Sr. dictador: ¿puede otorgar libertad?
El cantautor Silvio Rodríguez, admirado en Paraguay por su activismo político y oposición a EE.UU. antes que por su música, afirmó recientemente en Puerto Rico que en Cuba “nadie va preso por opinar”. El artista, uno de los pocos privilegiados que tiene “el permiso” del Gobierno comunista para salir del país, indicó que con el castrismo en la isla hay “mucho debate y la gente tiene muchas opiniones”.
Sin embargo, al parecer, Silvio tuvo un lapsus mental y en la declaración agregó que “nadie va preso por opinar, al menos que lo digas en un contexto distinto”.
A fin de cuentas ¿va o no preso alguien por expresar sus pensamientos? Hace pocos días, la organización Amnistía Internacional presentaba su informe de este año. Entre los países o gobiernos que más violaron los derechos humanos estaba Cuba.
“Siguió estando muy restringida la libertad de expresión. Todos los medios de comunicación e internet continuaron bajo control del Estado. Las autoridades siguieron bloqueando el acceso a los sitios web de periodistas y autores de blogs críticos con el Gobierno. Continuaron utilizándose cargos penales como el de “peligrosidad” para limitar el ejercicio de la libertad de expresión, asociación y reunión de los disidentes”, dice una de las páginas del informe sobre el país caribeño.
¿Se ha de referir a eso el cantante cubano? ¿O será que verdaderamente se restringen los lugares para opinar libremente?
Es casi un axioma el sistema político verticalista que dirige la nación desde hace más de medio siglo: la oposición está prohibida, la prensa se limita y se centraliza en el poder comunista y la independencia intergubernamental es una utopía.
Aunque, en los últimos meses, el periódico Granma ha tenido una posición tímidamente “crítica” hacia los organismos oficiales. Suele señalar las falencias del sistema, como el pésimo funcionamiento de la red ferroviaria, que a pesar de la inversión de 600 millones de dólares (de préstamos chinos e iraníes) continúa con un servicio obsoleto.
La publicación señaló que los problemas que aquejan al proyecto tienen que ver con “la falta de capacitación laboral, la fiscalización del trabajo y los bajos salarios”.
Un gobierno que sembró un país atrasado que se enfrenta a la modernidad científica y tecnológica solo con argumentos ideológicos ya rebatidos no solo es desfazado, sino perjudicial para el ciudadano.
50 años después, los cubanos y los extranjeros se dan cuenta de que el “paraíso terrenal y la igualdad” prometidos nunca existieron.
Mientras Silvio Rodríguez puede hacer su gira y ganar algunos dólares con ella y con la venta de sus discos, periodistas como Yoani Sánchez deben hacer cola en las dependencias estatales por varios meses para pedir una visa (permiso del propio gobierno local) que le permita abandonar el país por unos días.
Lo paradójico es que a pesar de todas las evidencias sobre el totalitarismo cubano, los gobiernos regionales siguen actuando con diplomacia y, algunos, hasta con condescendencia en el relacionamiento con la isla.
¿Cómo se le puede pedir a una dictadura que deje de perseguir y encarcelar a sus detractores?
¿Cómo se le puede exigir a un sistema tiránico que haga reformas a su esquema de represión?
El comunismo seguirá negando el derecho individual a la propiedad, a la libre expresión de los ciudadanos, encarcelará a los opositores y expulsará a decenas de personas que buscarán algo mejor afuera, mientras la paciencia externa siga “pidiendo reformas” a un gobierno intolerante y esclavizador.
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