- Farbenfrohes Gemälde, aus Haití
Sin embargo la historia de Haití es un camino de sangre y dolor
desde hace doscientos años. Luchas por el poder entre negros y mulatos,
invasiones de Francia e Inglaterra (1869/1872), intervención de
Alemania (1877), ocupación norteamericana (1915/1935), masacre de
haitianos refugiados en la República Dominicana (1937), dictaduras de
los Duvalier y de Raoul Cedrás. Sangre, dolor, torturas, asesinatos,
desapariciones, pero también resistencia y obstinación de numerosos
sectores de la sociedad que pagaron con sus vidas y el exilio sus
sueños de un Haití justo, libre y soberano. En 1999 y en el 2000, dos
integrantes del Cemida, los Cnls (R) Horacio P.
Ballester y José Luis García fueron designados por la ONU y la OEA,
en forma conjunta, como peritos militares a fin de colaborar con la
incipiente democracia haitiana en el juicio que se desarrollaba en ese
país contra integrantes del Ejército y de las fuerzas paramilitares
conocidas como el Fraph (Frente Revolucionario para el Avance y
Progreso del Pueblo Haitiano), acusados de cometer delitos de lesa
humanidad en un pequeño pueblo haitiano llamado Raboteau. En el juicio
realizado en Gonaives en el año 2000, aparte de otras sanciones
menores, se impusieron 49 condenas a prisión perpetua y trabajos
forzados a los ejecutores de la matanza de Raboteau y "en ausencia" a
37 integrantes de la cúpula militar incluído el ex - Tte Gral Cedrás y
conspicuos integrantes del Fraph. Todos ellos, serían puestos en
libertad durante la nueva invasión y ocupación de Haití por EE.UU en
febrero de 2005. ¿Qué había sucedido en Haití? En 1990 en las primeras
elecciones libres casi en 200 años de independencia, asumió la
Presidencia el sacerdote tercermundista Jean Bertrand Aristide, quien a
los pocos meses fue destituído por un golpe militar organizado por el
Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Tte Gral Raoul Cedrás que
instaló una sangrienta dictadura al estilo Duvalier.
Los "Tonton Macoutes" disueltos oportunamente fueron reemplazados
por otra organización no menos sangrienta: el Fraph. En 1994, EE.UU
invadió Haití y repuso al Presidente Aristide quien fue sucedido al
término de su mandato por René Preval. Fue durante el gobierno de este
último que el Cemida fue llamado a Haití. En el año 2000, Aristide fue
elegido nuevamente Presidente como candidato de su partido Lavalas (La
Avalancha) en medio de un clima de sospechas de fraude electoral. Pero
el Presidente había cambiado.
A su tolerancia religiosa, nacida de su militancia en el grupo de
los sacerdotes tercermundistas, que proponía un sincretismo religioso
entre el catolicismo y los ritos africanos del vudú opuso una férrea
intolerancia; a sus promesas de elevar el nivel de vida de su pobre
pueblo rompiendo con los lazos del Imperio y el discurso neoliberal
contrapuso sus compromisos con quienes lo repusieron en sus funciones y
él, personalmente, se corrompió adoptando los hábitos de las antiguas
dictaduras: las duvalieristas y la militar de Cedrás. El pueblo
haitiano buscó otros cauces políticos para continuar una resistencia
social que se vigorizaba día a día mientras intentaba resguardar los
incipientes elementos de la vida democrática tan difícilmente lograda
agrupándose en una oposición llamada Plataforma Democrática. Para el
Imperio Aristide ya no era útil pues las masas populares se organizaban
contrariando sus normas y apoyando reivindicaciones más cercanas a las
de sus vecinos cubanos, cuyos médicos y maestros ayudaban a los
sectores más desprotegidos de Haití, que a la teoría liberal
globalizada de sus poderosos mentores.
Y pese a que esos sectores propugnaban una solución pacífica
resguardando la democracia, los EE UU prefirieron volver a sus antiguos
métodos. Para evitar esos "peligros" en una zona tan estratégicamente
vulnerable para el gobierno de Bush y ya que no se contaba con la
Fuerza Armada, disuelta por Aristide, y la Policía, fiel al Presidente,
pese a sus desvaríos e inconductas, se organizaron desde la República
Dominicana "fuerzas populares", verdaderas bandas de forajidos
reclutados entre ex - integrantes del ejército de la dictadura de
Cedrás, antiguos miembros del Fraph y aún de los Tonton Macoutes, que
recibieron armamento y dinero provenientes directamente de los EE UU e
iniciaron, desde ese país contiguo, una descarada invasión con el
objetivo de derrocar a Aristide.
Como éste resistía y la Plataforma Democrática se oponía al accionar
de estas bandas terroristas, la solución fue enviar una avanzada de los
depredadores "marines", irrumpir por la fuerza en el Palacio de
Gobierno, exigir a Aristide que renunciara, y como éste se negó a
hacerlo, embarcarlo hacia la República Centroafricana, lejos de todos
sus apoyos. Semanas después se instaló en Jamaica y luego, ante la
posibilidad de su asesinato, Sudáfrica le ofreció asilo. Allí recibe
honores correspondientes a un Presidente en ejercicio. Francia, Chile y
Canadá se sumaron sumisamente a semejante accionar que, según la
Editorial del New York Times respondió a "la abierta presión de la
Administración Bush, demasiado dispuesta a ignorar la legitimidad
democrática, para permitir que se removiera a un líder que no le
gustaba y de quien desconfiaba."
La nueva invasión y ocupación terminó con todo atisbo de democracia
y convivencia. Las bandas de delincuentes organizadas para la revuelta,
que aspiraban a ser el núcleo del próximo ejército haitiano, (esa fue
la promesa que el gobierno de EE UU les hizo) se enfrentan hoy por
despecho a las tropas de ocupación y se cobran venganza en los sectores
democráticos que lograron su enjuiciamiento y castigo. Estos últimos se
han quedado sin referentes, la mayoría de ellos están encarcelados,
desaparecidos y asesinados, sin el manejo de los mecanismos de poder.
Luchan por su supervivencia, cada día más difícil, pero no bajan los
brazos, continúan resistiendo, reclamando el regreso de Aristide, que
complete su mandato, y elecciones libres.
Las fuerzas de la ilegal ocupación tratan inútilmente de resguardar
el orden perdido y aspiran a tener el pomposo título de "Fuerzas de las
Misiones de Paz de las Naciones Unidas", ponerse los cascos azules y
que todo quede perdonado y olvidado, como son los usos y costumbres.
Pero nada será olvidado y perdonado. ¿Pueden acaso ser olvidadas las
torturas, vejaciones, asesinatos, desapariciones, humillaciones, las
matanzas como la de la cárcel de Puerto Príncipe y las barriadas de
Cité Soleil que esa fuerzas de ocupación ejecutan a diario contra el
pueblo de Haití ¿ Las denuncias sobre las violaciones a los derechos
humanos en el país hermano se acumulan y crecen día a día en el
Tribunal Internacional de la Haya.
Son crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad. Esperemos que
haya justicia para Haití. Se han acallado las voces de los periodistas.
Se persigue a los luchadores populares, se los mata, tortura,
desaparece, masacra. El país se ha transformado en una gigantesca
maquila, llamada "zona franca", donde por un dólar diario, cientos de
haitianos explotados producen, en condiciones de verdadera esclavitud,
elementos como los jeans Levis que en el mercado alcanzan precios que
oscilan entre los 100 y 200 dólares cada prenda.
Cada euro de ayuda que le envía Europa, incrementa los intereses y
el volumen de la deuda externa del país que no ha sido perdonada. Haití
recibió últimamente 34.000.000 de euros como ayuda y debió pagar una
semana después…. ¡52.000.000 de euros de intereses de su deuda externa!
¿Quién ayuda a quién? Haití, sangre y lágrimas. Haití, sangre y dolor.
¿Hasta cuándo?Haití no está solo. Frente a la complicidad de la mayoría
de los gobiernos del Continente a la invasión, Venezuela, Jamaica y los
países del Caricom solicitaron una reunión urgente de la OEA para
exigir el retiro de las tropas norteamericanas y el regreso de
Aristide, que jamás renunció a su cargo.
Las presiones de EE UU impidieron que la reunión se llevara a cabo.
También Venezuela, Jamaica, los países del Caricom y Cuba, hicieron
presentaciones ante la ONU que tuvieron el mismo resultado por decisión
del Consejo de Seguridad, no debemos olvidar que junto a EE UU, Francia
participó de la invasión. La mayoría de las naciones asiáticas, la
Organización de Estados Africanos y algunos países europeos, no
reconocen al tirano impuesto, traído de Miami, Gerard Latortue como
Presidente Provisional de Haití. Siguen reconociendo a Aristide y
exigen devolver el poder de decisión al pueblo haitiano.
Organizaciones sociales y de derechos humanos del Continente y del
mundo acompañan esta lucha. Es lamentable que el Gobierno Argentino no
se haya sumado al reclamo por la libertad y democracia del pueblo
haitiano y que haya enviado efectivos para presuntas "Misiones de Paz"
que son un engaño vil y que constituyen un procedimiento para avalar un
nuevo Golpe de Estado del imperialismo norteamericano y que exige la
complicidad, entre otros, del gobierno de nuestro país. Hoy es Haití.
¿Y mañana? ¿Cuba? ¿Venezuela? ¿O quizás nosotros? Se ha consumado una
nueva traición contra una nación hermana de Nuestra América. ¡Que esa
traición no quede impune!