
¿Yo me muero como viví?
Me costó esfuerzo convencer a mis amigas del preuniversitario que me
dejaran escuchar en sus grabadoras rusas algunas canciones de Silvio Rodriguez.
Nací en un barrio que vibraba al ritmo de la salsa, la rumba y el
guaguancó, donde las imágenes poéticas de este cantautor no eran muy
bien recibidas. Sólo podía alcanzar a escuchar un trozo de Ojalá antes
que viniera una de ellas a cambiar el casete y poner un tema de los Van
Van o de NG la Banda. Los medios oficiales, sin embargo, sí que
transmitían constantemente “El unicornio azul” y se especulaba si
detrás de la metáfora se encontraba una mujer o un jeans robado de la
tendedera.
Justo en el momento en que empezaba a emocionarme con las
composiciones de este trovador, todo se derrumbó alrededor mío. Llegó
la crisis, los golpes respondieron a la desesperación del Maleconazo y
los balseros zarpaban del trozo de mar que se veía desde mi persiana.
Chocaba que tantos quisieran largarse, mientras Silvio seguía cantando
aquello de “vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre en
esta tierra y en este instante”. Aún así, algo me dejaron los temas del
juglar de San Antonio, especialmente aquellos que tocaban fibras
personales pues los de corte social y político me resultaban demodé.
Después llegó la universidad y apareció en su voz la canción “El
Necio” y con ella terminé por identificarlo con el sistema, el
gobierno, el status quo, “la cosa”, en fin, el grupo en el poder.
Sólo hoy he podido leer las declaraciones completas hechas por el
autor de “Por quien merece amor”. La prensa oficial las solapó, pero
rebotaron en los medios extranjeros para finalmente llegar hasta
nosotros. Sus palabras parecen negar aquel estribillo de “yo me muero
como viví”, donde anunciaba su renuencia a aceptar los cambios que los
cubanos estamos pidiendo a gritos desde hace décadas. Se le escucha
ahora con ese nivel de crítica que trae el desencanto, pero con el
sigilo del que tiene demasiado que perder si declara todas sus
opiniones sobre el desastre nacional. Sabe que ante nuestros ojos él es
“un hombre de ellos”, triste encasillamiento para un trovador que en
sus inicios rasgó las cuerdas de la indocilidad.
Durante el lanzamiento de su último disco, Silvio aventuró un juego
lingüístico para superar “la erre de revolución” y que primara en su
lugar “la evolución”. Como en lugar de excluir a un nuevo inconforme es
mejor acogerlo en el bando de los que clamamos aperturas, voy a
seguirle la rima y eliminaré la incómoda letra que da entrada a
“represión”. Con cierta ligera metamorfosis este vocablo y todo lo que
le cuelga podría mutar hacia el de “expresión” libre, que estamos tan
necesitados de utilizar. Una “r” muy sonora –instalada en el nombre de
quien nos gobierna– también debe salir de escena y dar paso, cuanto
antes, a otras consonantes de nuestro plural abecedario.
GY
