Verdaderamente sería muy buena la experiencia siguiente: que las personas que impidieron a gritos e insultos que la médica cubana Hilda Molina, disidente del régimen ``castrocastrista'', presentara su libro en Buenos Aires, se fueran a vivir por algunos años a Cuba. Sin privilegios, por cierto, sino como el común de sus ciudadanos y con la ``ventaja'' de ser adictos al sistema.
Sin ironía quiero sugerir esta idea porque al cabo seguramente querrán retornar a la Argentina, por muchísimas razones. Quizás una de ellas sería porque podrán volver a protestar contra lo que quisieran, cortar calles, engrosar marchas de reclamo con pancartas furiosas contra tal o cual injusticia. Y sobre todo para poder gozar de la libertad de protestar contra la libertad de presentar un libro en un espacio emblemático de Buenos Aires como es la Feria del Libro.
Seguramente la doctora Hilda Molina --con una larga y dolorosa historia por contar en su libro Mi verdad-- no reparó en que ese título podía exacerbar los ánimos y las conductas de los que sólo quieren su propia ``verdad''. Ese es el comportamiento típico de los fundamentalistas, es decir de aquellos para quienes los que piensan y obran diferente --en cualquier campo de la actividad humana-- no son personas. Es decir, no tienen autonomía de conciencia, condenados como están a ser meros zombies en un conglomerado de individuos sin individualidad.
Hay que destacar a favor de la propuesta (ideal, por cierto) de que los intolerantes, los fundamentalistas que se manifiestan como lo han hecho en la Feria del Libro impidiendo la realización de un acto cultural, no han recibido por ello ninguna sanción. En un país libre como Argentina en el que la democracia no es perfecta porque es roída por los dientes de los que la utilizan y escalan sólo para el interés personal o sectorial, sin embargo es posible ejercer la crítica (aunque el anonimato en afiches agraviando a periodistas se peguen en las paredes de Buenos Aires, en otra muestra de cobarde actitud, eso es el anonimato).
ué bueno sería que quienes actuaron de esa manera tan despreciable experimentaran, en la propia Cuba --y no desde la lejanía de este sur de la Sudamérica-- la restricción de sus libertades. Esa experiencia tal vez pueda reorientarles intelectualmente para integrarse a una sociedad democrática, en la que hay que profundizar --lo sabemos-- en la solución de las irritantes desigualdades que todavía interpelan desde ese sitial vergonzoso de la pobreza y la miseria de muchos ciudadanos a la propia democracia.
Analista de política internacional en Radio Universidad (Tucumán, Argentina).