José Antonio Vera (especial para ARGENPRESS.info)
El comentario, que anda en boca de personas muy vinculadas al bunker norteamericano, alimenta la hipótesis de que esas escrituras podrían estar produciendo un efecto sicológico entre la población que no es indiferente a la acción antimperialista del célebre líder revolucionario cubano, cuya muerte desean sus enemigos, la prolongación de su vida sus seguidores, y la historia absuelve.
Expertos en inteligencia, es decir, de los servicios secretos estadounidenses, habituados desde hace muchas décadas a comportarse en Paraguay como fuerza colonial ocupante, juzgan un desacierto el texto de esos cartelones y “andan gestionando” su reemplazo, según las versiones oficiosas en circulación.
De igual manera dejan saber que “el pedido o sugerencia” tendría rechazo porque los autores de esas pancartas las juzgan necesarias y apolíticas, empeñados en “Salvar a Fidel”, un acaudalado ganadero, secuestrado hace un par de semanas por un fantasmagórico Ejército Popular Paraguayo (EPP), cuya existencia ofrece serias dudas.
El EPP, una novel sigla con destacada vida mediática pero con muy pobre tarjeta de presentación, sería un minúsculo grupo armado que bien podría ser guerrillero, como lo afirma la prensa patronal y la derecha política, o simples estafadores, que reclaman unos cinco millones de dólares para liberar a Fidel Zavala.
La autoría de anteriores secuestros, menos de veinte en el último decenio, algunos con fin crapuloso, canallesco, siempre termina en la nebulosa. Apenas hay una docena de condenados, sobre base jurídica extremadamente frágil.
Fiscales triunfalistas, que un día proclaman la conclusión “en horas” de su operativo, pero que días después declaran que algunos de los buscados no han caído porque habían muerto tiempo atrás, son pisados en sus talones autosuficientes por agentes policiales y de los antinarcóticos, mientras la población sigue esperando claridad y justicia.
Esas mismas fuentes represivas que, entremedio han matado a decenas de campesinos que reclaman tierra para trabajar, han desplegado intensas campañas para detener a quienes consideran cabecillas del misterioso EPP.
Los diarios grandes, con algunos croquis, afirman que estarían “arrinconados en un radio de setenta kilómetros a la redonda”, en el noreste del país.
Investigadores, apoyados en esos medios de prensa, reclaman la colaboración de la ciudadanía, intentando reeditar viejos planes fabricantes de delatores, lo cual está en franca contradicción con la dimensión de una situación aparentemente fácil, si es que el radio ocupado por los captores es tan pequeño, como dicen.
Lo cierto es que el caso Zavala, otra víctima de la irracionalidad, o de la confusión ideológica o de macabros operativos gangsteriles, que sólo buscan amasar fortuna, sospecha ésta última que involucra a cuadros policiales y militares, algunos en ejercicio activo, tiene una derivación política importante, que complica aún más la difícil coyuntura paraguaya.
Cualquiera sea la autoría y el móvil del secuestro, los enemigos del Gobierno de Fernando Lugo están sacando buena tajada, poniendo toda clase de obstáculos a su trabajo, en una jugada cuya perfidia aumenta con la participación cómplice de personas muy próximas al mandatario.
Como en las viejas novelas policiales francesas, cuando la investigación está en un callejón sin salida, la cuestión es “chercher la femme”. El asunto es que, en este plan desestabilizador, hay varias mujeres involucradas, algunas parlamentarias ilegítimas, pero mucho más son los hombres, ambos estimulados por los golpistas hondureños.
Sin embargo, esos sectores, están ignorando algo capital. Aquí como allá, la cuestión más olvidada es qué dice el pueblo, y en esas simples cuatro palabras, deberían unos y otros encontrar su norte.
Resulta que la ambición de poder y la costumbre de hacer del Estado una hacienda familiar o de grupos usurpadores, como les enseña el propio modelo de sus vidas, está encegueciendo a la derecha política, cuyo fanatismo corporatista la viene desarmando, incluso, para defender al propio sistema capitalista, bastante debilitado.
En esa irrespetuosidad de los poderosos, Paraguay es un pequeñísimo punto en el planeta pero, al igual que en todos los demás países, la dignidad de los seres simples, cuyas sencillas aspiraciones han sido aplastadas en las últimas décadas, resurge con fuerza y comienza a reconquistar algunos de sus derechos más elementales.
Parecería que la biodiversidad y la condición humana significarían algo para algunas criaturas caprichosas que se empeñan en conquistar el amor y la justicia, derechos que si no están presentes en todo instante de la existencia, hacen imposible el bien vivir.
Cantidad de ejemplos recientes, algunos silenciados, que protagonizan pueblos en Asia y Africa y, en nuestra región, el electoral uruguayo entre otros, cuya lectura da varias lecciones, y de manera muy particular la heroicidad del pueblo hondureño, son suficientes indicadores de que la participación popular activa, por conciencia y por organización, es un factor determinante en la política moderna.
Paraguay, sumido en el atraso y una miseria en aumento, por obra y gracia de políticos incapaces y mayoría corruptos, parto lastimoso de los grandes capitalistas especuladores, enemigos de la producción y la decencia, viene siendo destrozado desde hace más de un siglo, por el pecado de haber sido ejemplo de desarrollo social.
Ahora, nuevamente, las fuerzas retrógradas, desde democristianos y ultraliberales, hasta nazis, abanderadas en los estertores del antiestronismo después que se enriquecieron con el tiranosaurio, se están aliando con el único fin de recuperar la lapicera para firmarse contratos, con otros capitalistas locales y extranjeros, estafando la riqueza nacional.
La estrategia golpista endulza y compra a miembros del propio gobierno que envueltos en un decoro pomposo, pronuncian horrorosos discursos a favor de la salvación nacional, de Dios y la Patria, insuficientes y huecas palabras para ocultar una deliberada intención golpista que intenta cubrirse en la legalidad, la que ellos armaron, no la de la justicia.
El plan golpista se iniciaría con un juicio político a Lugo, para el que existe mayoría parlamentaria, pues a sus enemigos de siempre, coherentes en su delincuencia conocida, se han sumado desvergonzadamente políticos liberales, rapaces y resentidos que, desde siempre, añoran carteras ministeriales para mayor enriquecimiento personal.
El capítulo más grosero lo ocupa el Vicepresidente de la República, Federico Franco, Presidente del Partido Liberal, con licencia, quien aspira a la titularidad del Ejecutivo en virtud de tener mayoría electoral en la alianza que le dio el triunfo a Lugo el 20 de abril del 2008. Como número dos del poder central, es cabeza de la oposición. Una especie de Micheletti legal.