La muerte del preso político cubano puede poner al régimen en una de las situaciones más difíciles de los últimos 50 años
El dramático desenlace de la última de las manifestaciones de protesta de Orlando Zapata Tamayo, un hombre de 42 años que se dedicaba a la albañilería antes de rebelarse contra el régimen cubano, ha marcado el inicio de un proceso que puede influir decisivamente en el futuro político de Cuba.
Zapata Tamayo era uno de los más de doscientos presos condenados en Cuba por motivos políticos. Reconocido por Amnistía Internacional como prisionero de conciencia, cumplía una pena de más de treinta años impuesta por “desacato” y “resistencia en prisión”, entre otros cargos similares con los que se acusa a quienes se oponen al régimen encabezado por los hermanos Castro.
La muerte de Zapata Tamayo pone en serios aprietos al gobierno cubano, porque llama la atención de todo el mundo sobre la manera sistemática como en Cuba son violados los derechos humanos y principalmente los relacionados con la libertad de conciencia, de expresión e información.
Después de lo ocurrido, al gobierno cubano, y a todos los que minimizan sus rasgos dictatoriales, les será mucho más difícil negar la existencia de presos políticos en la isla. Se facilitará, en cambio, la labor de las organizaciones defensoras de los derechos humanos que estiman que son más de 200 las personas que permanecen encerradas por disentir con el régimen. De ellas, 22 son periodistas, como lo comprobaron y sostienen todos los organismos independientes que monitorean la libertad de prensa en el mundo.
Hasta ahora, la posición oficial del gobierno cubano sobre el tema se mantuvo invariable. Consiste en negar la existencia de presos políticos y atribuir cualquier expresión o acto de oposición a móviles delictivos. Pero, la ola de protestas que la muerte de Zapata ha desencadenado hará insostenible por más tiempo tal afirmación.
Entre las principales consecuencias de ese giro estará sin duda un cambio de actitud de los gobiernos que hasta ahora se mostraron condescendientes con el gobierno cubano, como muchos de los europeos o Brasil y México en nuestra región. Ya no podrán eludir los reclamos de solidaridad de los otros 74 disidentes que fueron encarcelados con Zapata Tamayo en marzo de 2003, durante la denominada "Primavera Negra" de Cuba.
Tampoco será fácil para los organismos regionales latinoamericanos seguir actuando como si en Cuba no pasara nada. Tarde o temprano se verán obligados a pronunciarse sobre la naturaleza represiva del régimen, más aún cuando las voces de protesta tienden a amplificarse y a multiplicarse en todo el mundo.
En ese contexto, de nada servirá que los medios de comunicación cubanos sigan empeñándose, como hasta ahora, en ocultar a su pueblo información sobre la muerte de Zapata, pues ese acto de sacrificio ya logró su principal objetivo, que era llamar la atención del mundo sobre la causa que defendía.
Con tantas miradas vigilantes sobre sus espaldas, los organismos encargados de perseguir a quienes disienten tendrán a partir de ahora muy dificultada su labor. Así lo demuestra la velocidad e intensidad con que a través de Internet se han multiplicado durante las últimas horas las denuncias sobre una nueva ola represiva que cuanto mayor es, más inocultable hace la naturaleza dictatorial del régimen cubano
http://www.lostiempos.com/diario/opiniones/editorial/20100227/cuba-ante-la-mirada-del-mundo_59482_106960.html