a propia prensa internacional que lo edificó como mito viviente de la "democratización" del Imperio ya lanzó su nuevo dictamen: La realidad de su gestión está terminando con el discurso "alternativo" de Obama más rápido de lo que se pensaba.
The New York Times, The Washington Post, y las otras influyentes cadenas que apoyaron su candidatura y los primeros tramos de su gestión lanzan críticas y definiciones extrañamente coincidentes con las de los republicanos: "Obama habla mucho, pero hace poco".
La tesis ultraconservadora de un presidente "débil e incapaz" se nivela peligrosamente con las apreciaciones de los medios y analistas del ala "progresista" (que lo vendieron como una nueva alternativa) que ya critican la gestión de Obama con una ferocidad inusual.
En noviembre pasado, a sólo ocho meses de gestión, en su primer test electoral, Obama perdió en dos estados, Virginia y Nueva Jersey, donde hace un año ganaron los demócratas.
La elección marcó una especie de referéndum para su gestión. La derrota en Nueva Jersey fue particularmente decepcionante para el presidente imperial, al tratarse de un estado tradicionalmente demócrata, en el que en las elecciones de 2008 obtuvo una ventaja de 16 puntos frente al republicano John McCain.
Este martes, la victoria del republicano Scott Brown en Massachusetts -tradicional baluarte demócrata- parece confirmar lo que las encuestas indicaban: el idilio entre Barack Obama y el pueblo estadounidense no duró ni un año, señala la cadena BBC.
La pérdida de la elección en el baluarte demócrata del estado de Massachusetts podría calificarse como el primer gran revés político de Barack Obama, y va a tener enorme influencia en los comicios parlamentarios de 2010 donde los demócratas pueden perder su mayoría en los dos cámaras.
Los demócratas perdieron la mayoría de 60 votos en el Senado y ahora estarán a la merced de tácticas dilatorias de la oposición republicana que con su nuevo escaño podrá bloquear el debate de cualquier medida si se mantiene unida.
Hace exactamente doce meses, Obama llegaba a la Casa Blanca en medio de una expectativa mundial sin precedentes, tras una campaña histórica en la que demostró saber movilizar e inspirar a las masas.
"¡Vamos a cambiar a Estados Unidos y vamos a cambiar al mundo!", prometía, rebosante de carisma, y el planeta entero se dejaba "cautivar" por el presidente negro marketinizado e impulsado desde el aparato de la gran prensa internacional .
"Era tentador creer que este hombre iba a lograr de inmediato el fin de la crisis financiera y de la guerra de Irak, las buenas relaciones con Irán, Rusia, Corea del Norte, Venezuela y Cuba, el cierre de Guantánamo, la reforma de salud, la creación de empleos y hasta el fin del calentamiento global", dice la BBC.
En aquel momento, 76% de los estadounidenses opinaban que el primer presidente afroamericano traería los cambios que hacían falta en Washington.
Pero las nuevas mediciones indican que el gerente imperial, que combina el Premio Nóbel de la Paz con genocidios militares en masa en Irak, Afganistán y África, ya ingresó en el ocaso, en el desprestigio, y en la falta de apoyo por parte de la mayoría de la sociedad imperial estadounidense.
Por encima de Obama figuran el resto de los presidentes recientes: Jimmy Carter (51 por ciento), Bill Clinton (54 por ciento), Richard Nixon (63 por ciento), Dwight D. Eisenhower (70 por ciento), George H. W. Bush (76 por ciento) y John F. Kennedy (79 por ciento). El más valorado tras su primer año de mandato sigue siendo George W. Bush, quien con un porcentaje de apoyo del 82 por ciento sobresale por encima del resto.
"Tras el enamoramiento inicial, las encuestas y el electorado de Massachusetts indican que el romance está en crisis", señala la cadena BBC.
Diversos sondeos coinciden en que la popularidad de Obama cayó por debajo del 50% y que el 63% de los estadounidenses cree que el país va por mal camino.
El porcentaje de estadounidenses que desaprueban su gestión se cuadriplicó, del 12% al 44%. Una encuesta realizada por el sitio de internet RealClearPolitics indica que un candidato genérico republicano al congreso le ganaría hoy a uno demócrata por 44% frente a 41%.
Los críticos señalan que en lugar de concentrarse tanto en la salud, Obama debería haberse enfocado en resolver el problema del desempleo, que ya supera el 10% y es, junto con la baja del consumo, la piedra angular de una recaída económica de la primera potencia imperial.
Sergio Bendixen, de la empresa estadounidense de asesoría y encuestas Bendixen y Asociados, razonó en diálogo con la BBC: "Cualquier persona del mundo cuando está desempleado o tiene problemas económicos comienza a perder la paciencia con el gobierno de turno"
Según Bendixen, la mejora en la economía sólo se ve a nivel macro y si Obama no consigue que el desempleo baje del 10% al 8% los votantes le pasarán cuenta en las elecciones de noviembre.
La derrota demócrata significa que los republicanos tienen ahora suficientes votos en el Senado para obstaculizar la reforma sanitaria, el único caballito de batalla electoral que le queda a Obama y los demócratas..
Para el jefe de la oposición en la cámara alta, el senador republicano Mitch McConnell, el resultado de la votación del martes fue un claro rechazo de ese proyecto.
Después de haber apostado por garantizarle un seguro médico a 50 millones de estadounidenses que actualmente carecen de cobertura, Obama y los demócratas ahora deberán replantear sus estrategias de cara a las elecciones legislativas de noviembre de este año.
Desde su asunción, hace doce meses, Obama bajó más 20 puntos en la aceptación popular: Afganistán y las promesas incumplidas de "desmilitarizar" la política exterior fueron sus causales principales.
Hoy el presidente negro está ante una encrucijada: Acaba de perder su tercera elección en distritos que eran demócratas, su partido ya lo señala como responsable de una posible pérdida de la mayoría en las dos cámaras legislativas en el 2010, y sus propios electores, negros e hispanos, movimientos antiguerra y de derechos humanos, ya anuncian marchas masivas para protestar contra la continuidad de las políticas militaristas.
Todo este escenario de presión, a su vez, alimenta una ofensiva republicana que apunta a desgastar la credibilidad (ya en pronunciada baja) de Obama. Reaparecen las viejas acusaciones de "presidente débil e incapaz" o excesivamente "dubitativo" como principal caballito de batalla de los ultraconservadores que sueñan con un juicio político o un movimiento de destitución en el Congreso.