'Es triste que me enviaran una turba mientras la gente espera cambios'
Yoani Sánchez y Reinaldo Escobar, en la Habana Vieja
Por Gina Montaner
Era cuestión de tiempo. La dictadura cubana ha soltado a sus perros para reducir la intensa fuerza de una pareja de blogueros que desde su piso habanero lanza un SOS al mundo por medio de Internet. Y no hay duda de que las órdenes son apuntar a la yugular libertaria del matrimonio formado por Yoani Sánchez y Reinaldo Escobar.
Desde que Yoani creara en el la Red 'Generación Y', un dietario que recoge las inquietudes y anhelos de quienes nacieron bajo el signo de una revolución que muy pronto se torció, su inteligencia e ingenio prendieron en el exterior, donde, para muchos, esta treintañera de aspecto frágil y verbo rápido se ha convertido en el símbolo de un cambio necesario.
Junto a ella trabaja febrilmente su marido, un periodista que comparte con ella el don de la palabra y la capacidad de hurgar en las llagas de un sistema cruel y fallido. Y el tándem Yoani/Reinaldo ha sorprendido a todos con su habilidad para el golpe de efecto, instrumento imprescindible en una era en la que la fama se sostiene con vídeos en YouTube.
Sus únicas armas son sus ordenadores portátiles(computadoras portátiles), desde donde logran que el Presidente Obama les proporcione las claves de su política exterior hacia Cuba o “cuelgan” imágenes embarazosas de un régimen apuntalado con mentiras. A ellos se ha sumado un movimiento de jóvenes que inevitablemente pone de manifiesto las vetustas prácticas de una Seguridad del Estado que pertenece al Parque Jurásico del comunismo.
Era cuestión de tiempo antes de que el poderosísimo aparato represor cubano contraatacara con lo único que ha sabido hacer sistemática y efectivamente durante más de medio siglo: confundir a víctimas y victimarios en la inmensa cárcel que es la isla y azuzar el síndrome de “campo de concentración”, donde muchos de los sacrificados asumen la falsa culpa que sus verdugos les fabrican. Porque la perversión mayor y más destructora de las tiranías consiste en arrebatarle la dignidad al individuo mediante trampas difícilmente sorteables. Y entonces la desconfianza termina por socavar el alma de todos en una metástasis colectiva.
Eso mismo está sucediendo con Yoani y Reinaldo, y desde distintas trincheras florece el mal de una campaña de descrédito para acabar de quebrarlos hasta arrancarles un mea culpa, una delación vergonzante, una confesión que los aniquile espiritualmente. Hagamos memoria: el tristemente célebre caso de Heberto Padilla, la vulnerabilidad de la notable escritora María Elena Cruz Varela tras su paso por el presidio político, el vídeo aparentemente incriminatorio del disidente Elizardo Sánchez. La única destreza probada del castrismo es el arte de llevar a los corderos en silencio hasta el matadero.
Es demasiado alto el vuelo de Yoani Sánchez y demasiada afrenta la de su esposo, dispuesto a enredarse en un duelo público y dialéctico con sus represores, para una Junta Militar que sólo conoce el lenguaje de las cachiporras y las turbas dirigidas donde, una vez más, víctimas y victimarios se confunden en el ruido sordo de una conga que avanza aplastando la verdad.
Para los sicarios y sus compañeros de viaje ha llegado el momento de lo que en inglés se denomina 'character assasination': acabar del todo con el adversario ideológico por medio de la difamación y plantar la duda sobre sus intenciones y actos. Y en la gran celda donde vive hacinado el pueblo cubano los inmolados ya no se reconocen ni se cobijan entre sí, porque en sus mentes enfermas y diezmadas lo único que vale es escapar del Pogromo al que están condenados los que se atreven a soñar en alto.
La historia que mejor ilustra y relata la naturaleza monstruosa del totalitarismo ya la contó el director alemán Florian Henckel en su formidable filme 'La vida de los otros'. Basta con verlo de nuevo para comprender lo que les están haciendo a Yoani Sánchez y Reinaldo Escobar en Cuba. La consigna es romperlos y vaciarlos por dentro hasta alcanzar la lobotomía de sus libres pensamientos. Como Gary Cooper y Grace Kelly en el western clásico de Fred Zinnemann, nunca han estado más solos ante el peligro. Y su duelo es al sol.
El fantasma de 1980 Las imágenes de lo sucedido ayer, en la calle G, con Reinaldo y otros amigos, me recuerdan demasiado los mítines de repudio de 1980. Miren ustedes mismos y díganme si no se les parecen: