenses lucharán junto a las tropas colombianas y los mercenarios de la Guerra Sucia , se llega a una conclusión lógica: estamos ante otro hecho consumado, como el golpe  en Honduras.


Esas tropas extranjeras serán inmunes ante los tribunales internacionales en  un país donde cotidianamente son violados los derechos humanos, sociales, políticos, económicos  y donde existe un terrorismo de Estado encubierto responsable de miles de crímenes de lesa humanidad.


Si hay penetración de tropas colombianas y estadounidenses en países vecinos, en alguna supuesta  persecución de “terroristas”, esto ya no derivaría en un enfrentamiento o conflicto entre países de la región. Estaría involucrado Estados Unidos, lo que facilitaría, sin trámites, una mayor intervención militar.


La gravedad de esta situación debe ser asumida por los gobiernos y pueblos de América Latina. De hecho, al admitir que intervendrán en la guerra interna de Colombia, ni el gobierno de Estados Unidos y menos el colombiano pueden asegurar  a nadie que sus bases no representarán una amenaza para las naciones vecinas, tan atractivas para los intereses que están detrás de esas acciones militares.


De acuerdo a los objetivos declarados,  las tropas estadounidenses pueden realizar labores de espionaje, inteligencia y una variedad de intervencionismos en los países vecinos, varios de los cuáles en mayor o menor escala integran el llamado “eje del mal”.


Por eso se activó en los últimos meses “la guerra sucia” mediática, acusando a los  presidentes de Ecuador, Rafael Correa y de Venezuela, Hugo Chávez de vínculos estrechos con las FARC. No se necesita leer entre líneas para entender que esos gobiernos pasan a ser “enemigos” al considerarlos asociados  al enemigo número “uno” de Washington.


Por lo tanto son pasibles de la retaliación “antiterrorista”, intervención y ocupación como en el caso de Afganistán e Irak.


Por supuesto que serán oficiales de Estados Unidos los que tracen los diseños de guerra en Colombia  y conduzcan a las tropas de ese país, ya que el Pentágono considera como “subordinados” a los ejércitos de la región.


Alejandro Torres Rivera, profesor en el Instituto de Relaciones del Trabajo de la Universidad de Puerto Rico  al estudiar los nuevos diseños de guerra de Estados Unidos, y de  cómo afecta la situación de su país y de Colombia mencionó un artículo (”Transforming the Military”) publicado en la  revista Foreign Affaire de mayo-junio de 2002, donde el ex  Secretario de la Defensa Donald Rumsfeld explicaba cual era la base del “esfuerzo de transformación” de las fuerzas armadas iniciado por su país.


Consideraba Rumsfeld que se debía ver esto como un  “proceso y no como un evento” y que se trataba de “una transformación revolucionaria” ya que los nuevos conceptos “no podían depender estrictamente de la construcción de nuevas armas basadas en alta tecnología, sino de la forma en que se piensa y desarrollan los nuevos esquemas para llevar a cabo la guerra, lo que debe permitir adaptarse a los nuevos retos”.


Esta es la visión que orientó el proceso de transformación en las Fuerzas Armadas estadounidenses a partir del fin de la Guerra Fría y la entrada en  la última década del Siglo XX y especialmente en este nuevo siglo, bajo el argumento de la “vulnerabilidad militar de Estados Unidos ante nuevas formas de terrorismo”.


En este proceso de transformación milita Rumsfeld  partía  de la premisa de que las guerras del Siglo XXI requerirían un incremento en las operaciones “económicas, diplomáticas, financieras, policiales y de inteligencia”, todo lo que se había trazado en el nuevo esquema de la Guerra de Baja Intensidad.


El ex ministro, que mantiene un enorme poder en sombras, dijo  que debía llevarse la guerra “hasta donde se encuentre el enemigo; llevar a la percepción del enemigo que Estados Unidos está dispuesto a utilizar cualquier medio o fin para derrotarlo, independientemente de los sacrificios que conlleve; la importancia que juegan las operaciones de tierra y el incremento en las campañas aéreas; y finalmente  informar al país lo que Estados Unidos hace”.


Esto es lo que planteó Rumsfeld en su momento y lo que nadie desactivó en Washington.


Estados Unidos trazó una estrategia política y militar para salir de su crisis favoreciendo a sus mayores  empresas y  priorizando incrementar el  aparato militar y la industria bélica. Su estrategia en América Latina, demanda la instalación de nuevas bases militares, reforzar las  existentes, profundizar el entrenamiento de los ejércitos de la región, vender más armas, mientras extiende su red tecnológica de espionaje, vigilancia y control, además de la radarización.


En tanto, sus fundaciones trabajan para manejar el poder político, judicial y parlamentario. El golpe en Honduras comenzó además por la  cooptación de los dirigentes de partidos tradicionales y  de legisladores, la imposición política de una Corte Suprema bajo su control, todo lo cual actuó en conjunto en el momento en que el ejército secuestró al presidente de ese país.


El hombre que aparecía como defensor de los Derechos Humanos Ramón Custodio, quien fue repudiado por sus pares en el mundo por defender el golpe, fue uno de los que en junio de 2008 mantuvo encuentros con el ex embajador de Estados Unidos en Honduras en los años 80, John Negroponte, como también los legisladores, los jueces de la Corte Suprema, los empresarios y militares, cuando estaban preparando el golpe.


Esta es una nueva metodología. Asegurarse el control del aparato político, legislativo, judicial empresarial y militar, dar el golpe e intentar mostrar un matiz “institucional” que no existe.


Quienes crean que se pueden hacer acuerdos respetables en estos temas de guerras, militarización y contrainsurgencia, deben leer a fondo los nuevos y viejos trazados de seguridad hemisférica, que presuponen el más severo avance de Estados Unidos desde los tiempos de la expansión.


El mensaje de la IV Flota patrullando los mares de América Latina y el Caribe  con cada vez más bases en su desplazamiento y trayecto, habla de la contundencia del mensaje que está enviando Washington.


El Plan Colombia y sus otros anexos, es el mayor proyecto geoestratégico que se haya trazado para recolonizar América Latina, como valientemente lo denunciaron desde un principio una serie de analistas colombianos, que advirtieron la militarización como el  mecanismo prioritario de Estados Unidos para ejercer su dominio económico y geopolítico.


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