He aguardado pacientemente a que mis colegas contesten como se merece al ciudadano
Luís Yánez Barnuevo (Coria del Río, 1943), porque prefería responder de forma algo rotunda y destemplada a las solemnes manipulaciones que vomitó el personaje en el diario
Público, sobre la supuesta carencia de libertades en la República de Cuba. Los artículos de varios y admirables compañeros (
Salvador López Arnal,
Marcos Roitman,
J.M. Alvarez,
Pascual Serrano, Belén Gopegui, Carlos Fernandez-Liria y
Santiago Alba), bastan y sobran, por lo que me adhiero entusiasta a los argumentos de todos ellos y paso a comentar una sencilla anécdota, renunciando a un análisis más prolijo sobre lo aparecido en el referido periódico.
No voy a poner en duda que Luís Yánez habla y escribe de forma casi inteligible, lo que ya es meritorio, aunque a lo largo de sus años de penosa actividad empresarial (perdonen, pero los diputados son mamporreros de la CEOE) ha lanzado tantas mentiras y tan sólidas como los bloques de la pirámide de Keops, comenzando por su pretendida militancia en el PSOE desde 1962. Sin embargo, habremos de conceder a este curioso espécimen de Coria que, de cuando en vez, cumple con alguno de sus más sencillos cometidos; así lo demostró, cuando formuló una pregunta, en octubre del pasado año, en el Parlamento de Estrasburgo, respecto a la posible apertura de una base militar aeronaval en las islas Seychelles (los turistas ya están disminuyendo de forma peligrosa, lo que afecta sin duda a los intereses de aquella república), desde donde vigilar, neutralizar y atacar a los famosos piratas somalíes que, según el sistema capitalista son unos terroristas y asesinos, pero de acuerdo con los de la otra parte, sencillamente son ciudadanos que no están interesados en que el llamado primer mundo robe en esa zona del Índico los preciados atunes que viven en sus aguas. La cuestión planteada por Yánez decía:
Existe un acuerdo político generalizado para la apertura de una base aeronaval en Seychelles en el marco de la operación Atalanta ¿En qué medida supondrá una contribución cualitativa para la protección que el operativo debe ofrecer a los barcos que faenan en el Índico? ¿Cómo reforzará esta medida la protección de Atalanta? ¿Podremos contar con ella para la campaña del año próximo y asegurar la extensión hacia el Sur de la zona protección, la zona en que faenan nuestros pesqueros?
De esa forma tan sencilla, Luís Yánez, cuyo cociente intelectual es paralelo al de su amigo Felipe González “El Atila de Doñana” (los tres linces que quedan por allá se han declarado en huelga de hambre ante la presencia del Señor X), no le impide disfrazarse de aparente defensor de la flota pesquera española, aunque en el fondo le importe tres boquerones el asunto. Poco tiempo después de formulada la pregunta en el foro europeo, tan hipócrita y rastrero como el gobierno de Obama y su titular, se le respondió con algo que Yánez y su compañera de redacción, Josefa Andrés Barea, sabían de antemano y que el de Coria comunicó a Zapatero de inmediato: “Quillooo, que no hay un euro pa’ la puta base”.
No es aventurado imaginar a las comisiones económicas europeas haciendo números con la calculadora, sumando el precio de barcos, aviones, personal, manutención, gastos de combustible, armamento, en tanto desde el ministerio correspondiente en España se les comunica el dinero que pierden las familias afectadas, pero sobre todo, la industria pesquera que está en manos de tres familias que disponen sólo de 862.459 km² para desarrollar sus actividades. Los números no engañan, y la Europa comunitaria no estaba dispuesta a invertir miles de millones de euros en proteger a las empresas españolas, a no ser que el resto de las naciones mantuvieran un negocio como el que nuestro país desarrolla con el pescado, aunque existan familias a las que el régimen neoliberal obliga a faenar a miles de kilómetros, con riesgo de perder su trabajo y la vida.
Al parecer, llenar las redes de especies a lo largo de casi un millón de kilómetros cuadrados marítimos no es suficiente, por lo que los patrones del océano comenzaron a tramar una tela de araña enorme, con la que asegurarse el pescado de áreas más alejadas geográficamente de la península, en flagrante violación de la soberanía de las aguas territoriales de otras naciones. Tal vez, según los parámetros intelectuales de Yánez, lo probable es que la libertad de Cuba pase, por ejemplo, en permitir que las langostas cubanas sean atrapadas por empresas españolas, como las multinacionales yanquis se apropiaban en el pasado de todas las materias primas de la Perla del Caribe. Luisito el de Coria no quiere reconocer que la libertad comienza por la independencia, por la capacidad de gestionar los bienes de que dispone un país, tratando de repartirlo de la manera más justa y equitativa.
Yánez asegura tener a Cuba en el corazón, y fue capaz de escribir que el futuro de los cubanos lo deben decidir ellos, aunque el de los iraquíes, afganos, panameños, hondureños, salvadoreños, peruanos, colombianos, etc. es otra cuestión diferente, porque como afirmó Carme Chacón, de profesión ministra de Defensa de la Estulticia, “Hay que estar donde estamos, porque hasta que esta gente sepa decidir, debemos protegerles”, y si no, se echa mano de los mercenarios del ejército español, o de los de Obama y sus Blackwater, los de Sarkozy y sus Brunis, o Berlusconi and the Fanculo’s Mafia.
Aquí en Andalucía, tan castigada por el franquismo, de antes y de ahora, con sonrisa y venia de las máximas figuras del partido socialista (como Michelle Bachelet insultando a las víctimas de Pinochet, sonriente al lado del tan fascista como buen escritor Mario Vargas Llosa), a Yánez se le utiliza, además de cómo figura de patético guiñol, como portador de una intolerable mala fama, de la que yo no voy a aprovecharme, porque no creo en ese tipo de leyendas. Sin embargo, ejem, debo reconocer que en cierta ocasión, en la que Luisito se encontraba pegado literalmente a un novato embajador extranjero, que intentaba chamullar en español, el de Coria tuvo que mirar al techo disimulando su nefanda estrella, cuando el legado soltó una frase que hizo que temblaran hasta los camareros: “Nueto gobieno etá muyy contentosss de tooda la polla que le ha dado Spañaa”, cuando lo que intentaba pronunciar el hombre no era otra cosa que su satisfacción por el APOYO español. Las carcajadas, no obstante, se contuvieron tanto como los salarios.
Hace un par de días, en el mercadillo artesanal de Málaga, comentando el asunto de las declaraciones de Yánez y su fracasado intento de entrometerse en la política cubana, un humilde artesano, andaluz doliente de esos que aún recuerdan el “paseo” de su abuelo a manos de los falangistas, sin que hasta hoy haya podido recuperar los restos del familiar o conocer el nombre de sus asesinos, me decía: “Yánez miente cuando dice que tiene a Cuba en el corazón. Lo que tiene es a Andalucía en el culo”.