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General: Un bloqueo contra la humanidad.
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De: Matilda (Mensaje original) |
Enviado: 22/10/2009 19:58 |
Un bloqueo contra la humanidad; por Atilio Borón
Cuba Debate / inSurGente
(Y.C.).- “Consciente de su naturaleza violatoria de las más elementales
normas del derecho internacional y de los derechos humanos los
publicistas del imperio y sus voceros locales han librado, como en
tantas otras ocasiones, una pertinaz batalla semántica dirigida a
confundir y engañar a la opinión pública mundial. (…)Se trata de un
bloqueo no sólo ilegítimo a la luz de los más elevados valores de la
civilización sino profundamente ilegal, diseñado para poner a Cuba de
rodillas provocando hambre, enfermedades y desesperación en la población.”
El
próximo 28 de Octubre la Asamblea General de las Naciones Unidas
someterá una vez más a votación una resolución requiriendo del gobierno
de Estados Unidos poner fin el bloqueo decretado contra Cuba a partir
de 1961. Tal como ocurriera desde 1991 hasta la fecha esa resolución
será aprobada casi por unanimidad, ratificando la condena de la
comunidad internacional a Estados Unidos y la tremenda soledad en que
se debate Washington por causa de una política que no sólo castiga
brutalmente al pueblo cubano sino que también constituye una amenaza
para la humanidad en su conjunto.
Consciente
de su naturaleza violatoria de las más elementales normas del derecho
internacional y de los derechos humanos los publicistas del imperio y
sus voceros locales han librado, como en tantas otras ocasiones, una
pertinaz batalla semántica dirigida a confundir y engañar a la opinión
pública mundial. Para ello recurren a un eufemismo: hablan de “embargo”
y lo presentan como si fuera un asunto apenas comercial. Ocultan de ese
modo que se trata de un bloqueo integral: económico, comercial,
financiero y tecnológico, pero también internacional (al penalizar a
las empresas de terceros países que comercien con Cuba y obstaculizar
las relaciones diplomáticas de este país con el resto del mundo);
informático (al impedir el acceso de los cubanos a banda ancha e
Internet de alta velocidad); social (al imposibilitar o dificultar el
re-encuentro de las familias cubanas separadas por la emigración) y
cultural, al impedir la libre circulación de artistas, escritores,
intelectuales y científicos entre Cuba y Estados Unidos. [1]
Se
trata de un bloqueo no sólo ilegítimo a la luz de los más elevados
valores de la civilización sino profundamente ilegal, diseñado para
poner a Cuba de rodillas provocando hambre,
enfermedades y desesperación en la población. En suma: se reitera la
bárbara política de sitiar a una ciudad indefensa provocando entre sus
pobladores toda suerte de privaciones e infortunios con la esperanza de
debilitar su resistencia o precipitar una insurrección generalizada
contra sus legítimas autoridades. Política cruel e inhumana, si las
hay, que el imperio aplica sola y exclusivamente contra Cuba
actualizando su antigua y enfermiza obsesión de querer apoderarse de
esa isla, aún a costa de violar mil veces el derecho internacional y
pisotear las más elevadas normas éticas que definen la convivencia
civilizada de pueblos y naciones.
No
existen antecedentes en la historia universal de algo lejanamente
parecido al bloqueo contra Cuba, sostenido por Estados Unidos
ininterrumpidamente a lo largo de 49 años. Nada siquiera remotamente
semejante ha sido aplicado por Washington en contra de numerosos países
que, por una u otra razón, mantienen (o tuvieron) serios diferendos con
Estados Unidos: no lo hizo por obvias razones con la Unión Soviética y
con China, pero tampoco con Vietnam, ni con la Libia de Kadhafi (aún
luego de la voladura del vuelo Pan American 103, en Lockerbee, matando
a sus 259 ocupantes y 11 más al caer sobre tierra firme), ni con Corea
del Norte, ni con Irán ni con ningún otro país. Sólo con Cuba, que de
dulce sueño colonial pasó a ser, gracias a la gloriosa gesta
emancipadora del 26 de Julio, dolorosa pesadilla que día y noche agita
el sueño de los imperialistas.
Ofuscado
por su patológica ambición de apropiarse de una isla irredenta que
consideran suya Estados Unidos incumple la Resolución 63/7, adoptada
por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 29 de octubre de
2008, cuando 185 estados miembros votaron a favor del inmediato
levantamiento del bloqueo.[2]
No sólo la administración de George W. Bush hizo caso omiso de la
recomendación emitida por la Asamblea General de la ONU sino que su
sucesor -¡nada menos que el actual Premio Nóbel de la Paz!- ha
continuado con esa misma política al mantener en vigor las leyes,
disposiciones y prácticas administrativas que sirven de sustento al
bloqueo.
En efecto,
nada se ha hecho, o siquiera se ha dicho, en relación a las leyes de
“Comercio con el Enemigo” o de “Asistencia Exterior” que fueron las
primeras piezas de legislación con las cuales se dio inició al bloqueo
de Cuba. O de la “Ley de Administración de las Exportaciones” para ni
hablar, ya que aludíamos a los eufemismos, de la “Ley para la
Democracia Cubana”, más conocida como Ley Torricelli. Esta infame pieza
legislativa fue promulgada por Bush padre en 1992 y gracias a ella
Washington fue autorizado a reforzar las medidas económicas contra la
isla, otorgando además sustento normativo a la extraterritorialidad del
bloqueo dado que dicha legislación prohíbe a compañías subsidiarias
norteamericanas radicadas en el exterior realizar transacciones con
Cuba o con nacionales cubanos, y a los barcos de terceros países que
hubieran tocado puertos cubanos entrar a territorio norteamericano
durante los 180 días siguientes, entre varias otras restricciones.
Párrafo
aparte merece la también eufemísticamente denominada “Ley para la
Solidaridad Democrática y la Libertad Cubana”, mejor conocida como la
Ley Helms-Burton. Promulgada por Bill Clinton en Marzo de 1996 tiene
por objeto extender el ámbito extraterritorial del bloqueo y colocar
más trabas que dificulten las inversiones extranjeras en Cuba. La ley
limita asimismo las prerrogativas de la Casa Blanca para suspender esa
política al paso que establece la posibilidad de presentar demandas en
los tribunales de Estados Unidos en contra de los directivos de
empresas extranjeras (o sus familiares ) que inviertan en las empresas
“confiscadas” por la revolución cubana. Con estos antecedentes a la
vista es evidente que el inocente “embargo” constituye un acto
criminal: atendiendo a lo estipulado en el inciso “c” del artículo II
de la “Convención de Ginebra de 1948 para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio” el bloqueo califica como un genocidio. Si además se considera la “Declaración Relativa al Derecho de la Guerra Marítima” (adoptada por la Conferencia Naval de Londres en 1909)
el bloqueo estadounidense contra Cuba constituye un acto de guerra
económica. En consecuencia: no se trata de un “embargo” sino de un
conjunto de disposiciones y políticas que la legalidad internacional
tipifica como genocidas y criminales. Por eso la condena al bloqueo es
algo que no sólo concierne a los cubanos sino que preocupa, y mucho, a
la comunidad internacional. La pretensión de otorgarle
extraterritorialidad a la legislación norteamericana, tan prepotente
como absurda, es una amenaza a la paz mundial y un vicioso ataque a la
autodeterminación y la soberanía nacionales de pueblos y estados. En
línea con esta política la Casa Blanca ha penalizado a numerosas
empresas norteamericanas y europeas por realizar transacciones
comerciales con Cuba. A raíz de eso pacientes cubanos o de otros países
que son atendidos en los centros médicos de la isla no pueden acceder a
nuevos instrumentos de diagnóstico, tecnologías y medicamentos porque
aún si son producidos (o se encuentren disponibles) en terceros países
las leyes del bloqueo prohíben que sean vendidos o transferidos a Cuba
si sus componentes o programas, aunque sea en mínima parte, son
originarios de los Estados Unidos.
Desde
el punto de vista económico el bloqueo ha causado un enorme daño a
Cuba. Cálculos muy conservadores (que subestiman su verdadero impacto)
revelan que en términos del valor actual del dólar su monto ascendería
a algo más de 236 mil millones de dólares. Esta suma es astronómica si
se tiene en cuenta el tamaño de la economía cubana. No sólo eso:
también es muy significativa por sí misma puesto que equivale
aproximadamente al doble de las erogaciones ocasionadas por el Plan
Marshall que Estados Unidos desembolsó para financiar la recuperación
de Europa en los años de la posguerra.[3]
Esa cifra no incluye los daños directos ocasionados por los sabotajes y
actos terroristas alentados, organizados y financiados desde los
Estados Unidos. Conociendo los grandes adelantos que la revolución
cubana obtuvo en terrenos como la salud, la cultura y la educación es
fácil imaginar todo lo que podría haber logrado si no hubiera tenido
que lidiar con la tremenda hemorragia económica y financiera generada
por el bloqueo. Pero ese era justamente el objetivo que se había
propuesto el imperialismo: aplicar esa política para demostrar la
inviabilidad de una vía no capitalista de desarrollo y la insanable
“ineficiencia” de la planificación socialista y, de ese modo, provocar
toda suerte de padecimientos y sufrimientos en la población. En sus
alucinaciones los estrategas del imperialismo confiaban en que tales
privaciones desencadenarían el tan ansiado “cambio de régimen” en Cuba.
La historia se encargó de refutar tales expectativas. Esta misma
pretensión desestabilizadora e insanablemente anti-democrática la
encontramos en la decisión tomada por el presidente Richard Nixon la
misma noche en que Salvador Allende obtenía la primera mayoría en las
elecciones presidenciales de Chile en 1970: hacer fracasar a la
economía chilena para luego, sobre la frustración y el resentimiento
que esto produciría, crear las condiciones que prepararían el camino
hacia el golpe militar de 1973.
¿Ha cambiado algo desde el
advenimiento de Obama a la Casa Blanca? Muy poco. No se ignora que la
nueva administración ha introducido una módica flexibilización en el
bloqueo, pero esas medidas sólo modifican algunos aspectos marginales
que no cambian el fondo de la cuestión. No obstante, se lanzó una
fuerte campaña propagandística tratando de presentar a Obama como el
mentor de una nueva política superadora del nefasto legado de los diez
presidentes norteamericanos que le precedieron.[4] Pero, de hecho, las innovaciones introducidas se limitaron a lo siguiente:
a)
Eliminar las restricciones a las visitas familiares -con un límite
hasta el tercer grado de consanguinidad- de los cubanos residentes en
Estados Unidos.
b)
Hacer lo propio con las restricciones al envío de remesas de los
cubano-americanos a sus familiares en Cuba -siempre con un límite
hasta el tercer grado de consanguinidad- y excluyendo a los miembros
del Gobierno de Cuba y del Partido Comunista de Cuba.
c) Ampliar el rango de artículos que pueden ser enviados como regalos.
d) Otorgar licencias para que empresas norteamericanas amplíen determinadas operaciones de telecomunicaciones con Cuba.
En
suma, se trata de iniciativas que si bien reparan en parte una grave
injusticia, al devolver a los cubanos residentes en los Estados Unidos
su derecho de visitar a sus familiares en Cuba -el que les fuera
arrebatado por el gobierno de George W. Bush- son insuficientes y de
alcance muy limitado, puesto que no van más allá de la intención de
retornar a la situación existente en el año 2004, cuando ya el bloqueo
económico estaba en pleno vigor y aplicación.
Por otra parte y a
pesar de que se derogan totalmente las limitaciones a la frecuencia y
duración de las visitas arriba mencionadas y de que se incrementa el
límite de gastos diarios en que pueden incurrir los visitantes, se
mantiene la prohibición de viajar a cubanos residentes en los Estados
Unidos que no tengan familiares en Cuba y el insólito atropello al
derecho de los ciudadanos norteamericanos de viajar libremente a Cuba,
único país del mundo al que su gobierno les impide visitar.
¿Qué
se puede esperar de Obama? Lamentablemente poco o nada, y no sólo en el
tema del bloqueo sino en las más diversas áreas de las políticas
públicas. La razón, expuesta detalladamente en el libro ya citado, es
que el actual inquilino de la Casa Blanca sólo controla las palancas
marginales del aparato estatal norteamericano. El poder del estado
descansa fuertemente en manos del “gobierno permanente” de Estados
Unidos, ese entramado que en su formato incipiente mereciera la grave
advertencia del presidente Dwight Eisenhower al denunciar, en su
discurso de despedida, el ominoso papel que ya estaba desempeñando lo
que denominara “complejo militar-industrial.” En nuestros días ese
complejo ha crecido de una manera extraordinaria, a un grado tal que no
era siquiera imaginable o pensable hace medio siglo atrás. No sólo
creció en términos de su gravitación cuantitativa; cualitativamente
perfeccionó el grado de articulación entre los diferentes miembros de
la alianza y su capacidad de determinar las políticas públicas no sólo
dentro de Estados Unidos sino, mediante sus aliados, a lo largo y
ancho del imperio En todo caso, las declaraciones del Vice de Obama,
Joe Biden, en la así llamada “Cumbre de líderes progresistas” celebrada
en Santiago en Marzo del 2009 no permite alimentar demasiadas
expectativas: en esa ocasión Biden aseguró que “EEUU mantendrá el
bloqueo como herramienta de presión contra Cuba”. Sus palabras no
fueron desmentidas ni por la Casa Blanca ni por el Departamento de
Estado.
Tiene toda la razón el gobierno cubano cuando señala que
“el bloqueo viola el Derecho Internacional. Es contrario a los
propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. Constituye
una trasgresión al derecho a la paz, el desarrollo y la seguridad de un
Estado soberano. Es, en su esencia y sus objetivos, un acto de
agresión unilateral y una amenaza permanente contra la estabilidad de
un país. Constituye una violación flagrante, masiva y sistemática de
los derechos de todo un pueblo. Viola también los derechos
constitucionales del pueblo norteamericano, al quebrantar su libertad
de viajar a Cuba. Viola, además, los derechos soberanos de muchos otros
Estados por su carácter extraterritorial.”[5]
No
sólo Cuba reclama el fin del bloqueo. La abrumadora mayoría de los
países apoyan su petición. Sin embargo, pese a las anunciadas promesas
de iniciar una “nueva política” hacia Cuba y América Latina la
administración Obama no ha dado indicio alguno de pretender levantar el
bloqueo. Esto actualiza la pregunta que el presidente Chávez formulara
en al marco de la reciente Asamblea General de las Naciones Unidas:
¿cuál es el verdadero Obama? ¿El que dice frases bonitas o el que
convalida el golpe de estado en Honduras? Agregaríamos: ¿el que quiere
promover el multilateralismo y refundar sobre nuevas bases las
relaciones de Estados Unidos con América Latina o el que persiste en
sostener el bloqueo a Cuba? Hasta ahora el veredicto de la historia
dice que el segundo. No se descarta que pueda cambiar, aunque cada vez
parece menos probable. El paso del tiempo juega en su contra.
[1]
Sobre los múltiples perjuicios ocasionados por el bloqueo sobre las más
diversas áreas de la vida social, económica y cultural de Cuba véase el
muy documentado “Informe de Cuba sobre la resolución 63/7 de la
Asamblea General de las Naciones Unidas”, en http://embacuba.cubaminrex.cu/Default.aspx?tabid=11013
[2]
Por cierto, no es la única resolución que Washington ignora. Para un
examen detallado de este asunto ver Atilio A. Boron y Andrea Vlahusic, El lado oscuro del imperio. La violación de los derechos humanos por Estados Unidos (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2009)
[3]
Según estimación realizada por el economista argentino Alex Kicillof,
“El Plan Marshall estuvo en la base de la Unión Europea”, Página/12, 21
de Junio de 2007.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/6707-2229-2007-06-21.html
[4]
En realidad, no todos ellos tuvieron la misma actitud. En una de sus
reflexiones el Comandante Fidel Castro Ruz sostuvo que “De los
Presidentes de Estados Unidos y los aspirantes a ese cargo, solo conocí
uno que por motivos ético-religiosos no fue cómplice del brutal
terrorismo contra Cuba: James Carter. Esto supone, desde luego, otro
Presidente que prohibió el empleo de funcionarios de Estados Unidos
para asesinar a dirigentes cubanos. Se trata de Gerald Ford, que
sustituyó a Nixon después del escándalo de Watergate.”
En
Septiembre de 1977 Carter abrió la Sección de Intereses de Estados
Unidos en La Habana. Cf. Fidel Castro Ruz, “La sumisión a la política
imperial”, 27 de Agosto del 2007. http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/reflexiones/esp-045.html
[5] Ver el “Informe de Cuba sobre la resolución 63/7 de la Asamblea General de las Naciones Unidas”, ya citado en este trabajo.
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Reflexiones de un ....... |
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De: Quico º |
Enviado: 22/10/2009 22:06 |
...Títere.
Barak Ussein Obama no es ni más ni menos que el títere que la oligarquía financiera que controla los designios estadounidenses ha puesto para que le saque las “castañas del fuego antes que se le quemen”
Barak Ussein Obama ni levantará el embargo, ni cerrará Guantánamo, ni retirará las tropas de Irak... mientras que no se LO ORDENEN. Es el fiel servidor de la burguesía YANQUI. |
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De: Picaro |
Enviado: 23/10/2009 00:05 |
Pero tiene una oportunidad para hablar con Obama, espero que no la pierda nada mas para hacer un tema. |
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Ningún presidente es absoluto, ni Chavez |
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De: Quico º |
Enviado: 23/10/2009 08:21 |
He aquí una de las ocasiones. Estamos de acuerdo residente; menos aun Chávez |
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